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Fascismo Revolucionario

La República Social Italiana

Benito Mussolini

Fascismo Revolucionario - La República Social Italiana - Benito Mussolini

160 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2015
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 210 pesos
 Precio internacional: 14 euros

La República Social Italiana, surgida a raíz de los sucesos de julio de 1943, constituye para la mayoría un fenómeno absolutamente desconocido y a menudo subestimado. Sin embargo, la República Social Italiana es la concreción definitiva y orgánica de los postulados nacionalistas y socialistas de la Revolución de los camisas negras.
De hecho,la última etapa del Fascismo italiano desarrolló una intensa radicalización en sus planteamientos nacional-revolucionarios. Su aplicación dió unos resultados sorprendentes, preocupando a la resistencia antifascista por sus logros alcanzados en los apenas 20 meses de gobierno fascista republicano-social.
Los marxistas, supuestos defensores de los trabajadores, se encontraban furiosos y descolocados por las profundas medidas revolucionarias y socialistas del fascismo, frente a las cuales no podían aplicar sus gastados slogans prefabricados y no hallaron otro camino más apropiado que enviar a sus brigadas de partisanos a las fábricas para asesinar a los trabajadores y arrancarles sus empresas que entregaron de nuevo a los capitalistas. Tampoco las democracias capitalistas podían hablar de un "estado de bienestar" que quedaba reducido a la nada en comparación con los logros sociales del fascimo.
FASCISMO REVOLUCIONARIO, además de ser un texto fundamental para comprender el socialismo del fascismo, descubre una realidad “increíble”: ¡el tan denostado régimen realizó una verdadera socialización y fue el marxismo quien la ahogó sangrientamente con el apoyo descarado de la Alta Finanza internacional, con quien se alió para poder derrotar a los fascismos.

 

ÍNDICE

 

Introducción, por Federico Rivanera Carlés 7
I. El retorno 15
1. Proclama del “Gobierno Nacional Fascista” del 9 IX 1943 15
2. Ordenes de Mussolini 16
II. El proceso de Verona 19
3. La sentencia del tribunal especial extraordinario 19
III. Leyes fundamentales de la República Social Italiana 33
4. El manifiesto de Verona 33
5. La socialización fascista 39
6. Decreto ley de socialización 40
IV La palabra del Duce 59
7. El discurso de Munich 59
8. Declaraciones del nuevo gobierno fascista 66
9. La caída de Roma 69
10. Discurso a la División “Monte Rosa” 70
11. Discurso a la División “Littorio” 72
12. Discurso a la División “Resega” 74
13. Discurso del Teatro Lírico 79
14. A la “Guardia”. 99
Apéndice 105
1. El proyecto constitucional 105
2. Disolución y reorganización de las Fuerzas Armadas 124
3. La “Ley fundamental de las Fuerzas Armadas” 126
4. La Guardia Nacional Republicana y la Policía Republicana 130
5. Creación de las Brigadas Negras 131
6. El informe Graziani 132
7. Otras disposiciones 136
ANEXO.
Una experiencia revolucionaria, La República Social Italiana 1943-1945. por Erik Norling 139

INTRODUCCIÓN

 

La República Social Italiana, surgida a raíz de los sucesos de julio de 19431, constituye para la mayoría un fenómeno absolutamente desconocido. Lo propio acaece con no pocos partidarios sinceros del fascismo. En lo que respecta a los círculos reaccionario seudofascistas, aquélla es definida como una inexplicable desviación “marxista” del Duce. Por su parte, la propaganda de los Aliados plutocrático-bolcheviques, eludió hábilmente toda referencia a sus estructuras y objetivos revolucionarios, calificándola peyorativamente como la “última aventura del dictador”, etc.
Sin embargo, la realidad histórica es otra: la República Social Italiana es la concreción definitiva y orgánica de los postulados nacionalistas y socialistas2 de la Revolución de los camisas negras. Para comprender esto debemos forzosamente analizar en forma sintética las condiciones en que se desarrolló el proceso fascista.
Los Fascios de Combate en su programa electoral de 1919 sostenían la socialización, “la entrega de la gran industria a las organizaciones obreras”. Hasta 1920 Mussolini incluso definía al fascismo como socialismo3.
Después de la Marcha sobre Roma4, por consideraciones de orden táctico, el programa de socialización se dejó transitoriamente de lado. Que la supuesta tesis de la armonía entre los patronos y obreros no era sino un planteo momentáneo está corroborado por el propio Mussolini que sostuvo, entonces, en varios discursos, que ambos sectores debían dejar de lado sus intereses encontrados ante la gravísima situación en que se encontraba la Nación5. En el año 1933, al declarar fundado el Estado Corporativo, el Duce pronunció una frase sugestiva que en ese momento no se entendió claramente y que hallaría su explicación en la RSI: “Esto no es un punto de llegada sino un punto de partida”6.
A la táctica circunstancial, pero necesaria, de la etapa revolucionaria inicial del régimen fascista, se sumó, desgraciadamente, la postura de los círculos reaccionarios que intentaron transformarla en un Estado definitivo, favorecidos por los graves problemas internacionales que debió afrontar desde sus comienzos la Italia Fascista. La táctica del Duce se convirtió en doctrina para los mismos. Así se llegó al año 1943.
Pese a sus magníficas realizaciones sociales que suprimieron los efectos del sistema capitalista, las causas, esto es, las estructuras patológicas de éste no habían sido modificadas y la burguesía italiana aunque despojada del poder político conformaba todavía una clase y estaba dispuesta, obviamente, a reconquistar sus posiciones. El curso negativo de la contienda bélica permitió materializar los propósitos contrarrevolucionarios. Los conservadores enquistados en el Partido Nacional Fascista y algunos individuos sin honor, con el apoyo no disimulado del Vaticano y, por supuesto, de la judeo masonería internacional, fueron los causantes de la infame traición del 25 de Julio de 1943.
Luego de su casi milagrosa liberación por el comando SS del legendario Otto Skorzeny, Mussolini decide no demorar más en llevar a cabo las transformaciones que exigía la hora. La socialización dispuesta al crear la República Social reviste una extraordinaria importancia no tanto por sus estructuras formales (sólo un esbozo de la organización económico-social venidera) sino porque revelan inequívocamente la voluntad revolucionaria del fascismo de forjar una nueva sociedad, más allá del capitalismo estatal marxista y del capitalismo individualista burgués.
A los seudofascistas que desgraciadamente aún existen para desprestigio del verdadero fascismo- que trataron de frenar desde siempre el proceso revolucionario, y que se hallaban escandalizados frente a este ”peligroso desviacionismo”, Mussolini les respondió con toda claridad: “es absolutamente inútil que los italianos de débil memoria adopten la actitud del que cae de las nubes y se ve arrastrado por la más auténticas de las sorpresas con respecto a la fundamental disposición de la socialización... el fascismo, ahora, no reniega de los orígenes de hace veinte años, sino que se remite a sus más genuinas esencias, eliminados los obstáculos externos y las internas resistencias que se interponen a la realización de sus altísimos fines sociales “7.
Otras fuerzas contrarrevolucionarias, sin embargo, comenzaron a operar. Aprovechándose de la debacle, los “fascistas” liberales8 trataron de desempeñar idéntico rol que el protagonizado antes por los reaccionarios con respecto al plano económico-social. Estos anhelaron un fascismo “nacionalista”, pero liberal en lo económico9 y los otros querían un fascismo “socialista”, pero liberal en lo político.
Esto, felizmente, pudo ser evitado en gran medida gracias a los auténticos fascistas revolucionarios como Pavolini Secretario General del PFR que, marginados casi en el período anterior, no aceptaron de ninguna manera este nuevo intento de deformación del verdadero ideario fascista.
Una cuestión que consideramos conveniente aclarar es la denominación de “republicano” que utilizó Mussolini para definir al nuevo Estado. Se trata, en realidad de una mera expresión formal para diferenciarse del período “monárquico” precedente y acentuar el carácter revolucionario del mismo. Es curioso: Mussolini define al nuevo régimen de “republicano” justamente cuando abatida la diarquía10, él asume plenamente el poder unipersonal y, por lo tanto, monárquico. A quien cuadraba perfectamente el titulo de republicana y no es un juego de palabras era a la Casa de Saboya cuyo espíritu burgués y decimonónico se puso de manifiesto antes de la Marcha sobre Roma y después de la traición del 25 de julio. En ambos casos, el “rey” no fue sino un figurón de la decadente república partidocrática.
Los marxistas, furiosos y descolocados por las profundas medidas revolucionarias y socialistas del fascismo, frente a las cuales no podían aplicar sus gastados slogans prefabricados, al producirse la “victoria” obtenida por el oro judío y los dólares y libras de los banqueros de Wall Street y Londres- no hallaron otro camino más apropiado para poder mantener su esquema subversivo, que enviar a sus brigadas de partisanos a las fábricas para asesinar a los trabajadores y arrancarles sus empresas que entregaron de nuevo a los capitalistas, para poder así después continuar jugando a la “revolución”11.
El 28 de abril de 1945, Benito Mussolini cae vilmente asesinado por las bandas bolcheviques apoyadas descaradamente por la plutocracia internacional. Simultáneamente, son fusilados por los “guerrilleros de la Libertad” los jerarcas fascistas entre los cuales se encuentra el ex Secretario del Partido Comunista: italiano, Nicola Bombacci, quien muere gritando “¡Viva el Duce!” “¡Viva el socialismo!”
De entre los sofismas y las deformaciones, urge rescatar la verdadera identidad del fascismo. Este no es un seudonacionalismo conservador que pretende confundir la defensa de la Nación con el capitalismo, vale decir, precisamente con el régimen que la avasalla y explota ni un “socialismo” que sostiene que la condición de la liberación de los trabajadores es la destrucción de la sustancia histórica comunitaria: el fascismo es una nueva síntesis revolucionaria que lucha por la liberación simultánea de la Nación y del pueblo de las estructuras opresoras. Sólo él puede calificarse legítimamente de nacionalista, socialista y revolucionario. Sólo él puede producir un Orden Nuevo que devuelva a la Comunidad, desquiciada por las clases económicas y los divisionismos artificiales de los partidos, sus basamentos naturales. El Estado Fascista es justamente el Estado que, liberado de la ocupación burguesa, cumple su verdadera función de órgano de síntesis, conciencia y mando de una Comunidad fuerte y libre donde el hombre es el sujeto de la economía y no el esclavo del capital.
La propaganda capitalista democrática o bolchevique seguirá lanzando al mundo sus mentiras. Pero, el orden natural no puede ser violado impunemente. La victoria del pensamiento nacionalrevolucionario fascismo, nacionalsocialismo, el nombre no interesa ha de llegar inexorablemente.
Federico Rivanera Carlés
Buenos Aires, Marzo de 1976

 

NOTAS:

1 De cuyos pormenores podrá interiorizarse el lector en esta obra.
2 Conviene aclarar el auténtico significado del socialismo. Este no es otra cosa que la complementación orgánica de las ideas de propiedad y de sociedad. En consecuencia, el socialismo es la antítesis del marxismo, mero capitalismo de Estado de naturaleza más brutal aún que el de tipo liberal.
3. Este es un dato rigurosamente exacto reconocido por diversos autores antifascistas como, por ejemplo, Ernest Wilhelm Eschmann. (El Estado Fascista en Italia, Editorial Labor, 1931). Hasta qué punto era esto una característica del fascismo que dicho autor manifiesta que en ese entonces “el fascismo era un partido socialista más”. El equívoco que encierra la equiparación del movimiento fascista con los partidos “socialistas” marxistas, no altera la importancia del juicio vertido respecto al carácter del fascismo en su etapa fundacional.
4 Realizada el 28 10 1922.
5 Pese al reformismo inicial el célebre George Sorel, el teórico del sindicalismo, no se dejó engañar y predijo que el ex Secretario General del Partido Socialista italiano llevaría a cabo la revolución integral por la que él había luchado durante toda su vida.
6 La corporación fascista en ese período no era todavía realmente una corporación, ya que ésta implica una comunidad orgánica. Y no hay comunidad orgánica sin propiedad comunitaria de los bienes de producción, o sea, sin identidad de medios y de fines entre sus miembros. Pero, era un avance imprescindible hacia las nuevas estructuras.
7. Esto fue de inmediato comprendido y fervorosamente apoyado por los trabajadores. En los sindicatos y fábricas se celebraron, apenas fue promulgada la ley, entusiastas asambleas, dándose a conocer numerosos comunicados de adhesión incondicional. Así los obreros de las fábricas de papel Burgos, reunidos en Milán, suscribieron una declaración en la que se afirmaba que “reconocen en la socialización una fase decisiva de la revolución del proletariado, el cual, tras haber sido combatido durante más de un siglo por el ciego capitalismo suscitador de guerras y fomentador del odio de clases, emerge hoy en la República Social Italiana, en el momento más grave de la historia, para alcanzar y garantizar el renacimiento de la Nación”. En Turín las comisiones internas de FIAT salen al cruce de los intentos contrarrevolucionarios del CLN (Comité de Liberación Nacional creado por la alianza liberal marxista), proclamando: “Debe ser considerado como un fraude en perjuicio de los trabajadores de la FIAT la maniobra llevada a cabo contra la ley más revolucionaria que jamás se haya promulgado a favor de los trabajadores: la de la socialización... La socialización tiene un solo enemigo: el capitalismo. Y los que a ella se oponen están inspirados, pagados y guiados por las fuerzas ocultas del capitalismo. Por primera vez en la historia de la vida social, los trabajadores se encuentran dueños absolutos de sus dominios. Y no están dispuestos a desperdiciar esta ocasión sólo porque no le gusta al capitalismo”. (No podemos estudiar aquí la aplicación práctica de la socialización que, a pesar de todas las circunstancias adversas, se realizó con gran éxito sin perjudicar el aparato productivo. Por el contrario, las empresas socializadas incrementaron en forma notable su rendimiento. Baste consignar que en el limitado territorio de la RSI, en el término de escasos meses, fueron socializadas 86 empresas con 129.000 empleados y 4.119 millones de capital).
8 Uno de sus cuyos representantes visibles (lamentablemente demasiado cercano al Duce) era el abogado Bruno Spampanato, quien no por casualidad actúa hoy en el MSI, expresión acabada del “fascismo” liberal. El Proyecto de Asamblea Constituyente preparado por éste (ver Apéndice) si bien socialista en el campo económicosocial, afirmaba todos los conceptos democráticos, negaba expresamente el Estado Totalitario y, por ende, coincidía con la crítica antifascista y burguesa.
9 El antiliberalismo de los “nacionalistas” reaccionarios no es tal, puesto que se limita al aspecto político, queriendo torpemente ignorar que lo esencial del liberalismo es su infraestructura económica capitalista que no fue creada por Dios sino impuesta a sangre y fuego por la burguesía, a partir de la subversión “francesa” de 1789.
10 Es decir, la absurda jefatura conjunta de Vittorio Emmanuele y el Duce. Este en Mi último año se refiere al “drama de la diarquía” y comenta el error imperdonable del fascismo de no haber acabado con la seudomonarquía italiana: “El fascismo, generoso y romántico, como lo fue en Octubre de 1922, ha expiado el error de no haber sido totalitario basta el último extremo y de haber creído que el problema podía resolverse con medios que, en sus aplicaciones históricas remotas y recientes, han demostrado su naturaleza difícil y de compromiso momentáneo”.
11 Una de esas brigadas era la de Valsesia, cuya bandera llevaba la enseña británica y la estrella bolchevique con la hoz y el martillo.