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LA MAGIA COMO CIENCIA DEL ESPÍRITU

 

JULIUS EVOLA Y EL GRUPO DE UR

LA MAGIA COMO CIENCIA DEL ESPÍRITU - JULIUS EVOLA Y EL GRUPO DE UR - tomo 1
LA MAGIA COMO CIENCIA DEL ESPÍRITU - JULIUS EVOLA Y EL GRUPO DE UR - tomo 2
LA MAGIA COMO CIENCIA DEL ESPÍRITU - JULIUS EVOLA Y EL GRUPO DE UR - tomo 3

1080 páginas (los 3 tomos)
14,5 x 21 cm.
Ediciones Sieghels
2012
, Argentina
tapa: color, plastificada,
 Precio para Argentina: 300 pesos (3tomos)
 Precio internacional: 60 euros
(3tomos)

En diferentes circunstancias de este siglo dos grupos inciáticos intentaron, a través de la constitución de una Orden, operar sobre el medio de decadencia del mundo moderno con la expresa intención de acelerar su fin y preparar simultáneamente la élite espiritual alternativa y restauradora de un orden normal y tradicional. Dentro de tal contexto la Magia, comprendida como metafísica práctica, es decir con un significado absolutamente distinto del que actualmente se otorga a tal disciplina, es aquella ciencia operativa encaminada hacia la instauración del principio superior y espiritual en primacía y gobierno sobre el universo material y mutable. Se asocia a su vez a la Ascética en tanto acción por doblegarse a sí mismo y a la Iniciación comprendida como un segundo nacimiento interior y espiritual del mismo modo que tradicionalmente acontecen dos guerras santas, la pequeña y la grande, sea dentro como afuera de sí.
Continuando con su labor de divulgación en nuestro orbe de habla hispana del pensamiento tradicionalista alternativo, expresamente silenciado, Ediciones Heracles prosigue con la tarea de editar las principales obras de Magia, comprendida de acuerdo al significado precedentemente expresado, publicando las monografías elaboradas en su momento por tales grupos, representando ello un verdadero acontecimiento editorial para nuestro medio.

 

 

 

 

 

 

ÍNDICE

TOMO I

Prólogo
Los grupos de Ur y de los Dioscuros: dos intentos de recrear una Orden 7

I
Introducción 17
Pedro Negri. Sub specie interioritatis 22
Leo. Barreras 27
Abraxa. Conocimiento de las aguas 29
Lux. Opus Magicum: La concentración y el silencio 35
Ea. Sobre el carácter del conocimiento iniciático. 40

II
Lux. Opus magicum: El fuego 47
Abraxa. La triple vía 52
Leo. Actitudes 58
Glosas al "Opus magicum" para el capítulo II 61

III
Leo. Encadenamiento hacia la experiencia del "cuerpo sutil" 65
Abraxa. El caduceo hermético y el espejo 69
Lux. Opus magicum:
Las "palabras de potencia" y los caracteres de los entes 76
Pedro Negri. El conocimiento del símbolo 80

IV
Ritual mitraico del "Gran papiro mágico de París" 93

V
Recapitulación 121
Abraxa. Instrucciones para el "conocimiento de la respiración" 124
Oso. Apuntes sobre el logos 126
Arom. Primeras experiencias 131
Ea. El problema de la inmortalidad 134
La vía del despertar según Gustav Meyrink 141

VI
Leo. Más allá de los umbrales del sueño 149
Ea. Acerca de la visión mágica de la vida 153
Abraxa. La segunda preparación del caduceo hermético. 157
Iagla. Experiencias: Las leyes de los entes. 163
La vía de la realización según el Buddha 168
Glosas varias 175

VII
Lux. Instrucciones de magia ceremonial. 179
Ea. La doctrina del «cuerpo inmortal» 188
De pharmaco catholico 195

VIII
Abraxa. Operaciones mágicas en «dos vasos». El desdoblamiento 207
Arvo. Acerca de la «contra-iniciación» 216
Lux. Opus magicum: Los perfumes 223

IX
Arvo. El pensamiento conciente. El relajamiento. El silencio. 229
Ea. Consideraciones sobre la magia y sus poderes. 234
Abraxa. La magia de la imagen 243
Pedro Negri. El andrógino hermético y un código plúmbeo alquímico. 249

X
Lux. Opus magicum: Las cadenas. 260
Leo. Acerca de la actitud a asumir ante la enseñanza estotérica. 264
Ea. Libertad, previsión y relatividad del tiempo. 267
Glosas al opum magicum 279

XI
Iagla. Sabiduría serpentina 281
Lux. Las invocaciones. 287
Extractos del De Mysteriis 292
Sirius. La niebla y los símbolos. 296
Ea. Acerca de la doctrina general de los Mantra. 299

Anexos
Nuestra magia. 307
Los Dioscuros. Las dos razas 313
Los Dioscuros. Problemas del espíritu en la ética tradicional 330

 

TOMO II

XII
Alba. De naturae sensu 5
Leo. Aforismos 14
Pedro Negri. Aventuras y desventuras en magia 19
Glosas varias. "Recuerdos" y "Voces". 25

XIII
Ea y Arvo. La doctrina esotérica de los centros secretos del
cuerpo en un místico cristiano 34
Abraxa. La magia del rito 47

XIV
Instrucciones de cadena 51
Iagla. La lógica del subsuelo 61
Pedro Negri. Acerca de la tradición occidental 66

XV
Havismat. La tradición y la realización 93
Pedro Negri. El lenguaje secreto de los "Fieles del Amor" 97
Abraxa. Soliciones de ritmo y de liberación 105
Lux. Opus magicum: Lo diáfano 111

XVI
Arvo. Vivificación de los "signos" y de las "tomas" 115
Ea. La conciencia iniciática en la ultratumba 124
Glosas varias. La magia, el maestro, el canto. 129

XVII
Iagla. Acerca de las "aguas corrosivas" 134
Arvo. La etnología y los "peligros del alma" 141
Acerca del arte de los filósofos de Hermes 149
Glosas varias. El deseo en la magia 159

XVIII
Experiencias: El "doble" y la conciencia solar 165
Ea. Acerca de la metafísica del dolor y la enfermedad 171
Leo. Apuntes para la animación de los "centros" 175
Arvo. Kirillov y la iniciación 184

XIX
Havismat. Apuntes sobre la acesis y la antieuropa 189
Arvo. La magia de las estatuillas 194

XX
Ea. El esoterismo y la moral 201
Nilius. Remedio y veneno. 212
Turba philosophorum 216
Glosas varias. Corporizar el conocimiento 244

XXI
Abraxa. La magia de la creación 248
Pedro Negri. Acerca de la oposición contingente al desarrollo espiritual 255
Algunos efectos de la disciplina mágica: La disolución de los mixtos 267

XXII
Posición y solución del contraste entre ciencia positiva y magia 275
Abraxa. La magia de las uniones 286
Otakar Brézina. Perspectivas 297
Glosas varias 300

XXIII
Breno. Apuntes sobre la morfología oculta 305
Zam. Un conjuro mágico pagano 312
Arvo. Acerca de la tradición hiperbórea 314
La flor de oro del gran uno 322
Glosas varias. 335

XXIV
Vías del espíritu occidental 340
Abraxa. La nube y la piedra 344
Breno. Iniciación moderna e iniciación oriental 349
Havismat. La zona de la sombra 357
Ea. Poesía y realización iniciática 359

ANEXOS
Nuestra magia (II) 370
Los Dioscuros. Revolución tradicional y subversión 372

 

TOMO III

XXV
Ea. Aristocracia e ideal inciático 5
Brezina. Cántico del fuego 13
Arvo. Acerca de un oráculo aritmético y los bastidores de la conciencia 14
Arom. Experiencias: la corona de luz 20
G. Dorn. Clavis philosophiae chemisticae 24
Glosas varias 36

XXVI
Ea. La leyenda del Grial y el misterio del Imperio 37
Havismat. El instante y lo eterno. 47
Abraxa. Las comunicaciones. 52
Dignidad del hombre. 56
Glosas varias 59

XXVII
Apro. Los ciclos de la conciencia. 61
Taurulus. Experiencias. 73
Ea. Qué cosa es la "realidad metafísica" 78
Iagla. Sobre la "ley de los entes" 86
Glosas varias 94

XXVIII
Plotino. Máximas de sabiduría pagana. 97
Leo. Ritmos humanos y ritmos cósmicos. 106
Ea. Acerca de los límites de la "regularidad" inciática. 111

XXIX
Naaryâna Swami Aiyar. Transmutación del hombre y de los metales. 124
Ea. Acerca del simbolismo del año. 131
Abraxa. La magia de la Victoria 138
Arvo. El "origen de las especies" según el esoterismo. 144

XXX
Varia. Algo más sobre la supervivencia. 153
Ea. Acerca de lo "sagrado" en la Tradición romana. 161

XXXI
Liberación de las facultades 170
Encaminamiento hacia la magia según Julián Kremmerz 179
Abraxa. Conocimiento y acción sacrificial. 186
Glosas varias 192

XXXII
Sirio. El ruido 194
Paul Masson-Oursel. Especulación hindú.. 196
Ea. Esoterismo y mística cristiana 201
Metapsíquica y fenómentos mágicos. 218
Leo. La "serpiente emplumada" 223

XXXIII
Agarda. Apuntes sobre la acción en las pasiones. 227
Sagitario. Despertar. 232
Arvo. Los "primitivos" y la ciencia mágica. 235
Agnostus. Acerca de dos símbolos hiperbóreos. 245
Gallus. Experienicas entre los árabes. 251
Glosas varias 258

XXXIV
Maximus. Apuntes sobre el "desapego" 261
El asceta, el fuego, la roca, el espacio. 265
Ea. Autoridad espiritual y poder temporal. 270
Acerca de las drogas. 277
Glosas varias. 289

XXXV
Eklatos. "La "gran horma": La escena y los bastidores. 291
Ea. El esoterismo - El inconciente. El psicoanálisis. 294
Anagarika Govinda. La doble máscara. 314
Aleister Crowley. Perspectivas mágicas. 315
Despedida 325

Anexos.
Cristianismo y esoterismo 328
Identidad de los miembros del Grupo de Ur 341

ADVERTENCIA PARA LA SEGUNDA EDICIÓN

 

Debido al gran interés suscitado en el mundo hispano y portugués hablante respecto de las obras de Julius Evola, hemos procedido a reeditar el fundamental texto del Grupo de Ur y de Los Dióscuros que tituláramos en su momento La Magia como ciencia del espíritu, la que reproduce la casi totalidad de los textos que formaran parte de la Edición italiana de Introducción a la Magia así como distintos fascículos del grupo de Los Dióscuros. Esta vez a diferencia de la edición anterior que fuera de 7 tomos hemos procedido a unirlos todos en 3 para simplificar su distribución y lectura. Por tal razón hemos procedido a suprimir algunas de las introducciones efectuadas para sustituirlas por un texto del grupo de Ur que no estaba en la edición anterior que es La vía del despertar según Gustav Meyrink. Todas aquellas personas que hayan adquirido la vieja edición y que estén interesadas en esta monografía pueden solicitarla por correo electrónico al Centro Evoliano de América que se les enviará sin cargo alguno.
Queremos señalar una vez más que hasta hace unos pocos meses nos habíamos propuesto suspender sine die la edición de obras evolianas luego de 18 años de labor ininterrumpida. Sin embargo el gran entusiasmo demostrado especialmente entre la juventud por dicha obra -y de cuyo resultado hemos tenido la transformación de nuestro grupo originario de la Argentina en americano- nos ha estimulado a continuar con nuestra labor. Informamos que junto a esta reedición están ya en prensa dos nuevos textos inéditos en nuestra lengua que son el siempre postergado Más allá de Nietzsche y un tercero que posiblemente se titule Tradiciones Varias en tanto reúne monografías escritas por Evola sobre Pitagorismo, Mithraísmo y Buddhismo Zen.

M.G.
Buenos Aires, 26/01/12

PRÓLOGO

Los grupos de Ur y de los Dioscuros: dos intentos de recrear una Orden

 

En esta obra, en la que se combinan un conjunto de monografías elaboradas por dos grupos iniciáticos que operaran en Italia en este siglo, se intenta dar una aproximación acerca de lo que es la Magia comprendida, de acuerdo a la definición dada por Rogerio Bacon, como metafísica práctica.
La Magia es, según el esoterismo y prescindiendo aquí de todas las vulgarizaciones que se han dado de esta disciplina, una ciencia práctica encargada de llevar a cabo lo que formula la metafísica en un plano teórico. Es su objetivo principal alcanzar en primer término la supremacía activa en uno mismo del Yo superior sobre el inferior, del espíritu sobre la materia, de la parte más profunda del alma sobre las ligadas al cuerpo y aun sobre éste en su conjunto.
Análogamente con la física experimental en el plano de la naturaleza, la Magia es una ciencia aplicada cuya finalidad es operar sobre el ente; lograr su transformación, pero en una esfera distinta de la de la materia, en un ámbito de carácter inextenso, eterno y espiritual; convertirlo a su vez en impasible ante las influencias del mundo exterior y de su yo psicológico; y finalmente en dominador de ambas dimensiones.
Pertenecen al léxico de la magia entendida con tal sentido estos cuatro términos fundamentales: iniciación, rito, ascesis y símbolo. La iniciación tiene que ver con un segundo nacimiento que acontece en la esfera del espíritu. Así como existe un acto de nacer que es relativo al cuerpo y al alma, por el que un ser pasa de la potencia al acto a partir de una sustancia vital que lo precede, del mismo modo hay también un nacimiento espiritual por el cual el espíritu, que se encuentra en potencia en el ser humano viviente, pasa al acto a través de un conjunto de acciones puntualmente preestablecidas. Sin embargo hay una diferencia entre ambos nacimientos. En el biológico tanto el nacer como el crecer, como todas las demás etapas de desarrollo, acontecen de acuerdo a momentos temporales precisos que, si bien a veces pueden sufrir retrasos o avances, siguen siempre una cierta regularidad; en el metafísico en cambio no intervienen las edades. Se puede ser iniciado a una edad muy avanzada, como también en una relativamente joven. La iniciación sobreviene como una iluminación instantánea por la que, de repente, aunque siendo precedida por otras acciones rituales muy precisas, el sujeto se descubre como diferente, como perteneciente a otra naturaleza. Además desde una perspectiva iniciática es un hecho que no en todos brota el espíritu, no todos logran doblegarse a sí mismos y ser señores de sí. No todos conquistan la inmortalidad.
El rito es una praxis divina y espiritual por la que el sujeto participa en manera activa de una dimensión superior a su yo habitual. El mismo está compuesto por un conjunto de normas repetitivas y establecidas con un orden que no puede ser transgredido a costa de producir severas regresiones y consecuencias negativas de parte de quien lo produce. El rito va asociado a la iniciación, forma parte de ésta, aunque no todo rito sobrelleva forzosamente la iniciación. Es necesario para ello que el rito logre realmente evocar y hacer descender las fuerzas de lo alto y que haya a su vez en el sujeto que de él participa una actitud simultáneamente receptiva y activa respecto de las mismas. Es por ello que, en razón de la gravedad e importancia de tal acción, que no se encuentra al alcance de cualquiera, sino de personas especialmente calificadas, todo rito e iniciación necesitan de un maestro que las conduzca.
La ascesis es tal acción iniciático-ritual comprendida como acto de vencimiento de uno mismo. Todo rito es realizado en función del fortalecimiento del Yo superior en su lucha contra su dimensión inferior. El mismo es pues hecho en función de la iniciación y toda iniciación implica una ascética previa del yo. El rito es un punto de apoyo, un sostén que carece de cualquier valor si no tiene por fin tal combate interior espiritual. Necesita del acto de reconcentración del sujeto en esa ardua y difícil batalla interna, de lo contrario se convierte en árido, inútil y superfluo y no sobrevendrá por lo tanto la meta final que es la iniciación.
El símbolo es finalmente el modo de ver la realidad desde un punto de vista metafísico. El símbolo es el dato que nos conduce desde esta esfera física a una superior; es también, como el rito, un punto de apoyo. Pero si el primero se refiere a la inteligencia (no la racional, sino la intuitiva), el segundo en cambio se vincula a la voluntad. No se trata pues aquí de negar la realidad, sino de interpretarla de un modo distinto. El símbolo es pues una lectura trascendente de lo real; es, como el rito, un sostén para la transformación ascética interior que conduzca a la iniciación. Para el iniciado verdadero, de acuerdo a su visión metafísica, toda realidad debe llegar a convertirse en un símbolo y toda acción en un rito.
Pero la Magia tiene otro sentido que no se remite tan sólo a lo interno. De acuerdo a la analogía existente entre el macro y el microcosmos, entre la pequeña y la gran guerra santa, entre el universo interior y el exterior a uno mismo, la Magia implica también una operación de carácter metafísico no sólo hacia adentro, sino hacia afuera de sí. Del mismo modo que, a través del Yo, se intenta doblegar a las fuerzas ínferas y materiales que actúan en lo interno de uno mismo por medio de una acción metafísica y ritual, así también se trata de una técnica de sugestión y de acción transformadora por la cual el Yo resulta capaz de generar una fuerza tan fuerte como para poder influir decisoriamente sobre el mundo externo. Tal acción se efectúa en cadena, a través de la colaboración de otros Yo reconcentrados todos en un mismo fin mágico-metafísico e iniciático. Se intentaría crear así una fuerza reconcentrada, la que debería llegar a constituir un ente superior con potencia y posibilidad de operar sobre la realidad.
En la actualidad podría decirse que tal acción resulta decisiva e indispensable, mucho más que en épocas anteriores. Ante el estado de solidificación del mundo en que nos encontramos, en razón de la faz final de la Edad de Hierro que vivimos, acontece que la parte inferior del yo encuentra a su alrededor sostenes superabundantes y fuentes de energía multiplicada que antes se hallaban limitados y reducidos al mínimo mediante encuadres simbólicos operantes desde lo alto con los que se disminuía y anulaba su potencia. Del mismo modo, a la inversa, una vida puramente espiritual, en un mundo que tenía ritos precisos e instituidos y símbolos venerados y respetados por toda la comunidad, era anteriormente posible para el sujeto en tanto encontraba a su alrededor un orden externo que le brindaba adecuados puntos de apoyo existenciales aptos para su elevación. Hoy, a causa del sobredimensionamiento de lo físico y material, las puertas han quedado así abiertas para lo que es inferior a lo psíquico y personal, para aquello que pertenece a las zonas ínferas del yo. Sucede así que, cada vez que acontece una victoria de la parte superior en su acción de doblegamiento, miles de fuerzas afines a ese mundo ínfero circundante, en razón de no haber barreras de contención, acuden rápidamente a ocupar el lugar dejado vacante y multiplican la energía opuesta. Ha sucedido actualmente que el hombre moderno se ha convertido en un ser sin defensas de ningún tipo ante las influencias que provienen del mundo ínfero, en tanto se ha hecho ignorante de cualquier otra realidad que no sea la material y sensible. Por tal razón, a causa de esta ceguera metafísica, se ha transformado en un vehículo inapreciable de tales fuerzas maléficas. Como bien dicen los Dioscuros: "Este es el tiempo en el cual los demonios de la mente se funden en una legión única con los demonios del mundo, (de modo tal que) también la Pequeña (exterior) y la Grande (interior) Guerra Santa tienden a coincidir".
Solo una acción puede detenerlo y dislocarlo, aquella que simultáneamente con el doblegamiento de sí se dirige hacia afuera y en cadena iniciática intenta efectuar una sugestión inversa, pues es importante señalar que, en razón de tal ceguera, resulta imposible influir en el hombre moderno a través de evidencias y de argumentos racionales relativos a una esfera en la cual se ha hecho absolutamente ignorante. Por ello hay que presentarle una fuerza poderosa, de otra dimensión, capaz de impactarlo, la cual, si podrá atraer a sí a algunos, a otros al menos podrá paralizarlos.
La batalla es entonces eminentemente metafísica. Al fin de cuentas la única guerra verdadera es la que pueda existir entre dos tipos de magia distintas, entre una "magia negra" que intenta hundir al hombre desde la esfera natural hasta la de la infranaturaleza, hasta las dimensiones sutiles y demónicas de su ser, y es lo que sucede actualmente con total asiduidad, y una "Magia Blanca" que en cambio intenta elevarlo hacia lo alto, hacia el espíritu que también le resulta inmanente.
Es dentro del contexto de esta lucha entre sugestiones diferentes que puede ser captado el sentido esencial de esta obra que aquí iremos presentando en tomos sucesivos.
Se trata aquí del intento por querer constituir una cadena iniciática, plasmada a través de una Orden que, de manera orgánica y sistemática, sea capaz de influir en el mundo moderno creando sustitutiva y alternativamente una fuerza metafísica que actúe sobre los acontecimientos, marcando un determinado rumbo distinto del actual. El mismo, si bien con ribetes diferentes, tuvo estas dos expresiones importantes en este siglo, a través de los grupos de Ur y de los Dioscuros en períodos diversos. A fines de la década del 20, en el primer caso y en la década del 70 en el segundo. De la primera experiencia, de la cual existen bastantes datos debido al tiempo transcurrido y a los diferentes estudios realizados, por lo que incluso sabemos quiénes participaron de ella a pesar del anonimato y las razones de su fracaso. Citamos aquí textualmente lo que nos relatara en forma retrospectiva su principal gestor, el tradicionalista italiano Julius Evola en su obra autobiográfica "Il Cammino del Cinabro". Respecto del Grupo de los Dioscuros, en cambio, es muy poco lo que se sabe de ellos, y aun queda en pie la posibilidad de que no se encuentre aun disuelto del todo, por lo que extractamos parte de un texto de quien en la actualidad representa uno de los mayores exponentes del tradicionalismo italiano, Renato del Ponte, en su obra "Il movimento tradizionalista romano del Novecento", en donde se nos da alguna noticia sobre el mismo. Agreguemos que en nuestro país el periódico El Fortín se encarga en la actualidad de reproducir fragmentos de los trabajos anónimos de los Dioscuros, casi todos publicados en Italia pero con escasísima difusión y algunos de ellos inéditos.
"El Grupo de Ur (la palabra "Ur" era recabada de la raíz arcaica del término "fuego", pero había también otro sentido agregado, relativo a "primordial", "originario", tal como significa en el prefijo alemán)... nos remite al dominio del esoterismo. Ya en su momento Reghini, director de las revistas Atanor y luego Ignis (dos publicaciones que tuvieron muy escasa vida) se había propuesto tratar las disciplinas esotéricas e iniciáticas con referencias a fuentes auténticas y con un espíritu crítico. El "Grupo de Ur" retomó la misma exigencia, pero acentuando en mayor medida el aspecto práctico y experimental. Bajo mi dirección hizo editar unos fascículos mensuales de monografías destinadas a ser reunidas en volúmenes a fin de que pudiesen estar coordinadas de modo que en gran medida se tuviese un desarrollo progresivo y sistemático de la materia. Se adoptó el principio del anonimato de los colaboradores, los cuales firmaron todos con un pseudónimo puesto que, se decía en la introducción, "no cuenta su persona, lo que puedan decir de válido no es creación de ellos, sino que refleja una enseñanza supraindividual y objetiva". Cuando se volvieron a editar tales monografías en tres tomos, con el título de Introducción a la Magia, en 1955 (ediciones Bocca) no figuraba ni siquiera mi nombre. Si bien entre los colaboradores se hallaba alguna personalidad conocida que aceptó la regla del anonimato, había también personas que antes no habían nunca escrito y de las cuales yo mismo anoté algunas enseñanzas, dándoles luego una forma adecuada, tras su aprobación definitiva del texto. (...)
En la introducción, como punto de partida se ponía aun una vez el problema existencial del Yo, la crisis de quien no cree más en los valores corrientes, en todo lo que habitualmente, sobre un plano, sea intelectual, como práctico, como humano, da un sentido a la existencia. El presupuesto consecuente era que, frente a tal crisis, no se descartase, no se recurriese a lenitivos, pero que tampoco se cayese en la desesperación y el colapso; que en base al hecho irreversible ya determinado se estuviese en vez absolutamente decididos "a disipar la niebla, a abrirse una vía", dirigiéndonos hacia "el conocimiento de sí y en sí, del ser". Este conocimiento era presentado como un conocimiento trascendente, que presuponía un "cambio de estado", y como una realización absolutamente positiva. La opus transformationis, "la mutación de la propia naturaleza más profunda es lo único que cuenta para alcanzar el conocimiento superior". Y bien, se afirmaba que para una tal obra hubo una ciencia, "una ciencia precisa, rigurosa, metódica, transmitida en cadenas ininterrumpidas, si bien muy raramente manifiestas al profano; una ciencia que, aun no teniendo que ver con fenómenos externos, sino vertiendo sobre las fuerzas más profundas de la interioridad humana, procede experimentalmente, con los mismos criterios de objetividad y de impersonalidad que las "ciencias exactas". A ella se le vincula una "tradición única que en diferentes formas de expresión se puede reencontrar en todos los pueblos, ahora como sabiduría de antiguas élites regias y sacerdotales, ahora como conocimiento trazado por símbolos sagrados, mitos y ritos cuyos orígenes se pierden en los tiempos primordiales, por Misterios y por iniciaciones".
Tal como lo he mencionado, cuando fueron recogidas en un libro y luego en su primera reedición tras diecisiete años el título de las monografías fue Introducción a la Magia (se agregaba: "cual ciencia del Yo"). Al respecto, sea en el texto, como en la misma introducción, hemos tenido cuidado en advertir que el término "Magia" debía ser tomado en sentido figurado, que no correspondía al popular y ni siquiera al que fue usado en la antigüedad, puesto que no se trataba de ciertas prácticas, reales o supersticiosas, dirigidas a la producción de algún tipo de fenómeno extranormal. Al hablar de Magia se quería más bien significar que la atención del grupo se dirigía esencialmente hacia aquella especial formulación del saber iniciático que obedece a una actitud activa, soberana y dominante respecto de lo espiritual.
La monografías del "Grupo de Ur" querían pues dar direcciones, sugestiones, esbozos para la ciencia antes mencionada, en primer lugar y sobre todo a través de la "exposición de métodos, de disciplinas y de técnicas" junto a una profundización del simbolismo, en segundo lugar "relaciones de experiencias efectivamente vividas", en tercer lugar se debía apuntar a la "reedición o traducción de textos, o partes de textos, raros o poco conocidos, de las tradiciones de Oriente y de Occidente, oportunamente esclarecidos y anotados"(...), en cuarto lugar "encuadres doctrinarios sintéticos" y puestas a punto críticas. Direcciones múltiples de diferentes escuelas eran presentadas para que el lector tuviera manera de elegir en base a sus particulares predisposiciones o inclinaciones.
La monografías salieron publicadas durante tres años, desde 1927 hasta 1929. (...)
Lamentablemente hacia el final del segundo año aconteció en el grupo una escisión por causas oscuras, pero sobre todo como consecuencia de un intento fraudulento por quitarme de las manos la publicación para hacerla controlar por elementos que (como luego, cuando no fue más peligroso políticamente decirlo, fue expresado en forma publica) mantenían en vida a la masonería a pesar de su supresión en el período fascista. Habiendo fracasado el intento, se trató de impedir que yo continuase a publicar los fascículos. Pero tampoco esto tuvo éxito. El único efecto deplorable fue la defección de uno de los más válidos, si bien no de los más asiduos, colaboradores, a causa de sus susceptibilidades y por vínculos oscuros que lo relacionaban con un individuo sospechoso.
(...) Entre los pertenecientes a este grupo operativo por lo menos dos estaban dotados de reales poderes. En cuanto a las finalidades del mismo, la más inmediata era la de despertar una fuerza superior que sirviese de auxilio al trabajo individual de cada uno, fuerza de la cual eventualmente cada uno pudiese hacer uso. Había sin embargo también un fin más ambicioso, es decir la idea de que sobre aquella especie de cuerpo psíquico que se quería crear se pudiese despertar, por evocación, una verdadera influencia de lo alto. En tal caso no habría estado excluida la posibilidad de ejercer, tras los bastidores, una acción incluso sobre las fuerzas que predominaban en el ambiente general de entonces. En cuanto a la dirección de tal acción, los puntos principales de referencia habrían sido aproximadamente los de Imperialismo pagano y los ideales "romanos" de Arturo Reghini.
No se llegó a nada de todo esto. El grupo operativo se disolvió ya en el segundo año, a causa del cisma aludido. Al no haberse realizado las premisas, no se pensó más en aquella influencia insensible a ser ejercida sobre lo externo, mientras que había, sobre todo de mi parte, reservas respecto de cualquier especie de operaciones colectivas."
"...Entre fines de los años sesenta y comienzos del setenta comienza a actuar el "Grupo de los Dioscuros", con sede principal en Roma y ramificaciones en Nápoles y Mesina. Parece ser que en lo interno de tal grupo se tomaron temas y prácticas ya en su momento en uso en el "Grupo de Ur" y es por lo menos probable que el mismo Evola estuviese al tanto de ello.
El hecho es que en los cuatro "Fascículos de los Dioscuros", que salieron en esa época, la idea de Roma por un lado y la de un Centro escondido por el otro, a lo que el tradicionalismo debería hacer referencia, vuelven a tomar pie con gran evidencia.
Para el autor anónimo del primer "Fascículo de los Dioscuros", titulado Revolución tradicional y subversión (Roma, 1969), el mérito mas grande de Evola es el de "haber hecho presente el destino de Roma cual portadora del Imperio Sagrado Universal y de haber recabado de tal verdad las necesarias consecuencias en relación con las ideas-fuerza que deben ser movilizadas por una verdadera revolución tradicional" (pág. 20).
(...) El "Grupo de los Dioscuros" tuvo una notable importancia como consciente reconexión con las anteriores experiencias sapienciales y como indicación, para algunos elementos particularmente sensibles del área de la derecha radical, de posibles direcciones y rumbos del "tradicionalismo romano", si bien la particular vía operativa elegida y, sobre todo, la falta de calificación de algunos componentes, llevara muy pronto a la destrucción desde lo interior del Grupo mismo, del cual no se volverá a sentir hablar ya antes de la mitad de los años Setenta (se nos ha dicho que franjas dispersas del grupo continuarían subsistiendo sobre todo en Nápoles)."

***

Esta colección de monografías sobre la Magia como ciencia del espíritu, que inauguramos con este primer tomo, es extractada de diferentes estudios publicados originariamente por las revistas Ur y Krur, revisados y corregidos por Evola en sucesivas ediciones algunos de ellos, otros en cambio no aparecidos en la edición original de Introducción a la Magia, título en el cual se condensa la mayoría de tales artículos. Asimismo agrupa también en forma simultánea monografías más actuales del grupo de los Dioscuros, formando todas ellas, a nuestro entender, un verdadero cuerpo doctrinario perfilado en función de la ya impostergable tarea de constitución, aquí en el sur del continente americano, de una Orden operativa en esta época de disolución arimánica.

Marcos Ghio

 

NOTAS:
1. Sin embargo en casos muy especiales es posible una "autoiniciación".
2. Sabemos actualmente que, además de Julius Evola, componían el grupo de Ur el masón y pagano Arturo Reghini, el tradicionalista católico Guido de Giorgio como figuras principales. De Reghini podría agregarse que trataba de recrear el origen iniciático de la masonería en su faz operativa, tratando de restaurar sus ritos iniciales y apartarla del desvío especulativo, sobrevenido tras la influencia del iluminismo. A él se debe la refundación de la Academia Pitagórica en Reggio Calabria, que sigue existiendo en la actualidad.
3. La persona a la cual Evola se refiere es Arturo Reghini, con quien rompió violentamente relaciones a causa del entredicho aquí apuntado. El otro miembro del grupo con el que Reghini mantenía un "oscuro vínculo" es Guido Parise. A causa de la ruptura la revista Ur pasará a denominarse en lo sucesivo Krur, siempre bajo la dirección de Evola, y Reghini y Parise editarán otra revista denominada Ignis, de la cual saldrá tan sólo un número, dedicado casi en su totalidad a atacarlo a Evola. Para mayores datos acerca de los entredichos y vínculos entre los miembros del grupo Ur puede verse la obra de Renato Del Ponte, Evola ed il magico "Gruppo di Ur, Borzano, 1994.
4. Imperialismo pagano fue un libro juvenil de Evola, editado en 1927 en donde efectúa una encendida apología del paganismo. Formaba parte de un proyecto político cultural de influir sobre el fascismo, a fin de evitar que, tras firmarse el Concordato con el Vaticano, se abriese un rumbo güelfo en el seno de tal movimiento. La expresión Imperialismo pagano había sido usada por primera vez por Reghini, el cual a su vez lo acusará a Evola de haberlo plagiado. Es de notar que tal actitud cerrada y crudamente pagana será luego rechazada por el Evola maduro quien se opondrá en vida a que esta obra sea reeditada.
5. J. Evola, Il cammino del Cinabro, Milán 1982, págs. 83-89.
6. Renato Del Ponte, Il Movimento Tradizionalista Romano nel Novecento, Scandiano, 1987, págs. 47-49.

INTRODUCCIÓN

 

En la vida de algunos hombres hay momentos en los cuales ellos sienten como que todas sus certezas vacilan, que todos sus conocimientos vienen a menos, que callan las voces de las pasiones y de los afectos y de todo aquello que animaba y movía su existencia. Una vez que ha sido reconducido hacia su propio centro, el individuo advierte entonces en manera cruda el más importante de todos los problemas: ¿Qué soy yo?
Surge entonces casi siempre también la sensación de que todo lo que se hace no sólo en la vida ordinaria, sino también en el campo de la cultura, en el fondo sirve sólo para distraerse, para crearse la apariencia de un fin, para tener algo que permita no pensar profundamente, para ocultarse a si mismos la oscuridad central y para sustraerse de la angustia existencial.
En algunos casos una crisis de tal tipo puede tener una salida catastrófica. En otros en cambio se reacciona. El impulso de una fuerza animal que no quiere morir se reafirma, inhibe entonces aquello que ha aparecido a través de tales experiencias, hace creer como si se tratase tan solo de un íncubo, de un momento de fiebre de la mente y de desequilibrio nervioso. Y entonces se busca un nuevo reacomodamiento, para volver a la "realidad".
Está también aquel que descarta. El problema existencial, que él ha sentido, se convierte para él —impotente en asumirlo plenamente— en un "problema filosófico". Y el juego recomienza. Con algún tipo de sistema de especulación se finge hallar una luz en la oscuridad y se da un nuevo aliciente a la voluntad de continuar. Otra solución equivalente es la pasiva referencia a estructuras tradicionalistas, a formas dogmáticas vaciadas de un contenido viviente y que se presentan como simples complejos dogmáticos y devocionales.
Otros sin embargo se mantienen firmes. Algo nuevo e irrevocable se ha determinado en su vida. Ellos se desapegan de las fés, se desapegan de las esperanzas. Quieren disipar la niebla, abrirse una vía. Un conocimiento de sí mismo y, en sí mismo, del Ser: esto es lo que ellos buscan. Y para ellos no existe un volver hacia atrás.
Este es uno de los modos con los cuales, sobre todo en la época moderna, algunos pueden acercarse a las disciplinas que, en general, son designadas como iniciáticas. Otros, en vez, son conducidos al mismo punto por una especie de recuerdo y de natural dignidad, que suscita la sensación neta de que este mundo no es el verdadero mundo, que existe algo más alto que esta percepción de los sentidos y de cuanto recaba su origen de lo humano. La visión directa de la realidad, como en un completo redespertar, es aquello a lo cual ellos aspiran.
En un caso como en otro, en un momento determinado uno se dará cuenta de no estar solos. Se sentirán, cercanos, a otros, arribados por otra vía; o que quizás siempre estaban allá. Y se aprenderá su verdad:
Más allá del intelecto raciocinante, más allá de las creencias, de los sentimientos, de aquello que hoy vale en general como cultura y como ciencia, existe un saber superior. En el mismo cesa la angustia del individuo, en éste se disipa la oscuridad y la contingencia del estado humano de existencia, en el mismo se resuelve el problema del ser. Este conocimiento es trascendente también en el sentido de que el mismo presupone un cambio de estado. Sólo se lo consigue transformando un modo de ser en otro modo de ser, cambiando la propia conciencia. Transformarse, ésta es la premisa del conocimiento superior. El cual no sabe de "problemas", sino tan sólo de deberes y de realizaciones.
Tales realizaciones deben ser comprendidas como algo positivo. Vale aquí como presupuesto una mirada capaz de considerar sólo la concreta, real, cruda relación de sí consigo mismo y con el mundo. Para el hombre moderno en especial, tal relación es la condicionada, extrínseca y contingente, propia del estado físico de existencia. En cuanto a las variedades de aquello que desde hace tiempo es llamado "espíritu", ellas son demasiadas veces un simple correlato de la existencia física, tal que con todos sus valores -bien y mal, verdadero y falso, superior e inferior- no cambia aquello que es el Yo, como hombre, en la jerarquía de los seres. He aquí porque es necesaria la fuerza de poner a un lado todo, de despegarse de todo. La mutación de la propia estructura más profunda es aquello que sólo cuenta a los fines del conocimiento superior. Este conocimiento —que es a un mismo tiempo sabiduría y potencia— es esencialmente "no-humano" y a él se llega a través de una vía que presupone la superación activa y efectiva, ontológica, de la condición humana.
Ya desde hace tiempo el hombre, aferrado en una especie de círculo mágico, se encuentra hoy en día con no saber más nada de semejantes horizontes. No sólo ello, sino, como alguien ha justamente resaltado (J. De Maistre), aquello que en nuestros tiempos se jactan con el nombre de "científicos" han urdido una verdadera y propia conjura, han hecho de la ciencia una especie de monopolio propio y no quieren absolutamente que se sepa más que ellos y en manera diferente de ellos.
Esto sin embargo no impide que este saber diferente y superior exista. Mucho más que la creencia predominante en Occidente, la enseñanza de la que aquí se trata, puede hacer propio el dicho: quod ubique, quod ab omnibus et quod semper. Corresponde a ello una tradición única, que puede reencontrarse bajo variadas formas de expresión en las tradiciones de múltiples pueblos: ahora como sabiduría de antiguas elites regias o sacerdotales, ahora como conocimiento encubierto bajo símbolos sagrados, mitos y ritos cuyos orígenes se pierden en tiempos primordiales, ahora como escritos alegóricos, misterios e iniciaciones, como teurgia, yoga o alta magia y, en los tiempos más recientes, como sabiduría secreta de corrientes subterráneas afloradas de aquí por allí en los tramos de la historia occidental, hasta los Hermetistas y los Rosacruces.
Aquí a una metafísica le corresponde una técnica la cual, aun no teniendo que ver con fuerzas y fenómenos externos, al referirse a las energías más profundas del ser humano, tiene el mismo carácter objetivo y experimental que las denominadas ciencias exactas. Esta "técnica divina", tradicional en sentido superior, ofrece posibilidades reales a quien, tras la crisis profunda antes mencionada, haya encontrado en sí la capacidad de superarla positivamente y de recabar de ella un desapego de todo lo que es sólo humano. Y ella ofrece al mismo tiempo posibilidades reales a otra categoría de seres, a aquellos pocos en los cuales por vías misteriosas reaflore una herencia remota, casi como instinto de otra raza, desaparecida en los milenios.
Todo aquello que podía dar el cerebro humano, ya lo ha dado. Así pues en lo particular se trata también de ser capaces de convertir al cuerpo en su totalidad en un instrumento de la conciencia que, superando la limitación individual, deberá penetrar en los estratos en donde actúan las fuerzas oscuras y profundas de un Yo superior: hasta hallar la entrada de la vía que conduce al "palacio cerrado del Rey".
El conjunto de monografías que aquí presentamos pretende dar indicaciones, sugestiones y direcciones de tal ciencia secreta. Se ha seguido el criterio de evitar lo más posible cualquier discurso alrededor de las cosas y de dar en vez la esencia de ellas, sin descuidar nada para hacer entender de manera distinta. Allí donde sin embargo subsistiesen oscuridades, ello no dependerá de nuestra voluntad, sino más bien de la naturaleza misma del tema. El conocimiento superior es, en todo y por todo, experiencia. Pero todo lo que es experiencia se vuelve inteligible sólo en el presupuesto de tener una experiencia análoga. Toda comunicación escrita, es más tipográfica, hallará siempre un límite, removible sólo de parte de quien es capaz de asumir la "sede" que corresponde a una o a otra enseñanza.
Nosotros limitaremos nuestros tema a:
1) Exposiciones de métodos, de disciplinas, de técnicas.
2) Relatos de experiencias efectivamente vividas.
3) Publicación y traducción de textos, o partes de textos raros o pocos conocidos, de las tradiciones de Oriente y de Occidente, oportunamente esclarecidos y anotados y presentados de modo tal que puedan proveer orientaciones y abrir nuevas perspectivas.
4) Encuadramientos doctrinales sintéticos, aptos para remover la imagen vuelta rígida del hombre, del mundo y de la vida que ha venido a prevalecer con la civilización moderna, que sirvan para actuar como trasfondo de la práctica y para esclarecer sus presupuestos.
Las diferentes monografías pueden completarse recíprocamente. Ellas han sido ordenadas así, de modo tal que en precedencia son ya dados todos los elementos necesarios para la comprensión adecuada de cada una de ellas. Los colaboradores han asumido en gran medida partes orgánicas de un deber único, retomando, integrando o desarrollando desde perspectivas diferentes y mutuamente, las cosas dichas por cada uno.
Siguiendo con una costumbre que se encuentra sea en el Oriente antiguo como en nuestras escuelas medievales, entre los Pitagóricos, como entre los Hermetistas, en las organizaciones iniciático-corporativas y en los Rosacruces, para concluir en ciertos autores monásticos y en parte, en los mismos Jesuitas; se ha creído oportuno adoptar el principio del anonimato de los colaboradores. Esto, en la medida que su persona no cuenta, pues lo que ellos pueden decir como válido no es una creación o reflexión propia, sino que refleja una enseñanza supraindividual y objetiva. Y ha sido obra de quienes, en su momento, han dirigido la organización de este grupo de monografías a hacer de modo tal que las mismas se resientan lo menos posible de las particulares corrientes que uno u otro autor puede haber tenido como más familiares, de modo tal que las exposiciones viertan en vez sobre las "constantes" presentes en toda auténtica disciplina iniciática.
Como máximo, en tanto particularización se podrá hallar aquí aquella para la cual en el título de los sucesivos volúmenes figura el término "Magia". Se verá que, más que referirnos a lo que en la misma antigüedad se entendió por tal palabra, "Magia" a tal respecto asume un sentido metafórico, sirve para resaltar sólo una asunción particularmente activa —común en mayor o menor medida a todos el grupo de los colaboradores— de las disciplinas tradicionales e iniciáticas. Por lo demás pertenece a Roger Bacon la definición de la Magia comprendida como "metafísica práctica".
Y respecto de los colaboradores también les es común un preciso rechazo de las variedades de aquello que hoy se entiende como "espiritualismo": desde el vulgar espiritismo hasta el teosofismo anglo-hindú, hasta el "ocultismo", la antroposofía y tantas otras corrientes similares. En todo ello nosotros vemos desviaciones, que no tienen nada que ver con la auténtica enseñanza iniciático-tradicional, una mezcla híbrida de fragmentos de verdades antiguas, de deformaciones mentales modernas, de flujos visionarios y de pésima filosofía, aparte de una salsa moralística y evolucionista-humanitaria. Ha sido un máximo cuidado de quienes organizaron estos trabajos el de dar al lector el sentido más neto de un desapego de estas formas confusas y falsificadas, que reflejan sólo el marasmo, la falta de principios y el confuso impulso hacia la evasión propios de esta época.
El lector de esta obra podrá muy difícilmente encontrar en otro lado un conjunto similar de enseñazas especializadas, dadas con precisión y claridad. A él sólo le quedará decidir hasta qué punto él pretende restringirse a la simple lectura para información y hasta cuál en vez, descubriendo una vocación superior, precedentemente sólo sentida oscuramente, pretenda osar, operar y callar. Es enseñanza iniciática, por lo tanto, que aquellos que con una íntima, ferviente seriedad intentan, difícilmente serán dejados solos. Es pues posible que para ellos el intento sostenido por "Ur" sea sólo un primer contacto y que otros podrán luego seguir, con un alcance diferente y en el momento oportuno; para aquellos que, habiendo ya dejado una orilla, y aun siendo aun tomados por las "aguas", ya tienden hacia la otra.

NUESTRA MAGIA

 

Es éste un mundo solidificado en donde todo transcurre a un ritmo infernal y morboso. El moderno, el hombre-masa que tan brillantemente nos describiera Ortega y Gasset, es un ser carente de memoria, o sea de la capacidad para retener y detener el tiempo en su alma, de salir, aunque fuere por un instante, «del río que siempre fluye y nunca se detiene» y tratar así de ser él mismo en medio del torrente. Su voluntad es por lo tanto nula. Todo lo acepta y asume pasivamente. Acepta fatalmente vivir en un mundo globalizado, aunque en el fondo ignore de qué se trata; acepta las modas más absurdas y antojadizas aunque íntimamente (si es que todavía le queda algo de intimidad) puedan no gustarle; acepta todos los criterios estéticos vigentes porque así lo ha expresado la mayoría y porque tiene miedo del ridículo; acepta todas las recetas y opiniones de los media y las repite siempre aunque, justamente por no tener memoria, no recuerde en dónde las ha aprendido; acepta pues ser un simple producto del mundo circundante y se solaza con tal condición y «protección» que lo cobija de la inseguridad y lo desconocido, y repudia hasta con virulencia a quien reniegue de tal «evidencia» irrebatible.
La Democracia es para él su divinidad, su diosa omnipotente y sabia, que es también caprichosa y autoritaria como el bíblico Jeovah, y de la cual no podrá nunca sustraerse ni discutirla «de igual a igual», ni cuestionar sus dogmas sagrados, ni objetar tampoco sus totalitarias y camufladas inquisiciones. Que los hombres sean iguales, aunque la realidad nos muestre lo contrario, que el voto de un sabio valga lo mismo que el de un adolescente, que sea la simple mayoría numérica la que determine la verdad o la justicia en todo, es algo sólo comprensible de acuerdo a la máxima de Tertuliano: «credo quia absurdum». Del mismo modo que la fe en el Progreso o en el origen animal de nuestra especie que se han convertido en Verdades universales e irrebatibles...
Y sin embargo, a pesar de lo ridículo que nos rodea, hay en todo esto que nos sucede como una lógica secreta que rige los acontecimientos. Un tipo de hombre, el del crepúsculo, un hombre-producto, un hombre en serie, como los objetos y chucherías interminables con que se nos satura para comprar y consumir, es el que prima ante nuestra vista. Es un hombre puramente exterior, el cual se ha negado y amputado a sí mismo su dimensión más profunda que es la del espíritu, la que se expresa a través del pensamiento y de su acción consecuente. Pues es sólo por y a través del espíritu que el hombre se hace libre, y la libertad que de ello emana no es la vana agitación de las marionetas rockeadas que nos circundan, sino la capacidad de hallar y realizar en uno mismo el fundamento de todas las cosas y de los propios actos.
A pesar de todas las loas a la libertad y al Progreso que actualmente se formulan no hay en efecto un esclavo más grande que el hombre de este tiempo, en cuanto no ha habido jamás en toda la historia de la humanidad un ser más dependiente de las opiniones ajenas, alguien más prejuicioso, más dogmático y al mismo tiempo más presumido.
Dejamos para otra circunstancia el determinar la fuente y el origen de todos estos tabúes y supersticiones modernas, remitiendo para ello en especial al texto de ARVO sobre la Contrainiciación que aparece en este tomo. Contestemos en cambio, aunque sea brevemente, a la objeción acerca del pretendido pensamiento libre, lo que paradojalmente produce tanta jactancia hoy en día y hace flamear a esta época como un ejemplo para todas las restantes, y de sus consecuentes «logros» irrebatibles, tales como la ciencia moderna y la «prodigiosa» tecnología que hoy nos circunda y fastidia por doquier. Digamos en primer término que el trasfondo de dicho saber y del «pensamiento» en que se basa ya fue refutado magistralmente hace más de dos mil años por Platón en su alegoría de las cavernas. Toda la pretendida ciencia moderna, con su técnica a la cabeza, es apenas un conocimiento de sombras y una presumida capacidad de prever y adivinar sus movimientos, pero en el fondo una profunda ignorancia acerca de aquello que los produce, de lo que está en el origen de tales apariencias.
El moderno sólo acepta como real lo que ve y capta a través de sus cinco sentidos externos. Este es su materialismo esencial, el dogma básico ante el cual los restantes, el que acentúa lo económico como destino universal, el materialismo histórico, o el que asigna a la materia y a sus movimientos la sustancialidad de todo lo que existe, el materialismo mecanicista y metafísico, son apenas manifestaciones secundarias.
El haber reducido lo real a su aspecto más superficial es justamente un conocimiento de esclavos encadenados, incapaces de comprender lo que está más allá de las sombras y apariencias, tal como los que describiera Platón. Es decir, el hombre actual en el fondo no conoce, sino sólo actúa sobre lo que cree conocer. Carente así de un verdadero fundamento, su acción es consecuentemente ciega y sin sentido. Es parecida a una carrera afanosa en donde se corre desaforadamente sin saber hacia dónde y por qué se lo hace. Es por ello que hoy en día se ha operado como una inversión entre fines y medios; por ejemplo, actualmente ya no se produce para vivir, sino que se vive para producir, y muchas otras actividades que deberían ser meros instrumentos para fines superiores se han por el contrario convertido en las metas últimas, o más bien diríamos en verdaderos opiáceos para la mayoría de las personas.
No es casual al respecto que, en función de tal mecanicismo y sin sentido con que se vive, en estos tiempos últimos haya primado el modo de ser y de existir del proletario, es decir del mero trabajador. De acuerdo a la doctrina tradicional de las cuatro castas, la proletaria es la más baja de todas las funciones y posibilidades humanas, la que se caracteriza por ser la propia de aquellos individuos que sólo actúan sin poder conocer, ni saber, y que por tal causa por naturaleza realizan lo que otro u otros les indican en cuanto a los fines. Por lo tanto estos seres, en tanto incapaces de contemplar, están regidos por una necesidad ciega, denominándose trabajo a la actividad que les es propia. La misma era tradicionalmente algo sólo concebible de ser realizado por esclavos, es decir por personas que únicamente pueden actuar bajo un influjo externo, a diferencia en cambio de la pura acción, la que, en tanto determinada por la contemplación, era una actividad conducida por hombres libres, que brota desde la interioridad de uno mismo, no efectuándose por ningún condicionamiento exterior. Además, mientras que el trabajo va dirigido hacia la satisfacción de una necesidad material y es por lo tanto realizado por dinero, la acción es en cambio la efectuada para satisfacer un afán interior de tipo espiritual y no es en ella el dinero lo esencial ni lo determinante. Por tal causa, en la medida que la economía es hoy en día la medida de todo lo que existe, es prácticamente imposible para el hombre actual conocer lo que es espíritu y acción.
No es casual que actualmente, al vivir bajo la primacía de la cuarta casta, la más baja, la proletaria, todo lo que existe se haga bajo su estilo y sugestión, sin tener conciencia de ello, ni siquiera remotamente, el hombre moderno. Desde la simple vestimenta utilizada por los jóvenes y por los no tan jóvenes, el blue-jean, que es la versión yanquizada del mameluco del obrero, incluso usado a propósito en forma sucia y rota, casi como para imitarlo hasta en la cotidianidad del taller, desde haber reducido todas las actividades, aun las más elevadas e intelectuales, a la categoría de trabajo, —es así como hoy se habla de «trabajador de la educación» y no de maestro, de «trabajador de la medicina» y no de médico, etc.— hasta haberse llegado a la aberración de denominar «talleres» a lo que habitualmente han sido congresos o reuniones de personas que intercambiaban ideas en actividades de carácter preeminentemente espiritual y por lo tanto libre. Hoy hay talleres de escritores, de educadores, de psicólogos, etc., del mismo modo que los hay de chapa y de pintura o de reparación de heladeras. Hasta se ha aparecido como un signo de emancipación de la persona el hablar y gesticular de la misma manera que los sectores sociales más rezagados e incultos. Usar su misma lengua, sus lunfardos, sus expresiones más groseras, sin que nadie ponga un grito en el cielo, ni siquiera en las escuelas, —las que por el contrario hoy hacen el culto del pobre y del obrero, así como de los jóvenes, es decir de todos lo que es inferior y carente, de los cuales es más lo que hay que aprender que educar— representa hoy todo ello un signo de la más elevada emancipación.
Una sociedad materialista condicionada a realizar lo propio de la materia, sea en el modo de conocer como en el del vivir en su conjunto, —y hoy nos hallamos en su faz más avanzada y terminal— exige, de parte de quienes aun conservan un rastro, aunque fuese pequeño, de espiritualidad, la formulación de una actitud alternativa.
Este es pues el sentido esencial y último de estas obras sobre magia que estamos editando.
Se trata aquí de todo lo contrario exacto de lo que habitualmente se entiende hoy en día por tal disciplina.
No aprenderemos en este libro alguna técnica que nos hará más poderosos y por lo tanto más exitosos socialmente. No hay aquí para nada aprendizajes de cómo triunfar en la vida, seducir doncellas, hacer dinero y por lo tanto llegar así a ser «felices». Sino todo lo contrario, aquí de lo que se trata es cómo salir de la «vida» y al mismo tiempo quedar indemne de ella, sin ser rozado por ninguno de los trivios de esta época.
Abandonar pues el estado de solidificación materialista de nuestro tiempo es comprender a esta realidad circundante tan sólo como una posibilidad, es decir como una dimensión más, aunque inferior a las otras y siendo de alguna de las cuales (pensamos aquí en primer término a la correspondiente a la esfera sutil) tan sólo una manifestación. Esta «vida» representa apenas un intento, en el fondo una prueba, una travesía entre dos orillas distantes (o quizás demasiado cercanas, dependiendo del punto de vista en que nos ubiquemos), y separadas por un mar por el que transitamos. De acuerdo a la medida que nos hemos puesto hemos elegido un tiempo y un espacio en donde desplegarnos. Sabíamos también del peligro que conllevaba la aventura, pues nuevamente al decir de Platón, la caída o entrada en esta «realidad» implicaría el olvido y más aun en un tiempo carente de símbolos y de sacralidad que nos permitiera, por sus pistas y sostenes, acordarnos más fácilmente de nuestro ser.
De todo esto el hombre actual ha perdido cualquier significado, aun el más remoto de todos, al haber cundido en él más que en cualquier otra época, el olvido e ignorancia metafísica acerca del por qué de esta «vida». Se trata así de recordar y por lo tanto de aprender a vivir esta existencia en su «realidad» verdadera y última, es decir como un breve instante precedido por un antes y un después de nuestra conciencia, como un antes de esta vida y un después de ella, y comprender así el por qué y el para qué estamos aquí. Henos entonces pues con el sentido esencial de nuestra Magia.
Pero la cuestión no es solamente teórica, no se trata aquí de un consuelo o de una receta. Es necesario desvestirse de toda una educación que nos ha abismado en la ignorancia, en la parcialidad de un conocimiento que es tan sólo de puras apariencias, y por lo tanto indiferente respecto de quien lo posee y carente de efectos en el que lo recibe, para volver al sentido originario del verdadero saber: transformarse, llegar a ser una persona distinta, un renacido. He aquí la otra función eminente de la Magia. La de despertarse para después poder despertar. La de operar en sí la dimensión más profunda del propio ser: purificarse, desvestirse del hombre viejo y de las apariencias, es decir del hombre moderno y materialista y aun de sus vacuos «espiritualismos» que confunden y terminan asentando y justificando todavía más fuertemente a este hombre caduco y crepuscular, el «último hombre» que debe ser superado.
La Magia comprendida en tal sentido no es el equivalente a la experiencia mística pues no significa evadirse en un contacto personal con un ser superior, es en cambio propiamente experiencia metafísica en la cual desaparece la dualidad y la distancia entre la inmanencia y la trascendencia, la criatura y el Creador, el yo no permanece aquí pasivo, sino activo, no lo espera todo de Dios, sino que él mismo se convierte en Dios.
Finalmente digamos que la finalidad última de estas obras, que vamos editando en forma sucesiva, es la de brindar una ayuda doctrinaria y práctica para la meta principal de este tiempo cual es la constitución de una Orden, es decir, un grupo de sobrevivientes del espíritu en un universo que ha solidificado un conjunto de imágenes imperfectas y fragmentarias, como el gran paredón de los prisioneros de la caverna oscura, y que sean capaces de romper las sórdidas cadenas destruyendo esta ficción.
Albus

Notas:
1. Aquí no debe confundirnos el hecho de que el liberalismo y no el comunismo sea la doctrina económica que se haya impuesto hoy en día, sino que lo esencial es la proyección materialista y consumista que se ha dado a la existencia, que es lo que hace del hombre actual un proletario, aunque pueda tener dinero y no padecer necesidades. Recordemos además que las castas, más que referirse a categorías económicas o a un determinado status social, expresan principalmente una cierta dimensión y predisposición espiritual. De modo que se puede ser rico y ser mentalmente un proletario, del mismo modo que puede haber pobres con espíritu aristocrático.
2. Al respecto la visión cuantitativa y masificadora que hoy se da de la cultura ha evitado poner el acento en la calidad para que, con la excusa de que todo pueblo o persona expresa o crea una cultura, no se trate de señalar superioridades, sino tan sólo diferencias. Es decir de acuerdo a la democracia hoy vigente en todos los planos, no interesa que un europeo occidental sea superior a un bantú, sino que ambos sean distin-tas expresiones de la cultura.

NUESTRA MAGIA (II)

 

Siguiendo con la orientación de los tomos anteriores hemos recabado las siguientes definiciones centrales. Hemos utilizado el término magia desde un punto de vista tradicional y no moderno. Desde tal perspectiva la misma no tiene absolutamente nada que ver con lo que habitualmente se conoce por tal disciplina. No es una técnica para obtener poder en el mundo, sino lo contrario exacto: es más bien un procedimiento para apartarse de todos sus trivios. Es la técnica que nos permite prescindir de todas las "realizaciones", los "éxitos" y "gratificaciones" de la "realidad". Sólo el que tiene realmente poder puede hacerlo, el débil en cambio es el que se desvive por insertarse en el mundo, por tener el reconocimiento de su prójimo, por oír el repiqueteo de sus aplausos, y en función de tal cosa todo se le subordina. Por ello la magia modernamente representa también una técnica desviada. Así pues la misma sería una disciplina física o psíquica de carácter extraordinario, si bien no al alcance de cualquiera, orientada siempre hacia una esfera natural.
Desde una perspectiva tradicional en cambio la magia es una rama práctica de la metafísica que se dirige hacia la realización interior de un Yo superior que se encuentra en estado de latencia en el sujeto, ocultado y abismado por su yo inferior o psicológico. Se parte aquí de la concepción clásica de que el hombre está dividido en tres realidades diferentes: el cuerpo (esfera física), el alma (esfera psíquica) y el espíritu (esfera metafísica) y que por lo tanto es capaz de participar simultáneamente de tres niveles distintos: el espacial, el temporal y el eterno. Normalmente, por el nacimiento biológico, el hombre queda como reducido a las dos primeras esferas, por las cuales la eterna, que es la que le preexiste, permanece como ocultada y en estado de latencia al ingresar en esta vida, luego del acto de la generación. La magia es pues aquella ascesis por la que, a través de grados precisos y disciplinados, se alcanza a despertar esa segunda naturaleza que siempre ha existido en nosotros como adormecida. El lograr despertarla es lo que permite alcanzar el verdadero poder en el hombre, ya que éste por la misma es capaz de permanecer impasible en medio de todas las tormentas, sin agitarse, firme y seguro, ya que su morada no es lo que siempre cambia y fluye sin cesar, sino la roca firme de lo eterno, en donde capta el sentido último, el por qué y el para qué se encuentra aquí. Conseguir éxitos, llegar a aplicar esos poderes especiales que adquiere el mago verdadero en tanto ha sido capaz de despertar lo eterno en él, sería propiamente una contradicción en los términos, porque el mago opera esencialmente en la esfera de lo que siempre es y no en el ámbito de lo que cambia. Sin embargo no es de pensar que, a pesar de ello, el mago (siempre usando este término en un plano tradicional y no profano) permanezca ajeno a este mundo. No actuando él actúa en él, pero a través de lo que los Maestros calificaban como "acción a distancia" o sugestión. Como el Emperador en la esfera política (por supuesto entendida en sentido estricto y no en manera farsesca y moderna), el mago es como un motor inmóvil, que mueve sin moverse ni ser movido. Como un imán atrae silenciosamente; sin alejarse de su centro influye, moviliza, determina. Se distingue de los formadores o modeladores de la opinión pública de nuestros días. Aquellos, en tanto poseedores de un gran poder, movilizan las conciencias a través de la propaganda fundada en imágenes sensibles que se dirigen a la esfera de la conciencia o de la subconciencia en algunos casos, el mago en cambio penetra en lo más profundo que existe en las personas, en el ámbito espiritual, que es lo supraconciente.

Desde las alturas en que se encuentra todo lo ve y lo determina. Él está por encima del titiritero. Es pues el titiritero de los titiriteros. Su sonrisa e ironía es la de los dioses. La técnica del mago es teúrgica. El despierta lo divino en el mundo, aun en el mundo más cercano a lo ínfero, pues es quien lo ha despertado primero en sí.

"¿Y si Dios existe, podría aceptar yo también no ser un dios?", rezaba Nietszche. "Sí, Dios existe, por lo tanto hay que despertar al dios que está en nosotros". "La creación está inconclusa, aun no ha transcurrido el octavo día", rezan los magos. Dios quiere creadores y no simples criaturas. Cuando los Magos se agrupan entonces ya está la Orden, entonces ya están los Ritos, entonces ya resuena en el horizonte el fin del Kali-yuga.

ALBUS