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La guerra nazi-soviética

La filosofía de la guerra en los caminos mágicos del Frente del Este

Arthur Holmston

La guerra nazi-soviética - La filosofía de la guerra en los caminos mágicos del Frente del Este - Arthur Holmston

168 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2015
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 260 pesos
 Precio internacional: 18 euros

El Generalmajor Boris Alexeyevich Smyslovsky (también conocido como Arthur Holmston-Smyslovsky), miembro de una familia aristocrática ruso-finesa, fue un general ruso anti-comunista que combatió como Capitán de la Guardia Imperial rusa en la Primer Guerra Mundial, para los rusos blancos contra los bolcheviques en la guerra civil rusa, y finalmente como Generalmajor en los ejércitos del Tercer Reich en el frente ruso. Comanda durante el conflicto al Primer Ejército Nacional Ruso colaboracionista con los alemanes luego de haber servido en Abwehr. Se le da el comando de la "División Especial Rusa" (Sonderdivision R), convirtiéndose en el primer ruso en comandar una unidad anti-bolchevique en la Segunda Guerra Mundial.
Ya exiliado en Argentina por el gobierno del General Perón decide volcar en este libro, brevemente, sus experiencias durante el conflicto para delinear a grandes rasgos una filosofía de la guerra y sacar conclusiones sobre los éxitos y derrotas del Ejército alemán en el Frente Oriental.
Haciendo uso de su vasta experiencia militar intenta encontrar las causas que llevan a la guerra, las formas de llevarla a cabo exitosamente y los profundos problemas que se presentan para el pueblo ruso y el alemán en su enfrentamiento. Smyslovsky resulta un analista idóneo de las particularidades del Frente Oriental, de la estrategia, los colaboracionistas con los alemanes, la guerra de guerrillas y los más importantes cambios que se produjeron a lo largo de la guerra.

 

ÍNDICE

 

Prefacio 9
I.- Una fecha histórica 17
II.- Sobre caminos mágicos 23
III.- Binomios ocultos en el arte militar 33
IV.- Estrategia militar y política 39
V.- Peculiaridades del teatro oriental de la guerra 43
VI.- La defensa alemana 49
VII.- Campaña “blitz” 55
VIII.- Prosigue la guerra 65
IX.- Hasta el límite estratégico 71
X.- Stalingrado 75
XI.- Guerra de Guerrilleros 79
XII.- Colaboradores de los Alemanes 93
XIII.- Injusticias 99
XIV.- El vuelco 113
XV.- Los Soviets aprenden la lección 127
XVI.- El fin 139
XVII.- Los siete problemas decisivos 145
XVIII.- El secreto del futuro 161

 

EL AUTOR

El Generalmajor Boris Alexeyevich Smyslovsky (también conocido como Smyslovsky-Holmston y Holmston-Smyslovsky) (3/12/1897 – 5/09/1988) fue un general ruso anti-comunista emigrado de su país.
Luchando con el ejército alemán utiliza los pseudónimos Arhur Homlston y von Regenau. Comanda durante la segunda Guerra Mundial el Primer Ejército Nacional Ruso colaboracionista con los alemanes.
Smyslovksy nació en Terijoki, Gran Ducado de Finlandia (hoy Zelenogorsk, San Petersburgo, Rusia).
Miembro de una familia aristocrática ruso-finesa, desde joven sigue las tradiciones militares de la familia. Se gradúa en la Academia de Artillería Mikhaïlovskaïa (San-Petersburgo). Se une al Ejército Imperial Ruso, donde alcanza el rango de Capitán en la Guardia Imperial rusa. Combate en la Primera Guerra Mundial y es capturado por los Austro-Hungaros en 1917.
Durante la Guerra Civil Rusa lucha con los rusos blancos contra los bolcheviques. Tras la guerra emigra a Alemania y es formado en la tradicional Academia Militar Prusiana (Preußische Kriegsakademie) famosa por haber formado a los más importantes militares alemanes, como Carl von Clausewitz y Helmuth von Moltke.
En 1939 sirve en la Wehrmacht con el rango de Sonderführer B (Major) y es destinado al Abwehr, la organización de inteligencia militar alemana.
Cuando el Tercer Reich comienza la Campaña Rusa en 1941, sirvió en el Frente Oriental al Ejército Alemán estableciendo batallones de entrenamiento utilizados para combatir contra los partisanos. Se le da el comando de la “División Especial Rusa” (Sonderdivision R), convirtiéndose en el primer ruso en comandar una unidad anti-bolchevique en la Segunda Guerra Mundial. En junio de 1944 es ascendido al rango de Generalmajor y se le encarga la tarea de supervisar las tareas de sabotaje alemán tras las líneas soviéticas. El 12 de febrero de 1945 es nombrado comandante del Grüne Armee z.b.V. formado por unos 6000 rusos. Las fuerzas de Holmston son elevadas al rango de “Primer Ejército Nacional Ruso” el 10 de marzo de 1945.
Tras la guerra se asila junto a sus hombres en el Principado de Liechtenstein, tras haber entrado en contacto en Austria con el Gran Duque Vladimir Cyrillovich, heredero Romanov a la Corona Imperial Rusa. Algunos regresan a Rusia aceptando falsas promesas soviéticas (desapareciendo al retornar a Rusia y sin saberse nunca más nada de ellos) y otros, con Holmston a la cabeza, resisten la presión y permanecen en Liechenstein hasta que el gobierno argentino les ofrece asilo y Homston, junto a un centenar de sus hombres, se exilian en Argentina. A pesar de todos los intentos del gobierno soviético, el gobierno de Liechtenstein, tras haber sido el único Estado que se opone oficialmente al repatriamiento ruso, se niega a aceptar las presiones de la Unión Soviética y se hace cargo de los costos de los viajes a Argentina, haciendo oficial, junto al apoyo de su población, su voluntad de respetar la voluntad de los rusos que se encuentran dentro de sus fronteras.
La historia de estos rusos ha inspirado a la película francesa“Vent d´Est”, o “Viento del este”.
Ya en Argentina, Smyslovsky organiza un movimiento político anticomunista, el Movimiento Militar de Liberación Nacional “Mariscal Suvorov”, editor del periódico “Suvorovets”, desde donde intenta agrupar a todos los rusos anticomunistas, especialmente los muchos militares que terminaron en Argentina..
En 1975 (durante el gobierno de Isabel Perón, tras la muerte del General Perón) ya cerca de cumplir 80 años, regresa a Liechtenstein junto a su esposa, donde fallece en 1988, habiendo alcanzado ya los 90 años de edad.

PREFACIO

He intentado con este libro la tarea de realizar, desde el punto de vista puramente militar, un análisis bélico- filosófico en su más profundo sentido, de la segunda guerra mundial, basándome para ello en la verdad desnuda y sin reparar en que las constancias que deje expuestas, halaguen o molesten ya a una, ya a otra de las partes actuantes. Este libro de filosofía bélica, escrito con toda la objetividad posible, no es una novela que aspira a la popularidad, ni contiene lo que en esta época constituye la lectura favorita del público, motivos por los cuales, de seguro será sometido a una crítica enérgica y tal vez apasionada. Sin embargo, todo el que acometa la tarea de decir la verdad, debe estar preparado para sufrir por ella. Ya Goethe develó sus más profundos sentimientos anímicos cuando dijo: “Un Dios me mandó decir lo que sufro”.
Los críticos, probablemente, tratarán de señalar tres reproches principales contra esta obra:
1. En primer término habrá críticos que vean en estas páginas la glorificación de las fuerzas armadas alemanas .
2. Otros afirmarán que ha sido escrita para evidenciar la fortaleza de la Unión Soviética y para destacar las posibilidades de que ésta dispone para provocar la Revolución Mundial, y
3. Otros no me escatimarán el dicterio de “agitador belicista”.
En lo que respecta al primero de estos puntos, no puedo sino responder que los actos de las Fuerzas Alemanas (Wehrmacht) hablan por sí mismos. Durante la guerra, sus adversarios con harta frecuencia asimilaron las enseñanzas que los alemanes les deparaban en cuanto al arte de la guerra, adoptando para su propio uso varios métodos de combate germanos. Numerosos políticos y jefes militares aliados consideraron un deber durante la guerra, subrayar en sus declaraciones, el sobresaliente espíritu de combate alemán y las cumbres alcanzadas por el arte militar del enemigo. Una vez que los sentimientos del odio y la venganza estén sepultados y los historiadores militares escriban la historia objetiva de la Segunda Guerra Mundial, mediante un estudio técnico capacitado, las campañas realizadas por la Wehrmacht, de seguro no ocuparán en ella el último plano.
En lo relativo al segundo punto debo responder que en una descripción objetiva, los hechos deben ser presentados tal cual efectivamente acaecieron y según se desarrollaron sobre los que llamo “caminos mágicos”, en el decurso de la historia. El análisis de los principios de la filosofía estratégica, como lo contiene especialmente el Capítulo XVII de esta obra, así como la respuesta a las siete preguntas allí formuladas, demuestran con absoluta claridad, cuan ampliamente la Unión de los Soviets está preparada para la realización de sus objetivos de alcance universal.
En lo atingente al reproche de que el autor de este libro, pueda ser un agitador belicista, no puedo sino recomendar al lector las declaraciones de un sinnúmero de políticos y militares, así como los discursos parlamentarios y los artículos periodísticos en todo el mundo, y de los cuales fluye meridianamente, que a los tres años de terminadas las hostilidades, no se ha establecido aún una paz real y que, según también es evidente, cada día y en todas partes, surge, se extiende y prospera la “guerra fría”.
Por mi condición de soldado profesional, hallóme preparado para la solución de los más graves problemas mediante el empleo de las divisiones acorazadas. Sin embargo, desde que intervine en tres guerras sucesivas, es decir, la Primera Mundial, la lucha civil de Rusia y la reciente contienda, con mi acervo de doce años de constante experiencia bélica, he tenido sobrada oportunidad de ver la guerra, no sólo desde un aspecto puramente técnico y combativo, sino en todos sus aspectos. Desde que mis ojos vieron, en infinidad de ocasiones, las ciudades y las aldeas en llamas o convertidas en escombros, un mar de sangre y de lágrimas, madres sin techo, niños y ancianos desvalidos, y habiendo vivido en la esplendorosa ciudad de Dresde que constituía no sólo el orgullo de Alemania sino el de toda la Europa culta, y que por un milagro quedó ilesa casi hasta el mismo término de la guerra, para que una noche de indescriptible horror, aquel centro cultural mundialmente famoso fuera borrado de la faz de la Tierra, y 200.000 civiles, mujeres y niños alemanes perdieran la vida o sufrieran quemaduras y heridas, no puedo, en mi fuero más íntimo, desear una tercera Guerra Mundial. Todo lo contrario, según escribí al final de este libro; soy ferviente partidario de que los problemas de este mundo castigado por insoportables tensiones, sean objeto de una solución pacífica.
El jefe socialista francés Leo Blum, escribió lo que sigue: “No ha de olvidarse que vivimos en el presente y no por el presente, y que el amor a la patria es eterno, como lo es el amor a la familia, al terruño y a todos los vínculos que sujetan el alma a las realidades más próóximas y queridas”. Es por este motivo que abandoné mi cómoda existencia de civil para regresar a la carrera militar y decir al mundo, como soldado, la verdad y nada más que la verdad.
En la era de la bomba atómica, sostengo el concepto de que los viejos principios de la soberanía, del egoísmo político y económico de las naciones, de las fronteras estratégicas y de las condiciones de seguridad, han sufrido una modificación tan profunda, que, una paz de verdad y con ella la reconstrucción de la cultura y la civilización, sólo pueden ser logradas mediante una organización y una colaboración internacionales de las más amplias miras.
Condición primordial para lograr tal ideal, es que los estadistas, los políticos, los sacerdotes, los escritores, los periodistas y la humanidad toda, se avengan a emplear un lenguaje comprensible para todos. Gracias a mis experiencias personales, sé que los círculos militares — y no las personas vestidas con un uniforme por obra del azar — vale decir, los soldados profesionales, que vivieron la sólida “educación de cuartel” en la Escuela de Cadetes, en la Academia Militar y en otros organismos similares, son los que se hallan mejor preparados para la cooperación internacional, pues en sus cuarteles recibieron una educación conjunta del honor, de la fuerza de voluntad y la presteza de decisiones y merced a dicha educación son más aptos para la mutua comprensión, que los pertenecientes a las llamadas profesionales liberales. Los militares profesionales, aunque pertenezcan a naciones extrañas, se interpretan mutuamente con mayor facilidad y rapidez que los hombres de gobierno y los políticos profesionales oriundos de los mismos países. Es por tal motivo que, en el presente libro, -me dirijo en primer término a los militares.
Los vencedores no requieren monumentos, pues con sus brillantes victorias ellos mismos ya se los erigieron. Sus méritos fueron reconocidos y premiados con laureles mediante distinciones, condecoraciones, diplomas y panegíricos diversos. A los vencidos, empero, se les arrancaron de los uniformes las medallas ganadas también en la lucha por la patria, para encerrarlos tras alambrados de púa. Aquella época de la caballerosidad, cuando el vencedor restituía al vencido la espada y el bastón de mariscal en reconocimiento de su valor de soldado, ha concluido definitivamente. Pedro el Grande, luego de la decisiva batalla del Poltawa, restituía a los ma15
riscales y generales suecos derrotados, sus espadas, con estas palabras: “Nos habéis enseñado, cómo hay que luchar y vencer”. Hoy se somete a los mariscales y generales vencidos, a tribunales de guerra.
Procedente de una vieja familia de soldados, en la cual esta tradición de Pedro el Grande fue cultivada por espacio de muchas generaciones, me siento reconocido a la Wehrmacht alemana, en cuyas filas combatí varios años y terminé la Segunda Guerra Mundial con el uniforme gris de general, por la oportunidad que me brindó de estudiar el arte militar en una de las mejores escuelas del mundo, pues en ella aprendí cómo se lucha y se vence y cómo se deben soportar las derrotas y realizar las retiradas.
Si este libro sirviera, entre otras cosas, para aportar una pequeña y primera piedra a nuevos fundamentos sobre los cuales asentar el restablecimiento de los viejos e hidalgos usos entre las naciones en lucha, y lograra su objetivo de dar a conocer la simple y honesta verdad sobre la Wehrmacht alemana, habré cumplido con mi deber y compensado siquiera en parte, lo que considero mi deuda con las fuerzas armadas alemanas.
Es precisamente por esta causa que escribí la edición original de esta obra en idioma alemán, y he de expresar al señor F. Petz, mi profundo agradecimiento por prestarse a mejorar mis imperfectas nociones de aquella lengua y facilitarme de tal manera su publicación.
Se trata aquí de un resumen general de transcurso de la guerra en el frente oriental. Cabe destacar al respecto, sin embargo, que sobre cada uno de sus capítulos, cada una de las batallas libradas, la defensa alemana, la guerra de guerrillas, los movimientos de resistencia e incluso sobre los pensamientos bélico-filosóficos, podrían escribir tomos enteros.

A. HOLMSTON
General de división en el Estado Mayor