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Orientaciones para una educación racial

 

JULIUS EVOLA

Orientaciones para una educación racial - Julius Evola

105 páginas
14,5 x 21 cm.
Ediciones Sieghels
2012
, Argentina
tapa: color, plastificada,
 Precio para Argentina: 35 pesos
 Precio internacional: 10 euros

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Este pequeño libro tiene por objeto aclarar las ideas claves necesarias para una educación racial mediante nociones simples, claras y bañadas con una sugestiva fuerza, capaz de actuar en las almas más que en el intelecto, a fin de promover una determinada formación de la voluntad y una cierta orientación de las mejores vocaciones y los más altos valores.
La raza no es una mera realidad biológica, la raza vive en la sangre e incluso más allá, a un nivel aún más profundo, allá donde la vida individual comunica con una vía supraindividual, en un ámbito donde actúan ya fuerzas realmente espirituales.
La raza confiere a la existencia una plenitud, una superioridad y una rectitud.
El racismo se define aquí conforme con el espíritu clásico, cuya característica fue la exaltación de todo lo que tiene una forma, un rostro, una indicación por oposición a todo lo que es informe o "bueno para todos" o indiferenciado. El ideal clásico, igualmente "ario", es el del cosmos, es decir de un conjunto de naturalezas y de sustancias bien individualizadas, unidas de modo orgánico y jerárquico a un todo.
Esta vocación clásica pretende reasumir los principios mismos de nuestra antigua sabiduría: Conócete y se tú mismo. Se Fiel a tu propia naturaleza. Tales son las directivas precisas que se derivan para la educación racial.
La importancia de la raza está dada pues en ser el elemento dirigente y formador de una civilización. Es en función de una raza que en un medio y en sus épocas dadas nace una civilización de guerreros más que de comerciantes, de ascetas más que de humanistas, etc.
Una educación racial busca seres de una pieza, en tanto que fuerzas coherentes y unitarias. Detesta y se opone a toda promiscuidad, a todo dualismo destructor y también consecuentemente, a esta ideología romántica que se complace en una interpretación trágica de la espiritualidad. La verdadera superioridad de las razas arias es, por el contrario, olímpica: esta se traduce por el sereno dominio del espíritu sobre el cuerpo y sobre el alma.
Las virtudes cardinales del antiguo tipo romano de raza nórdico-aria son: la audacia consciente, el dominio de sí mismo, el gesto conciso y ordenado, la resolución tranquila y meditada, el sentido del mando audaz. Cultivo de una virtus que no significa "virtud" en el sentido moralizante y estereotipado de la palabra, sino virilidad intrépida y fuerza; la fortitudo y la constancia, es decir, la fuerza del alma; la sapiencia, es decir, la sabia reflexión; la humanitas y la disciplina en tanto que severa formación de sí mismo sabiendo valorar la riqueza interior de cada uno; la gravitas o dignitas, dignidad y serenidad interior que en la aristocracia se subliman en solemnitas, en solemnidad mesurada. La fides, la fidelidad, virtud aria, era igualmente la virtud romana por excelencia. Tan romana como así mismo eran: el gusto por la acción precisa y sin ostentación; el realismo que como ha sido justamente señalado no tiene nada que ver con el materialismo; el ideal de la claridad, el cual, reducido, se debilita en racionalismo. En el hombre ario romano antiguo, la pietas y la religio no tenían gran cosa que ver con las que se conoció en la mayoría de formas ulteriores de religiosidad: era un sentido de respeto y de unión con las fuerzas divinas y, de una manera general, suprasensibles y de las cuales tenían intuición de que formaban parte de su vida individual o colectiva. El tipo ario romano ha desconfiado siempre de todo abandono del alma y del misticismo confuso, de igual modo ignoraba toda servidumbre respecto de la divinidad. Sentía que no era solo en tanto que individuo desgarrado y manchado por el sentido del pecado y la carne como podía rendir a la divinidad un culto digno de ella, sino en tanto que hombre íntegro (el alma en paz, capaz de presentir las direcciones en las cuales una acción consciente y determinadora podía ser la prolongación de la misma voluntad divina).

 

ÍNDICE

Prólogo7
I.- Qué significa la palabra raza ................19
II.- Significación interior de la raza ................23
III.- Consecuencias del sentimiento de raza ................27
IV.- Herencia racial y tradición ................31
V.- Raza y nación ................35
VI.- Significación de la profilaxis racial ................41
VII.- El peligro de las contra selecciones ................43
VIII.- Raza y espíritu ................47
IX.- Importancia de la teoría de las "razas interiores" ................51
X.- Fisiognomía de las diversas razas ................57
XI.- El problema de las razas del espíritu ................63
XII.- La raza y los orígenes ................69
XIII.- Las migraciones nórdico occidentales ................73
XIV.- El problema de la latinidad ................79
XV.- La raza, la romanidad y la historia italiana ................83
XVI.- El arqueotipo de nuestra "raza ideal" ................89
XVII.- Campo histórico del racismo fascista ................93
Anexo: Raza y cultura ................99

PRÓLOGO

 

Equívocos y más equívocos no paran de verterse acerca de los fundamentos de la ´doctrina de la raza´ que, en su momento, expuso el gran Tradicionalista italiano Julius Evola. Desde los estamentos dominantes del actual Establishment y desde sus filas sumisas y obedientes no se ha tenido vergüenza en reducir la dicha doctrina evoliana de la raza (que no tiene otros basamentos que los del Mundo de la Tradición) a mero racismo tal como el Sistema suele presentarlo: a simple racismo biologista y propalador de odio hacia las razas no indoeuropeas. Por contra, desde ciertos ambientes cercanos a posiciones nacionalsocialistas y desde algún nucleamiento de adscripción evoliana se ha querido presentar a un Evola que habría ignorado (por considerarla intrascendente y falta de valor) la extracción racial (la raza física) de los individuos y la consideraría insustancial a la hora de elaborar sus teorías raciales. Sin duda serán variadas las causas que habrán motivado estas falsas apreciaciones. Entre ellas se hallarán tanto la mala fe, la intención dañina, las ganas de manipular para desprestigiar y/o para confundir, como se hallarán la ignorancia, la incomprensión, la falta de capacidad aun para atisbar el hecho Trascendente o el ninguneo de la importancia y la realidad de la raza física.

Se nos ocurren pocas mejores formas de acallar bocas, deshacer entuertos y malentendidos, aclarar confusiones, pulverizar manipulaciones y, en definitiva, poner los puntos sobre las íes que la de la publicación en castellano de "Indirizzo per una educazione razziale" (1.941), de Julius Evola. Y como nosotros, desde hace años, venimos elaborando escritos y argumentando en diversos medios acerca de esta doctrina racial vamos a aprestarnos, en estas páginas iniciales, a reflejar detalles de la misma en base a reproducir esas exposiciones que en su momento realizamos y en base a añadir alguna otra observación.

Cabe dejar bien sentado el que nada de lo que aquí expongamos es de cosecha propia sino que es el resultado de la lectura de múltiples obras en las que Evola, producto de su línea siempre coherente, expone unas certidumbres Tradicionales que conciernen al corpus doctrinal de la raza. Así, es cierto que las ideas que ahora nos interesan representan el tema central de libros suyos como el "Sintesi di dottrina della raza" o de este "Indirizzo per una educazione razziale", ambos de 1.941, pero no es menos cierto que la línea que de ellos se desprende no paramos de encontrarla en multitud de reflexiones o en capítulos enteros de otras obras suyas e incluso podemos encontrarla en libros anteriores a los citados; aparte de en una amplia gama de artículos. Es por ello que aparece en "Rivolta contro il mondo moderno" (1.934), en artículos como el de "Raza y cultura" (1.934), en la Introducción a "Il mito del sangue. Genesi del razzismo" (1.937), en los artículos "Teología del Estado Nacional", "Acerca de las diferencias entre la concepción del Estado Fascista y la Nacionalsocialista", "El equívoco universalista" o "La mística de la raza en la Roma antigua", en los libros "La dottrina del risveglio. Saggio sull´ascesi buddhista" (1.943), "Gli uomini e le rovine" (1.953), "Il fascismo. Saggio di una analisi critica dal punto di vista della destra" (1.964) o en "L´arco e la clava" (1.968).

No por ninguna razón especial hemos citado el título original -en italiano- de estas obras, pero es bueno recordar que todas ellas se pueden hallar traducidas al castellano por Ediciones Heracles (al igual que casi todos los artículos relacionados; menos uno que corresponde a Ediciones Nueva República) y algunas por Ediciones Alternativa o por Ediciones Grijalbo. Por ello, a partir de ahora, haremos mención al título en castellano de algunos de estos libros.

No tendremos ningún problema (es más, estaremos gustosos) en especificar -a quien pueda conminarnos a ello- en qué pasajes de las citadas obras y de los relacionados artículos de Evola aparecen las alusiones que competen a nuestro tema de análisis.

En esta relación de escritos del maestro italiano pueden, igualmente, hallarse percepciones sobre otras razas y todas coinciden en otorgarle a la raza física -contrariamente a lo que determinados núcleos evolianos han querido transmitir- un papel de peso a la hora de elaborar una doctrina racial Tradicionalista.

En nuestro empeño de explicar en qué consiste la dicha ´doctrina de la raza´ escribíamos en cierta ocasión que: "Mucho se ha escrito, a partir del desconocimiento, sobre la postura que el gran intérprete de la Tradición, Julius Evola, mantuvo a lo largo de su vida a propósito del tema racial. Desde esa ignorancia hacia su obra se ha llegado a afirmar que de cara a pensar en la hipotética constitución de comunidades u organizaciones de naturaleza Tradicional a nuestro autor no le importaría en absoluto la extracción racial de sus miembros, mientras todos ellos defendieran una visión Superior y Trascendente de la vida y de la existencia. No le importaría, se ha afirmado, que fueran diferentes grupos raciales y aun elementos mestizos los que integraran un mismo ´Regnum´ o ´Imperium´.

Estas erróneas interpretaciones del mensaje del maestro transalpino arrancan de la idea de que al priorizar jerárquicamente su concepto de la ´raza del espíritu´ por encima del de la ´raza del cuerpo´, Evola tendría en cuenta, como primer y principal criterio aglutinador de comunidades el de la afinidad de inquietudes, y de vivencias, espirituales de sus integrantes; dejando como anécdota accesoria el origen étnico de los mismos.
Estos errados ´analistas´ ignoran que la naturaleza y los atributos de esta ´raza del espíritu´ que Evola nos describió como los que fueron propios del hombre indoeuropeo que, en sus orígenes -y a lo largo de diversos ciclos heroicos que protagonizó-, vivió en consonancia con los parámetros de la Tradición Primordial, ignoran, decíamos, que son una naturaleza y unos atributos que, para nuestro autor, sólo se podrán despertar en el seno de un tipo racial concreto: éste del indoeuropeo. Más todavía, defendía Evola la idea de que entre los subgrupos en los que se dividen los actuales pueblos indoeuropeos (nórdicos, fálicos o dálicos, dináricos, alpinos, mediterráneos o atlánticos –de emparentamiento muy directo con el mundo celta-, báltico-orientales,... ) hay uno más apto, innatamente, para reconquistar la esencia primigenia de lo que él define como ´raza del espíritu´: se trata del tipo nórdico, pues éste fue el propio del hombre indoeuropeo de los orígenes. Del hombre indoeuropeo cuya espiritualidad es definida por Evola con los adjetivos de ´apolínea´, ´uránica´ o ´solar´ y que conoce de lo sobrio, de la medida, de lo impasible, de lo impertérrito, de la ´gravitas´ y de lo majestático como patrones internos a seguir en el proceso de autorrealización y como atributos externos de conducta. (1)

Este tipo nórdico tendría, para Evola, más disponibilidad y accesibilidad a la hora de intentar recuperar la esencia de la ´raza del espíritu´ y, una vez reconquistado este tipo de espiritualidad, seguidamente podría erigirse en modelo a seguir por los otros subgrupos étnicos indoeuropeos por tal de que dicha reconquista se hiciera también extensible a ellos. (2)

En el seno de la misma Italia nuestro maestro de la Tradición proponía la selección de individuos de clara extracción nórdica –el ariorromano, según denominación suya- que presentarían una mayor predisponibilidad y predisposición para convertir, en ellos, en acto las potencialidades propias de este tipo de espiritualidad apolínea. Individuos que adoptarían la función de arquetipos y ejemplos a seguir por tal de aspirar a que el resto de subgrupos étnicos que habitaban (en época de Evola) la Península Itálica –todos ellos indoeuropeos- emprendieran también el camino de la auténtica reconstrucción espiritual.

La postura que estamos intentando fijar se ve reflejada nítidamente en una máxima evoliana que afirma que "la raza es necesaria, pero no suficiente". Esto es, que se necesita ser de una determinada extracción racial –en este caso la indoeuropea- para poseer las potencialidades que le puedan permitir a uno, si hace uso de la libertad de que goza, emprender el uránico-solar, y heroico, camino del desapego y de la transfiguración iluminadora interiores. Pasar de potencia a acto en el plano de la Trascendencia es un privilegio de que disponen aquellos individuos indoeuropeos que no se conformen exclusivamente con discurrir por el mundo perecedero del devenir, sino que se pongan como meta el superar su condición material finita para llegar al Conocimiento de la Realidad Suprasensible y para aspirar a la propia Identificación –de dicho individuo- con lo Supremo, inmutable e incondicionado.

"La raza es necesaria, pero no suficiente", pues de poco nos sirve un individuo cuyos rasgos físicos podamos catalogar como indoeuropeos, si ese individuo no interioriza unos valores y una cosmovisión conformes con los que siempre definieron la manera de ser y de actuar de la raza a la que pertenece.

El principal ´leit motiv´ de Evola a la hora de abordar la cuestión racial, radicaba en superar muchas de las doctrinas básicamente biologistas (3) que circulaban, sobre todo, por la Europa anterior al fin de la segunda gran conflagración mundial. Pugnaba por no reducir al hombre a su mera condición corporal y animal (4), por no dejarlo convertido en el ser mutilado y privado de su dimensión Absoluta al que lo empezó a reducir el racionalismo y al que lo acabó por abocar el materialismo propios de las etapas crepusculares por las que está transitando este disolvente mundo moderno. Pugnaba por llenar la raza del cuerpo con el componente espiritual que desde sus más ignotos orígenes le fue consustancial.

Consustancial le es al mundo negro un tipo de ´espiritualidad´ (si es que se puede utilizar este término) (5) animista y que en ningún caso va más allá de lo que son los cultos totémicos. Consustancial le es a los diferentes pueblos semitas otro tipo de ´espiritualidad´ que oscila entre la denominada como sacerdotal, demétrica o matriarcal y la calificada como ctónica o telúrica. Consustancial siempre le fue a los indoeuropeos la espiritualidad apolínea, uránica, hiperbórea, solar u olímpica.

´Espiritualidades´ como, p. ej., la matriarcal, lunar o pelásgica primaron entre el ´homo europaeus´ sólo como consecuencia de un proceso de caída; como el resultado de una involución que le imposibilitó la vivencia y la visión directa de la Realidad Metafísica y le abocó al plano inferior de la creencia, de la fe y de la devoción hacia esa Realidad. En cambio, para pueblos como los de origen racial semita un tipo de ´espiritualidad´ ya sea de corte sacerdotal o demétrico o ya sea de índole telúrica es a lo más a lo que pueden aspirar debido a las más romas y limitadas predisposiciones y potencialidades innatas que les ´brinda´ su extracción étnica."

Poco después ampliamos nuestro anterior trabajo con otro en el que decíamos que "Al respecto de esta ´doctrina de la raza´ deberíamos resumir que el autor italiano estableció una jerarquía entre lo que él clasificó como las tres razas que forman ese compuesto que llamamos ´hombre´. En lo más alto de esta jerarquía situó lo que denominó como ´raza del espíritu´ (conformada por el tipo de espiritualidad que en el hombre indoeuropeo siempre fue de naturaleza solar, celeste, viril, olímpica, operativa, transformadora y activa). Bajo ésta y como reflejo de su carácter nos explicó que se halla la ´raza del alma´ -alma como sinónimo de psique o mente- (cuyos atributos definitorios siempre fueron tales como el honor, el valor, la fidelidad, la ´gravitas´, la templanza, el autodominio, el espíritu de sacrificio, la mesura,…). Y finalmente nos habló de una ´raza del cuerpo´ que sería la raza física y que siempre reflejaría en los rostros de sus integrantes esos atributos de nobleza que hemos relacionado como definitorios de la ´raza del alma´.

Nos dejó bien claro que dichos atributos de nobleza insertos en la ´raza del alma´ sólo se desarrollan si el hombre es fiel a la tradición espiritual que siempre caracterizó a la etnia a la que pertenece. O dicho de otro modo, si es fiel a su ´raza del espíritu´. Si abandona a ésta, los atributos de la ´raza del alma´ pueden sobrevivir, como por inercia, durante un cierto tiempo pero, a la postre, desaparecerán.

Asimismo cuando estos atributos de la ´raza del alma´ hayan desaparecido y hayan sido sustituido por otros extraños (extraños, en este caso, a los propios y originarios del hombre indoeuropeo), tales como la pusilanimidad, la cobardía, el amor a la vida fácil, cómoda y extasiada por lo sensual y por los más bajos placeres, el engaño, la perfidia o el humanitarismo ramplón, pacifista y cosmopolita, cuando esto suceda el hombre no conocerá más de lo diferenciado y lo cualitativo y caerá en el marasmo de la masa, de lo cuantitativo, del número, en lo gregario despersonalizado y, en consecuencia, caerá en una mescolanza niveladora, indiferenciadora e igualitarista no sólo a nivel cultural sino también racial o étnico. Igualmente una pérdida de tensión interior motivada por esta perturbación sufrida en el seno de la ´raza del alma´ acaba reflejándose en la ´raza del cuerpo´ en forma de laxitud externa, amaneramiento, de expresión innoble, agazapada, o taimada o de rostro bobalicón y falto de expresión enérgica.

Lo expuesto hasta ahora describe una caída que acontece desde arriba hacia abajo: empezando por la ´raza del espíritu´, continuando por la ´raza del alma´ y acabando en la ´raza del cuerpo´. Caída que sigue la lógica de una concepción jerárquica de la vida. Pero también debería de quedar claro que sin el eslabón inferior (la ´raza del cuerpo´) se hace imposible cualquier anhelo e intento de restauración de la integridad perdida del hombre –en este caso- indoeuropeo, pues es en el interior de este hombre indoeuropeo donde se hallan en estado larvario, adormecidos y en potencia los atributos mentados de la ´raza del alma´ y la llama de ese tipo de espiritualidad concreta propia de nuestra ´raza del espíritu´. Atributos del alma y tipo de espiritualidad que deberíamos de imponernos rescatar si queremos aspirar, algún día, a considerarnos Hombres en sentido integral y atributos del alma y tipo de espiritualidad que en cada raza revisten unas determinadas, peculiares e intransferibles características."

Para Evola se debería superponer a la ´raza del cuerpo´ la ´raza del alma´ y a ésta ´la raza del espíritu´. Así, además, se crearían claros y genuinos criterios diferenciadores en el seno de una comunidad. Se crearían criterios que acabarían conformando una clara jerarquía en la que por encima de los individuos que únicamente cumplieran con los atributos y requisitos establecidos para ´la raza del cuerpo´, se encontrarían escalonadamente situados aquellos miembros de la comunidad que, en mayor o menor grado, cumplieran con los valores propios de ´la raza del alma´; como pueden serlo el heroísmo, el valor, el espíritu de servicio y de sacrificio, la abnegación, la sinceridad, la voluntad, la fortaleza de ánimo, la constancia,… Y aun por encima de aquéllos que hubieran desarrollado convenientemente los valores propios de ´la raza del alma´ se hallarían las personas que hubieran sido capaces de actualizar las potencialidades de ´la raza del espíritu´ o, dicho en otros términos, de conseguir recorrer el trayecto entero que lleva (tras el descondicionamiento con respecto a lo externo y al subconsciente y el inconsciente) al Conocimiento y a la Identidad total con el Principio Supremo y eterno. Los pocos que consiguieran llegar a esta meta ocuparían la cúspide de la pirámide social en que se debería de vertebrar el Estado, tal como siempre ocurrió en el mundo Tradicional.

Se tienen, pues, así, criterios antiigualitarios y diferenciadores en oposición al nivelador e igualitario que supone el de la fijación en la raza biológica o ´raza del cuerpo´. Criterio igualitario que hace que la totalidad de la comunidad se halle legitimada en el seno del Estado y, en consecuencia, en igual medida representada.

.............

Por todo lo expuesto hasta ahora nadie puede sorprenderse si afirmamos que Evola es contundente en contra de la mezcla racial, a la cual considera como una de las causas -aunque no la única- de los desquiciamientos a nivel de la raza psíquica o del alma y como una de las causas -aunque no la única- de la degeneración a nivel de la raza del espíritu. Su radicalidad a nivel de la raza del cuerpo o física llega al punto de considerar -tal como hemos señalado más arriba- que incluso dentro de los indoeuropeos se debería hacer una selección para que los individuos más acordes con el fenotipo que algunos denominan nórdico fueran los dirigentes en un Estado ideal, pues dicho fenotipo, según él, es el reflejo externo de unas cualidades del alma y del espíritu que son -según su criterio- las más acordes con los parámetros de la Tradición; cualidades que en unos individuos con estas peculiaridades físicas serían más fáciles de restaurar (en el interior de ellos) para después poder exhibirlas como modelo a seguir por el resto de la población. Evola hace, p. ej., estos análisis hablando de su país -de Italia- y, en este caso, al individuo que él pondría como modelo a seguir le llama -repetimos- ´ariorromano´.

"Dinamitar una estirpe con las mezclas imposibilita que el hombre vuelva a recuperar la sacralidad perdida y que nuestro ideal de Hombre de la Tradición pueda convertirse en realidad. Así nos los expresa Evola al definir lo que él entendía por ´Tradición´:

"La Tradición es, en su esencia, algo metahistórico y, al mismo tiempo, dinámico: es una fuerza general ordenadora en función de principios poseedores del carisma de una legitimidad superior -si se quiere, puede decirse, también, de principios de lo alto- fuerza que actúa a lo largo de generaciones"; generaciones, obviamente, concebidas en el marco de una misma estirpe."

Es el potencial del hombre indoeuropeo -hoy postrado y sumido en la decadencia- el que puede llevar, por la vía heroica de la transutanciación interior, al Despertar a la Realidad Trascendente. No vamos a redimensionar este prólogo tratando de explicar el porqué, según nuestro parecer, otros grupos humanos no pueden arribar a él. No creemos que sea necesario apuntalar las certidumbres vertidas en estos párrafos contraponiendo a ellas las carencias que puedan ser propias de los otros dichos grupos humanos. De todos modos el lector interesado puede consultar lo expresado por Evola sobre la población negra en el capítulo "Tabúes de nuestros tiempos" de su obra "Los hombres y las ruinas" (1ª ed. en italiano: 1.953), en el capítulo "Música moderna y jazz" de "Cabalgar el tigre" (1.961) o en el de "Norteamérica negrificada" del libro "El arco y la clava" (1.968). O puede leer lo que, de acuerdo a diversos artículos de nuestro autor, hemos venido expresando -en algún párrafo- acerca de la religiosidad del judaísmo en el primero -y más breve- de nuestros dos escritos titulados "Evola y el judaísmo". Asimismo puede consultar, acerca de la naturaleza del mahometanismo, nuestro "El Islam y la Tradición". O incluso nuestras reflexiones varias que recopilamos en "¿Se puede iniciar un no indoeuropeo?". Hemos ido ampliando de forma considerable -en otros medios- los contenidos que se pueden leer en estos últimos escritos nuestros pero pensamos que como primera aproximación a lo que hemos querido expresar y reflejar nos parece suficiente la lectura de los mismos.

"Si todo lo señalado hasta este momento, a alguna mente ofuscada en sus erróneos prejuicios no le hubiese bastado para dejar de recelar sobre la postura que Evola siempre mantuvo al respecto del tema sobre el que estamos escribiendo y si todavía hubiese quien creyese que nuestro autor pudiera admitir algún tipo de mestizaje no tan sólo de carácter cultural sino hasta racial invitamos a que se lean leídas una buena batería de citas suyas que, en su momento, recopilamos en nuestros tres mencionados trabajos intitulados "Evola y la cuestión racial" y que no creemos que sea necesario reproducir en este prólogo, más si se tiene en cuenta que un buen número de ellas pertenecen a la obra que precisamente estamos prologando.

Quedan, pues, fijadas las certidumbres que defendía Evola al respecto del tema racial. Certidumbres que mantienen una coherencia total a lo largo de toda su vida, pues téngase bien presente que los artículos y libros del maestro romano que aquí hemos relacionado fueron publicados en el transcurrir de los años ´30, ´40, ´50 y ´60 de la pasada centuria y que algunos de estos libros fueron revisados y ampliados por nuestro autor en reediciones posteriores en las que mantiene -o añade- las reflexiones alusivas al tema racial.

Damos por sentado el hecho de que, a partir de ahora, nadie volverá a pensar que Evola le otorgaba un papel insignificante a la raza del cuerpo. Más todavía si tenemos presente que el también considerado como ´El último gibelino´ postulaba que los rasgos físicos de una raza representan el reflejo externo de la cosmovisión y de los valores que le son innatos a ella. Por lo cual la raza del cuerpo deberíamos de considerarla y de tratarla como emanación y legado inviolable e inalterable de lo sacro y Superior."

EDUARD ALCÁNTARA


NOTAS:

1. Atributos externos de conducta que –junto a otros como los de la nobleza, la fidelidad, la austeridad, la autodisciplina o la valentía- conformarían lo que Evola definió como ´raza del alma´.
2. Quede siempre claro que, de acuerdo con el principio aristocrático de la desigualdad natural del hombre, no todos los individuos llegarán, obviamente, a conseguir los mismos logros en el terreno de la realización y/o transformación interiores.
3. Tengamos presente que el biologismo racial reduccionista no representa sino más que una de las múltiples variantes del materialismo propio de una modernidad que tan en las antípodas se halla del pasado sacro de los pueblos indoeuropeos.
4. Y aun podríamos contemplar una condición humana por debajo de la física, que sería aquella que tiene por contenido al mundo de un subconsciente al que toda persona restaurada en su integridad de cuerpo, mente o alma y espíritu debe dominar, ordenar y convertir en un reflejo de la armonía y el sosiego anímicos conseguidos.
5. Entrecomillamos, en estos casos, el vocablo ´espiritualidad´ porque ni el animismo ni la religiosidad sacerdotal y lunar alcanzan el plano del Espíritu, del Ser, sino que pululan por el plano psíquico. En el caso de las creencias de corte pelásgico o lunar no se puede llegar jamás al Conocimiento –nivel Espiritual- de lo Absoluto, sino que tan sólo se tiene la aspiración limitadora de creer –nivel mental- piadosamente en lo Supremo.