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La esencia del Fascismo

y otros escritos

Giorgio Locchi

La esencia del Fascismo y otros escritos - Giorgio Locchi

140 páginas
medidas: 14,5 x 21 cm.
Ediciones Sieghels
2014
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 190 pesos
 Precio internacional: 15 euros

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Giorgio Locchi desarrolla la tesis de que el Fascismo es un supehumanismo y debe buscarse sus nutrientes tanto en la estética de Wagner como en la filosofía de Nietzsche.
Para Locchi, el fascismo es el último y más conocido intento para acabar con una moral milenaria que ha producido las distintas utopías que vienen degradando la humanidad. Plantea a tal movimiento como la única alternativa a lo que denomina “el sistema”, en tanto emerge como variable distinta al “mercado” o a la “clase” para expresar la voluntad colectiva que interpreta y expresa en una cosmovisión fundante.
Según Locchi: “El llamado fenómeno fascista” no es otra cosa que la primera manifestación política de un vasto acontecer espiritual y cultural al que llamaremos “superhumanismo”, cuyas raíces están en la segunda mitad del siglo XIX”.
Lo que justamente la historiografía contemporánea ha olvidado, cuando no tergiversado, es el abrochamiento del movimiento fascista, su doctrina, sus principios, su mística y su estética, con los grandes movimientos culturales y filosóficos del siglo pasado.
Así es como se propone la tarea de derrumbar dos mil años de moral basados en ese dogmatismo y abrir el camino para la moral del hombre nuevo.
Encontró en las leyes de la naturaleza la pura voluntad Schopenaueriana e imaginó un hombre nuevo a imagen y semejanza de esa libertad cósmica.
Encontró también en toda la articulación mitológica que encierra la música wagneriana el contacto con la tragedia griega. Este drama musical en su conjunto, era la vía regia para una total revalorización estética y ética en armonía con la metafísica y la voluntad Schopenaueriana.
Probablemente allí habrá que buscar el fundamento ontológico del Fascismo con su nuevo mensaje y sus nuevos mitos. El guerrero enfrentado al usurero, el trabajador al especulador, el vivir peligrosamente la existencia basada en las leyes de la naturaleza y no desde el racionalismo, la idea orgánica de la representación funcional en contraposición a la numérica y abstracta, la Nación como unidad de destino en lo universal, el Estado ético frente al Estado neutro, la solidaridad como valor fundante frente al egoísmo, la comunidad organizada frente al mercado juguete de los dstintos monopolios.
Todo ello terminaría generando un arquetipo, un héroe frente al hombre exitoso de la modernidad.

 

ÍNDICE

 

Prólogo 7
Introducción 13
La esencia del Fascismo 21
La esencia del fascismo como fenómeno europeo 51
El sentido de la Historia 69
Mito y comunidad 93
Nación e Imperio 105
Homenaje a Giorgio Locchi (1923-1992) 121
El cantor del nuevo mito. Giorgio Locchi revisitado 129

PRÓLOGO

En este conciso trabajo hermenéutico. Giorgio Locchi arroja luz sobre uno de los fenómenos políticos más característicos de la historia contemporánea: el Fascismo.
Alejado de prejuicios dogmáticos y de esquematismos doctrinarios, ubica a dicho movimiento en relación directa con la historia de las ideas políticas y su papel en la lucha contra el sistema imperante.
Trascendiendo incluso la mirada de algunos llamados fascistas fragmentarios a veces, cómplices otras , intenta el autor proveer los elementos teóricos, metodológicos y prácticos para una comprensión en profundidad de este fenómeno universal.
Ubica el germen de la idea fascista en el siglo pasado, gestado por los flujos y reflujos de la historia de Europa en general y del pueblo alemán en particular. Según Locchi: “El llamado fenómeno fascista” no es otra cosa que la prime8
ra manifestación política de un vasto acontecer espiritual y cultural al que llamaremos “superhumanismo”, cuyas raíces están en la segunda mitad del siglo XIV”.
Para Giorgorio Locchi, lo que justamente la historiografía contemporánea ha olvidado, cuando no tergiversado, es el abrochamiento del movimiento fascista, su doctrina, sus principios, su mística y su estética, con los grandes movimientos culturales y filosóficos del siglo pasado.
El fascismo en tanto filosofía negativa, y aquí concuerda con Adriano Romualdi, se articula raigalmente con el pensamiento de Friedrich Nietzsche y su conocida metafísica de la voluntad. En la relación de Nietzsche contra la debilidad de la moral judeocristiana y el despotismo de la razón y del cientificismo en dónde hay que buscar el origen y fundamento de la idea fascista, y hacia allí dirige Giorgio Locchi su mirada.
En el siglo pasado, Nietzsche buscó trascender la falsa seguridad asentada en los valores de la moral indicada, así como en la filosofía de Platón y Sócrates, en dónde veía el verdadero germen de la decadencia del hombre occidental.
Así es como se propone la tarea de derrumbar dos mil años de moral basados en ese dogmatismo y abrir el camino para la moral del hombre nuevo.
Encontró en las leyes de la naturaleza la pura voluntad Schopenaueriana e imaginó un hombre nuevo a imagen y semejanza de esa libertad cósmica. La resignación moral representaba la muerte de la pasión humana de sus rasgos más vitales; de allí que el mismo Nietzsche dijera: “Es hostil a la vida”.
Temía que esa moral conjuntamente con una razón ya viciada desde los orígenes domesticara por completo el alma del pueblo alemán. Esperaba ver surgir del seno del pueblo el artista poseído por la embriaguez antes que al científico obsesionado por el cálculo. Esa embriaguez que creyó ver en la música de Richard Wagner, creación que realizaba la síntesis conciliadora entre lo apolíneo y lo dionisíaco.
Toda la articulación mitológica que encierra la música wagneriana lo ponía nuevamente en contacto con la tragedia griega. Este drama musical en su conjunto, era la vía regia para una total revalorización estética y ética en armonía con la metafísica y la voluntad Schopenaueriana.
Este encuentro de Wagner con Nietzsche abría el camino hacia una nueva estética y una moral sin dogmas, y éste es, evidentemente, un punto de anudamiento decisivo con la Weltannchaung del fascismo, porque también halló tal idea en el arte y la moral el grado más alto de exaltación de la vida.
Probablemente allí habrá que buscar el fundamento ontológico del Fascismo con su nuevo mensaje y sus nuevos mitos. El guerrero enfrentado al usurero, el trabajador al especulador, el vivir peligrosamente la existencia basada en las leyes de la naturaleza y no desde el racionalismo, la idea orgánica de la representación funcional en contraposición a la numérica y abstracta, la Nación como unidad de destino en lo universal, el Estado ético frente al Estado neutro, la solidaridad como valor fundante frente al egoísmo, la comunidad organizada frente al mercado juguete de los dstintos monopolios.
Todo ello terminaría generando un arquetipo, un héroe frente al hombre exitoso de la modernidad, verdadero dretitus de la sociedad industrial y de la usurocracia al decir de Ezra Pound. Allí están los mitemas fundantes de una cosmovisión que vino a implicar una rebelión despiadada contra la racionalidad moderna y sus productos culturales y políticos.
El Fascismo rompe la opción de acero, ni el lucro, del capitalismo ni la lucha de clases del marxismo serían el motor de la historia en tanto uno sería consecuencia del otro. Para el Fascismo no tiene validez el pensamiento mecanicista y especulador que supone la historia como un camino inexorable que debe recorrerse de un modo prefijado e insoslayable. No hay caminos trazados de antemano, solo la voluntad los crea, sería su consigna, parafraseando a Nietzsche.
Más allá de los puntos coincidentes metodológicos con otros movimientos políticos contemporáneos, el Fascismo representa la experiencia más radicalizada de la filosofía negativa del sistema. Fue y es el único movimiento político en la historia moderna que abroquela el sistema en su contra, tal como se puede verificar durante el curso de la segunda guerra mundial donde codo a codo capitalistas y comunistas lo enfrentaron en nombre de la democracia.
Debe coincidirse con Giorgio Locchi que es la experiencia más radicalizada por ser, justamente, un fenómeno totalizador que algunos confunden con totalitarismo por cuanto totaliza las relaciones humanas en su conjunto. en contraposición al totalitarismo dogmático marxista leninista, que pretende alcanzar una última síntesis histórica mediante el forzamiento de la misma y de modo independiente al deseo humano.
Tal unidireccionalidad obligada halla su raíz en el profetismo hebraico al trasladar al plano de las ideas el concepto de que existe un sentimiento de la historia, sentido obligado y fatal, donde el pueblo judío como pueblo elegido por Dios se le ha reservado la impronta de conducir el mundo y sus acontecimientos.
Por último, en su ensayo, Giorgio Locchi hace referencia acerca de un concepto muy en boga en estos momentos: El fin de la historia, en tanto estaríamos ante el próximo advenimiento de un orden planetario (liberal). Esto es, de una síntesis final de la historia conocida. Por ello señala acertadamente el autor que el igualitarismo hizo posible una sociedad liberal a fuerza de una represión absoluta acerca del discurso y la actividad política Fascista, empero ello no ha podido configurar la extinción de un deseo último de Fascismo aunque más no sea como horizonte de posibilidades y de alternativas del sistema.
Esta represión obligaría al Fascismo a recrear y recrearse continuamente, y en esa recreación alcanzará definitivamente su unidad y su desocultamiento (verdad).
Hoy por hoy puede decirse que allí reside su riqueza y su dinámica, de allí que el sistema coincide en calificar de fascista por derecha o por izquierda - movimientos e ideas que lo hacen peligrar, sin reparar que en muchos casos los mismos son antagónicos.
En Argentina tenemos experiencia en el caso, desde las usinas culturales y políticas del régimen se calificó de tal modo al Peronismo en curiosa coincidencia de liberales e izquierdistas. Es más, durante su nacimiento al promediar la primera mitad del siglo XX, se lo enfrentó con la llamada Unión Democrática, verdadero Yalta vernáculo donde convergieron desde el entonces embajador norteamericano Braden hasta el Partido Comunista.
En suma, el presente trabajo plantea una visión novedosa al estudio del tema, máxime que omite caer como sempiternamente lo hacen los distintos trabajos elaborados, en el fácil recurso de pretender calificar la idea recurriendo al aspecto bélico o prontuarial de quienes le han defendido. Tiene una particularidad que en este caso es un mérito: es un estudio sobre el Fascismo escrito por un facista.
Ernestina Garrido
Buenos Aires. Diciembre de 1990

INTRODUCCIÓN

Pocos textos tan cortos alcanzaron a tener una trascendencia tan grande como este de Locchi que hoy sometemos el lector español. Esto nos impone la tarea de presentar a su autor y de dar alguna explicación sobre su obra.
Natural de Roma y doctor en Derecho, la vida, sin embargo, le ha apartado de su ciudad natal, pues reside habitualmente en París, y de su profesión, pues Locchi no pasará a la posteridad por sus aportaciones a la Jurisprudencia, sino por su vigoroso pensamiento filosófico y político.
Su residencia en París le ha permitido una amplia colaboración con la “Nueva Derecha” de la que, sin embargo al final, se ha apartado. Sus colaboraciones en “Nouvelle Ecole” figuran entre lo mejor que ha publicado esta revista.
Además del italiano y el francés, Giorgio Locchi es un profundo conocedor del alemán, lengua en la cual ha leído a sus dos grandes predilectos: Wagner y Nietzsche.
Además del texto que ha continuación podrán estudiar los lectores, Locchi es autor de otro capital libro: “Wagner, Nietzsche e il mito sovrumanista”, una profunda reflexión sobre la filosofía de la Historia y sobre como la obra de Wagner y Nietzsche crea, en el siglo pasado, una nueva “tendencia epocal”.
Hay en el texto de Locchi ciertas afirmaciones que sin duda sorprenderán al lector; la primera es, sin duda, descalificar a lo más reciente de la producción historiográfica sobre el fascismo. Expliquemos esto. Cree Locchi que hoy se pueden encontrar excelentes estudios sobre todos los aspectos y variantes del fascismo (ya sea sobre el fascismo en Brasil o sobre la política deportiva de Mussolini), pero, que todos estos estudios de detalle están haciéndonos perder la perspectiva global.
Y no es solo este problema. Hay autores, como De Felice y Mosse, que han pretendido una “desdemonización” del fascismo. En sus libros muestran a los fascistas como hombres de su época, personajes que no vomitan espuma ni se pasan el día exterminando. Esto puede, aparentemente ser bueno. Pero Locchi señala también el peligro de que todo esto comporte una “banalización “ del fascismo: hacer del fascismo un simple movimiento político más y no una alternativa total al sistema.
Ejemplo paradigmático de todo esto es el caso de Renzo de Felice, a quien sus obras (en especial su monumental y por ahora , inacabada biografía de Mussolini), le han valido la acusación de “filo fascismo “ de querer “rehabilitar el fascismo “. Y sin embargo De Felice es el autor que ha dado un veredicto más demoledor sobre el fascismo, al afirmar que, en definitiva, este movimiento ha desaparecido sin dejar huella histórica y sin posibilidad de reproducirse. Otra muestra de lo peligroso de las tesis de De Felice está, por ejemplo, en su afirmación de que nacionalsocialismo y fascismo son sustancialmente distintos. Nada de esto ocurría con las obras que defiende Locchi visceralmente enemigas de todo lo que sea fascismo, que lo deforman en los detalles, pero que captan lo esencial.
Otra cosa que va a sorprender al lector es el empeño de Locchi por colocar al nacionalsocialismo en el seno de la “Konservative Revolution”. Arguye Locchi que el hecho de que el nacionalsocialismo tuviera choques más o menos fuertes con algunos de sus componentes no significa, objetivamente, nada. Sería como decir que Stalin deja de ser marxista leninista por el hecho de que expulsara y después hiciera asesinar a Trotsky.
“Hitler ha podido triunfar declaraba Locchi a Marco Tarchi1 porque, mejor que nadie, sabía afirmar lo esencial de las tendencias históricas que animaban la “Konservative Revolution”. Los demás se perdían en lo particular, en la afirmación de tal o cual especificidad. Hitler tenía claro lo esencial, aquello que políticamente podía plasmarse en aquel momento histórico. Los actuales “neo”2, escriben a veces que Hitler “traicionó” a la “Konservative Revolution”, “robándole” las ideas para deformarlas. Esto se afirma, naturalmente, en referencia a las ideas de un Junger, un Spengler, un Moeller van der Bruck, o gente así. Dejando de lado el hecho de que todos estos ilustres escritores pensaban y siempre en abstracto cosas bastante distintas y dispares y por tanto no se podía satisfacer a unos sin “traicionar” a otros, lo que aquí encontramos es el eterno contraste entre el intelectual que vive en su torre de marfil, de intransigente pureza, y el hombre de acción, el político, en permanente lucha con la realidad, con una materia bruta que se resiste siempre a las formas que se desea imponerle”.
Pero lo más notable, lo más subyugante del texto de Locchi, es hacer partícipe del fascismo de un gran movimiento, que trasciende los límites de lo político y lo coloca a un nivel muy superior. Muchas veces se ha escrito, con razón, que faltaba por hacer una interpretación fascista del fascismo. Y era cierto. La obra de Bardeche (“Qu’ est ce le fascisme”) se limita a un análisis politilógico, y la obra de Evola (“Il fascismo visto della Destra”) está viciada desde su origen. Pero ya no se podrá decir lo mismo desde la aparición del libro de Locchi. El fascismo pierde, gracias a él, su carácter de anécdota de la historia.
Tarchi le dijo a Locchi: “Vd. hace del fascismo, o más bien del super humanismo, un hecho de inmensa trascendencia, un evento que parte la historia en dos”. A lo que Locchi respondió: “Yo no hago nada. Sólo hablo como historiador que observa el devenir histórico. Observo que a partir de la segunda mitad del siglo XIX se dibuja una “tendencia epocal”3 que pretende “regenerar la historia” (Wagner) o “dinamitarla” (Nietzsche) y precisamente para dividirla en dos; tendencia que pretende (“Konservative Revolution” y nacionalsocialismo) ser “advenimiento” de un nuevo “origen” de la historia, que proyecta un “Reich” milenario que en todas sus formas políticas pretende crear un hombre nuevo. La “tendencia epocal” que así se expresa existe innegablemente. Pero que exista no significa que deba triunfar. Tendencias epocales pueden diseñarse y sin embargo desaparecer. Nietzsche y Wagner son, sin duda, la dinamita de la historia; pero esta dinamita puede ser inútil si como ahora ocurre, el mundo entero se consagra a la tarea de apagar su mecha”.
Para Locchi nos hallamos en una época de “interregnum “, entre un periodo histórico dominado por el igualitarismo y el futuro, dominado por el superhumanismo, que traerá el hombre nuevo. Dejemos, de nuevo, hablar a Locchi: “ El fascismo desea crear el “hombre nuevo” justamente porque este hombre nuevo no existe aún macro socialmente y solo existe micro socialmente y como posibilidad, en un minoría realmente superhumanista. El fascismo, que consiguió el poder y que puede volver a él, debería enfrentarse a una realidad social que es la creada por dos mil años de igualitarismo, realidad que sólo podrá ser cambiada en virtud de una acción destructora progresiva y a la vez progresivamente reconstructora, de algo nuevo. En el “interregnum” y estamos aún en él el proyecto social fascista no puede ser sino provisional, dirigido en primer lugar a crear la materia social misma con la que un día se construirá la verdadera “comunidad”, según el genuino proyecto, lo que desembocará algún día en la mutación definitiva, de la “material social”, es decir, en el aniquilamiento social político de las tendencias igualitaristas”.
El fascismo, pues, es todo un vasto campo ideológico que algún día acabará transformándose en la alternativa operativa al sistema. No es, por ello, cosa extraña el que en su mismo seno haya tensiones y discrepancias. Las diferencias son generadas, como dice el texto que sigue, por la menor y mayor proximidad a determinados principios. En su entrevista con Tarchi matizó, Locchi, sus ideas: “En los años veinte, treinta y cuarenta, la oposición y a veces hasta la lucha entre las varias corrientes fascistas, no solo en el plano internacional, donde cada país defendía su fascismo “nacional”, sino también en el interior de cada país, entre diversos movimientos fascistas, o en el interior de un único partido o movimiento, existió. Todo esto es perfectamente lógico y se da tanto en el campo igualitario como en el superhumanista. Debo hacer observar que el fascismo en un campo político, del mismo modo que lo es el “democratismo”, en cuyo seno se articulan y lucha diversas tendencias (liberalismo, socialdemocracia, comunismo, anarquismo). Esta articulación es bien patente en el campo de las tendencias igualitaristas, porque es el resultado de una evolución bimilenaria. En el campo fascista esta articulación (aparte de las “especifidades nacionales”), es menos neta, menos rica, se articula más bien a nivel de “sectas”, como es característico de la “fase mítica” en que halla esta tendencia”.
Locchi ha acabado por apartarse de la “Nouvelle Droite” francesa precisamente a causa de su interpretación del fascismo. “Hoy le decía a Tarchi -, según me parece, muchos “fascistas” no osan decir, por causas conocidas, su propio nombre, optando por llamarse antigualitaristas. Y este es un modo como otro de castrarse, puesto que el nombre “hace la cosa”. En si mismo “antigualitarismo” es pura negatividad y como tal entonces forma parte de la dialéctica misma del igualitarismo”. Claro que en la oposición a la “Nouvelle Droite” no hay solo un motivo lingüístico. Desde que Alain de Benoist se enganchó al carro de Giscard nuestro autor, Locchi, no ha querido saber nada más de sus antiguos compañeros; el uso ambiguo de palabras como “antirracismo “, “antitotalitarismo”, etc..., que hace la “Nouvelle Droite” es Para Locchi , insoportable.
Para acabar, solo resta decir que lo importante, lo definitivo, lo esencial del mensaje de Locchi es situar al fascismo en una dimensión trascendente. Gracias a él, la frase de “No somos los últimos del ayer, sino los primeros del mañana”, deja de ser un eslogan efectista para convertirse en una verdad de profundo contenido.
Carlos Caballero.

NOTAS:

1 La edición italiana de “La Esencia del fascismo” iba acompañada de una larga entrevista con Marco Tarchi, de donde hemos entresacado estas citas.
2 Se refiere Locchi, obviamente, a la “Nueva Derecha”
3 La filosofía de la historia desarrollada por Locchi habla de la existencia de “tendencias epocales” que se enfrentan entre sí y que cada una de las cuales pasa por varias fases, siendo la primera de ellas, la fase mítica. Posteriormente cada tendencia epocal se va subdividiendo en una serie de sub tendencias que, a su vez, se enfrentan entre sí.

 

Homenaje a Giorgio Locchi (1923-1992)

Gennaro Malgieri

 
Giorgio Locchi murió en la única forma que habría juzgado aceptable: de manera imprevista, casi sin informar a nadie, mientras intentaba escribir un libro sobre Martin Heidegger. Seguramente, ha tenido un atisbo de conciencia, entre el momento en que la muerte se anunció y aquél cuando llego, algunos minutos más tarde, y muy ciertamente agradeció a los dioses ofrecerle una salida tan súbita, ya que la idea de seguir estando por mucho tiempo enfermo o disminuido lo hacía sufrir inmensamente. Al final del mes de junio de 1992, en su última visita a Roma, me habló del mal que lo había afectado dos años antes. Me decía que la perspectiva de convertirse en un tronco inerte le hacía estremecer porque con el tiempo que pasa, uno se cuelga más estrechamente, más profundamente, más egoistamente a la vida. Palabras de Locchi que no me sorprendieron. En realidad, habían sido un presagio.
Para alguien que era uno de sus amigos, no es fácil rendir homenaje a Giorgio Locchi y recapitular todo lo que nos legó. Podría intentar trazar un perfil del periodista y corresponsal en París del periodico italiano Il Tempo durante más de treinta años. Y decir una infinidad de anécdotas sobre sus relaciones con Renato Angiolillo. O también de destacar la importancia de todos los servicios que prestó a la prensa en Italia: sobre los acontecimientos de Argelia, sobre el nacimiento del existencialismo, sobre el mayo del 68 parisino. Sus puntos de vista eran motivados por un anticonformismo extraordinariamente valiente e inteligente. Querría también destacar el papel capital que desempeñó Giorgio Locchi en la evolución de la derecha francesa, hacer hincapié en su carrera con Alain de Benoist, sobre la pasión con la que formaba a los jóvenes intelectuales, sobre sus actividades en el GRECE y sobre sus contribuciones a la revista Nouvelle École.  Querría también poder reunir aquí todos los elementos del extenso mosaico que era su personalidad, dar cuenta de su amor por la música y el cine, de su control de las cosas físicas y científicas. Y podría también decir la historia de nuestra amistad e informar sobre su refugio parisino que me fue tan agradable, así como a un puñado de otros Italianos, donde nos encontrábamos para hablar del pasado o para manifestar nuestra hostilidad al sistema dominante. Mejor: para escuchar a Locchi que nos hablaba de Nietzsche o Wagner, Heidegger o la Revolución Conservadora, de sus experiencias en Alemania o los momentos cruciales de la segunda Guerra Mundial que vivió como protagonista del “frente interior”. Nos hablaba también de la “derecha imposible” y de una Europa igualmente imposible. Y nos comunicaba sus proyectos, comentaba las publicaciones a las que colaboraba, mencionaba los artículos que quería escribir y las libros que quería publicar. Nos reuniamos en “Meister Locchi” y Saint-Cloud en París, dónde vivía prácticamente recluido, lugar que fue, durante numerosos años, el punto de encuentro de muchos de nosotros.
El periodista, el amigo, el organizador de manifestaciones culturales, el agitador de ideas que viven siempre y vivirán en el grupo de los que conocieron a Giorgio Locchi y fueron sus amigos. Sus libros, sus ideas, sus ensayps dispersos en Nouvelle École, la Destra, Uomo Libero y Elementi, sus artículos del Tempo y el Secolo de Italia seguirán siendo los testimonios escritos de un compromiso intelectual y político en sentido más noble del término, pero que consideró como la consecuencia de una derrota europea durante más de cuarenta años. En primer lugar vimos a Giorgio escéptico y que desconfiaba, luego tal confianza no volvimos a verla de nuevo en él hasta que se habló de la reunificación alemana. No es por nada que quiso estar en Berlín cuando Alemania se reunifico: aquello era para él, me decía, un sueño que se realizaba, un acontecimiento que se desarrollaba bajo sus ojos y que no había imaginado ver realizarse, incluso si no había dejado nunca de creer más allá de los límites que impone el pesimismo, actitud justificada.
Las ideas de Locchi eran las ideas de una Europa que ya no existe: pero cuya inexistencia no era para él una razón para no defender o ilustrar tales principios. Pero cuando se le hacía el reproche, contestaba: sus ideas eran las ideas de la Europa eterna que esta Europa coyuntural de nuestra posguerra no quería, momentaneamente, reconocer.
Su actitud respecto al fascismo, por ejemplo, distaba mucho de ser simplemente reivindicativa o incluso revanchista. Giorgio Locchi quería, en el hervor cultural del paréntesis fascista, recoger todos los elementos que no eran caducos. Nos comunicó sus reflexiones a este respecto en su opúsculo titulado La esencia del Fascismo (ediciones Tridente, 1981). Se refiere allí a la visión del mundo que fue la inspiradora del fascismo histórico pero que no desapareció de ninguna manera con la derrota militar de este último. Esta obra constituye hoy aún un extraordinario “discurso de verdad”, en el sentido griego, que pretende retirar del fascismo todas esas explicaciones fragmentarias que tienen curso actualmente y todas las formas de demonología que generan prejuicios sobre prejuicios. Locchi, en realidad, desarrolló una reflexión histórica propia según un esquema filosófico coherente, apoyado en una opción interdisciplinaria, que preparo una teoría sintética de la esencia del fascismo.
En su investigación, Locchi mantenía que no era posible entender el fascismo si no se daba cuenta de que era la primera manifestación política de un fenómeno espiritual y cultural más extenso, cuyo origen se remonta a la segunda mitad del siglo XIX y que él llamaba “suprahumanismo”. Los polos de este fenómeno, que se asemeja a un enorme campo magnético, son Richard Wagner y Friedrich Nietzsche que, por sus obras, “agitaron” el “nuevo principio” y lo difundieron y diluyeron en la cultura europea entre el final del XIX y el principio del siglo XX.
Este principio es el “sentimiento del hombre” como voluntad de poder y sistema de valores. En este sentido, el principio suprahumanista, con el cual el fascismo está en relación “genética/espiritual”, se articula como el rechazo absoluto del “principio igualitario” que se le opone y que domina al mundo de hoy, orígen de nuestra situación actual.
Locchi avanzaba la siguiente tesis:

“Si los movimientos fascistas individualizaron al “enemigo” -espiritual antes que político – en las ideologías democráticas -liberalismo, parlamentarismo, socialismo, comunismo y anarquismo – es justamente porque, en la perspectiva histórica instituida por el principio superhumanista estas ideologías se configuran como otras tantas manifestaciones, aparecidas sucesivamente pero aún presentes todas, del opuesto principio igualitarista; todas tienden a un mismo fin con un grado diverso de conciencia y todas ellas causan la decadencia espiritual y material de Europa, el “envilecimiento progresivo” del hombre europeo, la disgregación de las sociedades occidentales.”

Conectando estas consideraciones con la prospectiva histórica en la cual opera el fascismo, al unísono con los otros fascismos europeos, Locchi realiza una tesis del más alto interés que contribuye a la “desocultación” del fascismo, sacando a la luz su esencia propia.
Estos temas, Locchi los desarrolló en su obra Wagner, Nietzsche e il mito sovrumanista  (Akropolis, 1982; nota: se trata parcialmente de una edición de sus artículos de musicología aparecidos en francés en Nouvelle École,  n°30 y 31/32). En su brillante prólogo, Paolo Isotta preciso, con minucia, cuáles son las tendencias igualitarias y cuáles son las tendencias suprahumanistas que entran en juego y las coloca como dos concepciones del mundo antitéticas e irreconciliables. Es un libro muy denso, especialmente difícil, a veces repelente en algunos de sus capítulos; sin embargo cuando Isotta y yo mismo lo presentamos frente a una audiencia llena de estudiantes napolitanos, en diciembre de 1982, parecía verdaderamente cautivar a estos jóvenes que permanecieron atentos durante dos horas y luego acosaron a Locchi con cientos de preguntas pertinentes, que no tenían realmente nada de banales. El autor no pareció sorprendido.
Además de este libro, tengo de Locchi otro gran recuerdo: el de su polémico libro El mál americano (Lede, 1979), al cual Alain de Benoist añadio algunas pequeñas notas complementarias (nota: en francés, este texto aparece en Nouvelle École  n°27-28, bajo el seudónimo de Hans-Jürgen Nigra, también utilizado en la edición alemana). Este texto es capital a mi juicio ya que desmonta la mecánica del colonialismo cultural americano y nos permite echar otro vistazo sobre América. A Locchi, en cambio, le no gustaba demasiado este texto, considerando que él destacaba que era más combativo que formativo, que era más polémico que filosófico.
En los cajones de la oficina de Giorgio Locchi, se encuentran numerosos proyectos, bosquejos de textos, el esquema de un libro sobre Heidegger y de otro sobre la concepción del tiempo en los Indoeuropeos. Permanecerán ciertamente tal como Giorgio los dejó porque antes de todas las cosas, él era un perfeccionista y no quería publicar nada sin estar convencido plenamente de que valía la pena.
Permanece aún, entre las innumerables cartas que constituyen su correspondencia, una espléndida novela sobre un héroe italiano que combate en Alemania una guerra desesperada para defender a Europa. No se sabrá nunca si fue por pudor o por orgullo que Giorgio Locchi siempre se nego a presentarla a un editor.
[Sinergias Europeas, Vouloir, Febrero de 1993]

El cantor del nuevo mito. Giorgio Locchi revisitado

Adriano Scianca

 

“…sonaba, tan antiguo, y sin embargo era tan nuevo…”
(Richard Wagner)

Y por último llegó la “globalización”. En dos mil años de pensamiento único igualitario nos hemos tragado: la “inevitable” venida de los tiempos mesiánicos, el “inevitable” avance del progreso técnico, económico y moral, el “inevitable” advenimiento de la sociedad sin clases, el “inevitable” triunfo del dominio americano, la “inevitable” instauración de la sociedad multirracial. Y ahora, precisamente, es la globalización la que se impone como “inevitable”. El camino ya está trazado, nada podemos contra el Sentido de la Historia. Es cierto que la entrada triunfal en el Edén final es postergada de manera continua porque siempre surgen pueblos impertinentes que no aprecian los hegelianismos en salsa yanqui como los anteriormente citados. Pero, tarde o temprano- nos lo dice Bush, nos lo dicen los pacifistas, nos lo dicen los científicos, los filósofos y los curas- la historia llegará a su fin. Seguro. ¿Seguro?

¿El fin de la historia?

Es verdad: la historia, efectivamente, puede llegar a su fin. Es del todo plausible que en el futuro que nos espera se pueda asistir al triste espectáculo del “último hombre” que da saltitos invicto y triunfante. Pero este es sólo uno de los posibles resultados del devenir histórico. El otro, también este siempre posible, va en la dirección opuesta, hacia una regeneración de la historia a través de un nuevo mito. Palabra de Giorgio Locchi. Romano, licenciado en Derecho, corresponsal en París de “Il Tempo” durante más de treinta años, animador de la primera y más genial Nouvelle Droite, fino conocedor de la filosofía alemana, de música clásica, de la nueva física, Locchi ha representado una de las mentes más brillantes y originales del pensamiento anti-igualitario posterior a la derrota militar europea del 45.

Muchas jóvenes promesas del pensamiento anticonformista de los años 70 conservan todavía hoy el nítido recuerdo de las visitas que hicieron a “Meister Locchi” en su casa de Saint-Cloud, en París, “casa a la que muchos jóvenes franceses, italianos y alemanes se dirigían más en peregrinaje que de visita; pero simulando indiferencia, con la esperanza de que Locchi (…) estuviese como Zarathustra con el humor adecuado para vaticinar y no, como desgraciadamente sucedía más a menudo, para que les hablase del tiempo o de su perro o de actualidades irrelevantes” (1). Las razones de tal veneración no pasan tampoco inadvertidas para quienes sólo hayan conocido al autor romano a través de sus textos. Leer a Locchi, de hecho, es una “experiencia de verdad”: tomemos su Wagner, Nietzsche e il mito sovrumanista – un “gran libro”, “unos de los textos clásicos de la hermenéutica wagneriana”, como lo define Paolo Isotta en el… ¡Corriere della Sera! (2)- uno se encuentra ante el desvelamiento (a-letheia) de un saber original y originario. Desvelamiento que no puede ser nunca total.

La aristocrática prosa de Locchi es, de hecho, hermética y alusiva. El lector es conquistado por ella, tratando de atisbar entre las líneas y de captar un saber ulterior que, estamos seguros de ello, el autor ya posee pero dispensa con parsimonia (3). A aumentar la fascinación de la obra de Locchi, además, contribuye también la vastedad de referencias y la diversidad de los ámbitos que toca: de las profundas disertaciones filosóficas a los amplios paréntesis musicológicos, pasando por las referencias a la historia de las religiones y por las audaces digresiones sobre la física y la biología contemporánea. Quien está acostumbrado a la atmósfera asfixiante de cierto neofascismo onanista o a los tics de los evolamaniacos de estricta observancia es raptado inmediatamente por todo ello.

La libertad histórica

El punto de partida del pensamiento locchiano es el rechazo de todo determinismo histórico, es decir, la idea de que “la historia- el devenir histórico del hombre- surge de la historicidad misma del hombre, es decir, de la libertad histórica del hombre y del ejercicio siempre renovado que de esta libertad histórica, de generación en generación, hacen personalidades humanas diferentes” (4). Es el rechazo de la “lógica de lo inevitable”. La historia está siempre abierta y es determinable por la voluntad humana. Dos son, a nivel macrohistórico, los resultados posibles, los polos opuestos hacia los que dirigir el porvenir: la tendencia igualitarista y la tendencia sobrehumanista, ejemplificadas por Nietzsche con los dos mitemas del triunfo del último hombre y del advenimiento del superhombre (o, si se prefiere, del “ultrahombre”, como ha sido rebautizado por Vattimo en el intento de despotenciar su carga revolucionaria). El filósofo de la voluntad de poder afirma la libertad histórica del hombre mediante el anuncio de la muerte de Dios: quien ha adquirido la conciencia de que “Dios ha muerto” “no cree ya que esté gobernado por una ley histórica que lo trasciende y lo conduce, con toda la humanidad, hacia una finalidad- y un fin- de la historia predeterminada ab aeterno o a principio; sino que sabe ya que es el hombre mismo, en todo “presente” de la historia, el que establece conflictivamente la ley con la que determinar el porvenir de la humanidad” (5).

Todo esto lleva a Locchi a identificar una auténtica “teoría abierta de la historia”. El futuro, desde esta perspectiva, no está nunca establecido de una vez por todas, ha de ser decidido constantemente. No sólo eso: tampoco el pasado está cerrado. El pasado, de hecho, no es lo que ha acaecido de una vez por todas, un mero dato inerte que el hombre puede estudiar como si fuese un puro objeto. Al contrario, es interpretación eternamente cambiante. El tiempo histórico, lo vamos viendo poco a poco, asume un carácter tridimensional, esférico, estando caracterizado por interpretaciones del pasado, compromisos en la actualidad y proyectos para el porvenir eternamente en movimiento. El origen mítico acaba proyectándose en el futuro, en función eversiva con respecto a la actualidad. Las distintas perspectivas que brotan de ello acaban chocando dando vida al conflicto epocal.

El conflicto epocal

El “conflicto epocal” se da por el choque de dos tendencias antagónicas. Ya se ha dicho cuales son las tendencias de nuestra época: igualitarismo y sobrehumanismo. Toda tendencia atraviesa tres fases: la mítica (en la que surge una nueva visión del mundo de manera todavía instintiva, como sentimiento del mundo no racionalizado y, por tanto, como unidad de los contrarios), la ideológica (en la que la tendencia, habiéndose afirmado históricamente, comienza a reflexionar sobre sí misma y, entonces, se divide en diferentes ideologías contrapuestas entre sí) y la autocrítica o sintética (en la que la tendencia toma nota de su división ideológica y trata de recrear artificialmente la propia unidad originaria). Y si el igualitarismo (hoy en fase “sintética”) es la tendencia histórica dominante desde hace dos mil años, la primera expresión “mítica” del sobrehumanismo ha de buscarse en los movimientos fascistas europeos.

El fascismo, para Locchi, no puede ser comprendido más que a la luz de la “predicación sobrehumanista” de Nietzsche y Wagner (6) y de la “vulgarización” que de tales tesis llevaron a cabo los intelectuales de la Revolución Conservadora (que, por tanto, deja de ser una entidad “inocente”, abstractamente separada de sus realizaciones prácticas, tal y como quisiera cierto neoderechismo débil). Por tanto, el fascismo como expresión política del Nuevo Mito que apareció en el siglo XIX en algún lugar entre Bayreuth y Sils Maria. Entonces, algo nuevo. Pero, wagnerianamente, algo antiguo también.

El fascismo, de hecho, representa también la plena asunción del “residuo” pagano que el cristianismo no logró borrar y que ha sobrevivido en el inconsciente colectivo europeo. Un fenómeno revolucionario, en definitiva, que se reconoce en un pasado lo más ancestral y arcaico posible, proyectándolo en el futuro para subvertir el presente. El objetivo, de larga duración, es hacer que la Weltanschauung cristiana “retroceda más allá del umbral de la memoria”, derramando significados nuevos en los significantes viejos de matriz bíblica, tal y como originariamente el cristianismo “falsificó” los términos paganos para canalizar la propia visión del mundo en un lenguaje que no resultase incomprensible a las gentes europeas. Es el proyecto que el Parsifal wagneriano expresa con la fórmula “redimir al redentor” (7).

El mal americano

Pero la primera tentativa de actuar concretamente en la historia por parte de la tendencia sobrehumanista, como sabemos, desembocó en la derrota militar europea de 1945. Una derrota que puso al viejo continente entre las fauces de la tenaza construida en Yalta. En aquel periodo, está bien recordarlo, demasiados herederos del mundo que salió derrotado de la segunda guerra mundial pensaron en renovar su militancia sosteniendo uno de los dos brazos de la tenaza a expensas del otro, anhelando un Occidente “blanco” que no podía ser otra cosa que la “tierra del anochecer” (Abend-land) en la que ver el crepúsculo de toda esperanza de renacimiento europeo. Eligieron, aquellos “fascistas” viejos o nuevos, la táctica del “mal menor”, que, como se sabe, no es otra que la táctica del “tonto útil” vista… por el tonto útil.

En este contexto, será precisamente Locchi (no sólo, ni el primero: sólo hay que pensar en Jean Thiriart) quien denuncie las insidias del “mal americano”. Y El mal americano (Il male americano) es también el título de un libro que salió de un artículo aparecido en Nouvelle Ecole en 1975 con la firma de Robert de Herte y Hans-Jürgen Negra, pseudónimos respectivamente de Alain de Benoist y del mismo Locchi. Tal texto contribuirá de manera decisiva a depurar el corpus doctrinal de la Nueva Derecha de toda sugestión occidentalista. Por lo demás, los dos autores provocarán un cortocircuito en la lógica de los bloques citando una frase de Jean Cau: “En el orden de los colonialismos, es ante todo no siendo americanos hoy, como no seremos rusos mañana”. Hay una gran sabiduría en todo esto. En Il male americano América es descrita más en su ideología implícita, en su way of life, que en su praxis criminal. Una ideología hecha de moralismo puritano, de desprecio por toda idea de política, tradición o autoridad, de mentalidad utilitarista, de conformismo y ausencia de estilo, de odio freudiano contra Europa. Lo que especialmente interesa a los autores es la influencia de la Biblia en la mentalidad colectiva estadounidense, sin la cual serían inconcebibles los delirios neocon de la actual administración. Y además – el recuerdo del 68 estaba todavía caliente- no falta el repetido énfasis de la sustancial convergencia entre la contestación izquierdista y los mitos del otro lado del Atlántico. Nueva York como capital del neo-marxismo: basta con esto para distinguir el texto del Locchi/ de Benoist de las denuncias “progresistas” de los varios Noam Chomsky (aunque, por supuesto, también estos tienen su función).

La tierra de los hijos

Pero “el mal americano” es sobre todo un mal de Europa. Hoy que la guerra fría ha terminado ya y al orden de Yalta le ha sucedido el feroz solipsismo armado de un pseudoimperio fanático y usurero, nos damos cuenta de ello más que nunca. Europa: el gran enfermo de la historia contemporánea. Pero también una idea-fuerza, un mito, un retorno a los orígenes que es proyecto de porvenir, como proclama la lógica del tiempo esférico.

En este sentido, las referencias a la aventura indoeuropea o al Imperium romano, a las polis griegas más que al medievo gibelino sirven como materia prima a partir de la cual forjar algo nuevo, algo que no se ha visto nunca. “Si se quiere hablar de Europa, proyectar una Europa, es preciso pensar en Europa como en algo que nunca ha sido, algo cuyo sentido y cuya identidad han de ser inventados. Europa no ha sido y no puede ser una ‘patria’, una ‘tierra de los padres`, ésta solamente puede ser proyectada, para decirlo como Nietzsche, como ‘tierra de los hijos’ (8). Si tiene que haber nostalgia, entonces que sea “nostalgia del porvenir”, como en el (extrañamente feliz) eslogan del MSI de hace ya años. Este mundo que cree en el fin de la historia quizás está asistiendo simplemente al fin de su propia historia. Después de todo, nada está escrito. ¿Nos hundiremos también nosotros en las pútridas ruinas de esta decadencia iluminada con luces de neón? ¿O tendremos la fuerza para forjar nuestro destino a través de la institución de un “nuevo inicio”? Lo decidirá tan sólo la solidez de nuestra fidelidad, la profundidad de nuestra acción, la tenacidad de nuestra voluntad.

Notas:

(1) Stefano Vaj, Introduzione a Girogio Locchi, Espressione e repressione del principio sovrumanista (La esencia del fascismo).Entre los intelectuales influenciados por Locchi recordamos, además del propio Vaj, todo el núcleo fundador de la Nouvelle Droite de los años 70/80, desde De Benoist a Faye, pasando por Steuckers, Vial, Krebs, pero también Gennaro Malgieri y Annalisa Terranova, hoy en AN. Ideas locchianas aparecen también en tiempos recientes en Giovanni Damiano y Francesco Boco. No podemos dejar de citar, además, a Paolo Isotta, crítico musical del Corriere della Sera (¡!), a quien Maurizio Carbona logró convencer para que redactara un entusiasta ensayo introductorio al libro sobre Nietzsche y Wagner y que últimamente (véase la siguiente nota) ha vuelto a citar a Locchi precisamente en las columnas del mayor diario italiano.

(2) Paolo Isotta, “La Rivoluzione di Wagner”, en Il Corriere della Sera del 4/4/05.

(3) Hay que decir, además, que entre los papeles que Locchi dejó, se encuentra diverso material inédito, entre el cual está un ensayo sobre Martin Heidegger probable y desafortunadamente destinado a no ver nunca la luz.

(4) De Wagner, Nietzsche e il mito sovrumanista.

(5) Ibidem.

(6) Por otra parte, gran mérito de Locchi es el hecho de haber redescubierto las potencialidades revolucionarias de la obra wagneriana en un ambiente que continuaba pensando en el compositor alemán desde la perspectiva de la doble “excomunión” nietzscheana y evoliana.

(7) Los Indoeuropeos, la filosofía griega, la Konservative Revolution, el fascismo, Europa: el lector atento habrá vislumbrado, detrás de referencias semejantes, la sombra pujante de Adriano Romualdi. Y sin embargo, increíblemente, Locchi desarrolló su pensamiento de manera completamente autónoma de Romualdi. Es más, será sólo gracias a algunos jóvenes italianos que fueron a visitarle a París como el filósofo conocerá la obra del joven pensador que murió prematuramente. Sin dejar de subrayar la objetiva convergencia de perspectivas. Al respecto, véase La esencia del fascismo como fenómeno europeo. Conferencia-Homenaje a Adriano Romualdi, que reproduce un discurso de Locchi pronunciado precisamente en honor del llorado autor de Julius Evola: el hombre y la obra.

(8) De L’Europa: non è eredità ma missione futura.