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Manifiesto a favor de los animales

 

Jorge Mota

Manifiesto a favor de los animales - Jorge Mota

136 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2015
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 190 pesos
 Precio internacional: 13 euros

Jorge Mota, quien fuera el líder de CEDADE desde muy corta edad, nos ofrece en esta corta pero conmovedora obra algunos de los puntos que definen lo que es y representa el amor verdadero a los animales.
Mota, siguiendo a Richard Wagner, intenta difundir el amor a los animales pues está convencido de que amando a los animales se ama también a los semejantes y porque considera que amar a los animales debería ser un impulso natural en el hombre, una forma de amar a la creación y a los seres vivos creados por Dios para acompañarnos en este mundo.
Temas como la caza, la pesca, las corridas de toros, el vegetarismo y la domesticación de animales son tratados con seriedad y amplitud de miras.
Puede que muchos de los postulados sean utópicos, pero todo lo que la humanidad ha hecho a lo largo de su historia ha sido soñado primero por idealistas entregados a todo.
El amor a los animales es el más idealista de los sentimientos y en nuestro mundo materialista la propagación de un principio idealista, aunque sea por el momento de imposible realización debido a otros problemas más urgentes, es siempre necesario y beneficioso.
Finalmente, el trabajo es enriquecido anexando la extensa carta que Richard Wagner publicó para combatir la práctica de la vivisección y la la obra de Mark Twain “Memorias de una perra”, que por su extraordinaria belleza, profunda verdad y lenguaje poético resulta sumamente elocuente.

 

ÍNDICE

 

Prólogo 7
El desequilibrio ecológico natural 11
Deportes sanguinarios 25
La caza 25
La pesca 36
El tiro de pichón 37
Las corridas de toros 38
Los tópicos 48
Zoos 51
Vegetarianismo 56
Los tópicos 63
Soluciones 66
La naturaleza 67
Los animales y los niños 72
Animales domesticos 75
Los tópicos 90
La crueldad con los animales 95
Conclusión 103
Memorias de una perra 104
Carta abierta de Richard Wagner a Ernst von Weber 118

PRÓLOGO

 

Quiero exponer en esta obra algunos puntos que definan y teoricen en forma un poco extensa lo que es y representa el amor verdadero a los animales.
Debo, ante todo, decir que me considero discípulo de Ricardo Wagner quien, principalmente en los últimos años de su vida, comprendió de forma perfecta lo que representa el amor a los animales y esbozó, aunque no muy definidamente, unos principios que ahora amplío.
En su época la humanidad atravesaba problemas muy graves y había gran cantidad de gente viviendo miserablemente. Él luchó por la mejora de las condiciones sociales y por la implantación de una verdadera justicia social, pero, sin olvidar este aspecto, profundizó también en el amor a los animales. Si en su época hubiese dicho textualmente lo que ahora expongo yo en esta obra, hubiese sido tildado de excéntrico, como de hecho lo seré yo, pero estoy convencido de que dentro de cien o quizás mil años, la humanidad deberá seguir estos principios, incluso quizás más perfeccionados todavía.
Son muchas las obras, cartas, escritos, etc. de Wagner en los cuales se percibe su postura con respecto a los animales, pero fundamentalmente sus principales opiniones se contienen en sus escritos póstumos agrupados bajo el título de “Religión y Arte” y en una extensa carta abierta que fue publicada pasa combatir la extendida práctica de la vivisección. El texto de esta carta figura completa en el apéndice de esta obra, así como también incluimos por su extraordinaria belleza y profunda verdad, la obra de Mark Twain “Memorias de una perra” cuyo lenguaje poético es mil veces más elocuente que todas las páginas de este libro.
Creo importante difundir las ideas de Wagner por cuanto estoy convencido de que amando a los animales se ama también a los semejantes. No hemos de caer sin embargo en el error de convertir este amor a los animales en una especie de afeminamiento del hombre y en un pánico a la sangre. El evitar el derramamiento de sangre animal o humana debe ser para todos el mayor objetivo a alcanzar, pero no debemos olvidar tampoco que, como los Caballeros Templarios que prohibían el mal trato a los animales y predicaban el amor y la paz, sabiendo defenderse y luchar por sus principios, tampoco nosotros debemos dejarnos devorar por un animal ‑o en sentido simbólico por los hombres‑ a causa de nuestro sentimiento de amor a las especies inferiores y de nuestra sensibilidad ante el dolor ajeno.
Prediquemos el amor y la piedad, respetemos a los demás, pero no olvidemos que no nos debemos dejar avasallar y ser como nuevos cuáqueros víctimas de los que, sin pensar como nosotros, encuentran en el derramamiento de sangre placer y satisfacción. El amor y la piedad deben ir dirigidos en principio a toda la Humanidad y a todas las especies; si se nos insulta u ofende debemos ofrecer, como decía Cristo, la otra mejilla. Pero si nuestro enemigo la golpea también, tengamos presente que el Evangelio no sigue más allá. Hemos dado pruebas de buena voluntad, pero si nuestros enemigos persisten en su postura, debemos defender nuestros principios enérgicamente. Wagner cita el caso de un laboratorio de vivisección que fue asaltado por unos amantes de los animales y apaleado el guardián que los custodiaba. Esta violencia puede parecer un contrasentido con los objetivos perseguidos, pero no lo es para el que ama a los animales. Bien está pedir primero, exigir después y conseguir al fin por los medios que sea. Si el objetivo final es bueno, como en nuestro caso, no nos pueden impedir alcanzarlo ni los formalismos ni siquiera las leyes, pues si la Ley no sabe respetar y proteger a criaturas vivientes que dan color y alegría a nuestra vida, es una ley incompleta que no merece ser respetada en este punto.
El mayor peligro que puede hallarse entre los que simpaticen con las ideas que ahora expongo, es que se crean simples propagadores de teorías. En la medida de lo posible hemos de luchar por nuestras ideas para evitar convertirnos en ridículos teóricos iluminados de teorías inútiles e impracticables.
Lógico sería que el amor a los animales fuese algo espontáneo por naturaleza, amor hacia seres vivos creados por Dios para acompañarnos en este mundo. Frecuentemente un animal hace más compañía que algunas personas. Nunca piden nada a cambio de su entrega y son fieles hasta dejarse matar por sus amos. Se dan cuenta de los estados de ánimo de los que les rodean y están contentos cuando su amos lo están y tristes cuando los ven tristes. Lo único que sorprende es que todavía exista crueldad para con esos fieles hermanos inferiores o incluso que se pueda permanecer ajeno a ellos con la clásica frase de “yo no les hago nada malo a los animales”, comentario que debería ser comparado a aquel que Jerome K. Jerome incluye en una de sus obras cuando un hombre al llegar al cielo dice: “No he hecho nada malo en la tierra”, a lo cual le responden los ángeles:” ¿Y qué has hecho bueno?”, condenándolo por su negligencia.
Sé que defiendo aquí algunos postulados de imposible realización. Considero que mi misión ahora es la de teorizar. El objetivo final es el que expongo, pero para recorrerlo hay que subir peldaño a peldaño. Ya sé que cuanto aquí digo es un sueño, pero todo lo que la humanidad ha hecho a lo largo de su historia ha sido soñado primero por idealistas entregados a todo.
Sé también que hay mil problemas más importantes para solucionar antes que éste. Sé que miles de personas padecen hambre, pero sé también que no puede olvidarse un aspecto de la vida por defender otro. Existen cartas de derechos humanos en las Naciones Unidas, asociaciones internacionales para el socorro de los pobres, cien distintas Iglesias ocupadas en proteger contra la miseria al hombre, pero ni la ONU ni las Iglesias se preocupan de los hermanos inferiores. Ni tan siquiera los Franciscanos, que deberían ser herederos de aquella alma sensible que sabía hablar con los pájaros, se dedican a la protección de los desamparados y fieles animales, por eso yo quiero ocuparme de ello. Por otra lado, fútbol, toros, grandes espectáculos, ostentación... se hallan en vigencia y son apoyados por casi toda la Humanidad pese a que sigue habiendo gente que padece hambre.
El amor a los animales es el más idealista de los sentimientos y en nuestro mundo materialista la propagación de un principio idealista, aunque sea por el momento de imposible realización debido a otros problemas más urgentes, es siempre necesario y beneficioso.