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¿Artistas o filisteos?

Manifiesto contra el arte académico moderno

José Manuel Infiesta Monterde

¿Artistas o filisteos? - Manifiesto contra el arte académico actual - Jose Infiesta Monterde

180 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2018
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 340 pesos
 Precio internacional: 14 euros

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Este Manifiesto contra el arte académico actual, tras la proliferación de los manifiestos de arte "moderno" que necesitan explicar previamente lo que de otro modo resultaría inintelegible, no pretende sino ser un «anti-ismo», una desmitificación de todos los movimientos, la literatura y las formas que se nos han impuesto como milagrosas.
Cuando vemos que historiadores y cineastas han sentido la absoluta necesidad de mitificar a los más genuinos representantes del «arte actual», creando a su alrededor una pseudo aureola de perfección y divismo, tan exagerada que hoy día resulta ya prácticamente suicida un intento de crítica objetiva de la vida y la obra de los más destacados representantes de la abstracción en arte, resuta necesario recopilar toda la información disponible para poder exponerlos en su verdadera dimensión.
Jose Infiesta Monterde se dedica en este volumen al problema de la mecánica histórica según la cual el arte abstracto ha nacido, la forma como se ha ido desarrollando y extendido, por quién ha sido promocionado, y quiénes lo han propugnado y alentado hasta llegar a la situación de que en la actualidad goza. En cuanto a los datos se refiere, no cabe opinión alguna, pues se trata de hechos acaecidos e indiscutibles. Con ello quedará el lector en capacidad de juzgar la otra cara de la historia del arte contemporáneo y reflexionar sobre las consecuencias de todo ello.
Puede tenerse la seguridad de que no se ha inventado nada ni interpretado nada de distinta forma que como sus respectivos autores quisieron que se interpretara, y en todo caso siempre se encuentra indicado la fuente de la que el dato está obtenido; tampoco se han, por respeto a falsos prejuicios de sociedades burguesas, pasado por alto datos que pudieran molestar a más de uno, pero cuya sintomática importancia resultaba relevante, y de los que no hacerlos constar (como tantos historiadores hacen alegremente) resulta una falta a la verdad histórica.
Estos personajes, representantes de una época, no aspiran tanto a la belleza y a la elevación de los espíritus sino al engrandecimiento de sus cuentas bancarias tras venderse al mercado del arte. De tal modo han creado unas formas que ya nada sublime trasmiten sino la mera creencia en un elitismo de supuestos iluminados que dicen comprender su esencia.
Sin embargo, un arte que, después de más de medio siglo de ocupar los más destacados puestos de la vida pública, sigue reducido a cenáculos de especialistas y a revistillas minoritarias, sin haber enraizado en el exterior; un arte que, tras más de cincuenta años de intensa campaña general, tras llegar a popularizar la misma problemática artística como no se había conocido en otra época, sigue despertando sonrisas irónicas e indiferentes levantamientos de hombros en el espectador medio y que incluso levanta ya airadas protestas en el no alienado, puede dar por concluido su plazo y resignarse a ser archivado en el baúl de los trastos inútiles.

 

ÍNDICE

Prólogo7
Primera parte. Los hechos
I.- El arte, manifestación de su época13
II.- París 1900... Así empezó todo23
III.- Picasso y el cubismo33
IV.- Dadaísmo y surrealismo59
Surrealismo78
V.- Los marchantes87
VI.- La abstracción en Rusia105
Picasso y el partido comunista113
VII.- Usa: el origen del pop art117
Segunda parte. Interpretaciones y conclusiones
VIII.- Un nuevo academicismo, el abstracto133
IX.- Una literatura para arropar el arte147
X.- La crisis en el arte como parte de la crisis general europea163
XI.- Conclusión. El arte de los nuevos tiempos175

Prólogo

 

Cada «ismo» de la pintura moderna ha salido a la calle precedido de un ditirámbico manifiesto que rompía con todos los ismos anteriores e iniciaba uno nuevo... El manifiesto ha sido, para cada movimiento artístico de nuestro tiempo, como la relación de postulados, la presentación literaria de lo que sus autores se proponían. Casi, casi, como los programas de los partidos políticos, que nunca se cumplen. Y así han surgido tantos manifiestos y han proliferado tantos «ismos» que, si no se ha creado como con los partidos políticos un parlamento de «ismos», en el que discutir teorías estéticas y en el que perder el tiempo tan eficazmente como en los políticos que ya funcionan en todos los países «democráticos», ha sido sin duda porque a ningún autor de manifiestos (y los hay muy prolíficos) se le ha ocurrido.
La misión del manifiesto era la de explicar la razón de ser de unas técnicas pictóricas que sin una descripción previa corrían el riesgo de resultar completamente ininteligibles. La palabra se hizo así necesaria a medida que el arte renunciaba a la representación de las formas por todos conocidas.
Yo también he querido escribir mi propio manifiesto. Pero tranquilícese el lector: No se trata de introducir un nuevo «ismo» en el ya excesivamente voluminoso diccionario del arte; con una tal actitud crítica, no hago sino aplicar los postulados actual», sino más bien de desenmascarar la fantochada que en muchos aspectos ese diccionario debería enseñar. En el fondo, dada a la propia destrucción de los ismos, por lo que también yo sigo en el más puro eclecticismo «actual».
Este manifiesto no pretende sino ser el de un «anti ismo», una desmitificación de todos los movimientos, la literatura y las formas que se nos han impuesto como milagrosas. En nuestra época, historiadores y cineastas se empeñan en presentar a las más grandes figuras del pasado de las artes y las letras como sacudidos de vicios e íntimamente corrompidos; pero, por el contrario, se ha sentido la absoluta necesidad de mitificar a los más genuinos representantes del «arte actual», creando a su alrededor una a modo de aureola de perfección y divismo, tan exagerada que hoy día resulta ya prácticamente suicida un intento de crítica objetiva de la vida y la obra de los más destacados representantes de la abstracción en arte. Picasso, Braque, Mondrian, Chagall, Picabia... son monstruos sagrados que marchantes y ciertos sectores de la crítica han colocado en lo alto de un monumento el monumento que nuestro siglo (quizá consciente de que los venideros no se lo levantarían) se ha construido a sí mismo y bajo el cual ha situado, muy despreciativamente, la cultura de todos los anteriores.
No pretendo con este breve escrito sentar cátedra ni elaborar teorías decisivas. Simplemente exponer los hechos tal y como realmente han sido sin apasionamientos ni intereses y estudiar sus consecuencias para el desarrollo de la actual vida artística. Con ello, desmitificaremos todo lo que, en un pasado cercano pero, al fin y al cabo, pasado , se ha levantado sobre la fácil demagogia y sobre el interés del Gran Capital. Renuncio, por ello, y ya de entrada, a cualquier tipo de discusión o elucubración teórica y estética sobre la esencia del arte y problemas semejantes, que quedan para ser analizados en otra ocasión, y me limito voluntariamente en este volumen al estricto problema de la mecánica histórica según la cual el arte abstracto ha nacido, la forma como se ha ido desarrollando y extendido, por quién ha sido promocionado, y quiénes lo han propugnado y alentado hasta llegar a la situación de que en la actualidad goza. Quiero hacer notar que, en cuanto a los datos se refiere, no cabe opinión alguna, pues se trata de hechos acaecidos e indiscutibles. Otra cosa es la interpretación de esos mismos hechos, sobre lo cual yo emito mi propia opinión, pero que cada lector es ya libre de compartir o no. De todas formas, juzgue el lector esta otra cara de la historia del arte contemporáneo y piense en las consecuencias de todo ello

Sitges, septiembre 1975
JOSÉ MANUEL INFIESTA