1984, de George Orwell, no es una novela más, es LA novela de nuestro tiempo, al menos en lo que se refiere a la influencia y reflexión sobre la sociedad. Nunca una sociedad ha utilizado tanto términos e ideas de una novela como con los conceptos orwelianos.
Todos sus lectores, desde hace 70 años hasta hoy, no han podido dejar de sentirse impactados por este futuro distópico que siempre ha sido reconocido como actual en diversos grados. Pues en 1984 se describen los métodos de control que el poder político ejerce sobre los ciudadanos con un nivel de realidad y metáfora de los controles actuales realmente inquietante.
Orwell nos presenta un futuro en el que una dictadura totalitaria interfiere hasta tal punto en la vida privada de los ciudadanos que resulta imposible escapar a su control. La odisea de Winston Smith en un Londres dominado por el Gran Hermano y el partido único se puede interpretar como una crítica a la dictadura comunismo estalinista, que es la que inspira al autor tras su decepcionante experiencia de militante comunista en la Guerra Civil Española, donde puede comprobar en primera persona la total disparidad entre hechos e información oficial.
1984 es también una historia de rebelión contra un gobierno totalitario que controla cada uno de los movimientos de sus ciudadanos y castiga incluso a aquellos que delinquen con el pensamiento, de donde surge el concepto de policía del pensamiento.
El doble pensamiento, mantener dos ideas contradictorias al mismo tiempo, que hoy es una constante en el pensamiento social, tuvo su genial expositor en Orwell. En la novela podemos ver actuar al Ministerio del Amor, que se ocupa del dolor, la desesperación y la aplicación del terror contra todo disidente; el Ministerio de la Paz que utiliza la guerra constante como una farsa que sólo sirve para mantener controlados a sus súbditos y a proyectar el odio al exterior para evitar revueltas internas; las máquinas dedicadas a escribir novelas que producen pornografía con la que sobornar a las masas. El ministerio de la verdad, que se encarga de reescribir constantemente el pasado para controlar el presente. El ministerio de la abundancia, que en realidad se encarga de que la gente viva al límite de la subsistencia para no tener tiempo de pensar en nada más que ganar el escaso substento con un ritmo asfixiante. Técnicas más sutiles, como el insumo de drogas para mantener anestesiada en otra realidad a la población, como con el brebaje llamado ginebra de la Victoria, y los medios de diversión que lo mantienen alejado de la realidad.
Orwell es el creador del concepto de Gran Hermano, hoy devenido curiosamente en medio de control social en la televisión, y que en la novela no es más que el guardián de la sociedad y el juez supremo que todo lo ve sin descanso en cámaras repartidas entre las calles, las casas y los lugares de trabajo. Este poder tiene un lema se repite en los carteles del régimen de partido único: «Guerra es Paz, Libertad es Esclavitud, Ignorancia es Fuerza».
Otro rasgo único es que la novela cobra aun más vigencia en la sociedad actual, en la que el control a los ciudadanos, coercitivo o no, se halla más perfeccionado que en ningún otro momento de la historia de la Humanidad, por lo que su lectura es cada vez más necesaria.