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LOS JUDIOS Y LA VIDA ECONÓMICA

La correlación del Capitalismo con el judaísmo

WERNER SOMBART

 

LOS JUDIOS Y LA VIDA ECONÓMICA - La correlación del Capitalismo con el judaísmo - WERNER SOMBART

516 págs.,
Encuadernación: Rústica
Ediciones Cuatro Espadas, 1981
 Precio para Argentina: 80 pesos
 Precio internacional: 24 euros

 

"El capitalismo (moderno) nace de la asociación puramente «accidental» de pueblos que poseen constituciones del todo diferentes y cuyos destinos fueron determinados por mil circunstancias también «accidentales». No existiría capitalismo moderno sin la dispersión de los judíos en los países del hemisferio Norte del globo terrestre..." Así se expresa el autor en el prefacio.
El libro que publicamos nació justo antes de la primera Guerra Mundial cuando el autor fue llamado a Berlín. Dotado de una gran imaginación, Werner Sombart (1863-1941) manifiesta en todas sus abundantes obras: "El apogeo del Capitalismo", "El Burgués", "Lujo y Capitalismo" etc., una poco común erudición. Se podrá disentir sus afirmaciones, pero no se podrá discutir los documentos aportados y
Creemos que aportamos a nuestros lectores un trabajo digno de sus inquietudes. Y dejamos a Werner Sombart cautivar su atención sin anular su espíritu crítico.

 

 

 

 

 

ÍNDICE

PRIMERA PARTE
CONTRIBUCIÓN DE LOS JUDÍOS A LA ECONOMÍA MODERNA

PRESENTACIÓN

PREFACIO (del autor)

Capítulo Primero: Métodos de investigación. Naturaleza y extensión de la contribución de los judíos al desarrollo de la economía moderna.
Método estadístico y método genético. Ventajas e inconvenientes del método estadístico. Necesidad de completarlo con el método gené­tico; aplicación exacta de éste. Apreciación exacta de la contribución de los judíos al desarrollo de la economía moderna; esta contribu­ción parece ya demasiado grande, ya demasiado pequeña porque un gran número de procesos escapan a nuestro conocimiento y por­que no siempre es posible establecer cuáles son los procesos en que los judíos han participado. Definiciones de la noción "judío". Difi­cultad de precisar el papel desempeñado por los judíos convertidos, las mujeres judías y los cripto-judíos que actúan entre bambalinas
Cap. II: El desplazamiento del centro de gravedad económica a partir del siglo XVI.
Desplazamiento del centro de energía económica desde el sudoeste hacia el noroeste europeo. Las razones con las que se ha tratado de explicar este desplazamiento hasta el presenté, son Insuficientes. Paralelismo entre este desplazamiento y el de los judíos, Intento de establecer una relación entre ambos fenómenos. Juicios de los con­temporáneas (siglos xvi y xvii) en Inglaterra, Francia, Holanda y Alemania. Esta relación se explica de hecho por la influencia exterior y moral de los judíos
Cap. III: Desarrollo del comercio internacional de mercancías.
En los siglos xvi, xvii y xviii, los judíos desempeñan un papel pre­ponderante, desde el punto de vista cuantitativo, en el intercambio de mercancías, Su participación en la feria de Leipzig, en el comercio hispano-portugués y en el comercio levantino. El papel importante se explica todavía mejor por el tipo de su comercio: comercio de artículos de lujo, de artículos en cantidad, de artículos nuevos; variedad y multiplicidad de mercancías que comerciaban; su comercio con los países productores de oro y plata  
Cap. IV: Formación de la economía colonial moderna.
Los judíos toman parte activa en todas las fundaciones coloniales: en Oriente, Australia, en África del Sur, pero sobre todo en Amé- rica. América, país judío. Contribuyen también a su descubrimiento. Afluencia de judíos después del descubrimiento. Influencia judía en América del Sur, en las Indias occidentales, en los Estados Unidos de América, papel particular de los judíos en este último país. Imprimen su sello toda la vida económica norteamericana
Cap. V: Fundación del Estado Moderno.
Los judíos, pueblo "apolítico", parecen no haber tenido ninguna par­ticipación en la creación del Estado moderno; en realidad, su parti­cipación fue muy grande. Judío y Príncipe: dos fenómenos insepa­rables en los principios del Estado moderno.
I)      Los judíos como proveedores.
En Inglaterra, Francia, Alemania, Austria y los Estados Unidos.
II)      Los judíos como financistas.
En Holanda, Inglaterra, Francia, Alemania y Austria. Los "Judíos de Corte". Eliminación de los "Judíos de Corte" luego del desarrollo del sistema de crédito moderno; desarrollo que, por su parte, no es sino una consecuencia de la transformación general de la vida económica
Cap. VI: La comercialización de la vida económica.
¿Qué debe entenderse por comercialización de la vida económica?

I. APARICIÓN DE LOS VALORES-PAPEL
El valor-papel como expresión externa de la objetivación de las relaciones de crédito; objetivación que es sólo un eslabón en la cadena de objetivación, en la tendencia general a la objetivación, característica de la época capitalista en su apogeo. Principales tipos de valores-papel. Método para establecer la participación de los judíos en su creación.
1)     La letra de cambio endosable.
Origen de ésta costumbre. Ferias de Genova.
2)      La acción.
La acción moderna nace en los siglos xvii y xviii. La especulación
y su influencia sobre la objetivación en las relaciones creadas por
la acción.

1- El billete de banca (banknote). Sus orígenes son inciertos. Cuna probable: Venecia o España.

2- La obligación parcial.

La objetivación de las deudas públicas no es anterior al siglo xviii. Historia de la obligación hipotecaria. Lugar de origen: Holanda.'' Importancia de la institución jurídica del título al portador para el desarrollo del valor-papel. Diversas teorías sobre el origen del título al portador. El título al portador y el derecho talmúdico-rabinico.

II. EL COMERCIO DE LOS VALORES-PAPEL
1) Formación del derecho de circulación.
El destino del valor es ser puesto en circulación. La importancia del derecho de circulación estriba en que facilita la venta del va­lor-papel. Participación de los judíos en la elaboración de los prin­cipios jurídicos favorables a la circulación.
2) La Bolsa.
La Bolsa y su importancia para el comercio de los valores-papel. ¿Qué es la especulación? Su importancia para el comercio de va­lores.
La historia de la Bolsa se divide en dos períodos: el primero se extiende desde el siglo "xvi hasta Comienzos del siglo xix. La mo­derna Bolsa de valores se originó en el comercio de las letras de cambio. Este estaba en manos de judíos. La especulación sobre los efectos no es anterior al siglo xviii. Los judíos, creadores del "co­mercio a término", señores de la Bolsa de Amsterdam en el si­glo xvii, fundadores de la Bolsa mundial de Londres a fines del siglo xvii y de las Bolsas francesa y alemana.
Son también los judíos quienes inauguran el periodo moderno de la Bolsa: por el impulso a la economía basada en el crédito, por el aumento extensivo e intensivo de la circulación de capitales. Importancia de la casa Rothschild; internacionalización de las re­laciones de crédito; uso de la Bolsa para la emisión (creación de disposiciones favorables a la emisión).

III. CREACIÓN DE VALORES-PAPEL
Desarrollo del sector emisión. Papel de los judíos en este desarro­llo. Fundación de sociedades y empresas. Los Rothschild, prime­ros "reyes del ferrocarril". "Fundadores" judíos en Alemania en 1870 y 1880.
La aplicación del principia de la acción a la producción de valores señala el comienzo del período de los bancos de especulación. El "Crédit Mobilier", prototipo de estos bancos, fue una creación de los hermanos Péreire. El papel de los judíos en los bancos de especulación alemanes.

IV. COMERCIALIZACIÓN DE LA INDUSTRIA
Influencia creciente de los bancos y las Bolsas sobre el conjunto de la vida económica. Tipo de industria "comercializada" moder­na: la industria eléctrica. Hombres de negocios judíos y su or­ganización.
Historia de los judíos como industriales. Los judíos y el lugar que ocupan en las direcciones y consejos de administración de empresas industriales alemanas
Cap. VII: Formación de una mentalidad capitalista.
En todas partes los judíos aparecen como perturbadores de la "subsistencia": en Alemania, Inglaterra, Francia, Suecia y Polonia. Los contemporáneos explican su acción disolvente por su manera desleal de conducir los negocios. En realidad, los judíos represen­tan una nueva mentalidad económica. Hasta principios de la época capitalista, la economía estaba dominada por la concepción feudal-corporativa, con su delimitación estricta de los campos de activi­dad, con su desprecio por la "captación de clientes" con ayuda del anuncio comercial o la propaganda, con su principio funda­mental de proporcionar buenas mercancías para el consumo y con su idea del justo precio. Llevar una vida calma y tranquila era la principal aspiración del sujeto económico.
Los judíos conciben la actividad económica de un modo diferente. Sus prácticas no eran delictuosas sino en casos excepcionales; lo que las hacía aparecer como tal era el hecho de derivarse de un espíritu distinto. La búsqueda del beneficio, el menosprecio por la delimitación corporativa de las actividades comerciales e in­dustriales, son los rasgos fundamentales de la mentalidad econó­mica de los judíos. Internacionalismo del "comercio judío". Los judíos recluían la clientela y son (probablemente) los creadores de la propaganda. Los judíos bajan los precios. Explicación del envilecimiento de precios que realizan los judíos: su deslealtad, según se dice, "notoria"; deshonestidad en sus prác­ticas; calidad inferior de sus mercancías (los judíos creadores del "sucedáneo"); disminución de sus costos gracias a sus menores exi­gencias, a la rápida circulación de sus mercancías y al empleo de mano de obra menos costosa. Los judíos inventores "comercia­les".
Lo fundamentalmente nuevo en la concepción judía es la idea de la libre concurrencia. Los judíos creadores del "comercio libre", del "libre intercambio"

 

SEGUNDA PARTE
APTITUDES CAPITALISTAS DE LOS JUDÍOS
Cap. VIII: El problema.
Necesidad de plantear bien la cuestión: es preciso mostrar con exactitud para qué son aptos lo» judíos y cómo manifiestan sus aptitudes.
El problema consiste en mostrar las aptitudes de los judíos para el capitalismo. Ideas nebulosas de los «tutores anteriores que se han ocupado del tema.
Las, aptitudes' pueden ser provocadas por circunstancias exteriores o derivar de predisposiciones subjetivas. Método a seguir en el análisis de este problema

Cap. IX: Las funciones del sujeto económico en el régimen capi­talista.
¿Qué es el capitalismo? Se basa en la idea del beneficio y el racionalismo económico. .¿Qué significa una feliz conducción de los negocios en el sentido capitalista del término? Principales cualidades que debe poseer un sujeto económico en el sistema capitalista: debe ser un buen empresario y un buen comerciante. ¿Qué significa "ser buen empresario y comerciante"?
Cap. X: Las aptitudes objetivas de los judíos para el capitalismo. (Resumen de las conclusiones del capítulo precedente)

I.                   LA DISTRIBUCIÓN EN EL ESPACIO
Ventajas que tuvieron los judíos de su dispersión en todos los países; cómo Organizaron su servicio de informaciones; su conoci­miento de lenguas. Ventajas de su distribución dentro del país.

II.                   LA CONDICIÓN DE EXTRANJERO
Su situación como inmigrantes nuevos; su situación de extranjeros en sentido psicológico y social.

III. LA SEMI-CIUDADAN1A
Su situación desde el punto de vista profesional y policial; la influencia de las restricciones a las que fueron sometidos en re­lación con esos dos aspectos, han sido a menudo exageradas. Lo más importante era su eliminación dé todas las asociaciones cor­porativas; factor no menos importante: el lugar que ocupaban en la vida pública.

IV. LA RIQUEZA
La riqueza de los judíos refugiados dé España; judíos holandeses en el siglo xvn; judíos franceses, ingleses, alemanes en los siglos xvii y xviii. Datos estadísticos sobre la riqueza judía en la Ale­mania contemporána.
Importancia de la riqueza judía, sobre, todo desde el punto de
vista del préstamo a interés que puede ser considerado el punto
de partida del capitalismo

Cap. Xl: La importancia de la religión judía en la actividad econó­mica.
Nota preliminar: tema del capítulo
I. LA IMPORTANCIA DE LA RELIGIÓN PARA EL PUEBLO JUDIO
Importancia del sistema religioso en general para la vida económica. Importancia particular de la religión judía. Causas. Orto­doxia entre los grandes y los pequeños.
II. LAS FUENTES DE LA RELIGIÓN JUDÍA
Resumen general. Punto de vista realista de las fuentes. La Biblia. El Talmud. Los tres Códigos. Concepción tradicional del judaismo piadoso. Valor de las diferentes fuentes. Principios de interpre­tación.
III. IDEAS FUNDAMENTALES DE LA RELIGIÓN JUDIA
Afinidades entre la religión judía y el capitalismo. La religión judía, producción racional con forma artificial y mecanizada, re­ligión sin misterios, ajena a todo lo concreto y sensible. Se basa en una reglamentación contractual de las relaciones entre Jehová e Israel. Complicada contabilidad de las buenas acciones y de los pecados. Concepción inorgánica, puramente cuantitiva de la na­turaleza del pecado. Afinidades entre esta concepción y la idea del beneficio. La literatura teológica asigna un gran valor a la adquisición de dinero. Las "subastas" forman parte del culto divino. Los rabinos y su competencia para los negocios.
IV.                  LA IDEA DE LA PRUEBA Y DE LA RECOMPENSA
La concepción judía de la naturaleza de la "recompensa". La ver­dadera piedad es recompensada con la "prosperidad «a este mun­do". El bienestar material forma parte de esta prosperidad. La glo­rificación de la riqueza en los libros religiosos judíos. Importancia de este hecho para la vida de los negocios.
V.                  LA RACIONALIZACIÓN DE LA VIDA
A cambio de la prosperidad de que disfruta, el hombre piadoso debe ajustarse a la ley y llevar una vida santa, lo que es lo mismo. La santidad consiste en racionalizar la vida. La ley actúa por el simple hecho de existir. Todas las prescripciones tienden a eliminar la influencia de los instintos naturales sobre la actitud humana. Racionalización del disfrute de la naturaleza de la vida en general. Virtudes cardinales del hombre piadoso. Racionalización del hambre y del amor. Dualismo rígido de la concepción de la vida sexual. El horror a la mujer. Racionalización de las relaciones se­xuales en el matrimonio.
Importancia de esta racionalización para la vida económica. Desa­rrollo de las virtudes "burguesas". Culto de la vida en familia. "Santidad del matrimonio" entre los judíos. Efectos fisiológicos de la reglamentación sistemática de las relaciones sexuales. Relaciones entre la vida amorosa y la persecución del dinero. A medida que los judíos se habitúan a la vida antinatural (o al lado de lo natu­ral), se acentúan sus aptitudes para el capitalismo.
VI. ISRAEL Y LOS EXTRANJEROS
La "ley" provoca el aislamiento del pueblo judío y exalta el sen­timiento de aislamiento. Desarrollo de un derecho internacional privado de orden particular: autorización para cobrar intereses a los extranjeros. Principios poco rígidos en las relaciones con los ex­tranjeros. El derecho internacional privado impulsa la concepción de la libertad económica. Comercio e industria libres: es el man­damiento de Dios.
VII. JUDAISMO Y PURITANISMO
Concordancia de numerosos aspectos entre el sistema religioso judío y el puritanismo. ¿Ha ejercido una influencia externa sobre el  puritanismo la religión judía? Problema aún sin solución
Cap. XII: La especificidad judía.
I.   EL PROBLEMA
Necesidad de admitir una "psiquis" colectiva; la explicación de los acontecimientos históricos por circunstancias sólo externas es insu­ficiente. Ejemplo típico: la historia judía. Es difícil pero no impo­sible, establecer hechos de psicología colectiva. Hay que rechazar la antigua concepción de un "alma popular". ¿Cómo es posible la psicología colectiva? Método científico. Método artístico.
II. POSIBILIDAD DE SOLUCIÓN
Acuerdo, en la mayor parte de los puntos esenciales, entre todos quienes se han ocupado de la "psiquis" judía. Rasgo fundamental de la naturaleza judía: espiritualidad (intelectualismo) exagerada. No hay lugar para la sensación y el senti­miento en su actitud frente al mundo. A los judíos les falta el sen­tido de lo concreto y casi el sentido de lo personal. Son partidarios natos de una concepción "liberar de la vida y de una interpreta­ción racional del mundo.

El teleologismo de los judíos. "Tachlis". Melancolía. "Arribismo" y movilidad.
De estos rasgos fundamentales derivan todas las otras particularidades de los judíos: agitación, facultad de adaptación. Las aptitu­des de los judíos para el periodismo» para la profesión de abogado, de actor.
III. EL GENIO JUDIO AL SERVICIO DEL CAPITALISMO
Concordancia entre las ideas fundamentales del capitalismo y los rasgos fundamentales del carácter judío. Aptitudes particulares de los judíos para las funciones del "empresario" y del "comerciante" 

 

TERCERA PARTE
LA FORMACIÓN DE LOS CARACTERES ESPECÍFICOS JUDÍOS

Cap. XIII: El problema de las razas.
Nota preliminar. ¿De qué naturaleza es lo especificidad judía? Di­ferentes posibilidades teóricas. Necesidad de plantear bien el pro­blema y someter los materiales a un análisis crítico.
I. CARACTERES ANTROPOLÓGICOS DE LOS JUDÍOS
El origen de los judíos. Su destino original. Exageración del valor del proselitismo como factor antropológico. Lo conversión de los Khazares Khaganes al judaísmo. Los matrimonios mixtos del pueblo judío en la época actual. El carácter particular de sus predispo­siciones fisiológicas y patológicas es dudoso. Constancia de la fisio­logía judía.
II. LA "RAZA" JUDIA
Doble sentido del término "raza". El fracaso de los intentos de clasificación de las razas humanas no excluye la posibilidad de di­vergencia entre los diversos grupos humanos. Se trata sólo de una querella de palabras.
III. CONSTANCIA DE LA NATURALEZA JUDIA
Síntomas significativos de esta constancia: actitud de los judíos frente a los pueblos-huéspedes; el fenómeno de la diáspora judía; sorprendente uniformidad de su actividad económica en todas las épocas de su historia. Resumen de la evolución de la historia económica judía. Aptitud de los judíos para los asuntos de dinero. La riqueza judía en todas las épocas. Causas y fuentes de la rique­za judías.
IV. CARACTERES ÉTNICOS Y TEORÍA DE LAS RAZAS
Lo absurdo de las argumentaciones de nuestros "teóricos de las razas". Argumentos apenas más satisfactorios de los teóricos de la adaptación y del medio. En la actualidad: non liquet. El problema    de la formación de las especies a través del método genérico. El problema de la herencia y en particular de la herencia de los caracteres adquiridos. Gran constancia de los tipos humanos. Malentendidos en que incurren los "teóricos del medio"
Cap. XIV: El destino del pueblo judío.
El gran acontecimiento: un pueblo oriental trasplantado en medio de los pueblos del Norte. Los judíos, pueblo nómada, pueblo del desierto, conquista Canán pero no renuncia a su nomadismo. Lo prueba su religión. El término "nómada" no es una "injuria". In­fluencia de los exilios. Importancia de la diáspora. Peregrinaciones incesantes de los judíos. Estadística de sus desplazamientos en Ale­mania. Los judíos, habitantes de las ciudades. Contraste formado por los pueblos del Norte. Oposición entre el desierto y el bosque. La tentativa de deducir biológicamente la naturaleza judía del des­tino del pueblo judío sólo se ha hecho con seriedad una vez. Por el momento debemos basar nuestros juicios en nuestra experiencia personal: intelectualismo muy pronunciado, racionalismo, facultad de adaptación y movilidad: "arribismo". Oposición entre las activi­dades esenciales de los pueblos "fríos" y los pueblos "cálidos". El capitalismo es un producto del nomadismo. El dinero: una fatalidad más en la vida del pueblo judío. Abun­dancia de metales preciosos y de dinero en Palestina. ¿Se debe a los judíos el desarrollo del arte de manejar dinero? Explicación de su amor por el dinero.
La vida del ghetto. Oposición entre judíos de ghetto y judíos li­bres, entre askenazis y sefardíes. ¿Sería el ghetto el efecto de cier­tas particularidades judías y no la causa? Conviene no exagerar la importancia de la vida de ghetto. Su importancia radica en que ha contribuido a preservar la constancia específica de los judíos

NOTAS Y REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
I — Métodos de investigación. Naturaleza y extensión de la con­tribución de los judíos al desarrollo de la economía moderna.
II — El desplazamiento del centro de gravedad económica a partir del siglo xvi.
III — Desarrollo del comercio internacional de mercancías.
IV — Formación de la economía colonial moderna.
V — Fundación del Estado moderno.
VI — La comercialización de la vida económica.
VII — Formación de una mentalidad capitalista.
IX — Las funciones del sujeto económico en el régimen capitalista.
X — Las aptitudes objetivas de los judíos para el capitalismo.
XI — La religión judía y su importancia para la vida económica.
XII — La especificidad judía.
XIII — El problema de las razas.
XIV - El destino del pueblo judío

PRESENTACIÓN

Es este un libro que posiblemente se prestará para la polémi­ca, aunque no es un libro de partido. Al contrario, es casi de una objetividad químicamente pura; intenta serlo, y es el propósito confesado del autor. De todos modos ofrece datos y toma deter­minaciones, porque sin tales características (mínimas) no sería posible hacer un libro.
Evidentemente ha habido un largo, penoso y profundo tra­bajo de búsqueda en W. Sombart, antiguo profesor de la Univer­sidad de Breslau, y luego en Berlín, uno de los representantes más autorizados de la ciencia económica alemana. Apartado de la escuela clásica, y también de Schmoller y sus seguidores de la escuela histórica, Sombart es un ardiente defensor, y el más im­portante de todos en este aspecto, del relativismo económico.
Tiende, por sobre todo, a reconstruir el pensamiento econó­mico como ciencia neta, basado en leyes y obediente a esas mis­mas leyes. Se jacta, y lo reitera, de un constante pensamiento científico, que puede quitar algún calor a la exposición, pero no a la explicación técnica ni a su claridad específica.
Tampoco generaliza, salvo en instancias donde no se posee otro recurso en consonancia con una más potable demostración técnica (o donde faltan sus elementos). Habla de su teoría, y trata, de probarla acerca del capitalismo moderno (en Des moderne Kapitalismus) en forma concreta, directa y particular; pero en cuanto a cuáles son las causas, razones, medios y circunstancias del capitalismo, en esta obra es donde las deja establecidas y atribuidas.
Han transcurrido bastantes años desde su primera edición en alemán y luego de su traducción francesa de la cuál ha sido tomada, esta última al castellano. Y todo ese tiempo no ha sido su­ficiente para desmentir sus afirmaciones, pese al llamado del autor a sus lectores, o los de entre ellos que puedan hacerlo, de buscar confirmaciones o negaciones de sus tesis en estudios más extensos y determinados, o con mejores medios y técnicas posibles. Es esta la obra que Ediciones Cuatro espadas entrega ahora a la consi­deración pública; obra de arduo esfuerzo de clasificación y de selección de temas de su vastísima bibliografía. Sombart no ha querido dejar librada al azar ninguna rama del saber atinente a la materia propuesta.
Y hasta por qué esta inusitada dedicación, el mismo Sombart comienza diciendo:
"Tal vez algunos lectores deseen saber..."
Pero ya estamos en el libro.
Que él sea quien haga, pues, de generoso intermediario en la presentación a nuestro público, y de amable compañero en el camino.
Camino por el que tantas veces habremos de volver.

Los Editores

PREFACIO

Tal vez algunos lectores deseen saber por qué he escrito este libro extraño y también cómo creo que debe ser leído.
Me encontré frente al problema judío por azar. Deseoso de refundir mi obra El capitalismo moderno, traté de aproximarme más a los orígenes del "espíritu capitalista". Los trabajos de Max Weber sobre las relaciones entre el puritanismo y el capi­talismo, necesariamente me llevaron a examinar, en forma más atenta que hasta ese momento, la influencia de la religión sobre la vida económica y fue así que me enfrenté, por primera vez, con el problema judío. Un profundo análisis de la argumentación de Weber me convenció, en efecto, de que los elementos del dogma puritano que han ejercido una real influencia sobre la formación del espíritu capitalista habían sido tomados de las ideas que constituyen la base de la religión judía.
Pero esta convicción no hubiera bastado por sí sola para que decidiera ocuparme de los judíos de un modo especial a pro­pósito de la historia del capitalismo moderno si, durante mis ulteriores estudios, no se me hubiera impuesto otra convicción a saber, que los judíos han desempeñado en la construcción de la economía moderna un papel muchísimo mayor que el que se les asigna en general. Adquirí esta certeza al tratar de ex­plicarme las transformaciones operadas en la vida económica de Europa desde fines del siglo XVI hasta fines del XVII, y cuyo efecto fue el desplazamiento del centro de gravedad económica desde los países sudeuropeos hacia los países del noroeste de Eu­ropa. La rápida decadencia de España, la no menos rápida ex­pansión de Holanda, el empobrecimiento de tantas ciudades ita­lianas y alemanas, la prosperidad de otras, como Livorno, Lyon (prosperidad pasajera), Amberes (cuya prosperidad fue también de corta duración), Hamburgo y Francfort del Meno no me pa­recieron explicadas de un modo satisfactorio por las causas que se citan en general: descubrimiento de la ruta marítima de las Indias Orientales, desplazamiento del poder político, etc. Por primera vez tuve entonces la súbita revelación del paralelismo, en apariencia exterior, entre los destinos económicos de los Esta­dos y las ciudades por una parte y, por otra, los desplazamientos de los judíos cuya distribución territorial fue profundamente trastornada en esta época. Al examinar la cuestión con más cui­dado advertí que eran los judíos quienes, en lo esencial, favore­cían la expansión económica de los países y ciudades en que se instalaban, y la decadencia económica de los países y ciudades que abandonaban.
Esta comprobación dejaba empero intacto el problema econó­mico propiamente dicho. ¿Qué debe entenderse por "expansión económica" cuando se habla de los siglos que nos interesan aquí? ¿Cuáles fueron las contribuciones específicas de los judíos a esta "expansión"? ¿Por qué eran aptos para dichas contribuciones?
La solución completa a estos problemas no era naturalmente po­sible en el cuadro de una historia general del capitalismo moderno. Pero la tarea me pareció lo bastante tentadora como para decidirme e interrumpir durante uno o dos años el trabajo que me exigía la obra principal y consagrarme por entero al problema judío. Tal es la génesis de este libro.
La esperanza de terminarlo en el plazo que me había fijado no tardó en mostrarse irrealizable ante la carencia de suficientes trabajos vinculados al tema.
Hay en efecto algo de singular en esto: en toda la abundante literatura consagrada al pueblo judío en vano se buscaría un trabajo que trate con seriedad y a fondo el problema más im­portante, el que se relaciona con el papel de los judíos en la vida económica. Los que poseemos sobre la historia económica judía o sobre la historia económica de los judíos son, en su ma­yor parte, trabajos sobre la historia del derecho, y aun simples crónicas jurídicas que además no tienen en cuenta los tiempos modernos. Me vi obligado por lo tanto a reunir materiales dise­minados en centenares de monografías, algunas excelentes; a exa­minar en forma directa las fuentes documentales, para, no diré dibujar, sino sólo esbozar por primera vez el cuadro de la acti­vidad económica de los judíos durante los tres últimos siglos.
Si bien numerosos historiadores locales se han esforzado al menos en reconstruir la vida económica exterior de los judíos durante ese período, nadie se ha preguntado, salvo en términos muy generales, cuáles fueron las causas del singular destino de los judíos durante los tres siglos que nos interesan, o más exac­tamente, qué fue lo que los hizo capaces de desempeñar el papel preponderante que todo el mundo les reconoce en la construc­ción de la economía moderna. Quienes trataron de responder a estos interrogantes se atuvieron a vagos esquemas, a lugares comunes perimidos. "Apremio externo", "aptitudes especiales pa­ra el comercio y el tráfico", "ausencia de escrúpulos", son algu­nas de las frases generales que se nos ofrece a guisa de respuesta a una de las cuestiones más delicadas que nos plantea la historia universal.
Era preciso comenzar por establecer bien lo que se deseaba explicar; dicho de otro modo, aclarar con exactitud el género y la naturaleza de las aptitudes cuya existencia se quería demos­trar entre los judíos. Sólo después de haber demostrado de qué son capaces en general, podía abordarse el examen de los hechos de donde parece derivar esta aptitud específica de los judíos que ha hecho de ellos los fundadores del capitalismo moderno. Una gran parte de este libro se ha consagrado a este examen y no es ahora el momento de enumerar los resultados de mis investigaciones. Todo lo que deseo es que el lector retenga como un leit motiv lo siguiente: la razón de la influencia enorme, su­perior a todas las demás, que los judíos han ejercido sobre la evolución de la economía (y con ella de la civilización) mo­derna; la encuentro en una combinación particular de circuns­tancias exteriores y de condiciones interiores; atribuyo esta in­fluencia al hecho (que no es en el fondo más que un accidente histórico) de que un pueblo de sangre caliente, pueblo del de­sierto, pueblo nómada, entró en contacto con pueblos de una constitución del todo diferente, dotados de un temperamento calmo, aun frío, sedentarios, apegados al suelo, y se encontró condenado a vivir y trabajar en condiciones externas que en nada se asemejaban a las de su patria primitiva. Si hubieran permanecido en su país o hubieran emigrado a otros países cáli­dos, los judíos hubieran actuado también, sin duda, según su temperamento, pero su acción no hubiera tenido el carácter dinámico que manifestó en los países europeos. Tal vez hubieran desempañado en tal caso un papel análogo al de los armenios en el Cáucaso, los kabilas en Argelia, los chinos, los afganos o los persas en la India. Pero jamás hubiéramos tenido ese pro­ducto extraordinario de la civilización humana: el capitalismo moderno.
El siguiente hecho, que por otra parte explica en gran parte la naturaleza del capitalismo moderno, muestra todo lo que hay de singular en este fenómeno: el capitalismo nace de la asocia­ción puramente "accidental" de pueblos que poseen constitu­ciones del todo diferentes y cuyos destinos fueron determinados por mil circunstancias también "accidentales". No existiría capi­talismo moderno ni civilización moderna sin la dispersión de los judíos en los países del hemisferio norte del globo terrestre.
He investigado hasta la época contemporánea y espero haber demostrado que nuestra vida económica no ha cesado de sufrir, en una medida creciente, las influencias judías. Pero lo que no he dicho y diré aquí es que, desde hace algún tiempo, esas in­fluencias parecen estar en vías de disminución. Es un hecho indudable, y puede comprobarse con un simple recuento, que cada vez hay menos judíos entre los titulares de los directorios o entre los miembros de los consejos de administración de los grandes bancos. Es verdad que este sería un índice puramente externo, pero hay hechos que hacen creer en un retroceso real de la influencia judía. Sería interesante investigar las causas de este fenómeno significativo y que, en nuestra opinión, pueden ser de varios órdenes. Se puede tratar, por una parte, de una modifi­cación de las aptitudes personales de los sujetos económicos; que los no-judíos se hayan adaptado más a las condiciones y exigen­cias del sistema económico capitalista, hayan "aprendido", mien­tras que los judíos, luego de los cambios ocurridos en su situación exterior (mejora de su "status" cívico, disminución del senti­miento religioso), hayan perdido, en parte al menos, las aptitudes que les permitieron antes ejercer una influencia decisiva sobre la vida económica; pero, por otra parte, las causas de la menor influencia judía tal vez provengan de la modificación ope­rada en las condiciones objetivas del medio donde se ejerce la actividad económica: las empresas capitalistas (nuestros grandes bancos, por ejemplo) son cada vez más administraciones buro­cráticas que no exigen, en el mismo grado que antes, la inter­vención de aptitudes personales y específicas; la burocracia ha sustituido al comercio.
Quedará reservado a investigaciones ulteriores establecer de un modo exacto si, y en qué medida, la última fase del capita­lismo se caracteriza por una disminución de la influencia judía. Hasta entonces, yo no puedo sino utilizar las observaciones reali­zadas por mí v otros, y al dar a los hechos la única interpretación que me parece plausible, una vez más me afirmo en la convic­ción de que mi intento de explicación de la influencia judía res­ponde a la realidad. La disminución de esta influencia consti­tuye, en efecto, una especie de demostración experimental de la dirección en la que conviene buscar sus causas.
Por todo ello creo que ni la segunda parte de mi libro, donde trato de aislar las aptitudes de los judíos para el capitalismo, ni la primera, donde muestro la tarea que les cupo en la construc­ción de la economía moderna, sufrirán grandes modificaciones en el futuro. Podrán ser objeto de algunas correcciones de deta­lle, completadas, pero las ideas fundamentales que allí se desa­rrollan resistirán, espero, la prueba de las investigaciones futuras.
No experimento el mismo sentimiento de tranquila certeza cuando pienso en la tercera gran división de este libro, que trata de los orígenes de la naturaleza judía y de su especificidad. En estas cuestiones nos encontramos reducidos (y tal vez lo esta­remos siempre) en lo que toca a los puntos decisivos de la demostración, a suposiciones e hipótesis que, como es natural, están marcadas por una fuerte ecuación personal. No por ello he dejado empero de reunir y someter a un análisis crítico en un capítulo especial consagrado al "problema de las razas", las opi­niones que hoy podemos considerar más o menos fundadas y, sobre todo, de denunciar las numerosas hipótesis inciertas. De allí que ese capítulo se ha convertido en un verdadero monstruo.
Pesado, deshilvanado, informe, dejará en el lector un sentimiento penoso de insatisfacción, de decepción, que he tratado de ate­nuar, si no de borrar, en el primer capítulo donde me ocupo del "destino del pueblo judío" considerado en sus líneas generales. Pero no pude escribir ese último capítulo antes de haber fundido en un cuadro sintético todos los hechos aislados y dispares que la investigación científica nos ofrece mezclados, sin previa selec­ción. Es forzoso que ese cuadro se resienta con los elementos subjetivos que presidieron su composición y sólo el futuro dirá (tal vez) hasta qué punto este cuadro subjetivo es conforme a la realidad.
Deseo por último subrayar algunas particularidades de este libro para prevenir ciertos malentendidos susceptibles de crear en torno a las ideas que aquí se expresan y desarrollan una espe­cie de bruma a favor de la cual el lector "crítico" llegue a ver una cosa distinta de lo que es en realidad.
1. Este libro es unilateral; y es unilateral porque si quiere operar en las ideas la revolución que ambiciona, debe serlo.
El libro quiere mostrar el papel de los judíos en la vida econó­mica moderna. Con ese objeto reúne todos los materiales vincu­lados a este solo y único tema, sin mencionar ninguno de los factores que, fuera y junto a los judíos, contribuyeron a la cons­trucción del capitalismo moderno. Al proceder así no se desco­noce de ningún modo la influencia de esos otros factores. Se podría muy bien escribir un libro sobre el papel de las razas del norte en la construcción del capitalismo moderno o bien, para­fraseando lo que he dicho a propósito de los judíos: "sin los judíos, no hay capitalismo", proclamar: "sin las conquistas de la técnica, o sin el descubrimiento de los tesoros de América no existiría el capitalismo".
Pero pese a ser unilateral, mi libro
2. no es un libro de tesis. Esto quiere decir que no trata de demostrar la exactitud de tal o cual "concepción de la historia"; no busca imponer la concepción "radar de la vida económica, cualesquiera que sean las deducciones "teóricas" o "histórico-filosóficas" que se deriven de mi exposición, no tendrán nada que ver con el contenido mismo del libro. En él sólo trato de contar lo que he visto e interpretar los hechos observados. Por
ello, quien se proponga "refutar" mis afirmaciones, deberá tomar como punto de partida la realidad empírico-histórica, y limitarse a subrayar los errores que yo haya podido cometer al afirmar ciertas realidades, o las conclusiones erróneas que haya formu­lado en tal o cual caso particular al buscar aislar las causas de tal o cual realidad.
Por fin, y con una insistencia que puede sorprender, digo que 3. Éste es un libro rigurosamente científico. Y si lo digo no es para hacer mi propio elogio, sino, por el contrario, para expli­car uno de sus defectos. Como libro científico se limita a com­probar y explicar los hechos y se abstiene de todo juicio de valor. Los juicios de valor son siempre subjetivos y no pueden serlo de otro modo porque derivan siempre, en último análisis, del modo estrictamente personal que tiene cada uno de concebir el mundo y la vida. El conocimiento objetivo se resiente toda vez que interviene un juicio de valor, es decir, un juicio subjetivo. Es por eso que la ciencia y sus representantes deben huir como de la peste de la tentación de emitir un juicio de valor sobre los hechos que han logrado establecer. En ninguna parte la apreciación sub­jetiva ha causado tanto mal, en ninguna parte ha retardado tanto el conocimiento de las realidades objetivas como en el dominio de la "cuestión de las razas", y en particular en el de la "cuestión judía".
La particularidad de este libro consiste en que, pese a con­sagrar 500 páginas a hablar de los judíos y nada más que de los judíos, ha logrado abstenerse, de un extremo al otro, de la menor apreciación sobre los judíos, sobre su carácter, sus obras y sus actos.
Es posible sin duda tratar en forma científica el problema del valor y, en este caso particular, del mayor o menor valor de ciertos grupos étnicos. No debemos olvidar empero que no debe hacerse sino a título de explicación o advertencia crítica.
Se puede, por ejemplo, mostrar que los pueblos, como los hom­bres, deben ser juzgados por lo que son y por lo que hacen; pero es preciso agregar que, en cada caso, el último criterio es de orden subjetivo v en consecuencia no está permitido hablar de razas "superiores" e "inferiores", y decir que los judíos forman parte de aquéllas o de éstas, pues es el sentimiento eminente­mente personal de cada uno el que decide en último término sobre el valor o carencia de valor de los caracteres étnicos y las manifestaciones de la actividad de un pueblo.
Este modo de ver se justifica por las siguientes considera­ciones:
Veamos, por ejemplo, el destino de los judíos: son un pueblo eterno, por encima de otros pueblos: "Un pueblo se levanta, otro desaparece, pero Israel vive eternamente" dice con orgullo la "Midrash" del Salmo XXXVI. ¿Es esta larga duración de un pue­blo de la que los judíos se glorían todavía hoy, una cualidad preciosa? No era la opinión de Enrique Heine cuando escribía:
"Este viejo pueblo desdichado está condenado desde hace tiempo y arrastra sus torturas desde hace millones de años. ¡Oh, el Egipto! Sus productos desafían al tiempo; sus pirámides están todavía allí, inmutables; sus momias son tan indestructibles como antes, tan indestructibles como este pueblo-momia que erra a través de la tierra, envuelto en sus viejas lenguas hechas con letras de la ley, trozo petrificado de la historia, espectro que, para subsistir, se dedica al comercio de las letras de cambio y de pantalones viejos".
¿Las contribuciones de los judíos? Nos han gratificado con el Dios único, con Jesucristo y el cristianismo, con el dualismo de su moral.
¿Don precioso? No era esta la opinión de Federico Nietzsche.
Los judíos han hecho posible el capitalismo bajo su forma actual. ¿Debemos estarles reconocidos? La respuesta variará tam­bién según la actitud personal que cada uno adopte frente a la civilización capitalista.
¿Quién, salvo Dios, podría juzgar sobre el valor "objetivo" del carácter o de los actos de tal hombre o tal pueblo? Ni del hom­bre ni de la raza puede decirse que son "objetivamente" supe­riores o inferiores a otro hombre u otra raza. Cuando hombres serios se arriesgan a formular juicios de este tipo, nadie puede negarles el derecho de expresar lo que no es más que su opinión esencialmente personal. Pero desde el momento que quieren dar a sus juicios de valor el carácter de juicios objetivos y generales, tenemos el derecho de despojarlos de la dignidad que han usur­pado; y dados los peligros que presentan las generalizaciones de esté, tipo, no debemos retroceder ante el empleo del arma más eficaz en las batallas espirituales: ridiculizar al adversario.
Nada más cómico en efecto que ver a representantes de cier­tas razas, ciertos pueblos, alabar su raza, su pueblo (como hace el novio con su novia), como la raza "elegida", como el pueblo superior, de un valor inapreciable, etc. Dos razas (o grupos étni­cos) han sido en los últimos tiempos puestos al desnudo a causa de la propaganda que han hecho de sí mismas: los germanos y... los judíos que (con razón) tomaron la defensa de sus correligionarios de tendencias nacionalistas contra los ataques de pretendidos voceros de otros pueblos, sobre todo de los pueblos germánicos. Como es natural, nadie puede reprochar a los re­presentantes de cada uno de esos grupos el considerar el grupo del que forman parte como el más precioso y amarlo como tal (siempre la historia del novio y de la novia). Pero nada más ridículo que desear imponer sus gustos a otros. Cuando se escu­cha a alguien alabar a los pueblos germánicos, ¿por qué no opo­nerle las palabras de Víctor Hehn que era un germano autén­tico: "en la escala que va de los tipos inferiores a los organis­mos más nobles, el italiano ocupa un lugar superior y representa un tipo más espiritual, más ricamente dotado que el inglés por ejemplo"? No es necesario decir que este juicio de Hehn está tan desprovisto de objetividad como el juicio contrario de los germanófilos.
¿Si yo declaro que los negros son superiores a los habitantes blancos de los Estados Unidos, quién podría refutarme? ¿Sería una refutación el oponerme el extraordinario grado de desarrollo de la cultura, material de los yankis? Mi adversario debería pro­porcionar la "prueba" de que la cultura americana es más pre­ciosa que la incultura de los negros.
Un análisis científico del problema de la clasificación jerár­quica de las razas debería ocuparse, además, de otras tareas. Tendría que mostrar sobre todo los cambios que han sufrido los criterios de valor en el curso del tiempo. En lo que concierne en particular al último siglo, descubriría una línea de desarrollo que, según la expresión de un hombre de espíritu, lleva a la humanidad a la bestialidad pasando por la nacionalidad; pero comprobaría también que a poca distancia del punto terminal de esta línea se desprende otra, colateral, cuya dirección puede ser caracterizada así: de la humanidad (concebida no como una idea normativa, sino como un criterio general aplicable a todos los hombres) a la especialidad (o calidad) pasando por la na­cionalidad (o culto de las razas). Dicho de otro modo, esta última línea desemboca en un criterio de apreciación fundado sobre las cualidades específicas y constitucionales del hombre, pero no tiene en cuenta de ningún modo el grupo étnico al que pertenece. Asistimos en este momento a una transformación de la noción de raza en el sentido de que se tiende cada vez más a ver en ella una exigencia ideal y no un hecho positivo, resultado de una larga evolución.
Al renunciar, por ser un procedimiento demasiado plebeyo, a la apreciación en bloque de las razas y de los pueblos, tampoco se quiere recurrir al procedimiento más plebeyo aún que con­siste en atribuir la misma dignidad y acordar el mismo valor a todo lo que presente un aspecto humano; se tiende en cambio a la concepción más "elevada" (?) según la cual el valor del hom­bre radicaría en la calidad de la sangre que corre por sus venas, sea ésta germánica, judía o negra. El hombre, se dice, debe "tener raza" y según esto, una judía "de raza" vale más que una germana perezosa y floja, y a la inversa.
Un análisis científico de los juicios de valor aplicados a los grupos étnicos en su totalidad debería, en fin, considerar que existen hombres para quienes las razas y los pueblos no existen, que sólo formulan juicios de valor sobre los individuos y que opinan que toda multitud, se trate de una raza o un pueblo, se compone de no-valores, pudiendo descubrirse en ella, aquí y allá, un hombre de valor, un hombre noble. Esta gente hace tiempo que ha dejado de clasificar a los hombres de modo ver­tical; trazan una línea horizontal por encima de la cual colocan a todos los "hombres" y relegan al plano inferior a todo el resto; por cierto que, por "encima" de esta línea se puede encontrar tan a menudo (o tan poco a menudo) a judíos como cristianos, esquimales como negros (que hay "hombres" en todo grupo étnico es algo que nadie osaría negar; pues si no fuera así nos veríamos en serios problemas para decir por debajo de qué ger­mano o judío de clases elevadas colocaríamos al negro Booker Washington y tantos otros de tan alta calificación intelectual, artística y moral pertenecientes a esta raza, en general conside­rada como la hez de la humanidad).
Es evidente que este último modo de apreciar un grupo étnico dado depende por entero de la experiencia personal de cada uno. Para mostrar cuántos de entre nosotros, hombres modernos, experimentan la más profunda estima, precisamente por los ju­díos, citaré los versos clásicos de nuestro querido poeta Fontane:
En mi septuagésimo aniversario. Quienes vinieron para mi aniver­sario tenían todos nombres diferentes. También eran "caballeros sin miedo y sin reproche" pero de una nobleza casi prehistórica. Innumerables eran los nombres que terminaban en "berg" y en "heim" de quienes en masa vinieron, llegaron batallones de Meyers y de Pollacks, y otros que viven mucho más al Este. Abraham, Isaac, Israel, estaban todos los patriarcas y me reconocían amistosamente como su jefe. Para cada uno de ellos yo era algo, todos me habían leído, todos me conocían desde hacía tiempo, y esto es lo esencial. .. "Ven, Cohn".
Un examen científico del problema de la clasificación jerár­quica de las razas también debería, repito, considerar esta última variedad de juicios de valor, para subrayar un carácter eminen­temente personal. Eminentemente personal y por lo mismo no científico. Y como he tratado de escribir un libro científico, mi deber es abstenerme de emitir juicios de valor. La opinión per­sonal del autor no interesa a todo el mundo; sólo importa a sus amigos y ellos la conocen.

Werner Sombart

RESEÑA: SOMBART Y LOS JUDÍOS, por Claudio Mutti

La cuestión de la aportación hecha por los judíos a la construcción del Capitalismo ha sido abordada por Werner Sombart en una de sus obras.

Además de ocuparse de ello en Die Juden und das Wirtschaftsleben, editada en Lipsia en 1911, Sombart estudió el caso, aún cuando de manera bastante sintetizada y compendiada en Zukunft der Juden (Lipsia, 1912), en el capítulo de "Der Bourgeois" (Munich-Lipsia, 1913) inserto en la antología sombariana hecha por nosotros en las Ediciones de Ar , en la segunda edición de "Der Moderne Kapitalismus" (Munich-Lipsia, 1916) y en las ediciones sucesivas de esta misma obra.

La presencia de un capítulo sobre los judíos como vehículos del espíritu capitalista en las ediciones definitivas de "Der moderne Kapitalismus" -estudio de carácter histórico, económico y sociológico sobre la formación del capitalismo- reviste un valor emblemático acerca de las conclusiones sugeridas al Autor sobre las investigaciones precedentemente realizadas sobre el papel desempeñado por los judíos en la vida económica: investigación de la que aparecen orgánicamente expuestos los resultados, concretamente en "Die Juden und das Witschaftsleben", y tales conclusiones vienen resumidas al principio de dicho capítulo, el sexagésimo segundo del primer volumen:

"Creo haber demostrado en mi libro sobre los hebreos que su importancia específica para la historia moderna hay que buscarla en el empujón dado por ellos a esa forma del desarrollo capitalista que yo llamo comercialización de la vida económica, cuya generación marca el paso a la época del capitalismo maduro. La particular y decisiva importancia de los judíos debe pues hallarse en el hecho de que a su actividad se atribuye la aceleración del paso de las formas económicas del primitivo capitalismo a las formas del capitalismo maduro ."

Sombart, empero, ha demostrado en "Los judíos y la vida económica", que la contribución hebraica a la instauración del Capitalismo no se reduce a la mencionada transición, sino que se manifiesta en los mismos comienzos de la economía moderna, toda vez que ya el período precapitalista presenta, con particular evidencia, formas de actividad económica características de los judíos. La intervención de la actividad hebraica en la época de principios del Capitalismo, sobre todo desde el alejamiento de las corrientes del tráfico de las áreas mediterráneas hacia las del Norte de Europa, consistió principalmente, según Sombart, en la notable participación cuantitativa de los judíos en el volumen de los negocios, y todavía más en la calidad de su comercio, que se ocupaba especialmente de mercancías de lujo, productos de consumo a largo plazo, artículos nuevos que subvertían los procedimientos tradicionales.

La participación empresarial de los judíos se manifestó, además, en la aportación masiva de los mismos a la colonización de las Américas, donde ya desembarcaron a fines de 1492: en tercer lugar, a la función llevada a cabo por los mercaderes judíos como proveedores de los ejércitos durante los siglos en los que se formaron los estados modernos.

Tampoco se limita Sombart a subrayar, en lo que se refiere a la aportación Judía a la formación del Capitalismo, este papel de pioneros llevado a cabo por los judíos: él consideraba como imprescindible su actividad en el sector crediticio, ejercitada y perfeccionada en el curso de siglos y siglos de práctica usurera. Sombart, de hecho, atribuye al crédito "una de las más importantes raíces del Capitalismo" hasta el punto de que puede, tranquilamente, y con toda objetividad, atribuir a la moderna civilización occidental una matriz cultural judía, de acuerdo con Karl Marx, del cual cita, en "Deutscher Sozialismus" (Berlín, Charlottenburg, 1934) esta famosísima afirmación: "el espíritu judío se ha convertido en el espíritu práctico de los pueblos cristianos", "los judíos se han emancipado en el mismo sentido que los cristianos se han convertido en judíos", "la verdadera esencia de los judíos se ha realizado en la sociedad burguesa".

La diferencia entre Marx y Sombart, aunque ambos estuvieran lucidamente convencidos de la equivalencia que progresivamente se fue estableciendo entre mentalidad judaica y mentalidad occidental, consiste en la absoluta e irreductible antítesis del juicio de valores expresado por ellos sobre la civilización capitalista bajo el signo de la usura. Marx, de hecho, en razón del fundamental criterio progresista e historicista que condiciona toda su elaboración ideológica, ve un factor de adelantamiento histórico, es decir, un acontecimiento positivo, en la expansión planetaria de la civilización burguesa y que se revela, más coherentemente que aquellos de sus epígonos que se pretenden "anti-imperialistas" y promotores del "Tercer Mundo", un convencido fanático partidario del colonialismo, como cuando exalta la obra de devastación anti-tradicional proseguida por el Imperialismo británico en la India, o como cuando, en ocasión de la guerra entre Estados Unidos y México, se declara abiertamente a favor de los primeros, pronunciándose, en un artículo aparecido en la "Rheinische Zeitung", contra los "salvajes mexicanos" y, generalmente, contra los movimientos de liberación sudamericanos.

Sombart, al contrario, en destacada polémica con determinados contemporáneos exaltadores de la expansión occidental como condición de la hegemonía mundial de la "raza blanca", encuentra en el colonialismo un vehículo de exportación de la decadencia. Su condena del fenómeno colonial es, pues, neta e incondicional:

"Los europeos occidentales no pueden ofrecer a los pueblos sometidos por ellos nada más que los valores problemáticos de su civilización, por ejemplo cañones, pólvora, agua corriente, W.C., tranvías, máquinas, instalaciones telefónicas, constituciones parlamentarias, etc.; mientras destruyen preciosas civilizaciones en África, América y Asia. Se han comportado como elefantes en un almacén de porcelanas; en el lugar de una variopinta diversidad han colocado la gris uniformidad de su incultura. Este desagradable periodo de la historia humana es, cabe esperarlo, algo a punto de acabarse. El dominio de la raza blanca en la tierra se aproxima a su fin; pero no porque los europeos occidentales hayan reconocido sus equivocaciones, sino porque los otros pueblos empezaran a pensar por si mismos y en su naturaleza particular. El pensamiento nacional se difunde cada vez más y va encontrando sus apóstoles" .

Y así fue como, en los años en los que Sombart formulaba tales opiniones, los "apóstoles del pensamiento nacional" -si queremos usar también nosotros esa brutal expresión con la que se pretende designar a los exponentes de las diversas formas tradicionales- se fijaron fielmente en aquel mismo "socialismo alemán" del que el economista de Ermsleben esperaba una superación de la "era económica"; así fue como, en el intento de detener la difusión contaminadora del "foetor judaicus" y de salvar las zonas de la tierra todavía no apestadas por éste, los ambientes más instruídos y representativos del hinduismo, de la tradición nipona y del Islam se adhirieron a la guerra llevada a cabo por el Tercer Reich contra las potencias dominadas por la Usura, confiriendo un carácter de "guerra santa" a la lucha del nacionalsocialismo y transformando el duelo impar entre Alemania y los Aliados en un combate entre el mundo de la Tradición y el mundo moderno.

Considerada a la luz de tales acontecimientos históricos, la obra de Sombart -desde "Capitalismo moderno" hasta "Los judíos" y al ponderado ensayo antropológico "Sobre el Hombre" - aún cuando puedan parecer limitados y parciales sus horizontes específicos, adquiere el valor de un manifiesto que, articulándose en el mismo talante espiritual del que surgió la "Decadencia de Occidente", anuncia, con un tono análogo, la decadencia del sistema instaurado por el hombre fáustico y, entre los modelos que se presentan como alternativa del estado capitalista -representados en aquélla época por el estado soviético y el estado "Volkisch"-, se orienta hacia las soluciones propuestas por el segundo modelo.

"Die Juden" ejerció también una notable influencia sobre los ambientes "Volkisch", como confirma un autorizado estudioso judío, Mosae, que escribe a este respecto:

"Los presupuestos económicos, siempre populares en los círculos antisemitas, obtendrán el sello académico con el ensayo de Werner Sombart (...) Sombart no pronunciaba contra los judíos un juicio condenatorio: su intención era simplemente formular un análisis histórico en la evolución del capitalismo, pero autores y propagandistas nacional-patrióticos aprendieron rápidamente a utilizar su obra, adaptándola a sus propios fines. Esta, grosso modo, coincidencia con la imagen elaborada por ellos, de los judíos como seres incapaces, desarraigados, desleales, intermediarios y especuladores, preocupados sólo de acumular oro y desangrar Alemania .

En efecto, "Die Juden" constituye un importante punto de referencia para Theodor Fritsch, -el cual tuvo la idea de la ciudad-jardín-, el cual, en su "compendio de la cuestión judía" , un texto que alcanzó las cuarenta ediciones y fue considerado por los nacionalsocialistas como la obra de un "Altmeister" utilizó en diversos puntos el ensayo sombartiano sobre los judíos, para describir el papel jugado por estos en la economía de la moderna sociedad: y el libro de Fritsch, juntamente con "Die Juden und das Wirtchafsleben", figura entre los títulos más citados en un opúsculo de Dietrich Eckart, publicado después de su muerte, en el cual algunos han creído encontrar una fuente de la polémica antijudía de Hitler .

A pesar de esto hay quien ha negado la posibilidad de definir la obra de Sombart como un "preludio intelectual del nazismo" o ha definido las diferencias entre la "ideología del nacionalsocialismo" y el "espiritualismo de estampa romántica y religiosa" de un Sombart, es decir, "de un hombre de cultura, y no de acción" , como si las doctrinas de las que toma forma el fenómeno nacionalsocialista no hubieran sido elaboradas por hombres de cultura. Ahora, dejando aparte la intención fraudulenta, transparente en una cierta sociología, sobre todo católica de recuperar e instrumentalizar algunos aspectos del pensamiento sombartiano -intención que implica la necesidad de separar artificialmente las "responsabilidades" de Sombart en la del nacionalsocialismo no es ciertamente en tales términos simplistas que debe plantearse la cuestión. En vez de ello, se trataría de ver qué corrientes, en qué fenómeno no homogéneo cual fue el nacionalsocialismo alemán que se ha reconocido como más afines al espíritu que se insinúa en la obra de Sombart y qué elementos de esta última han influido sobre las diversas tendencias del movimiento histórico en cuestión. Para poner un ejemplo: no se puede excluir que el ya citado juicio sombartiano sobre el colonialismo si no será ciertamente compartido por el ala occidentalista y anglófila del nazismo haya podido contribuir a la formación de una posición anticolonialista entre los ambientes de las SS, ya que en la época de la acción en Etiopía el diario oficial de la Orden, "Das Schwarze Korps", criticó duramente la iniciativa italiana haciéndose eco de los motivos expuestos por Sombart.

Un punto en el cual los mencionados "recuperadores" se han esforzado en ver un contraste irreductible entre Sombart y el nacionalsocialismo es el que se refiere a la raza, cual si los teorizantes nazis del racismo no se hubieran dislocado sobre una variedad de posiciones. Según Rizzo, por ejemplo, Sombart formularía "un formidable argumento contra el racismo" cuando observa que la población alemana está formada por cinco razas diferentes y de un número impreciso de sub-razas : el académico en cuestión cita luego, en apoyo de su tesis, el siguiente pasade de "Socialismo Aemán":

"No se puede científicamente demostrar ni que una determinada raza pueda habitar en un solo espíritu, ni que un determinado espíritu pueda albergar solamente en una determinada raza. Un espíritu alemán en un negro es posible, como un espíritu negro en un alemán. Se puede únicamente demostrar que hombres con espíritu alemán son bastantes más numerosos en el pueblo alemán que en el pueblo negro y viceversa" .

Pues bien, ¿qué diferencias esenciales existen entre la política de Sombart y la mejor doctrina de la raza, la que sabe negar o superar el materialista racismo biológico para reconocer en el hombre un ser compuesto no sólo de cuerpo y considera, por ende, todos los elementos de que el ser humano se compone? El "formidable argumento contra el racismo" triunfalmente esgrimido por Rizzo, Sombart lo deduce propiamente de la clasificación antropológica formulada por un exponente de primer rango en los estudios raciales: Hans F.K. Gunther, profesor de antropología social en la universidad de Friburgo, que en 1942 es declarado por Evola "uno de los más notorios y citados racistas alemanes" . ¿Formidable argumento contra el racismo también el de Gunther? En cuanto al fragmento del "Socialismo Alemán" ya mencionado, los puntos de vista que en él se encuentran constituyen propiamente una adhesión a las orientaciones más positivas que la doctrina de la raza sepa exprimir. ¿Qué diferencias esenciales, preguntamos una vez más, existen de hecho entre tales puntos de vista y los que sostiene la psicoantropología de Ludwig Ferdinand Clauss?¿Y puede, seriamente, ser considerado Clauss, con la contribución rectificativa por él aportada a la doctrina de la raza, un adversario del nacionalsocialismo?

La idea, herética tanto para el racismo "zoológico" como para el antirracismo democrático de una "raza del alma", idea que se encuentra en la base de la teoría de Clauss y está sintéticamente expuesta en el fragmento citado más arriba, es fundamental para comprender la noción sombartiana del "espíritu judío". Como es posible encontrar un "espíritu negro en un alemán" y viceversa, también es posible encontrar un espíritu judío en muchos "goim".

"Los más grandes magnates de la finanza mundial son de la más pura sangre aria y muchos de los más colosales escándalos bursátiles o bancarios están ligados a nombres no judíos" .

En los más lejanos orígenes del Capitalismo no cuentan tanto los judíos como individuos o como realidad colectiva que actúa sobre la historia, sino como una idea platónica (Sombart la llama "Geist") la cual da lugar a una particular tendencia del espíritu, a una particular conformación psíquica (Sombart la llama "Gesinnung"): es, ésta, la "raza del alma" a la cual Otto Weininger -"el único hebreo digno de vivir" según un juicio del Führer- dá el nombre de "hebraísmo": Esta -escribe- representa para todo hombre una posibilidad, y en el hebraísmo histórico ha tenido solamente su realización más grandiosa . Idea, ésta última, que reaparece en Sombart:

"Este espíritu (el espíritu hebraico, n.d.r.) toma, en los primeros tiempos, raíces en el pueblo judío y se difunde ampliamente, porque, como es lícito suponer, correspondía a un carácter congénito o de "sangre" bastante frecuente en el pueblo judío".

No obstante, la hebraicidad no es, para Sombart, la única fuente de la mentalidad capitalista.

"No estamos tan desprovistos de sentido crítico como para atribuir todas las peculiaridades del hombre económico moderno al influjo de la moral judaica (por considerable que esta pueda haber sido)" .

Junto al espíritu judío han actuado, en tal sentido, otros factores, como ciertas filosofías, ciertas religiones y ciertas iglesias, además de las conquistas intelectuales, tales como la técnica, factores psicológicos cual la envida social, el nietzscheano "Resentimiento", de los burgueses y otras fuerzas más, en primer lugar el Estado, una entidad que ninguna explicación racional puede explicar, porque:

"La comprensión del sentido del Estado entra en el campo de la trascendencia" .

El hecho de que Sombart se esfuerce en no enfatizar ninguna de estas causas -ni siquiera la representada por el espíritu judaico- sino que se preocupe de subrayar la eficacia conexa a cada uno de los diversos factores induce a establecer una relación entre el autor de "Los Judíos" y el autor de "Die Protestantische Ethik und Der Geist des Kapitalismus". Max Weber, de hecho, atribuyendo una atención particular al papel jugado por la ética protestante en la formación de la mentalidad capitalista, hubiera podido igualmente captar el significado convergente revestido por otras fuerzas espirituales. En vez de ello, Weber estableció una relación de filiación casi exclusiva entre ética protestante y mentalidad capitalista, lo que redujo la importancia del judaísmo dentro de los términos de una limitada aportación moral proporcionada por este último al Puritanismo:

"El Judaísmo se encontraba en la parte del Capitalismo de los aventureros, orientado en un sentido político y especulativo: su ética era, en una palabra, la del Capitalismo del paria: el Puritanismo aportaba el Ethos de la industria nacional burguesa y de la organización racional del trabajo. Formada de la ética judaica sólo lo que le convenía dentro de estos límites."

Tal punto de vista es confirmado por Weber en su escrito sobre la profecía y la ética judía, donde el capitalismo judío es netamente distinto del protestante, considerado como el único precursor del Capitalismo moderno.

El Capitalismo de los judíos es considerado como "típico de un pueblo paria" porque este:

"Se encontraba en su apogeo, además de en el comercio y la usura, en aquellas formas proscritas por el Protestantismo, es decir, en el capitalismo de estado y en el capitalismo predatorio" .

Weber se proponía analizar acto seguido, de manera profunda, el papel jugado por los judíos en el desarrollo de la moderna economía occidental, porque no consideraba satisfactorio el tratamiento sombartiano de la cuestión. El problema, no obstante, no fue abordado, a causa de la muerte de Weber, sobrevenida en 1920; una vuelta a los motivos sintéticamente expuestos en el fragmento citado se encuentra empero, en "Economía y Sociedad", en un pasaje que explica cómo debe atribuirse a los judíos la introducción en Europa de formas de actividad económica entre las que destaca el empréstito.

En realidad, si prescindimos de la especial consideración que atribuyeron Sombart y Weber, respectivamente, al judaísmo y a la ética protestante, vemos que las teorías formuladas por los dos sociólogos, a pesar de la particular pretensión a la exclusividad que hemos observado en Weber, pueden muy bien complementarse, sin que la una dañe esencialmente a la otra. No obstante, podemos suscribir lo que afirma Rizzo en el sentido de que:

"La investigación de Weber de elementos precapitalistas en lo profundo de la cultura protestante y la de Sombart sobre las consecuencias del sello de los heréticos se entrecruzan y se convierten en complementarias: la descripción de Sombart asume en este punto el aspecto de una "continuación" del análisis de Weber" .

Rizzo habla de sello de los "heréticos" pero debe tenerse presente, para evitar todo malentendido, que Sombart coloca a los judíos grosso modo en la categoría de los heréticos.

"Los heréticos en Europa eran, primordialmente protestantes (y judíos)" .

De manera que podemos concluir que, en la panorámica compuesta por los estudios de Weber y de Sombart, al trabajar como vehículos históricos del espíritu capitalista son los extranjeros, los heréticos, los judíos, los emigrantes, los perseguidos por motivos religiosos, es decir todos aquellos que, animados por el deseo de una nueva vida y del espíritu de revancha se han ejercitado en las capacidades individuales de continuos encuentros con ambientes hostiles, y ven en el país al que han llegado una tierra extraña, desalmada y desolada.

Un ambiente tal sólo puede ser considerado como un objeto de disfrute, como un medio para conseguir el fin, que es la riqueza, y que por tal motivo, pueden ser tranquilamente empleados los métodos más abyectos, como la usura. Entre todos los "extranjeros" son los judíos los que practican tales métodos como un deber religioso, pues así se lo prescribe el versículo del Deuteronomio: "Exige interés al extranjero, pero no a tu hermano, con objeto de que el Señor, tu Dios bendiga todos tus actos sobre la tierra en la que entrares y de la que tomares posesión" .

Es obvio que el estudio de la aportación judía a la construcción capitalista no puede considerarse terminado con la obra de Sombart sobre "Los judíos y la vida económica"; de modo que la presente traducción de "Die Juden" tiene el sentido de una invitación a continuar, aplazar e integrar la tesis sombartiana.

Con esto no se quiere ciertamente decir que, una vez plenamente aclarada la función que le toca al "pueblo elegido" en relación a la instauración del Capitalismo, a su consolidación y a su expansión, el complexo significado del fenómeno capitalista ya quede automáticamente resuelto. Tal fenómeno puede ser, de hecho, representado como una ecuación con varias incógnitas, para el cual la solución de una única incógnita no significa, de hecho, la solución de toda la ecuación.

El Capitalismo constituye el estadio más ignominioso de la Civilización Humana, el grado de máximo envilecimiento a que llega el proceso de decadencia de lo humano, el nivel más bajo de la degeneración que Plotino define como un "dios vestido de carne" (théos en sarki). La acción del "espíritu judío" no es ciertamente la única causa de la descomposición que ha conducido a la humanidad europea a este nivel: esa acción, si queremos utilizar una imagen bastante ajustada a la realidad que intentamos expresar, ha obrado más bien como una levadura.

Pero, si queremos ser más precisos, debemos decir que la descomposición de la cual el judaísmo fue agente histórico se realizó, anteriormente, en la misma alma judía: esto lo atestiguan claramente las vicisitudes históricas de los "hijos de Israel". Estos, de hecho, manifiestan una irresistible tendencia a separarse de la sustancia de la Tradición para adherirse a la forma, siempre más vacía, de la misma: una tendencia que encuentra en la hipocresía farisaica su expresión más evidente y que justifica y explica el elevado número de profetas surgido en el seno del pueblo judío con la misión de corregirle, llevándole de nuevo a las primordiales enseñanzas de Abraham. Al equilibrio del "espíritu" y de la "letra" que el espíritu abrahámico comportaba, los judíos prefirieron el equilibrio en perjuicio del espíritu, aún cuando éste cayera en un vacío formalismo, en una idolatría de la cáscara vacía, en una subordinación obtusa y conformista a una Ley que ya no es entendida en su valor de instrumento de realización espiritual y que objetivamente queda reducida a instrumento de grosera cohesión social .

Sí, pues, el capitalismo es en parte un producto del "espíritu judío" -el cual se expresa en el formalismo mencionado- una auténtica restauración de lo humano no puede ser llevada a cabo mediante una simple lucha contra los últimos efectos, sean estos la organización capitalista de la economía o los mismos judíos. En otras palabras: es ingenuo pretender que el proceso de decadencia que desemboca en la ignominia capitalista pueda ser resuelto con meras medidas antijudías, por drásticas que estas puedan ser; las "persecuciones" lamentadas por los judíos han tenido el sentido, como máximo, de una operación epidérmica que deja intacta la raíz del mal... un mal que tiene su verdadero origen en el espíritu de negación antitradicional.

Por eso, una oposición eficaz al capitalismo y al "espíritu judío" puede desarrollarse solamente allí donde se asumen y se viven coherentemente como puntos de referencia en la batalla de combatir, las enseñanzas de la Tradición. Sólo así, oponiéndose a la antitradición en el mismo plano metahistórico, en la que esta tiene su raíz, será posible restituir al hombre la función de lugarteniente de Dios en la Tierra, función que el proceso de la decadencia histórica ha ido, poco a poco, erosionando, hasta que, como resultado final, el estadio extremo de la degeneración representado en la sombartiana "era económica" ha reservado al ser humano un único papel: aquél bestial de productor y consumidor de objetos, de atesorador y traficante de cosas materiales.

 

Notas:

W. Sombart, « Metafisica del capitalismo », Padoue 1977.
W. Sombart, « Il capitalismo moderno », Turin 1967, p. 286.
Ibid., p. 304.
W. Sombart, « Il socialismo tedesco », Florence 1941, p. 235.
Ibid., p. 246.
« Vom Menschen, Versuch einer geisteswissenschaftlichen Anthropologie », Berlin-Charlottenburg 1938.
G.L. Mossé, « Le origini culturali del Terzo Reich », Milan 1968, pp. 207-208.
« Handbuch der Judenfrage », Leipzig 1933. Le travail de Sombart sur « Les Juifs » est citée aux pages 54, 72 et passim, 290 et passim.
Cf. Ernst Nolte, « Eine frühe Quelle zu Hitlers Antisemitismus », dans « Historische Zeitschrift », CXCII, 3 (juin 1961), pp. 584-606.
F. Rizzo, « Werner Sombart », Naples 1974, p. 48.
A. Cavalli, « Introduzione » à W. Sombart, « Il capitalismo moderno », cit. p. 48.
A ce sujet, instructive semble être l’attention portée par Fanfani à l’œuvre de Sombart ; Cf. par exemple : A. Fanfani, « Introduzione allo studio della storia del pensiero economico », Milan 1960.
F. Rizzo, op. cit., p. 59.
W. Sombart, « Il socialismo tedesco », cit. p. 234.
J. Evola, « Il mito del sangue », Milan 1942, p. 123.
W. Sombart, « Il socialismo tedesco », cit. p. 235.
O. Weininger, « Sesso e carattere », Rome 1956, p. 415. Pour une étude de la question juive basée sur la question de la judaïté, voir notre essai « Ebraicità ed ebraismo – I Protocoli dei Savi di Sion », Ed. di Ar ; Padoue 1976.
W. Sombart, « Il socialismo tedesco », cit. p. 236.
W. Sombart, « Il borghese », Milan 1950, p. 403.
W. Sombart, « Il socialismo tedesco », cit. p. 214.
M. Weber, « L’etica protestante e lo spirito del capitalismo », Florence 1977, p. 279.
M. Weber, « Gesammelte Aufsätze zur Religionssoziologie », Tübingen 1920, vol. III, p. 359. Cf. M. Weber, « Le sette e lo spirito del capitalismo », Milan 1977, p. 165.
M. Weber, « Wirtschaft und Gesellschaft », Tübingen 1922, vol. I, p. 598.
F. Rizzo, op. cit., p. 58.
W. Sombart, « Il capitalismo moderno », cit. p. 276.
« Deuteronomio », XXIII, 21. », XXIII, 21. », XXIII, 21.