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El Informe de Iron Mountain

Sobre la Posibilidad y Conveniencia de la Paz

Anónimo

El Informe de Iron Mountain: Sobre la Posibilidad y Conveniencia de la Paz - Anónimo

130 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2016
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 160 pesos
 Precio internacional: 16 euros

 

 

 

 

 

La explicación oficial afirma que El Informe de Iron Mountain sobre la Posibilidad y Conveniencia de la Paz fue una hábil falsificación producida en el año 1967 por un grupo de desconocidos que fraguaron este documento, fingiéndolo hecho en el año anterior por un misterioso “banco de cerebros” estadounidense, con el objetivo de poner en evidencia una presunta “conspiración de ultraderecha” que se fraguaba a nivel mundial.
El documento habría sido comisionado por el entonces secretario de defensa estadounidense, Robert McNamara, miembro del Council on Foreign Relations y la Trilateral Commission (organismo del grupo Rockefeller), además de ex-Presidente del Banco Mundial.
A pesar de que se le supone falso y apócrifo, cuando se publicó este documento un amplio sector de la opinión pública más respetable lo consideró genuino, incluso hasta nuestros días. Entre los que en su momento le dieron credibilidad a pies juntos se cuentan prestigiosos periodistas del “The New York Times”, diario que insinuaría que uno de los autores de El Informe de Iron Mountain sobre la Posibilidad y Conveniencia de la Paz era el conocido economista John Kenneth Galbraith, quien jamás desmintió la versión. Sin embargo, escribiendo bajo el seudónimo de Herschel McLandress, Galbraith diría después: “Pondría mi prestigio personal detrás de la autenticidad de sus conclusiones. Mis reservas sólo se relacionan con la conveniencia de darlas a conocer a un público que obviamente no está en condiciones de interpretarlo”.
El Informe resulta tan sorprendente y convincente que la discusión sobre la autenticidad del documento ha persistido por mucho tiempo. A la luz de los acontecimientos que han ocurrido en el mundo durante los últimos años, se ha hecho caudal sobre su posible veracidad. Por su alcance y su sorprendente ajuste con los hechos, equivale a “Los Protocolos de los Sabios de Sión” de nuestros tiempos.
Dejaremos que el lector saque sus propias conclusiones al respecto.

 

ÍNDICE

 

Prefacio7
Carta de transmisión 10
Prólogo13
Introducción21
Sección 1 - Ámbito del Estudio 25
Sección 2 - El Desarme y la Economía 33
Sección 3 - Escenarios de Desarme 41
Sección 5 - Las funciones de la guerra 51
Económicas 52
Políticos 56
Sociológicas 60
Ecológica 68
Cultural y científico 73
Otras 76
Sección 6 - Sustitutos para las Funciones de la Guerra 79
Económica 80
Políticas 87
Sociológica 91
Ecológica 97
Cultural y científico 100
Sección 7 - Síntesis y conclusiones 105
La Naturaleza de la Guerra 105
Las funciones de la guerra 106
Sustitutos para las funciones de la guerra: criterios. 108
Sustitutos de las funciones la guerra: modelos. 110
Sustitutos de las funciones de la guerra: evaluación. 111
Política 112
Sociológico 113
Ecológico 114
Cultural 114
Científico 114
Conclusiones generales 115
Sección 8 - Recomendaciones 123

Prefacio

 

La explicación oficial afirma que El Informe de Iron Mountain sobre la Posibilidad y Conveniencia de la Paz fue una hábil falsificación producida en el año 1967 por un grupo de desconocidos que fabricaron este documento, fingiéndolo hecho en el año anterior por un misterioso “banco de cerebros” estadounidense, con el objetivo de poner en evidencia una presunta “conspiración de ultraderecha” que se fraguaba a nivel mundial.
El nombre de Iron Mountain alude al Hudson Institute, su supuesto emisor, que fuera fundado por los padres de la cibernética: Herman Kahn y Norbert Wiener. El documento habría sido comisionado por el entonces secretario de defensa estadounidense, Robert McNamara, miembro del Council on Foreign Relations y la Trilateral Commission (organismo del grupo Rockefeller) además de haber sido ex-Presidente del Banco Mundial.
A pesar de que se le supone falso y apócrifo, cuando se publicó este documento un amplio sector de la opinión pública más respetable lo consideró genuino, incluso hasta nuestros días. Entre los que en su momento le dieron credibilidad a pies juntos, hubo prestigiosos periodistas del “The New York Times”, diario que insinuaría que uno de los autores de El Informe de Iron Mountain sobre la Posibilidad y Conveniencia de la Paz era el conocido economista John Kenneth Galbraith, quien jamás desmintió la versión. Sin embargo, escribiendo bajo el seudónimo de Herschel McLandress, Galbraith diría después: “Pondría mi prestigio personal detrás de la autenticidad de sus conclusiones. Mis reservas sólo se relacionan con la conveniencia de darlas a conocer a un público que obviamente no está en condiciones de interpretarlo”.
Posteriormente, se comenzó a aseverar que el informe era un fraude, creado por un grupo de ingeniosos universitarios, y no un auténtico documento filtrado. Sin embargo, por la precisión y el alto nivel de sus contenidos, esta explicación no dejó a todos satisfechos. ¿Se tratará acaso de un terrible engaño similar al “Libro de Goldstein”, de George Orwell, que había sido producido por el mismo Estado ultratotalitario de “1984” en su propia contra, para poder identificar y reconocer a sus enemigos?
“El Informe de Iron Mountain: sobre la Posibilidad y Conveniencia de la Paz” fue republicado en 1996 en “The Free Press” de Nueva York, por Leonard Lewin, quien procuró calmar a la opinión pública afirmando que él mismo había sido el autor de aquella supuesta falsificación de hacía 30 años. Sin embargo, no presenta grandes argumentos para demostrar su responsabilidad en la autoría, sino más bien lo contrario, aumentando la incertidumbre en torno al mismo.
El Informe resulta tan sorprendente y convincente que la discusión sobre la autenticidad del documento ha persistido por mucho tiempo. A la luz de los acontecimientos que han ocurrido en el mundo durante los últimos años, se ha hecho caudal sobre su posible veracidad. Por su alcance y su sorprendente ajuste con los hechos, equivale a “Los Protocolos de los Sabios de Sión” de nuestros tiempos.
Dejaremos que el lector saque sus propias conclusiones al respecto.

Carta de transmisión

 

Al organizador del Grupo:
Le adjunto el Informe del Grupo de Estudios Especiales formado por usted en Agosto de 1963 con el propósito de: (1) considerar los problemas relacionados con las contingencias de una transición hacia una situación general de paz, y (2) recomendar procedimientos para administrar dichas contingencias. Para conveniencia de los lectores no-técnicos, hemos preferido someter nuestros datos estadísticos, que totalizan 604 anexos, en forma separada como así también un manual preliminar del método de “juegos de paz” diseñado durante el transcurso de nuestros estudios.
H completado este cometido según nuestro mejor saber y entender, sujeto a las limitaciones en tiempo y en los recursos a nuestra disposición. Nuestras conclusiones y nuestras recomendaciones son unánimes; aquellos de nuestro grupo que han diferido sobre algunos aspectos secundarios respecto de lo que se indica en el presente informe, no consideran que dichas diferencias sean lo suficientemente importantes como para justificar un informe separado sobre estos aspectos menores. Es nuestro sincero deseo que el fruto de nuestras deliberaciones sea de utilidad para nuestro gobierno en sus esfuerzos de liderar a la nación en la resolución de los problemas complejos y de amplio alcance que hemos examinado, y que nuestras recomendaciones para una posterior acción presidencial en este área serán adoptadas.
Debido a las circunstancias poco usuales relacionadas con la formación de este Grupo y en vista de la naturaleza de nuestra información, no recomendamos que este Informe sea publicado. Es nuestro juicio afirmativo que tal acción no se ajustaría al interés público. Las inciertas ventajas de una discusión pública de nuestras conclusiones y recomendaciones son -en nuestra opinión- ampliamente superadas por el claro y predecible peligro de una crisis en la confianza pública que la publicación a destiempo de este Informe previsiblemente provocaría. Consideramos obvia la probabilidad de que el lector común, no expuesto a las exigencias de una mayor responsabilidad política o militar, malinterprete el propósito de este proyecto y las intenciones de sus participantes. Recomendamos que la circularización de este Informe se vea restringida cuidadosamente a aquellos cuyas responsabilidades requieren que estén al tanto de su contenido.
Lamentamos profundamente que la necesidad del anonimato, un pre-requisito para que nuestro Grupo pudiera abocarse a su objetivo sin ataduras, no nos permita que reconozcamos de la manera correspondiente nuestro agradecimiento a las muchas personas dentro y fuera del Gobierno que tanto contribuyeron a nuestro trabajo.
Por el Grupo de Estudios Especiales
(Se retienen las firmas para esta publicación)
Septiembre 30 de 1966

Prólogo

 

John Doe, nombre ficticio que utilizaremos en este libro por razones obvias, es profesor en una Universidad del Medio Oeste. Su especialidad es el de las Ciencias Sociales, pero no lo identificaremos más allá de estas escuetas notas. Me llamó una noche de invierno, de manera inesperada, pues no había estado en contacto con él desde hacía mucho tiempo. Había estado en Nueva York y había algo muy importante que me quería decir. No me dijo de qué se trataba. Almorzamos al día siguiente en un restaurante de Midtown.
Era evidente su intranquilidad. Estuvo hablando durante media hora, de una forma nerviosa, e intenté no presionarle. Entonces me mencionó una disputa entre un escritor y una destacada familia política que recientemente había ocupado los titulares de los periódicos. Quería saber cuáles eran mis puntos de vista sobre la información y la libertad. Mis respuestas no fueron memorables, pero parecía que le satisfacían. Entonces de repente empezó a contarme la siguiente historia:
A principios de agosto de 1963, dijo, se encontró un mensaje en su escritorio de una tal “señora Potts “que le había llamado desde Washington. Cuando respondió a la llamada un hombre estaba al otro lado, y le dijo a Doe, entre otras cosas, que había sido seleccionado para formar parte de una comisión muy importante. Su objetivo era determinar con precisión y de manera realista, los problemas a los que se enfrenta Estados Unidos, en el caso de que una paz permanente llegara y proyectar un programa para hacer frente a esta contingencia. El hombre describió los procedimientos singulares que debían regir el funcionamiento de la comisión y que se esperaba ampliar su ámbito de aplicación más allá de cualquier examen previo de esta situación.
Teniendo en cuenta que la persona a la que llamó no se identificó adecuadamente, su poder de persuasión debió de ser notable. Doe no dudaba de la buena fe del proyecto, sin embargo recelaba debido al secretismo con que muchas veces rodean las actividades gubernamentales. Además, el hombre que estaba al otro lado de la línea demostró un profundo conocimiento de la obra de Doe y de su vida personal. También mencionó los nombres de los otros participantes en la comisión, a la mayoría de los cuales conocía Doe por su reputación. Doe aceptó la tarea y se tendría que desplazar el segundo sábado a Iron Mountain, Nueva York. Al día siguiente recibió un billete de avión.
El tono de esta convocatoria se veía afianzado por el lugar de la reunión. Iron Mountain está situado cerca de la ciudad de Hudson, un escenario de Ian Fleming o E. Phillips Oppenheim. Se trata de un refugio antinuclear para el almacenamiento de documentación importante. Pero también mantiene un equipo de reemplazo y personal esencial para sobrevivir en caso de producirse un ataque. También se incluyen en este grupo a empresas como la Standard Oil de New Jersey, Manufacturers Hanover Trust y la Shell.
Voy a dejar que cuente la historia posterior el propio Doe, miembro de la Comisión que elaboró el estudio. Fue un trabajo desarrollado durante dos años y medio, tras lo cual vio la luz un informe. Era sobre este informe por lo que Doe quería hablar conmigo.
El informe había sido ocultado… tanto por el Grupo de Estudio Especial, como por el Comité Interinstitucional del gobierno al que se le había presentado. Después de dos meses de dudas, Doe había decidido que no se podía mantener en secreto. Lo que buscaba de mí era asesoramiento y ayuda para la publicación del informe. Me dio a leer una copia bajo mi palabra de que si no estaba interesado en participar, no debía decir nada a nadie.
Leí el informe esa misma noche. Paso por alto mis primeras reacciones, y enseguida comprendí la reticencia de los compañeros de Doe a publicar sus conclusiones. Había sucedido que habían sido tan tenaces en su determinación de abordar de manera global los muchos problemas que acarreaba un mundo sin guerras que las preguntas iniciales no habían sido suficientemente abordadas. Estas fueron sus conclusiones:
Una paz duradera, aunque fuera teóricamente posible, es inalcanzable, incluso si se pudiera lograr, pues no sería lo mejor para tener una sociedad estable.
Esto es esencialmente lo que dicen. Detrás hay un lenguaje académico que entreteje la argumentación general: la Guerra realiza ciertas funciones esenciales para la estabilidad del medio, hasta que no se encuentren otras formas más desarrolladas, el sistema de la Guerra debe ser mantenido y mejorada su eficacia.
No es de extrañar que el Grupo, en su carta de presentación del informe, no justificase su trabajo para “lectores que no tuviesen responsabilidades políticas o militares”. El informe iba dirigido, deliberadamente, a los administradores públicos de alto rango, asumiendo una considerable sofisticación política para este selecto público. Para los demás el documento puede ser muy inquietante en sus conclusiones.
Entre las conclusiones, que la gente no debía leer, se dice que la mayoría de los avances médicos son un problema más que un progreso; la pobreza es necesaria y deseable, a pesar de la postura contraria de ciertos políticos; que los ejércitos son instituciones permanentes de asistencia social, en el mismo sentido que lo son las residencias de ancianos y los hospitales psiquiátricos. Puede sentirse el lector no preparado aturdido por las explicaciones que se dan sobre los incidentes con platillos volantes en menos de una frase. O sorprendido sobre el programa espacial, los polémicos misiles antimisiles y los refugios antiatómicos, son programas para la inversión de grandes cantidades de dinero, no para el avance de la ciencia o de la defensa nacional como sus objetivos principales y para saber que la política militar no está precisamente relacionada con la defensa.
Puede verse ofendido por una política premeditada de represión de los grupos minoritarios, el restablecimiento de la esclavitud (en general favorable e incluido como un posible aspecto para un mundo estable). Tampoco vería con buenos ojos la contaminación deliberada del aire y del agua (como parte de un programa de estabilización mundial), incluso cuando la razón es aclarada. Que un mundo sin guerras tendría que recurrir antes o después a sistemas de procreación in vitro es también inquietante, sin ningún atractivo. Pocos lectores no se quedarían desconcertados, al menos por las líneas del informe oficial, y luego reiteradas en las recomendaciones oficiales, que sugieren de la planificación, como algo deseable y óptimo, de guerras abiertas que destruyan periódicamente la vida, aspecto éste que tiene una prioridad importante entre las incluidas en el informe del Grupo.
He citado estos ejemplos sobre todo para advertir al lector sobre lo que puede encontrar. Los estadistas, estrategas, que ya conocen el informe, no necesitan obviamente este tipo de explicaciones y de protección contra su sensibilidad.
Este libro, por supuesto, es una prueba de mi respuesta a la petición de Doe, después de considerar los problemas a los que nos tendríamos que enfrentar por la edición del Informe, que finalmente decidimos fuera The Dial Press la editora. Su importancia fue enseguida reconocida y se nos dieron seguridades para que ninguna interferencia diese al traste con la publicación.
Debe quedar claro que Doe no está en desacuerdo con el contenido del Informe, ya que supone un consenso en todos los aspectos importantes. Era una voz discordante en el grupo, pero sólo en cuanto a la divulgación del mismo al público en general. Es interesante ver como el grupo trató esta cuestión.
El debate tuvo lugar en la última reunión del Grupo antes de la entrega del Informe, a finales de marzo de 1966, y se celebró de nuevo en Iron Mountain. Se deben tener en cuenta dos hechos:
El Grupo Especial de Estudio nunca había jurado guardar secreto, ni cuando se constituyó ni con posterioridad.
Pero el grupo funcionaba como si ese juramento se hubiera hecho. Esto fue asumido por las circunstancias de su creación y por el tono de las instrucciones que habían recibido.
El reconocimiento que se hace a las ayuda prestada por terceras personas es un tanto equívoco, ya que estas personas participaron pero sin conocer la naturaleza del proyecto para el que fueron solicitados sus servicios.
Los que defendían el mantenimiento en secreto del informe estaba motivado por las reacciones impredecibles que podían tener a nivel político. Como prueba de ello, ya se había pedido la supresión de un informe mucho menos comprometido, el del senador Hubert Humphrey sobre desarme, de 1962. (Miembros de la Subcomisión de Asuntos Exteriores temían que fuera utilizado por la propaganda comunista, como lo que dijo el senador Stuart Symington: “ el método marxista de producción era el éxito del capitalismo”. Precauciones similares se habían tomado con el informe Gaither de 1957, o incluso con el llamado informe Moynihan de 1965.
Además se insistió en que había que distinguir entre los estudios serios, que normalmente se encuadra como clasificados, a menos que los responsables políticos decidan liberarlos; por otro lado, los proyectos de escaparate o convencionales, que se sacan como un señuelo para desviar la atención sobre los otros. (El ejemplo de ello era la “While House Conference” sobre desarme, organizada a finales de 1965 para compensar la escalada de protestas por la guerra de Vietnam).
Doe reconoció esta distinción, así como la posibilidad de un malentendido público. Sin embargo, el cree que si la agencia patrocinadora quería mantener el secreto, éste tenía que haberse mantenido desde el principio. También podía haber encargado el proyecto a un grupo de expertos, que normalmente trabajan en régimen clasificado. Se reía de la reacción del público, que podría devaluar las medidas del gobierno en relación a las propuestas del Grupo y se ridiculizó el lavado de manos que hizo el Grupo sobre sus responsabilidades por la opiniones vertidas y las conclusiones que allí se expresaban. Tenía la preocupación de que era un derecho público el saber lo que se estaba haciendo.
Según lo que cuenta Doe, éste trató de convencer a sus compañeros para que se hiciese así. Mi participación en este libro muestra que no soy neutral en el asunto. En mi opinión, la decisión del Grupo Especial de Estudio de censurar sus propias conclusiones era tímida y presuntuosa. Sin embargo, la respuesta de las agencias, que decían que era un informe amañado para publicarlo, plantea cuestiones más amplias dentro del campo de la política pública. Estas preguntas se dirigen al uso continuo de ciertas definiciones, como la de seguridad, para evitar la vergüenza de la política posible. No deja de resultar irónico que estas prácticas a veces resulten contraproducentes.
Debo declarar, para que conste, que yo no comparte las conclusiones que hacia la guerra y la paz, la vida y la muerte, la supervivencia de la especie, se recogen en el Informe. En terminos humanos es un documento escandaloso. Pero por otra parte representa un esfuerzo serio y difícil de definir un problema. En él se explican ciertos aspectos de la política norteamericana, que de otro modo serían incomprensibles si nos dejamos llevar por las normas del sentido común. Me parece que en estas explicaciones hay más de lo que se dice, y me parece que tenemos el derecho a conocerlas, y también de dónde proceden.
No me refiero sólo a los autores del informe. Es más importante saber hasta qué punto estas conclusiones son aceptadas oficialmente y tenidas en cuenta por el gobierno. ¿Cuáles aceptan y cuáles rechazan? Sólo una discusión franca nos permite albergar alguna esperanza para resolver los problemas planteados por el Grupo Especial de Estudio en su Informe de Iron Mountain.

L.C.L. Nueva York, junio de 1967.

Introducción

 

El Informe que se brinda a continuación constituye una síntesis de los resultados de un estudio de dos años y medio acerca de la amplia problemática a ser anticipada en el caso de que se produjera una transformación general de la Sociedad Americana hacia una condición que carezca de su más critica característica actual: su capacidad y estado de alerta para ir a la guerra cuando se lo juzgue necesario o deseable por sus líderes políticos.
Nuestro trabajo se ha basado sobre la previsión de que algún tipo de paz general podría ser negociable en un futuro cercano. La admisión de facto de China Comunista en las Naciones Unidas parecería encontrarse a tan sólo unos pocos años en el futuro. Se ha tornado cada vez más claro que los conflictos del interés nacional norteamericano con aquellos de China y la Unión Soviética son susceptibles de una resolución política, a pesar de las contradicciones superficiales de la actual Guerra en Vietnam, de las amenazas de un ataque sobre China y del tenor necesariamente hostil en las declaraciones diarias de la política exterior. También resulta obvio que las diferencias que involucran a otras naciones pueden ser resueltas por las tres grandes potencias cada vez que logren una situación estable de paz entre sí. No resulta necesario, a los efectos del presente estudio, presumir que una détente general de este tipo será una realidad -y no proponemos ningún argumento de esa naturaleza- sino meramente decimos que podría ser una realidad.
Seguramente no constituye ninguna exageración decir que una condición de paz mundial generalizada conduciría a cambios revolucionarios en las estructuras sociales de las naciones del mundo de una magnitud sin paralelo histórico. El impacto económico del desarme general, para nombrar tan sólo la consecuencia más obvia de la paz, modificaría los patrones de producción y distribución en todo el planeta hasta un grado tal que haría que los cambios de los últimos cincuenta años parezcan insignificantes. Los cambios políticos, sociológicos, culturales y ecológicos también tendrían un amplio alcance. Lo que ha motivado nuestro estudio de estas contingencias ha sido la creciente sensación de hombres pensantes dentro y fuera del gobierno de que el mundo se encuentra totalmente carente de preparación para afrontar las demandas de una situación semejante.
Originalmente, al iniciar nuestras tareas, habíamos planeado focalizarnos en las dos siguientes amplias preguntas y sus componentes: ¿Qué podrá esperarse si llega la paz? ¿Qué debemos estar preparados para hacer al respecto? Pero a medida que nuestras investigaciones avanzaban, se hizo claro que algunas otras preguntas también necesitaban sus respuestas. Por ejemplo, ¿cuáles son las verdaderas funciones de la guerra en las sociedades modernas, más allá de las ostensibles, relacionadas con la defensa y la promoción del “interés nacional” de las naciones? En ausencia de la guerra, ¿qué otras instituciones existen o podrían diseñarse para cumplir con estas funciones? Asumiendo que una resolución “pacífica” de las disputas se encuentra dentro de las posibilidades de las actuales relaciones internacionales, ¿es realmente posible la abolición de la guerra? En caso afirmativo, ¿resulta la misma necesariamente deseable en términos de la estabilidad social? En caso negativo, ¿qué podrá hacerse para mejorar la operación de nuestro sistema social respecto de su preparación para la guerra?
La palabra paz, tal como nosotros la utilizamos en las páginas que siguen, describe una condición permanente o casi permanente, que se encuentra totalmente libre del ejercicio o de la intención nacional de hacer uso de cualquier forma de violencia social organizada o amenaza de violencia, que generalmente se conoce como guerra. Implica el desarme total y generalizado. No se utiliza para describir la más familiar condición de una “guerra fría”, “paz armada” u otra mera tregua del conflicto armado, sea durante un plazo breve o extenso. Tampoco la utilizamos como un simple sinónimo de la resolución política de las diferencias internacionales. La magnitud de los medios de destrucción masiva modernos y la velocidad de las comunicaciones modernas requieren de la definición no-calificada brindada precedentemente. Hace sólo una generación, una descripción absoluta semejante hubiese parecido más utópica que pragmática. Hoy en día, cualquier modificación a esta definición la tornaría casi inútil para nuestro propósito. Con el mismo criterio, utilizamos la palabra guerra para referirnos igualmente a la guerra convencional (“caliente”), a la condición general de preparación o disponibilidad para la guerra y al “sistema de guerra” en general. El sentido utilizado surgirá claramente del propio contexto.
La primer sección de nuestro Informe describe su ámbito y las presunciones sobre las que nuestro estudio se ha basado. La segunda considera los efectos del desarme sobre la economía, lo cual es el tema de la mayor parte de las investigaciones para la paz hasta el momento. La tercer sección analiza los así llamados “escenarios de desarme” que han sido propuestos. Las secciones cuarta, quinta y sexta examinan las funciones no militares de la guerra y los problemas que plantean para una transición viable hacia la paz; aquí encontraremos algunas indicaciones sobre la verdadera dimensión del problema, no coordinadas previamente en ningún otro análisis. En la séptima sección, hacemos una síntesis de nuestras investigaciones y en la octava proponemos nuestras recomendaciones sobre lo que creemos sería un curso de acción práctico y necesario.