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En torno al misterio de la Tradición Primordial

Ensayo sobre los orígenes de las razas y la cultura. Los hiperbóreos en la cuna de las antiguas civilizaciones

Jorge Camacho Ruiz

 

En torno al misterio de la Tradición Primordial - Ensayo sobre los orígenes de las razas y la cultura. Los hiperbóreos en la cuna de las antiguas civilizaciones - Jorge Camacho Ruiz

712 págs.,
Medidas: 16 x 23 cm.
Encuadernación: Rústica
Editorial Milor.
2014, Argentina
 Precio para Argentina: 520 pesos
 Precio internacional: 26 euros

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La presente obra, nos expone sobre una Tradición Primordial, desde luego misteriosa y enigmática para nuestro tiempo. Durante el desarrollo de la misma, el lector podrá llegar a vislumbrar, acerca de algunos arcanos sucesos, que pudieron ser causas de la aparición de la presente humanidad, con sus razas y cultura. La raza de los hiperbóreos, sería la raza primordial, ¡a raza adánica, de la edad de oro, y su linaje sería el que estuvo misteriosamente vigente en la cuna de las antiguas y más grandes civilizaciones.
Apelando a una hipótesis antitética a la teoría evolucionista de la modernidad, el autor nos propone, la otra, políticamente incorrecta, ocultada o pocas veces difundida, de carácter más bien involucionista y tradicional, ajustándose, mejor con la Concepción: de las Tradiciones clásicas y las Religiones trascendentales. Como bien lo asevera en algún momento de su ensayo, no se trata de caer en un nuevo dogma, como aconteció con el evolucionismo, se trata simple y sencillamente de la contracara, de la otra hipótesis, la del involucionismo, propuesta teorética obviamente, y en absoluto dogmática, pero sumamente importante, a la hora de evaluar los contrastes.
Desde un abordaje mítico, en su sentido clásico, filológico, el autor pretende desentrañar el significado y trascendencia del vocablo “cultura" su gravitación histórica, su implicancia temporal, pasado, presente y futuro. En los últimos capítulos, el autor analiza las tensiones políticas y geopolíticas de nuestro tiempo, nos advierte sobre cuestiones tan urticantes como los acontecimientos que se encuentran en “pleno desarrollo”, y a pesar de haber concluido su obra en el año 2009, es decir que su análisis no llega a la actual pugna entre Rusia y Occidente por los últimos sucesos registrados en Ucrania, aun así, percibe apoyado en otros especialistas, una no muy lejana conflagración entre Occidente y Oriente, al respecto expresa: A nuestro entender esa Neo-Guerra fría, aún no declarada mediáticamente, pudo haber comenzado en el momento en que se han gestado acuerdos y alianzas económico-militares con el eje Rusia-China y con la intervención de Rusia en Georgia, en agosto del 2008, esto no hace más que demostrar, que Rusia ha decidido poner límites a los avances geopolíticos occidentales, lo que hace presagiar un nuevo escenario en donde efectivamente se podría llegara generar un recalentamiento en las tensiones geopolíticas que posibiliten una inesperada salida de guerra caliente; si le sumamos a ello los sectores más ultra en pleno ejercicio en el gobierno en Israel, con claras intenciones de anular militarmente a Irán, nación que le perturba en su proyecto hegemónico en Medio Oriente, más la grave crisis financiera internacional que amenaza con pulverizar la economía globalizada, comenzando por la eurozona, pero cuyo epicentro es precisamente la (por ahora) potencia hegemónica: los Estados Unidos, y si ello implica la agonía final del imperio global-invasor, anarquizando a la sociedad norteamericana, impulsándola a una guerra civil, muchos analistas sostienen audazmente, que la opción de hierro que le quedaría para seguir conservando su poder rector, es una salida para adelante, esto es, en vez de una guerra endógena, una guerra exógena, o sea una potencial nueva guerra mundial. ¿Existe alguna forma de evitar semejante salida?
Finalmente nos propone como resolución a nuestros males, un abordaje Metapolitico (más allá de la política actual, corrupta y decadente), una vía: Metafísica-Aristocrática Tradicional. Para nuestra realidad Austral, una alternativa metageopolítica del tiempo y el espacio

 

ÍNDICE

Dedicatoria

Prefacio

Introducción

La Cultura, su concepto Originario y sus Conceptualizaciones

Advertencia sobre los términos, cosmovisiones y concepciones sobre la cultura

Necesidad de una reformulación geopolítica sobre el espacio-tiempo, para recuperar su esencia con lo ancestral de culto-cultura

Primera Parte

Capitulo I:
Buscando en el Mito y la Historia Como Forma de Desentrañar los Orígenes

Capitulo II:
La Geografía Sagrada: Hiperbórea Continente de los Orígenes

Ubicación Temporal y Espacial de Hiperbórea: su Diáspora

Las Migraciones Hiperbóreas

Capitulo III:
Situación de la Geografía Sacra y el Trastocamiento del Paraíso:
Posición de la Geografía Sacra

El Trastocamiento del Paraíso

Capitulo IV:
La Involución Pos-Adámica

La Colonización Hiperbórea ha la Atlántida y el Nacimiento de la Raza de Nuestro Ciclo

El Castigo Divino, Caída e Involución de las especies

La Magia y el Secreto de los Dioses

El Catolicismo y la Magia

Aspectos Generales de la Magia

Los “Arios” llegan a Eurasia

Metafísica de las Razas

Capitulo V:
Rama y la Milenaria Confrontación Entre las Civilizaciones Solares y Lunares

Capitulo VI:
La Crespular Civilización Lemuriana

Capitulo VII:
La Raza Física y Metafísica

Capitulo VIII:
Raza, Lenguaje, Cultura y Misterio:
La Torre de Babel y el Origen del Lenguaje

La Involución del Lenguaje

Raza y Lenguaje en el Desarrollo de la Cultura

Capitulo IX:
Las Razas Puras ya no Existen, Pero Aún Persiste la Raza del Espíritu:
Las Razas Puras ya no Existen

La Raza del espíritu y el Renacimiento Hiperbóreo

Capitulo X:
Los Maestros Misteriosos y la Transmisión de la Cultura:
Sedentarios y Nómades

La Psique (Alma) y la Physis (Naturaleza) del Hombre Griego

El Animus (Alma) y la Natura (Naturaleza) del Hombre Romano

Creadores y Plagiadores

Los Sabios Misteriosos

El Arte Sacro

Capitulo XI:
Los Dioses Blancos de América ¿Civilizadores Hiperbóreos en América?:
Los Dioses Blancos de Sudamérica

Los Dioses Blancos de Centroamérica

¿La Torre de Babel Reencontrada en el Nuevo Mundo?

El Misterioso origen de las primeras Civilizaciones

Segunda Parte

Capituilo XII:
Los Ciclos Raciales y las Edades

Acerca de Curiosos Descubrimientos y Ciertas Enigmáticas Teorías

Del Antiguo Saber al Moderno no Saber: Educación y Sentido de las Castas

Pragmatismo y Decadencia: De la Edad de los Sabios al Desgobierno de los Mediocres

Capitulo XIII:
Metapolítica del Tiempo, Los Fundamentos Hebraicos del Racismo materialista, Tiranía Global, Capitalismo y Poder, y el individuo Tecnológico

Capitulo XIV:
Cosmovisiones y Conceptualizaciones Sobre la Cultura

Cosmovisiones de la Cultura

Conceptualizaciones Ideológicas Sobre la Cultura

Capitulo XV:
El Ciclo Austral y el Surgimiento de una Nueva Edad Áurea

Textos Seleccionados

Apéndice I: La Atlántida en las Fuentes Antiguas, por Federico Perez Gomez

Apéndice II: Hiperbórea, por Paulo E.F. López

¿Poblaciones primordiales habitaron el polo norte? Por Julios Evola

Apéndice III: Imago Dei, por Sergio Fritz Roa

Apéndice IV El Origen de los indoeuropeos, por Enrique R

Apéndice V: La Herencia Griega Asimilación del Helenismo por el Genio Europeo, por Gonzague de Reynold

Apéndice VI: Tolkien y el Racialismo

Tolkien y el Serranismo

Apéndice VII: El Imperium a la Luz de la Tradición, por Eduard Alcántara

Dos “Antiimperialismos”, Comentario, por Marcos Ghio

Apéndice VIII: Propuesta Educativa, por Valentin Anaquin

Esclavos del Calendario, por Hugo Nevia

Adecuación del Calendario Nacimiento y Desarrollo del Calendario, por H. Nevia

Apéndice IX: La Acción y el Trabajo, por Julios Evola

Apéndice X:  La Cosmovisión de Hans Horbiger, por Drakken

PREFACIO

 

La presente obra, nos expone sobre una Tradición Primordial, desde luego misteriosa y enigmática para nuestro tiempo. Durante el desarrollo de la misma, el lector podrá llegar a vislumbrar, acerca de algunos arcanos sucesos, que pudieron ser causas de la aparición de la presente humanidad, con sus razas y cultura. La raza de los hiperbóreos, sería la raza primordial, la raza adánica, de la edad de oro, y su linaje sería el que estuvo misteriosamente vigente en la cuna de las antiguas y más grandes civilizaciones.

Apelando a una hipótesis antitética a la teoría evolucionista de la modernidad, el autor nos propone, la otra, políticamente incorrecta, ocultada o pocas veces difundida, de carácter más bien involucionista y tradicional, ajustándose, mejor con la Concepción: de las Tradiciones clásicas y las Religiones trascendentales. Como bien lo asevera en algún momento de su ensayo, no se trata de caer en un nuevo dogma, como aconteció con el evolucionismo, se trata simple y sencillamente de la contracara, de la otra hipótesis, la del involucionismo, propuesta teorética obviamente, y en absoluto dogmática, pero sumamente importante, a la hora de evaluar los contrastes.

Pero a semejanza del descenso involutivo a que nos remite dicha Concepción, como es en el caso del sentido cíclico del pensar griego; con sus edades de: oro, plata, bronce, hierro, en esta misma sintonía las razas habrían ingresado en una sucesión de caída abismal, abandonando sus anteriores condiciones divinas o preternaturales, nos parece que ahí, adquiere razón y sentido aquella frase, que alude, ha cuando los dioses vivían en nuestro mundo. De modo que la edad de oro correspondería a la edad en que vivieron los dioses (hyperbóreos), en la edad de plata, los héroes o semidioses, en la de bronce, los titanes o gigantes y en la edad de hierro, la actual humanidad, pero resulta que ahora nos encontraríamos en una nueva caída, en un descenso camino de lo infrahumano. Pero al final de esta edad de hierro, de este kali yuga (edad negra, oscura o sombría) para la tradición hindú, existe un Apokalipsys; el cual nos habla de la Parusía, la Segunda venida en Gloria y Majestad del Cristo, y quien esté a su servicio en este Tiempo, tendrá la ocasión de emprender el ascenso para inaugurar una nueva Edad Dorada. Esa Edad gestaría una Magnifica Civilización Solar, y podría muy bien surgir, luego de una gran catástrofe (¿Guerra Mundial-Cataclismo Cósmico?), desde las regiones australes del mundo. De este modo, la Argentina, las Patrias del Cono Sur, y la Antártida tendrían un designio providencial.

En los últimos capítulos, el autor analiza las tensiones políticas y geopolíticas de nuestro tiempo, nos advierte sobre cuestiones tan urticantes como los acontecimientos que se encuentran en pleno desarrollo, y a pesar de haber concluido su obra en el año 2009, percibe apoyado en otros especialistas, una no muy lejana conflagración entre Occidente y Oriente, al respecto expresa: A nuestro entender esa Neo-Guerra fría, aún no declarada mediáticamente pudo haber comenzado en el momento en que se han gestado acuerdos y alianzas económico-militares con el eje Rusia-China y con la intervención de Rusia en Georgia, en agosto del 2008, esto no hace más que demostrar, que Rusia ha decidido poner límites a los avances geopolíticos occidentales, lo que hace presagiar un nuevo escenario en donde efectivamente se podría llegar a generar un recalentamiento en las tensiones geopolíticas que posibiliten una inesperada salida de guerra caliente; si le sumamos a ello los sectores más ultra en pleno ejercicio en el gobierno en Israel, con claras intenciones de anular militarmente a Irán, nación que le perturba en su proyecto hegemónico en Medio Oriente, más la grave crisis financiera internacional que amenaza con pulverizar la economía globalizada, comenzando por la eurozona, pero cuyo epicentro es precisamente la (por ahora) potencia hegemónica: los Estados Unidos, y si ello implica la agonía final del imperio global-invasor, anarquizando a la sociedad norteamericana, impulsándola a una guerra civil, muchos analistas sostienen audazmente, que la opción de hierro que le quedaría para seguir conservando su poder rector, es una salida para adelante, esto es, en vez de una guerra endógena, una guerra exógena, o sea una potencial nueva guerra mundial. ¿Existe alguna forma de evitar semejante salida?

Finalmente nos propone como resolución a nuestros males, un abordaje Metapolítico (más allá de la política actual, corrupta y decadente), una vía: Metafísica-Aristocrática-Tradicional. Para nuestra realidad Austral, una alternativa metageopolítica del tiempo y el espacio. Y un retomo a un auténtico Catolicismo Tradicional de carácter Gibelino, para permanecer fortificados y vigilantes ante la expectativa esperanzadora de la Parusía.

INTRODUCCIÓN

 

La Tradición y el Misterio de los Orígenes Divino de la Humanidad Primordial y la Cultura

El presente estudio surgió como motivación de la cátedra Cultura y Sociedad, dictada durante el año 2003 en el ámbito del Instituto de Carreras Superiores Conscripto Ricardo Armando Paz (caído durante la guerra de Malvinas en el crucero A.R.A. Gral. Belgrano) de Gral. Enrique Mosconi, cuya dirección ejerce la Prof. Beatriz Rodríguez de Miranda. El interés que despertará nos movilizo en el esfuerzo de reelaborar y ampliar los contenidos referidos especialmente a los temas dedicados a ahondar y desentrañar  - con las limitaciones del caso -  en El Misterio de la Tradición Primordial y los Orígenes de la Humanidad y la Cultura. Proponiendo como hipótesis antitética a la teoría evolucionista de la modernidad, otra de carácter más bien involucionista y tradicional. Sin duda que la densidad del Programa nos obligo a seleccionar lo que consideramos de mayor atracción aunque a veces de difícil comprensión a los ojos de la modernidad. Es esta la intensión que nos llevaría a procurar delinear, lo más didácticamente posible, alguna interpretación que acerque mayores luces en la comprensión del devenir humano en la aparición de las Razas y la Cultura, y como consecuencia el de las Civilizaciones, desde luego nada inventamos, más bien tuvimos la ocurrencia de ocuparnos de la paciente tarea de recopilar y organizar el desarrollo de los investigadores y estudiosos que nos precedieron.

Al respecto afirma José Ortega y Gasset, relacionando la palabra Cultura con agricultura que: “En efecto la agricultura es quien hace posible esa respuesta; es decir, no fue el origen de una civilización, sino que precedió a la civilización. Si tiene sentido distinguir entre sociedad primitiva y vida civilizada o culta, será para reconocer que el origen de la cultura es la agricultura,con lo cual se devuelve a esa palabra su sentido etimológico”. Y nos demuestra que la Cultura tuvo su fundación entre las sociedades sedentarias, tema que desarrollaremos más adelante.
Sería esperanzador para nuestro arduo esfuerzo si lográsemos despertar el entusiasmo necesario que permita interesar a las próximas generaciones en el estudio  - en forma elemental al menos -  por debelar (correr o quitar velos), aunque en penumbras (casi en sombras) por el remoto pasado en donde se ubicaría los orígenes divinos de una superior humanidad. Esto para nada contradice con nuestra Tradición Cristiana, lejos de hacerlo, estaríamos aseverando, lo que nos trasmite el Génesis del estado de plenitud y perfección en el cual se encontraban nuestros primeros padres en el Jardín del Edén o Paraíso (parádeisos, palabra persa transferida a los griegos, cuyo verdadero significado es precisamente “Jardín”, lugar de flores donde además hay árboles frutales). Ortega y Gasset en su op.cit., nos dice que el exacto sentido de la palabra es “vergel” o sea un jardín de flores junto con huerto de frutales.

No obstante queremos hacer nuestro  - si se nos permite -  lo que Álvaro Ramírez Arandigoyen dejara inserto en su introducción de “El Principio de las Cosas”, Ed. Fidelidad, Bs.As. 1985  “…hay una advertencia que queremos formular claramente. Hay cuestiones involucradas en este trabajo que desbordan por completo los marcos históricos y visibles de la Tradición Cristiana que nosotros heredamos a través de la Fe Católica recibida por la Iglesia. Nosotros, por cierto, profesamos íntegramente esa Fe; (…) sería muy incongruente de nuestra parte elaborar una cosmovisión “tradicional” en cuyo nombre renunciáramos a la Tradición que nos pertenece.
“Por ello, para comprender por qué en esta ocasión debemos colocarnos en la perspectiva amplia y universal de la Tradición primordial  - realidad común a la humanidad entera en diferentes niveles (…)  Hay un depósito primordial y único  - de Sabiduría e Inteligencia de las cosas -  que el hombre (el primer hombre) recibió de Dios en su estado paradisíaco. A través de los milenios, sin duda, los contenidos de esa Sabiduría  - con más o menos deformaciones y parcialidades -  se ha trasmitido, generación tras generación a toda condición humana, sustentando la ciencia verdadera y el sentido moral de los pueblos. La afirmación de esta Tradición primordial es lo que justifica la índole de los temas que abordamos en estas páginas.
“No hace falta que insistamos, entre tanto, como el Cristianismo y la misma Fe Católica, en su esencia más profunda, siempre han reconocido su vinculo original con esta Tradición primordial. Baste tan sólo mencionar la identificación del sacerdocio católico ‘secundum ordinem Melquisedec’”.

Es evidente que cuando nos referimos al “misterio” de la tradición primordial, al desarrollar nuestra hipótesis, lo hacemos pensando en un remotísimo pasado, casi legendario, mítico. Precisamente “misterio” procede del griego “mysterion” que implica según su etimología algo cerrado, clausurado, inaccesible, de allí la fascinación investigativa, incisiva, sedientos de beber en las fuentes de lo arcano (“arcanus”, oculto, impenetrable) y de lo sacro. Pero que indudablemente no nos será posible acceder, en nuestra actual condición humana al secreto que Dios (o los dioses) ha guardado celosamente para los mortales sobre las razones primeras y últimas del por qué de todas las cosas.

Desde luego, cuando denominamos Tradición Primordial, nos estamos remontando a un pasado meta-histórico (más allá de la historia) es decir a un tiempo en el cual, las ciencias y las disciplinas actuales, que de alguna manera se han aproximado en sus estudios, no lograron grandes aportes debido a que el tiempo ha borrado casi todas las huellas,  es lo que algunos historiadores han denominado “la historia perdida” o “sin historia”, sólo existen ruinas de algunos testimonios mudos para la ciencia empírica que aún no logra cabalmente descifrar sus significados como ocurre con los megalitos, menhires, cromlechs, dólmenes, o lo más difundido, las pirámides egipcias u otras; pero que por cierto son más recientes y que al parecer todo ello serían los restos  - por no pensar en espejismos -  de un pasado mucho más remoto, pero que nuestra inteligencia lo debela intuitivamente superior civilizatoriamente.

Indudablemente que la debelación de dicho pasado es lo que nos conmueve y motiva, pero también somos plenamente conscientes que nos encontramos frente a las puertas de un gran “misterio”; sabemos hasta ahora que por el camino de la ciencia empírica es estéril, muchas veces desgastante y hasta frustrante. Pero a pesar de todo sabemos que existe una vía de penetración en el misterio que de hecho no resulta accesible a los neófitos; podría resultar hasta gracioso  - para la mentalidad racionalista -  lo que vamos a proponer, pero quienes han penetrado en los primeros lumbrales de lo arcano, saben que la condición es el empleo y el ejercicio de una inteligencia intuitiva (hoy casi descartada en la modernidad) pero además esto se hace posible en una escala de espiritualidad suprema canalizada por la piedad para contactarnos con las realidades sobrenaturales y así poder alcanzar alguna revelación. En la historia existe una pléyade de Místicos, Santos, Mártires y personas excepcionales que lo lograron.

Pero volviendo a nuestro menos pretensioso estudio metahistórico, adelantamos que nuestro tratamiento sobre la Tradición Primordial y los Orígenes de las Razas y la Cultura, nos mantendrá principalmente en el estudio de la tradición primordial común a toda la humanidad, recopilando las tradiciones míticas que fueron transferidas en forma oral (que se sepa, aunque hay quienes insisten, en que además lo habrían hecho de otros modos simbólicos) de generación en generación. Este puzzle de tradiciones (trasmisiones), es lo que permitió que al finalizar el s.XIX y principios del s.XX naciera en Alemania una nueva disciplina que denominaron “mitología comparada”, con el propósito de descubrir, no sin sorpresa, coincidencias en los relatos de diferentes pueblos que curiosamente se encontraban muy distantes los uno de los otros geográficamente. Como ejemplo, recordaremos el más difundido, pero sin dejar de presentársenos como enigmático, esto lo constituyó el tan expandido tema del “diluvio”. Ya que el relato del Noé Bíblico, es frecuente encontrarlo en forma semejante entre los diferentes pueblos dispersos a lo largo y ancho del planeta. Este recuerdo común de que una gran catástrofe diluvial amenazara con inundar el globo, y la consiguiente tragedia de ver peligrar la continuidad de la vida terrestre parecen ser conservado y contado por todas las razas de la Tierra. Ello no sólo lo testifica el Génesis, podemos verificarlo especialmente entre los babilonios, egipcios, persas, en todo el Asia Menor, en Grecia, e Italia, en Siberia, en torno a las costas del Atlántico, el Mediterráneo, el Caspio, en el Golfo Pérsico, la India, Indonesia, China, Australia, África e incluso en el Nuevo Mundo. Se conocen 68 mitos sobre el Diluvio, de los cuales 13 son asiáticos, 4 europeos, 5 africanos, 9 polinesios y 37 americanos. La idea de que sobrevivieron seres elegidos por Dios (o los dioses) en un Arca, barco, montaña o árbol, para dar comienzos a una nueva y purificada civilización esta siempre presente en todas sus tradiciones y leyendas. Esto lo podemos constatar en la cosmogonía asiriocaldea, donde el Noé bíblico es Utmapishtim, rey de Babilonia, en los libros sagrados de la India, Noé se llama Vaivaswata o Satyavrata, entre los griegos es Ogiges y Deucalión, en Caldea, Xixutros o Sisutros, en China es Folki, en el Perú precolombino Bochica, y entre los aztecas y tribus de México Coxcox o Tezpi, entre los guaraníes Tupí, y así… Por ese tiempo se especulo también, que habría desaparecido la misteriosa Atlántida, tragada por las aguas del Atlántico, hacia el 9.000 a C. aproximadamente.

Pero en tiempos más arcaicos habría acontecido la desaparición de un continente “paradisíaco” que los helenos  designaban con el apelativo de “Hiperbórea” y cuyos habitantes seres extraordinarios, dotados de poderes preternaturales, en semejanza con los ángeles (de no ser ellos mismos) o con nuestros progenitores del Edén, antes de que perdieran sus dones, y que la Tradición helénica-aria-indoeuropea, los ha considerado sus dioses, gobernantes de la Edad de Oro, como lo han cantado los poetas griegos, o como también lo recuerda los vedas sobre los antepasados divinos de los hindúes durante el krita yuga, y que aquellos legendarios antepasados fueran en cierta medida cimiente de las civilizaciones solares. Esto lo trataremos luego.
 
Pero tal continente decíamos habría desaparecido en un tiempo situado mucho más allá que el de los tiempos dilúviales. Al parecer no habría sido en forma instantánea, sino en forma crepuscular, es decir que su Luz se habría ido apagando al compás de algunos cataclismos como el de las glaciaciones, expuestos simbólicamente en el recuerdo de algunas tradiciones.

Sin embargo la transmisión del Saber y la Cultura  -aunque en forma reducidísima en comparación con los orígenes divinos de la primera humanidad -  habría continuado en poder de una descendencia hiperbórea, fundacionalmente sedentaria. Pero sus descendientes ahora venidos a menos. A pesar de ello, su linaje, menos involucionado que el resto de la humanidad, la que habría continuado progresivamente mutando en diferentes razas. Éstas encontrábance sumidas en la brutalidad, el salvajismo y el primitivismo bestial; durante las glaciaciones refugiadas en cavernas, o cuando no erráticas, perplejas, dispersas, y siempre huyendo por efecto de tantos cataclismos (los que habrían incidido en sus mutaciones) que sufriera la humanidad toda, castigada en la Tierra, por su rebelión contra Dios (o los dioses).

Antes de proseguir nos detenemos para advertir que de ninguna forma se nos debe confundir. Categóricamente sostenemos que en absoluto nos moviliza ningún desprecio por raza alguna, sin por ello dejar de despreciar a los parásitos infernales que se encuentran en cualquiera de las razas; pero el hecho de que prevaleciera la raza blanca como lo ha constatado la historia frente a las otras, o si se prefiere la fusión de la blanca con otras, como forjadora de civilizaciones, estaría dándonos la pauta que entre los descendientes de los hiperbóreos, de su linaje, aunque ya degradado por ese entonces, aún así, podemos sentarnos a verificar comparativamente con otros linajes y los resultados de sus producciones estarían a la vista y en forma patente, en el acto detectaríamos cuales fueron de todos los linajes, el que mayor aporte brindara a la humanidad y cuando nos referimos a los aportes, no lo hacemos pensando exclusivamente en los aportes materiales, sean estos científicos-tecnológicos, donde la civilización del hombre blanco fue indiscutiblemente ventajosa sino más bien en los valores trascendentales y eternos, valores que no se detienen en lo meramente material y que nosotros hemos considerado como fundamentales del pensamiento y la actividad humana: la Cultura, causa de las civilizaciones. Pero precisamente, y como pretendía Joseph Ludwig Reimer “Es en la cultura que se descubre el fondo originario, la esencia de la raza”.

Para reafirmar nuestro acierto recurrimos a Ortega y Gasset, op.cit., quien para nada puede ser acusado de fobias raciales o algo que se le acerque, éste examinando los estudios de Toynbee, quien sostiene que ha habido, veintiuna civilizaciones, de ellas quince nacen de otras preexistentes, las cuales se encontrarían en una relación de hijas a madres;  - podríamos nosotros en consonancia decir entonces, que la civilización es hija de la Cultura. - Ahora,  “esas quince civilizaciones filiales (según Toynbee) nos transfiere a seis originales, sin precedentes, que no nacen de otras (sic), sino de si mismas. Son la egipcia, la sumeria que es la primera civilización mesopotámica, la egea, la sínica o china primitiva; la de los mayas, en Guatemala y Yucatán, en Centroamérica y la andina de los incas, en Sudamérica”. Pero Toynbee, “se niega a derivar estas civilizaciones originarias de las sociedades primitivas” (…) “Al cortarle Toynbee, la comunicación con las sociedades primitivas, renuncia a explicar el origen de las civilizaciones primerizas  - la egipcia y la sumeria…”
Posteriormente nos informa Ortega que, Toynbee, luego de eludir el posible nexo de la raza con la génesis de la civilización, achacándole esta idea  - pero mala para él -  al racismo, afirma que la raza no tiene importancia alguna en la formación de las civilizaciones. Para denostarlo presenta una tabla de un lado aparecen las veintiuna civilizaciones mencionadas, añadiendo algunas más por ser derivaciones secundarias de aquellas. Y, del otro lado, las razas cromáticas o sea por el color de su piel…

Refutándolo Ortega expresa: “El total de civilizaciones que resulta es de treinta y cuatro; de ellas veinticinco proceden de la raza blanca, y sólo nueve de otras coloraciones; cifra nueve, de la que aún hay que restar  - por ser demasiado próximas para ser contadas aparte y por ser expansiones de otra civilización anterior -  (…)
Quedan pues, reducidas a siete. Lo natural sería que esta enorme diferencia numérica de siete a veinticinco a favor de la raza blanca inmutase un poco a este hombre del “método empírico”, pero no hay tal, ni repara en ello. En cambio (…) más adelante nos presenta otra tabla, porque le interesa mostrar cómo en la formación de casi todas las civilizaciones han influido varias razas y ahora no se refiere sólo a su carácter cromático, o sea, por el color de su piel, sino a las que hoy distinguen los antropólogos como la nórdica, alpina, mediterránea, etc. (o sea la blanca, la que consideraríamos de linaje hiperbóreo, N.A.). De esta tabla  - leo sus palabras -  que “dos civilizaciones han sido creadas por la contribución de tres razas diferentes, nueve por contribución de dos diferentes razas y diez por el esfuerzo exclusivo de una sola raza”; por tanto, “mas de la mitad creadas por una mezcla de razas”.
Por ciertas someras disquisiciones que ejecuta (…) esas diez civilizaciones nacidas de una sola raza quedan reducidas a un vago número menor y entonces triunfalmente dice: “el número de civilizaciones creadas por el esfuerzo exclusivo de una sola raza resulta, pues, en todo caso tan relativamente mínimo que esos casos representan excepciones a una ley prevalente  - una ley para los efectos de que la génesis de las civilizaciones requiere contribuciones de más de una raza”.
¿Qué les parece como síntoma de la contextura mental de un pensador? (…) Ahora bien, yo creo que intervenir varias razas en la formación de una civilización, en una forma o como otra, cualquiera de intervenir el principio de raza, es la génesis de toda civilización. Otra cosa sería como afirmar que en el cocktail no interviene un alcohol porque intervienen varios alcoholes”. (Cf. Ortega y Gasset, op.cit.).

Al recorrer nuestro trabajo el lector podrá advertir que no tratamos de inferir que las civilizaciones que se forjaron durante los períodos históricos  - e incluso meta-histórico, eludiendo desde luego la primordial de oro, -  fueron fundaciones de razas exclusivamente puras, sabemos perfectamente que las mismas de haber existido antes, seguramente, no pertenecieron a las edades involutivas. A lo que sí arribamos en nuestro estudio es que pudo existir una raza adámica, dotada de poderes preternaturales y que por alguna razón misteriosa  - que el Génesis, nos lo ha trasmitido como el pecado de nuestros primeros padres - ha desaparecido, existe diversas especulaciones acerca de las razones y modos en que lo hizo. Autores como Guénon y Evola, fueron pioneros en intentar desentrañar el “misterio”. Es probable que como consecuencia de una o varias catástrofes, esa raza primordial, haya mutado en varias, pero en diferentes períodos y regiones del globo; y que luego se hayan fusionado entre si con nuevas características. Viéndose obligados a permanecer refugiados por largos períodos en cavernas o lugares increíbles. Pero lo que resulta evidente es la extinción de su primordial perfección y de una curiosa involución; esto se puede ver reflejado en las ruinas de antiquísimas civilizaciones misteriosas que la ciencia y la tecnología actual no logra plenamente descifrarlas.

Pero lo que se destaca de acuerdo a la recopilación de muchas tradiciones, es una remanente referencia  - de diferentes razas o pueblos situados geográficamente en diferentes espacios del planeta -  a la raza de los hiperbóreos, seres excepcionales considerados divinos e inmortales, ubicados en las regiones polares de la tierra, donde gozaban de un clima primaveral y paradisíaco. Hasta que un trágico día se inicio su congelamiento forzándolos a la dispersión hacia diferentes regiones más benignas, el recorrido que realizaron es el tema que trataremos en el desarrollo de estas páginas. Al parecer, a medida que fueron avanzando en su largo peregrinar se fueron fusionando con otras razas pero en los lugares donde su linaje prevaleció fundaron la Cultura, germinando posteriormente las más altas Civilizaciones, alguna de las cuales la naturaleza a querido en parte resguardarlas para los tiempos históricos y el regocijo de nuestras más lucidas generaciones.

Para ir concluyendo, queremos destacar que en nuestro largo y arduo recontó meta-histórico e histórico que nos disponemos a transitar, descubriremos entre los hiperbóreos y sus descendientes, especialmente griegos y romanos a los forjadores de lo que ellos mismos designaron con la palabra Paideia y Cultura.

 

La Cultura, su Concepto Originario y sus Conceptualizaciones

 

Dada la dificultad que a veces se suele presentar para la comprensión del término Cultura, es previamente importante esclarecerlo. En una primera instancia analizaremos el origen filológico del término, es decir, el significado etimológico del vocablo “cultura” en su sentido originario, o sea en el idioma originante; esto es la conformación del término latino “colo” (cultivar), curiosamente tiene el mismo “sufijo” que la palabra “natura”, por su terminación “ura” denota un hacerse, un crearse, se conecta de este modo con “naturaleza” (Cf. Carlos A. Disandro: Las Fuentes de la Cultura, Ed. Struhart & Cia. Bs.As. 1986). Ello implica una relación de la actividad del hombre con la tierra, mediante su acción modificadora de la naturaleza, esto es el ejercicio propio de la agricultura (“agri-cultura”, cultivo del campo),por ejemplo, cuando el agricultor con su esfuerzo obtiene del suelo su fruto o cuando a la madera se la transforma en un mueble o vivienda, etc., o la piedra es modificada en una escultura, o en algún instrumento. Pero la palabra “cultura” es un concepto que encierra una configuración compuesta amalgamándose “cultivar” con “culto” (lo establecido), esto es lo incambiable, inmutable porque se supone derivado de un vinculo divino, de una pedagogía divina que ha llevado al hombre a configurar ese “culto” no como una imposición sino como un don de inspiración de la divinidad en el alma, y esto se evidencia cuando crea la ciencia (del griego sciens: Saber; del latín scientia: Conocimiento) de saberes como: Filosofía, educación, teología, liturgia, física, metafísica, matemática, química, alquimia, arquitectura, pintura, música, poesía, etc.
Estas creaciones del hombre, junto al dominio que ejercía sobre la naturaleza, desde la aurora de la humanidad, lo conducían a rendir “culto” por “lo establecido”, no intentará alterar el orden establecido por el “Creador” (o los “Dioses”) y por ello acatará su dirección,  comenzando a ser fiel al rito (ritmo) del orden establecido en la naturaleza de las cosas visibles e invisibles; así que “Cultura” que proviene de “cultivar”, la actividad más antigua realizada por las comunidades sedentarias, donde se observa las potencialidades y capacidades para la obtención del producto de la tierra, entroncará al mismo tiempo con “Culto” implicando una relación de sacralidad con la tierra, puesto que la “Divinidad” creadora de la naturaleza le otorga un lugar a una comunidad para que se proyecten a lo largo de las sucesivas generaciones. Y, aquella en reconocimiento a lo “Divino” rendía “culto” por los bienes obtenidos y por la fecundidad y trascendencia de la vida. Así es que “Cultura”, evoca una entrañable vinculación con la dimensión: Cósmico-Humano-Divino.  Con toda razón Disandro en su op.cit. observa: “A su vez la palabra “cultura”, y su noción de proceso, de un hacerse o de una creación, arranca del sentido primario y elemental de la semilla que cae en la tierra; aquí se alían la semilla que cae y el trabajo del hombre, “agricultor”. Por ello la “cultura” es distinta de la “natura”; en la “natura” cae también la semilla del árbol a la tierra, y da nuevas plantas; pero éstas, que nacen por un proceso de “natura”, no son “cultura” o “agricultura”. Para que exista la “cultura” se requiere la labor del hombre, que orienta las fuerzas creadoras de la tierra y establece una nueva dimensión, que la “natura” por sí sola no tiene.  En la palabra “culto”, tal como la entienden los antiguos, son los dioses los que han establecido esa especie de siembra originaria, que incluyen una realidad interior que pasa de allí al hombre. En la palabra “cultura” destacamos un proceso con una ineludible participación del hombre; “cultura” es etimológicamente una humanización de la tierra, mediante el trabajo, que es en consecuencia la primera “cultura””.

El “Arte” que es la expresión más sensible y cabal de la “Cultura” se manifiesta siempre acorde a la expresión del alma de una “comunidad” o una “nación” (de nasce, nacimiento; origen de una comunidad con características identitarias). Veremos a continuación porque el “arte” tendrá para los griegos mayor preponderancia en su idea de “cultura”.

En este sentido podemos indicar que el término “Paideia” (cultura) en la lengua griega define con mayor exactitud, esa vinculación de lo divino como elemento inspirador del espíritu para las creaciones artísticas, y para el pensamiento contemplativo, con justa razón la define Jaeger, en su monumental obra “Paideia: los ideales de la cultura griega”, Fondo de Cultura Económica, México 1978, “como el camino hacia Dios”. Y en su introducción de dicha obra explica: “Al emplear un término griego para expresar una cosa griega quiero dar a entender que esta cosa se contempla, no con los ojos del hombre moderno, sino con los del hombre griego. Es imposible rehuir el empleo de expresiones modernas tales como civilización, cultura, tradición, literatura o educación. Pero ninguna de ellas coincide  realmente con lo que  los  griegos entendían por paideia. Cada uno de estos términos se reduce a expresar un aspecto de aquel concepto general, y para abarcar el campo de conjunto del concepto griego sería necesario emplearlos todos a la vez” y más adelante; “Hoy estamos acostumbrados a usar la palabra cultura, no en el sentido de un ideal inherente a la humanidad heredera de Grecia, sino en una acepción mucho más trivial que la extiende a todos los pueblos de la tierra, incluso los primitivos. Así, entendemos por cultura la totalidad de manifestaciones y formas de vida que caracterizan un pueblo. La palabra se ha convertido en un simple concepto antropológico descriptivo. No significa ya un alto concepto de valor, un ideal consiente…”

Es por ello que en la noción griega se acentúa el acto creativo; en cambio en la noción latina de “Cultura” se acentúa el proceso. En la palabra griega está el carácter intemporal del acto creativo del espíritu, precisamente, “Paideia”, deriva de  “país”, que es “niño”, “adolescente”, “joven” (porque presentan una cierta conciencia de intemporalidad), término de donde derivan “pedagogía” y otros; ocurre que el griego, interpreta la existencia y la vida del espíritu como un eterno presente, la actividad creadora, como una presencia de lo divino en el tiempo. “Por ello el griego produce en sus obras una impresión de i n  t e m p o r a l i d a d (…) Por eso “paideia” quiere decir un acto creador con características de eternidad, como si no estuviera sometido a las contingencias del tiempo. Es un acto creador que descubre la “realidad” de la presencia divina en el tiempo y que la manifiesta” (Cf. Disandro, op.cit.).

Por esta razón se considera como creadores de la “Cultura” a los helenos (griegos) y a los romanos (latinos). Sin embargo “Cultura” es en realidad, según el significado de proceso creador algo específicamente helénico, aunque para expresarlo, según nuestra conciencia moderna, debamos usar un término latino, al fin de cuenta, “es el único vocablo latino que ha triunfado sobre otros de origen griego, porque el latino ha descubierto la raíz de la cultura”, en su relación cósmico-humano-divino, y porque evoca una significación más general.

Pero sin caer en el racionalismo abstracto de la modernidad, ya que ha cortado el nexo entre “espíritu” y “cultura” (paideia y cultura), entre “culto” y “cultura”: “Este significado profundamente religioso de la iniciación cultural, adquiere en Grecia un sentido pleno, porque Grecia descifra ante todo los siglos, el secreto de la sabiduría. Para aquella estirpe de Filósofos, Oradores, y Poetas –estirpe de la que procedemos en legítima herencia  - ser sabio consistía en asomarse al mundo de las esencias por encima de las contingencias terrenales. El hombre culto era el mousikos aner, esto es, el salvado y santificado por las musas; firme en la certeza y en la esperanza de que algún día, reposaría para siempre en los Campos Elíseos junto a las almas de los grandes.” (Cf. Caponnetto, Antonio: Pedagogía y Educación, Ed. Ensayos Doctrinarios, Bs.As. 1981).
A manera de conclusión y en una lógica y simple acepción primera, podríamos definir que Cultura es la expresión de las realizaciones o creaciones que el hombre inspirado, respetuoso del orden de las cosas de la creación emprende a lo largo de la historia.

 

Advertencia Sobre los Términos, Cosmovisiones y Concepciones Sobre la Cultura;  y Sobre la Visión Lineal y Cíclica de la Historia

 

Hemos analizado la conformación del término “Cultura”, desarrollaremos ahora, con el propósito de distinguirlo del concepto originario,  de  lo  que  sé  pensó  posteriormente, sobre la idea de cultura en diferentes edades o momentos históricos; y lo que sobre esa idea sostendrá las diferentes corrientes de pensamiento, tema que retomaremos en nuestro penúltimo capítulo. Cabe recordar que el concepto está en la mente de quien entiende la naturaleza real del vocablo, de allí es que quien o quienes han dado origen al término  - sea Griego o Romano -  tengan una percepción más aguda del concepto. No obstante conceptualizar implica concebir, sobre la naturaleza de las cosas, una idea, si el concepto es simple, por ejemplo cultivo, o si es complejo, ejemplo: cultivo de campo.

Lógicamente concepto es un contenido mental en el que captamos una naturaleza. Elconcepto es lo entendido por la mente, en cuanto está en la mente, de tal forma que el concepto puede variar si cambian las mentalidades, pero ello no significa en modo alguno que el término originario haya cambiado. De allí la predisposición de los ideologísmos en subvertir y en inventar nuevas terminologías. Indagar esto nos compromete a introducirnos en el terreno de la esencia del concepto, el “concepto” es lo que entendemos, la “esencia” es real, independientemente de que nosotros lo entendamos o no. Los “conceptos” no se identifican con la esencia, pero sí los significan. En cuanto al ser del concepto esto es bastante obvio, pues el concepto está en la mente, mientras que la esencia está en las cosas.

Consideramos de vital importancia aclarar que cuando hagamos referencia a la idea que se tenga de la “cultura” en las diferentes edades o momentos históricos optamos por el término cosmovisión (visión del mundo) porque precisamente tal categoría enuncia, la visión general que tuvo la “sociedad”, generalmente en su conjunto sobre la idea de “cultura” en los diferentes períodos o edades históricas (antigua, medieval, moderna, contemporánea), la división en edades en la realidad de los hechos indudablemente que no es estricta, aquí sólo adquiere una importancia didáctica. 
Por ello, cuando nos refiramos sobre la idea de “cultura” que sostuvieron las diferentes corrientes de pensamiento, especialmente surgidas con el racionalismo en la edad moderna, pero que se expresaron hegemónicas en la contemporaneidad; empleamos la palabra conceptualizaciones porque evoca una pluralidad de concepciones, o como modernamente ahora se expresa, miradas, posicionamientos, paradigmas, puntos de vistas, perspectivas, etc.; sean estas definidas desde las variantes filosóficas, antropológicas, sociológicas, o hasta tecnológicas,  - esto lo desarrollaremos en el capítulo XIV especialmente respecto a la antropología y la sociología  -  pero esto no hace más que demostrar la fragmentación en la que a caído el conocimiento moderno, como consecuencia de ideologizar (subjetivizar) el pensamiento, iniciado con el racionalismo filosófico. 

Finalmente también queremos advertir al menos brevemente sobre lo que la filosofía de la historia apunta como tendencias existenciales, acerca del sentido cíclico que seguramente el lector tendrá la sensación de advertir, al avanzar en la lectura del presente ensayo. Si bien es cierto que el mismo pretende una visión antitética con el sentido lineal evolucionista del progreso irreversible que pretende la modernidad; no por ello implica que adherimos absolutamente a la visión circular y repetitiva indefinidamente, o cíclica clásica como lo vislumbrara el fatalismo pagano, ni tampoco como lo pretende el fatalismo herético judeo-cristiano y secularizado. Lo que se trata es de una cosmovisión filosófica superadora de tales fatalismos, teniendo como principio el sentido trascendente de libertad y eternidad divina, para lo cual fue creado el hombre. Al respecto Acudimos a Marcos Ghio, quien lo ha resumido en forma magistral: En la Era del Paria, Ed. Heracles, Bs. As. 2007. “Es más, sea en tal postura cíclica como en la lineal, existe un trasfondo común que las informa cual es su creencia en una cierta fatalidad recurrente a lo largo de la totalidad del devenir histórico. Así pues, sea en el judeo-cristianismo, como aun en  manifestaciones paganas como la del mismo Hesíodo que lo precedieron, está presente la misma idea de que los acontecimientos históricos, análogamente a lo que sucede en el mundo natural, obedece a un encadenamiento necesario de causas y efectos que en el fondo hace nula la libertad humana. Del mismo modo que el hombre no puede zafarse de la ley de hierro de los ciclos históricos, así también la gracia de Dios nos impone en modo necesario y determinado su “final feliz”. Es que en última instancia más que hallarnos con concepciones distintas de la Historia, la lineal y la circular, se trataría más bien de dos tendencias existenciales diferentes, más aun, de dos naturalezas antagónicas.
Sin embargo es de resaltar que Evola, aun con las limitaciones antes apuntadas, acepta la visión circular de la Historia y, por consecuencia, que el tiempo actual es decadente y secuencia de anteriores etapas involutivas que lo precedieron, pero tan sólo en cuanto considera que no existe la fatalidad, sino que el devenir histórico es fruto de la libertad humana y que los ciclos no se repiten de manera necesaria. (…).
Cabría al respecto preguntarse: ¿Por qué si existe la libertad, Evola adhiere a una concepción cíclica de la Historia? Para nuestro autor vale la idea de que nos hallamos en un tiempo cíclico o circular. Es verdad que las edades se repiten, que la historia, en tanto irrupción del devenir ilimitado acontece de manera rítmica y reiterativa. Que a la conclusión de una edad áurea le sobreviene de manera necesaria tres edades sucesivas, obedeciendo esto al fenómeno de la decadencia por el cual se va rompiendo paulatinamente y en forma cada vez más acelerada el equilibrio entre las formalidades del hombre que componen el contexto social. Pero hay aquí una diferencia esencial con la concepción cíclica que habitualmente se conoce. Ni el ciclo acontece de manera necesaria a la humanidad, ni tampoco a la conclusión del mismo sobreviene uno nuevo. Estamos inmersos en una edad cíclica, es verdad, pero ello no es una situación natural de la humanidad. El devenir histórico mismo, con sus reiteraciones permanentes, no representa una situación normal para el hombre, sino la eternidad que se expresa como la perpetuidad ilimitada de un período de equilibrio entre las partes del todo social. 
Así pues, a similitud del mito cristiano del Paraíso adámico y de diversas sagas pertenecientes a las grandes religiones, Evola considera que el estado habitual del hombre representado por sus remotos antepasados era el de la inmortalidad en el que no se conocía lo que hoy llamamos Historia, comprendida como un proceso ilimitado de cambios sucesivos, sean éstos comprendidos en forma lineal o circular. Y ésta ha sobrevivido como el producto de una caída, de un estado de decadencia intrínseco a la misma humanidad. Es decir que la ciclicidad del tiempo no ha sido el producto de una situación necesaria, sino de un acto voluntario por el cual el hombre se ha apartado de un estado primordial o edad áurea o Paraíso terrenal, etc.
¿Y por qué la ciclicidad se ajustaría mejor que la linealidad al curso de los hechos históricos? Justamente porque, al producirse la caída del hombre, el tiempo, como una de las varias manifestaciones de su ser en decadencia, va asumiendo cada vez más, a medida que transcurre, la forma más cercana a la materia cual es la reiteración homogénea de los hechos. Así pues, de la misma manera de lo que sucede en la naturaleza física:
1) los hechos quedan encadenados en un ciclo repetitivo: las edades se suceden en modo necesario.
2) A su vez, a medida que se ahonda la materialización del tiempo, se acentuará la asimilación del acontecer humano con el fenómeno físico de la aceleración. Así como de acuerdo a la Física la caída de un cuerpo acrecienta su movimiento a medida que se acerca al centro de la Tierra, de la misma manera un ciclo, al aproximarse a su faz Terminal, aumenta ilimitadamente el movimiento de la caída. Y estamos entonces en la Edad de Hierro.
3) Los períodos pueden ser previstos con antelación, así como acontece con los fenómenos propios de las ciencias fácticas. Aunque es bueno señalar que tales previsiones no pueden tener la exactitud de estas disciplinas pues nunca la materialización del tiempo es absoluta y siempre queda un resquicio aun remoto de espiritualidad, aun en las eras más decadentes, que hace que las etapas puedan prolongarse o acortarse.
Por otra parte el tiempo puede llegar a enloquecer, los acontecimientos sucederse de manera vertiginosa y sin embargo ello no significa la conclusión del ciclo. Vale aquí entonces lo expuesto por nosotros en otro artículo: “cuando el final parece más cercano, mayores profundidades adquiere el abismo de la caída”… “la decadencia puede prolongarse en el tiempo, como un proceso de muerte infinita, como una caída abismal en la que se hiciese cada vez más indeterminado el saber en qué momento acontecerá la detención” (Ver: Ciudad de los Césares, Nº 24, Santiago, 1992). Por ello es que la conclusión del ciclo, así como el inicio dependerá única y exclusivamente de la libertad humana”. El resaltado es nuestro.

 

Necesidad de una Reformulación Geopolítica Sobre el Espacio-Tiempo, para Recuperar su Esencia con lo Ancestral de Culto-Cultura:

 

Hemos observado que entre otro de los atributos del vocablo “cultura”, está al unísono relacionado con “culto” que nos transporta a un mundo de veneración por su “Creador” y su “Creación”, esto es por lo establecido, o sea respetuosidad y fiel adhesión al ritmo establecido en el “Orden” de las cosas.  Pero  resulta  que  la  modernidad una vez más a subvertido ese “Orden”, quitándole su ancestral esencia, debido al racionalismo abstracto y a un apetito de lucro desenfrenado, esto ha provocado el desapego por lo natural y una fascinación hipnótica por lo artificial, acelerando el agotamiento de los recursos no renovables con las consiguientes catástrofes ecológicas y el obvio desequilibrio cósmico y humano.
Abordaremos sucintamente la problemática en el capítulo XIII del presente ensayo cuando desarrollemos sobre: La Metapolítica del Tiempo: Los Fundamentos Hebraicos del Racismo Materialista, Capitalismo y Poder, y el Individuo Tecnológico, como formas de los tiempos finales de decadencia del kaliyuga. Y en el Capitulo XV, esbozaremos, las posibilidades del surgimiento de un Ciclo Austral, proponiendo además la necesidad de un replanteo “metageopolítico”, frente a la urgencia de ordenarnos con un propio Calendario Austral.
Empleamos la palabra meta-geo-política (más allá de la política de la tierra), entendiendo a la geopolítica, como un espacio geográfico donde se resuelve una política estratégica de defensa o dominio de dicho espacio, frente a otros diseños de defensa o anexión del mismo. Pero al aplicarle el prefijo “meta”, estamos indicando que nuestros intereses no concluyen en la conquista del poder material, sino que están más allá de lo estrictamente físico, requieren de una confrontación con lo contra-metafísico, con lo contra-iniciático, para lograr finalmente el avance de nuestros valores Tradicionales , que hoy se encuentran recluidos, ante el dominio que ahora ejercen los “disvalores” de la modernidad, llegando al extremo de colocar en riesgo la continuidad de la vida misma.
Ante ese futuro tenebroso que nos depara, la alternativa vital es un retorno a las fuentes del “Saber”, de la “Cultura”, de nuestras raíces que evite alterar el “Orden” de las cosas. Es aquí cuando ingresamos en la valoración del “Tiempo”. El “Tiempo” no es evaluable en peso y cantidad, no pertenece al reino de la cantidad, sí al de la calidad, es por ello que está íntimamente relacionado con el devenir de las potencialidades del espíritu humano, es así que adquiere arquetipicidad el nacimiento de “el Hombre Nuevo” que pretendiera Codreanu en sintonía con San Pablo, porque es la única forma de gestar una auténtica Rebelión contra la civilización de la modernidad. Un hombre que esté totalmente descarnado de las contingencias de la materialidad, un nuevo ser fundado para alcanzar un plano Superior de existencia.

Pero nos encontramos en momentos definitivos, “Ahora, sólo un Dios puede salvarnos” ésta fue una de las máximas heideggerianas y supuso que “Para cambiar el modo de pensar es necesario la ayuda de la tradición europea, y de su reapropiación. El pensamiento viene modificado sólo por aquel pensamiento que tiene el mismo origen y el mismo destino”. Esto nos lleva renuentemente a las fuentes de nuestra ancestral “cultura” grecorromana, en la raíz de esa savia podremos prepararnos para los tiempos “novísimos” y derrotar al modernismo que nos precipita en un abismo sin fin, hasta la hora que nos dispongamos a cambiar el rumbo. Tal modernismo se nos presenta visiblemente en el dominio judeoanglosajo. En este sentido Heidegger en 1942 nos advierte “Hoy sabemos que el mundo anglosajón del americanismo está decidido a aniquilar a Europa, es decir, a la Patria y al inicio de lo que es occidental. Aquello que es inicial es indestructible” Como buen observador de las tensiones desencadenadas por el dominio de la Técnica, entre ambos mundos materialistas, el capitalismo y el marxismo, en 1930 Heidegger en su: Introducción a la Metafísica, escribe “su ilimitado materialismo y su invasión demoníaca (en el sentido de destrucción maléfica) que ataca todo valor, toda espiritualidad, destruyéndola y haciéndola pasar por mentira”. Y ya en 1960 su crítica al americanismo no se enclaustra en el entorno europeo, percibiendo la ejecución global-invasora, expresa: “Si hoy los pueblos subdesarrollados, de los cuales tanto se habla, deben recibir en donación las prestaciones, los sucesos y los útiles de la Técnica moderna, esta demanda, me temo, vendrá acompañada de la destrucción de todo lo que le es propio y connatural, el reemplazo de todo lo que les es natural por aquello que les es extraño y foráneo”. Frente a ello que alternativas desarrollaremos.

El término “metapolítico” ya fue tratado por otros autores , desde esta disyuntiva consideramos imprescindible encarar algunos lineamientos iniciales, pero básicamente elementales sobre la “meta-geo-política del tiempo” que resulta de fundamental importancia, principalmente para los pueblos ubicados en el Hemisferio Sur, ya que   - ante la posibilidad de desencadenarse una guerra total (nuclear, química, bacteriológica, electrónica) afectando fundamentalmente a la región septentrional,  -   podrían estar destinados los pueblos australes a gestar el nacimiento de una Nueva Civilización (ésta también podría gestarse al término de una catástrofe climática), pero los pueblos australes frecuentemente sufren desordenes debido a que han adoptado o se les ha impuesto el calendario del H. Norte,cumpliéndose así una de las reflexiones spenglerianas “Para realizar planes de dominio, el pensamiento fáustico aprovecha poblaciones enteras, desvía leyes naturales…” Entonces un calendario totalmente desajustado para el H.S. con lo que acontece en los períodos de las estaciones (otoño, invierno, primavera, verano) del H. Septentrional, como ocurre por ejemplo con la Navidad nórdica-invernal, mientras que en el H. Meridional la misma se presenta en verano, esto suscita vivencias incoherentes en las naciones del H. Sur, las que se encuentran gravemente disociadas respecto al calendario del H. Norte que sin duda se ajusta a una adecuada orientación estacional-temporal, del espacio boreal, pero no del austral. Nuestra intención pretende sencillamente llamar la atención sobre la necesidad de comenzar por sincronizar la vida social a la naturaleza, para alcanzar una autentica independencia temporal del calendario del H. Norte, adecuándonos a nuestra propia realidad Austral, que como el lector podrá apreciar al recorrer las páginas finales, no es poca cosa.

Se verían definitivamente colmado nuestros desvelos si la lectura del presente trabajo sirviese como motivación para la fundación de una Escuela de “metageopolítica” que tenga como propósito en sintonía con próceres como Belgrano, encolumnado en órdenes secretas, que ante la eminencia de los tiempos de definiciones “esjatológicas” supieron prepararnos con sus ideas y testimonios, mediante la primera guerra de la Independencia. Sirva ese antecedente ejemplar, para la actual segunda guerra por la Independencia que libramos (por ahora metafísica) los que no claudicamos en Malvinas, hasta la definitiva Independencia y el nacimiento de la Nueva Patria del Ciclo Austral. Esa Escuela podría referenciar la célula de gestación de la cual emanaría quien o quienes tendrían la responsabilidad de dar un golpe de timón para emerger del deslizamiento hacia un abismo cada vez más sombrío al cual nos dirigimos. Para superarlo, apelamos entonces, con nuestra convicción y voluntad a dicha Escuela de formación. Como lo anunciará Heidegger en su: Seminario de Zollikon, para una rebelión “contra la irresistible potencia de la Técnica”, confiándolo en “células de resistencia que, sin espectacularidad, retengan la meditación y preparen la inversión a la cual “se” llegará un día, cuando la desolación universal devenga insostenible”. En tal caso es fundamental que los nacionales reconozcamos nuestras limitaciones actuales para el acceso en la toma del poder y desde esta circunstancia intentemos por ahora lo que el geopolítico nacionalista ruso Duguin, expresara: “Nosotros no combatimos para llegar al poder, sino para influir sobre el poder”   Como lo comenta el citado suplemento Resistencia: “el movimiento de Duguin, no trata de llegar al poder a través del proceso democrático, sino que pretende ejercer influencia sobre los dirigentes rusos, políticos, y militares, al estilo de los “think tank” en EEUU, y para ello dirige una escuela de pensamiento, lo cual parece funcionar bien…”
En definitiva nuestros anhelos no deberían verse limitados a los “think tank” (tanques de pensamientos) sino a la urgencia de fundar células, en nuestros sueños Órdenes místico-guerreras que se dispongan de cara a los “tiempos novísimos” forjar la parición del “Hombre Nuevo” para el próximo amanecer de una Nueva Edad Áurea.
                                                                                

                                                                                         Prof. Jorge E. Camacho Ruiz 


  La Raza y la Civilización, curso que el autor citado dictara en 1948 en el Instituto de Humanidades fundado por él, en España.

  “…corresponde naturalmente al entorno misterioso en el que estaba inmersa la ciencia antigua en general, según dicha concepción los velos que cubren las cosas son invisibles y existen para unos y no para otros, pues hay quienes ven las mismas cosas pero no las pueden penetrar de igual modo. (…) éste es el verdadero sentido de lo “esotérico” (Cf. Álvaro Ramírez Arandigoyen: El Misterio del Ajedrez, Ed. Fidelidad Bs.As. 1995).

  Los latinistas identifican la idea de “vislumbre” con la noción de “dubia lux” (luz dudosa) y de “cognitio incerta” (cognición incierta). En cuanto al ámbito de la “penumbra”  - también del latín “pen” (casi) y “umbra” (sombra) -  constituye un estadio inmediatamente anterior y limítrofe al de la oscuridad (Cf. Valbuena, Español-latino, Paris 1923. Tomado de A. Ramírez: El Misterio, op.cit.).

 

  “La palabra griega citada llega en este caso al castellano a través del latín “Mysterium” o Mysteria”; el significado básico es el de algo sagrado y secreto. Pues para los antiguos había cierta correspondencia esencial entre lo sagrado y lo secreto, desconocido u oculto. De igual raíz es el termino “mystikós” cuyo sentido original sería el de conectado a los misterios. (Cf. “A Greek-English Lexicon”, by Leddelland Seott, Oxford University, 1978) y no solamente relacionado con la elevación espiritual del individuo”. (Cf. A. Ramírez: El Misterio, op.cit.).

 

  “Recordemos que la palabra “inteligencia”  - del latín “intus” (dentro) y “legere” (leer) -  significa literalmente una lectura interior de las cosas, o sea, ver dentro de las cosas, en lo profundo de ellas. (…).
Santo Tomás de Aquino exponía (…) “Los ángeles que poseen, según el modo de su naturaleza, un conocimiento perfecto de la verdad inteligible, no tienen necesidad de proceder de un objeto a otro sino que, como dice Dionisio, aprehenden la verdad de las cosas simplemente y sin discurso. Los hombres, empero, arriban al conocimiento de la verdad inteligible, como el mismo dice, procediendo de un objeto a otro y por eso son llamados racionales (Cf. “Summa Theologiae” 1-q.79 – art. 8. Expuesto por A. Ramírez, op.cit.). 

  “La idea de que el hombre puede acceder  - aunque sea excepcionalmente -  a un modo de conocimiento superior al de la razón es admitida a veces incluso por los mismos escolásticos que en esto, como es lógico, no son unívocos dado que representan el tránsito histórico hacia el racionalismo pero no están todavía íntegramente inmersos en él. Así mientras Santos Tomás de Aquino afirmaba todavía que el intelecto es una “lumen supranaturale hominí” (luz supranatural del hombre), en cambio, tiempo después, los exponentes de la escolástica tardía acuñaban aquel postulado de que “nihil est in intellectu quod primum non fuerit in sensu”  (nada hay en el intelecto que primero no haya estado en el sentido) con el cual el mundo del pensamiento ingresa de lleno en los pródromos del materialismo moderno. En cuanto a la identificación del hombre como un intermedio entre dos mundos, (pontífice, puente, NA) en realidad, es muy antigua: nace de las estribaciones de la metafísica oriental y es recogida por la Tradición Cristiana a través de los Padres griegos como uno de los fundamentos ontológicos de la encarnación del Verbo  - en griego -  de Dios” (Cf. San Juan Damasceno; Migne P.G 96,661-680. Expuesto por A. Ramírez, op.ci.).

 

  La Doctrina Católica, nos informa que entre los Dones Preternaturales añadidos a la naturaleza humana, lo perfeccionaba, con una felicidad más plena para el hombre, los cuales se encontraban por fuera de lo que le es debido, es la razón por lo que así se llama.
Ellos son:
1º) Integridad: Es la docilidad de todas las tendencias e instintos al imperio de la voluntad
2º) Inmortalidad: aunque el cuerpo, por ser materia, es mortal, Dios había establecido que el hombre, después de su vida en la tierra, fuera al cielo, sin experimentar la muerte.
3º) Inmunidad: Nuestros primeros padres estaban exentos de todo sufrimiento: frío, calor, fatiga, enfermedad, etc.
4º) Ciencia infusa: Dios les infundió los conocimientos divinos y humanos, necesarios y útiles. Su inteligencia podía perfeccionarse, pero sin fatiga y sobre todo sin incurrir en error alguno.

  “Para la mentalidad antigua la Tradición poseía un carácter sobremanera sagrado; aquello recibido o heredado de los antepasados estaba investido de una categoría venerable y religiosa. Se consideraba que hacia el pasado se hallaba el origen divino del hombre; por eso lo relacionado con el pasado se tornaba venerable puesto que era reconocido como algo próximo al origen divino (…) Ante el recuerdo de aquel pasado paradisíaco, el presente era temido como el advenimiento de una época desgraciada, de maldad e imperfección, una época donde el orden divino ya no se observaba más, toda vez que el hombre se había desvinculado de su relación directa con lo divino. (…) Y el hecho es que, de una u otra forma, ese recuerdo común de la humanidad, trasmitido incansablemente de generación en generación por la Tradición, sostiene el principio religioso en el hombre, vale decir, el anhelo ferviente de re-ligarse con la divinidad con la cual se han cortado los vínculos. La Tradición, o sea, lo que hemos recibido y debemos trasmitir, era aquel resto que no se perdió: un depósito sagrado de principios trascendentes manifestados en ( la Cultura, N.A.) leyes, ritos, costumbres, instituciones, palabras recibidas por el primer hombre y cuya preservación aseguraba al menos en algún grado, la persistencia del vinculo originario con lo divino que se ansiaba restablecer plenamente…” (Cf. Álvaro Ramírez Arandigoyen: La Tradición y el Mundo Moderno, Ed. Fidelidad, Bs.As. 1983).

 

“Cultura proviene del verbo latino “colere” (colo, colis, colere, colui, cultum) de donde nace el sustrato “cultus” que, literalmente, es traducido como “culto”. La relación pródiga entre el hombre y la tierra (el agri-cultor, el que cultiva) implica un poder que asciende de niveles hasta llegar al cultivo de lo divino en lo que propiamente llamamos “culto”. En el ascenso hay incontables niveles intermedios que necesariamente acompañan y sostienen ese cultivo superior de lo divino. (Cf. A. Ramíres Arandigoyen: La Tradición…, op. cit.).

 

Algunos de esos valores serían la “razón mítica” para una metapolítica que proponemos, y que ciertas sociedades secretas ejercen, “como señala Bernard Ferriée, “lo importante no es determinar la existencia o la no-existencia de los ángeles, la Atlántida o el Rey del Mundo (…), sólo es suficiente comprobar que ciertos comportamientos intelectuales y sociales se orientaron en relación con la angeología, a la geografía sagrada, y al misterio de Agarttha, en una palabra, en relación con una doctrina esotérico considerada en su sentido vivido” De hecho el historiador, guenoniano o no, sólo exhuma restos diseminados, el mitólogo colabora con él y, así como el paleontólogo puede reconstituir a partir de esos vestigios el perfil de una sociedad, aunque no en su totalidad al menos en sus componentes fundamentales y principalmente en su objetivo metapolítico. (…) Así, la sociedad secreta aparece ya no como un motor invisible, el deus ex machina de una “criptopolítica”, ni como, según la opinión de los racionalistas, un bálsamo para las insuficiencias de la vida política, sino como el reflejo o el punto desde el cual emerge, en nuestro “aquí y ahora” cotidiano, cambiante e ilusorios, un “más allá” inmutable. Sin caer en el fácil recurso de “ponerle etiquetas” en los obstáculos del espíritu que todo quiere sistematizar, nuestra experiencia nos ha probado en reiteradas ocasiones la fuerza que ejercen los arquetipos sobre grupos totalmente inconscientes de lo que está en juego, y que reproducen, sin embargo, hasta en los más mínimos detalles, un modelo cuyas raíces se hunden en un “terreno” mítico, en otra dimensión del tiempo, paralela al tiempo histórico. (…) la carga mítica que poseen las sociedades secretas seguramente explica, en parte, la fascinación que ejercen… (…) Por otra parte (…) Al abordar el tema desde el otro extremo, por así decirlo, nos pareció útil estudiar “sobre el terreno” sociedades secretas cuyo destino aún no ha sellado la historia, pero que al responder a uno de los principales arquetipos que hemos recopilado, permitiría asistir a la elaboración espontánea de estructuras míticas, y a su confrontación fascinante con un agonizante siglo XX que, si bien consagra la muerte de las ideologías, parece provocar, justamente, una verdadera resurrección de los mitos. “Regreso del rechazo”, revancha de San Agustín sobre Maquiavelo, primer teórico moderno de la autonomía de la política, y quien, al expulsar de este modo a la metafísica, probablemente no sospechaba que volvería a surgir …” (Cf. Jean Robin: Las Sociedades Secretas en la Cita del Apocalipsis, Colección Grandes Enigmas, Heptada ediciones S.A. Madrid 1990).

 

Recordamos a José Luis Ontiveros: Conquista del Poder y Metapolítica, N.R. Ed. Barcelona 1999.

  Oswald Spengler: La Decadencia de Occidente: Bosquejo de una morfología de la historia universal. I y II Tomos, Ed. Espasa-Calpe, S.A. Madrid 1976.

Alexander Duguin: The outcome of the political conference of the movement EURASIA, 1º de marzo de 2002. Ver: Resistencia, informe especial Nº 2. Se distribuyó como parte de la edición  nº 207 del periódico: Patria Argentina.

“Se trata aquí del intento por querer constituir una cadena iniciática plasmada a través de una Orden que, de manera orgánica y sistemática, sea capaz de influir en el mundo moderno creando sustitutiva y alternativamente una fuerza metafísica que actúe sobre los acontecimientos, marcando un determinado rumbo distinto del actual…”. (Cf. Albus: Prólogo, al Grupo de Ur y Otros: La Magia Como Ciencia del Espíritu, Tomo I, Ediciones Heracles, Buenos Aires 1996).