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La teoría política de Julio Irazusta

 

Enrique Díaz Araujo

La teoría política de Julio Irazusta - Enrique Díaz Araujo

123 páginas
Editorial Centro de Estudiantes de Ciencias Políticas. Universidad Católica Argentina
1995

Encuadernación rústica
 Precio para Argentina: 40 pesos
 Precio internacional: 12 euros

Don Julio Irazusta fue un hombre clave en la vida intelectual argentina. Maestro de revisionistas, académico de la historia, critico literario, ensayista de nota, traductor versado y patriota de militancia nacionalista, ha dejado una obra trascendente que merece ser conocida y difundida.
Así lo ha entendido uno de sus discípulos más esclarecidos, el Dr. Enrique Díaz Araujo, quien con su habitual solvencia, expone y sintetiza aquí la teoría política de Don Julio.
Díaz Araujo ha logrado comunicar en es­tas páginas un mensaje vital, una prudencia recta, un magisterio perenne: el del amor servicial a la Patria, que se traduce en la defensa de todos sus intereses, tanto materiales como espirituales.
Por eso es la hora exacta de leer este libro, y aprovechar sin vacilaciones su valioso contenido.

 

ÍNDICE


Prólogo, por Jorge C. Bohdziewicz    7
Advertencia   13
I.     Itinerario Bio-Bibliográfico       15
Fuentes       25
La Política   39
Especificación de la Política 63
Recapitulación ante la Prudencia     69
VI.  Objetivos específicos de la Política      81
VIL Cultura y Ser Nacional 111
VIII. Esperanza Política      119

               

ADVERTENCIA

Por ignorancia personal, alguna vez pensamos que la teoría política de Julio Irazusta, en sus aspectos cen­trales, se había elaborado gradualmente, con el correr de los años. No es así. El joven de veintinueve años, redactor de La Nueva República, ya tenía, hacia 1928, formuladas las ideas básicas que desenvolvería y apli­caría en toda su inmensa obra posterior. Más aún: ya había proclamado a Santo Tomás de Aquino, a Aris­tóteles, a Vico, a Rivarol, y a otros clásicos, como los más altos representantes de la ciencia política,1 y se adhería a sus postulados. Pero, como quiera que aquellos ar­tículos periodísticos quedaron relegados al injusto ol­vido, y desconocidos por los contemporáneos hasta su reciente reproducción, quizás convenga mantener el orden genético inverso y proponer un método cro­nológico que se atenga a la fecha de edición libresca del pensamiento irazustiano. En todo caso, como nuestra intención no es la de trazar una mera crónica biblio-lógica, pautaremos dicho ideario conforme a sus cuestiones principales. Por razones de tiempo, este propósito implica, a su vez, una forzada selección subjetiva de tales asuntos cardinales, que ilustraremos con las citas que convienen al caso. Valga como explicación de las omisiones que se adviertan la existencia previa de dos excelentes ensayos, como son los de Enrique Zuleta Álvarez y Marcelo Ramón Lascano, a la reedición de diversos estudios históricos, políticos, sociales y eco­nómicos del maestro común, a los cuales, por supuesto, nos remitimos.2 De igual manera corresponde que acla­remos que no incursionaremos en la materia historiográfica ni en la de la militancia política concreta del au­tor, salvo alguna excepción inevitable. Como asimis­mo que excluimos de este repertorio a la monumental Vida política de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia,3 puesto que sus ocho volúmenes solos requerirían una similar obra de análisis del pensamiento de Irazusta allí acotado. Puntualizado lo cual, ya po­demos ir derechamente a nuestra cuestión.

NOTAS

1 Julio Irazusta, La forma mixta de gobierno, en La Nue­va República (en adelante LNR), Buenos Aires, n° 5, 31-1-1928, reproducido en La política, cenicienta del espíritu (en adelante Política), Buenos Aires, Dictio, 1977, p. 131.
2     Enrique Zuleta Álvarez, Estudio Preliminar a Julio Irazusta, Estudios Histórico-Políticos, y Marcelo Ramón Lascano, Estudio Preliminar a Julio Irazusta, El Liberalismo y el Socia­lismo y otros Ensayos Económicos, ambas obras en un solo vo­lumen, Buenos Aires, Dictio, 1974 (en adelante Estudios).
3     Julio Irazusta, Vida política de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia, Buenos Aires, Trivium, 1970, 8 v.

PRÓLOGO

I
Hace pocos años, en ocasión de recopilar la bi­bliografía de don Julio Irazusta, dijimos que la tarea había sido grata y necesaria, pero lenta y embarazosa. Al emprenderla, sabíamos que su condición de lec­tor impenitente competía con su vocación de escritor, pero nunca al punto de suponer que no dificultaría de algún modo, bajo el aspecto cuantitativo, su pro­ducción literaria. Rastrearla en la diversas etapas de su vida, cediendo a la tentación de leerla, fue una experiencia aleccionadora, como puede ser la de se­guir el itinerario intelectual de un auténtico huma­nista. Y publicarla fue el mínimo homenaje que pu­dimos tributarle a un maestro querido y admirado.
El autor de este Prólogo pudo entablar una rela­ción estrecha y afectuosa con Irazusta en la última década de su existencia. Tertulias interminables junto a otras figuras que honraron las letras argentinas, es­porádicos e inolvidables encuentros en Las Casuarinas al amparo de su fronda centenaria y amistosa, frecuen­tes visitas a su departamento de la calle Chile, en fin, cualquier punto de una geografía azarosa fue lugar apropiado para sacar provecho de esa cátedra de saber inconmensurable y patriotismo lúcido que don Julio —así lo llamábamos— derramaba sin usura y con un estilo incomparable, despojado de vanidades. Gra­cias a esa cátedra informal, sin horarios ni programas, pudimos dar forma, rectificar y completar algo de la imperfectísima instrucción recibida en la Universidad de Buenos Aires, estragada, ayer como hoy, por el ideologismo y el apego a las modas.
No es ciertamente éste el lugar adecuado para ex­poner nuestras opiniones sobre el autor y su obra ha­ciendo valer la condición de observador privilegiado que acabamos de describir. Pero no podemos dejar de explicar por qué razón hemos preferido calificarlo de humanista antes que historiador, que lo fue y de los mejores. Tal vez alcance con señalar la amplitud de intereses que lo llevó a la posesión de una cultura general integrada y al dominio simultáneo y profundo de una especialidad. Admirable conjunción de universalidad. y particularidad que se tradujo en páginas cuya soli­dez y vigencia parecen afirmarse con el paso de los años.
En su célebre discurso de incorporación a la Academia Nacional de la Historia, lo mismo que en sus Memorias, es posible seguir la parábola intelectual de Irazusta, que comenzó con el estudio crítico de poetas, novelistas y ensayistas franceses, ingleses y argentinos, aunque no de modo excluyente. Sin abandonarlos nunca, pero consciente de la necesidad de ensanchar las bases filosóficas de su formación intelectual, pronto orientó sus afanes a la lectura de los clásicos de todos los tiempos, anotando prolijamente las reflexiones que le suscitaban y de las cuales dan testimonio los volú­menes manuscritos de sus Cuadernos de Notas, que alguna vez tuvimos entre manos. Pero su devoción mayor fue hacia los filósofos políticos, tanto por una inclinación natural de su espíritu como por el estímulo nacido al calor de las contingencias políticas que en algunos casos lo tuvieron por actor. A todos leyó, lá­piz en mano, sin ocultar sus preferencias por los deno­minados «reaccionarios», en particular Burke, Rivarol, De Maistre y Maurras, que tanto influyeron sobre sus propias ideas políticas.
Compelido en edad madura al estudio sistemá­tico del pasado argentino para dar respuesta a los inte­rrogantes que con insistencia le planteaban el presen­te y porvenir de su Patria, que parecía resistirse en su clase dirigente a empinar el camino de la grandeza, don Julio se convirtió, según su propia definición, en un «historiador a la fuerza». La clave de su éxito como tal deberá buscarse, en el marco de una inteligencia y capacidad de trabajo privilegiadas y una cultura general de excepción, en la aplicación de las catego­rías del realismo político al examen de la historia. Y sobre las alturas que alcanzó con este método habla su Ensayo sobre Rosas y la suma del poder, cuyas tesis esenciales aparecieron luego magníficamente desple­gadas en su Vida política de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia. Obra cumbre, si es preciso señalar alguna, y modelo acabado de «historia política» en su definición más auténtica.
II
Tarea previa a un futuro estudio sobre la obra historiográfica de Julio Irazusta es la sistematización de su pensamiento político, el cual constituye la ma­triz necesaria o el método seguro para intentarlo con éxito. La tarea no es sencilla. Sería un error creer que Irazusta lo hizo en su trabajo más orgánico, La polí­tica, cenicienta del espíritu, que él mismo juzgó incom­pleto. Con ser importante y de consulta obligatoria, sus reflexiones sobre el tema no están todas presentes en el libro. Se hallan sembradas, por así decir, en decenas de trabajos a lo largo de más de medio siglo de ince­sante producción. Espigarlas, reunirías y ordenarlas en un relato coherente justifica el esfuerzo, que no sería completo, sin embargo, si no estuviese acompañado por comentarios esclarecedores. Este ha sido el propó­sito del doctor Enrique Díaz Araujo y a fe que lo ha lo­grado cabalmente.
Es un lugar común decir que determinado autor, cuando reúne grandes calidades, no necesita presenta­ción. Nos hallamos frente al caso. De todos modos, no podemos rehuir a la tentación de decir algunas pala­bras, muy pocas, sobre la producción escrita de Díaz Araujo, aun a riesgo de lastimar su modestia de hombre consagrado con pasión y silencio al estudio y alejado de las vanidades que seducen a tantos intelectuales.
Entonces diremos solamente que la obra de Díaz Araujo sorprende por su extensión, variedad y pro­fundidad. No nos encontramos frente a un especialis­ta, es decir, frente a un hombre consagrado al examen de una temática acotada. Sea dicho esto sin perjuicio de reconocer que los temas que aborda son realiza­dos, paradójicamente, con la seguridad, la precisión y el acopio de información que caracteriza a un ver­dadero especialista. Nos asombra repasar los elencos bibliográficos de sus libros y artículos, y nos asom­bra más todavía su aptitud para la crítica densa, que sabe ejercer con pulso seguro.
El trabajo que hoy presentamos sólo pudo ser escrito por alguien que conoce profundamente la obra de Julio Irazusta. La ordenada exposición de su teo­ría política, realizada sin interferencias innecesarias, fluye con naturalidad y es todo un convite para pro­fundizar en sus matices. Su edición ha sido, sin duda, oportuna. Y muy reconfortante el hecho de que haya nacido de la iniciativa de un grupo de jóvenes estu­diosos nucleados alrededor del Centro de Estudian­tes y Egresados de la Facultad de Ciencias Políticas de la Pontificia Universidad Católica Argentina, quie­nes han sabido descubrir, en medio del extravío in­telectual generalizado que padecemos, la extraordi­naria actualidad del pensamiento irazustiano.

Jorge C. Bohdziewicz