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El Dios humeante

Un Viaje al Interior del Mundo

Willis George Emerson

El Dios humeante - Un Viaje al Interior del Mundo - Willis George Emerson

100 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2016
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 130 pesos
 Precio internacional: 13 euros

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Publicado en 1908, "El Dios humeante" permanece un clásico dentro de la bibliografía sobre ciudades misteriosas donde se mezlcan en cantidades indiscernibles la realidad con lo fantástico.
Willis George Emerson se basa supuestamente en el relato real de Olaf Jansen, un viejo navegante vikingo, para narrar un viaje que revela el misterio profundo referente al gélido norte que por siglos ha demandado la atención de científicos y de profanos de igual modo.
El misterio de los polos ha capturado los corazones de los hombres generación tras generación. Aquellla tierra del silencio donde el frío extremo se mezcla con misteriosas mareas y vientos cálidos, donde la Aurora Boreal ilumina fantásticamente en formas inexplicables, donde las agujas magnéticas se vuelven locas, donde las ballenas tienen sus criaderos y hacia donde se suelen ver emigrar bandadas de aves de forma inexplicable, donde los icebergs que se encuentran están conformados de agua dulce en vez de salada; aquella región esconde cientos de misterios que han hecho volar la imaginación de los hombres desde los tiempos más antiguos, cuando se decía que de allí provenían los dioses.
Justamente por allí es por donde Jansen asegura haber ingresado a una ciudad maravillosa para descubrir allí al verdadero Jardín del Edén, el auténtico ombligo de la tierra de donde los humanos de este mundo fueron expulsados, y haber pasado cerca de dos años estudiando y registrando en este maravilloso “interior” de la tierra, exuberante de vida vegetal estupenda, y abundante en animales gigantes; una tierra donde la gente que vive tienen siglos de edad, más que Matusalén y otros caracteres bíblicos y miden cerca de 3 metros de altura, que viajan con vehículos antigravedad y se comunican inalámbricamente, segun relata Jansen en una época en que esto parecía una locura. En su centro se encuentra una bola de tamaño descomunal de fuego rojo mortecino rodeada por una blanca y suave nube que sale de sus orificios. Este sol central es para los habitantes intraterrenos la morada del Dios de lo alto, el Dios humeante.
El viaje de Jansen es comparado detalladamente con las experiencias de otros exploradores polares y puesta en discusión desde un punto de vista científico tanto como se adentra en descripciones fantásticas que recuerdan los relatos de Julio Verne, los cuales, por cierto, han resultado sorprendentemente proféticos en su gran mayoría, y que muchos investigadores han relacionado con ciudades como Agartha o la teoría de la Tierra Hueca.
Emerson dice ser el encargado de contar la historia de Jansen tras su muerte debido a que cuando el viejo vikingo intentó contarla fue encerrado en un manicomio por 28 años a causa de su fantástica historia, que fue interpretada como locura a pesar de la calidad humana y erudicción que Emerson dice encontrar en el navegante.
Aunque su veracidad sea incomprobable el libro será siempre atrapante y despertará fuerzas arquetípicas y resonancias mitológicas en los interesados en la temática, continuando creciendo en interés año tras año, hasta llegar a ver hoy su primera edición castellana.

 

ÍNDICE

 

I.- Prólogo del autor9
II.- Historia de Olaf Jansen25
III.- Más allá del viento del norte43
IV.- En el mundo inferior65
V.- Entre los témpanos del hielo79
VI.- Conclusión89
VII.- Epílogo del autor95
VIII.- Epílogo del Editor97

Cita

 

Es el Dios que se sienta en el centro, en el ombligo de la tierra.
Y es el intérprete de la religión para toda la humanidad.

Platón.

Prólogo del autor

 

Temo que la historia aparentemente increíble que estoy a punto de relatar será considerada como el resultado de un intelecto distorsionado y, desarrollada por añadidura, posiblemente, por el encanto de revelar un misterio maravilloso, más que un registro veraz de las experiencias sin par relacionadas por un tal Olaf Jansen, cuya locura elocuente apeló tanto a mi imaginación que todo el pensamiento de una crítica analítica, eficazmente se ha disipado.
Marco Polo sin duda se revolvería en su tumba con esta historia insólita sobre la cual me han pedido que haga la crónica; una historia tan extraña como un cuento de Munchausen. Es también incongruente que yo, un incrédulo, sea el que redacte la historia de Olaf Jansen, cuyo nombre ahora se da a conocer por primera vez al mundo, pero de aquí en adelante se debería incluir como una de las personas notables de la tierra.
Confieso libremente que sus declaraciones no admiten un análisis racional, pero tengo que hacerlo desde el misterio profundo referente al gélido norte que por siglos ha demandado la atención de científicos y de profanos de igual modo.
No obstante muchas de ellas está en desacuerdo con los manuscritos cosmográficos del pasado, estas declaraciones llanas se pueden emplear como un registro de las cosas que Olaf Jansen afirma haber visto con sus propios ojos.
Centenares de veces me he preguntado si es posible que la geografía del mundo este incompleta, y que la narrativa sorprendente de Olaf Jansen este basada en hechos demostrables. El lector puede ser capaz de contestar a estos interrogantes a su propia satisfacción, no obstante lejos esta el cronista de esta narrativa de poder alcanzar una convicción. A veces incluso yo estoy perplejo por saber si he sido conducido lejos desde una verdad abstracta por los ignes fatui ( fuegos fatuos) de una astuta superstición, o sí hasta ahora he aceptado los hechos tal cual son, después de todo, fundados sobre falsedad..
Puede ser que el verdadero hogar de Apolo no estuviera en Delfi, sino en ese legendario centro de la tierra de el cual Platón habla y donde dice: El “hogar verdadero de Apolo está entre el Hiperbóreanos, en una tierra de vida perpetua, en donde la mitología nos dice que dos palomas que vuelan desde los dos extremos opuestos del mundo se encuentran en esta región bella, el hogar de Apolo. De hecho, según Hecataeus, Leto, la madre de Apolo, nació en una isla en el océano ártico más allá del viento del norte.”
No es mi intención instigar una discusión sobre teogonía de las deidades ni sobre las cosmogonías del mundo. Mi deber simple es aclarar al mundo lo relacionado con una hasta ahora, desconocida porción del universo, como fue vista y descrita por el viejo vikingo, Olaf Jansen.
El interés en la investigación del norte es internacional. Once naciones están comprometidas en, o han contribuido a el trabajo peligroso de intentar resolver un permanente misterio cosmológico de la tierra.
Hay un refrán, tan antiguo como las colinas, que dice que la “verdad supera a la ficción,” y de la manera más sorprendente este axioma me lo he traído a casa en la última quincena.
Era apenas las dos de la mañana cuando el sonido vigoroso de mi timbre me despertó de un sueño apacible. El intempestivo perturbador resultó ser un mensajero que llevaba una nota, garabateada y casi ilegible, de un viejo vikingo llamado Olaf Jansen. Después de mucho interpretar, descifré la escritura que decía simplemente: “Enfermedad de muerte.  ¡Ven!.” La llamada era imperativa, y no perdí ningún momento en hacer preparativos para cumplirla.
Quizás también puedo explicar aquí que Olaf Jansen, un hombre que celebró muy recientemente su nonagésimo quinto cumpleaños, durante la última media docena de años ha estado viviendo solo de una manera modesta en un bungalow fuera de la ruta de Glendale, a poca distancia del distrito comercial de Los Ángeles, en California.
Fue hace menos de dos años, mientras paseaba una tarde, que fui atraído por la casa de Olaf Jansen y sus alrededores hogareños, y por su dueño e inquilino, quien después llegué a conocer como un partidario del antiquísimo culto a Odin y a Thor.
Había delicadeza en su cara, y una expresión de amabilidad en los ojos grises e intensamente alerta, de este hombre que habían vivido más de noventa años; y, además, una percepción de soledad que apeló a mi simpatía. Encorvado ligeramente, y con sus manos cogidas detrás de él, él caminó hacia adelante y luego hacia atrás con la pisada lenta y medida, ese primer día que nos encontramos. Apenas puedo decir qué motivo particular me impulsó para detenerme brevemente en mi caminata y atraerlo a la conversación. Él parecía complacido cuando le hice participe de lo atractivo que era su bungalow, y de las bien atendidas vides y flores que se arracimaban en profusión sobre sus ventanas, azotea y su extensa piazza (plaza).
Pronto descubrí que mi nuevo conocido no era ninguna persona ordinaria, sino profunda y docta en grado notable; un hombre que, en los últimos años de su vida, había buceado profundamente en los libros y se había hecho fuerte con el poder de la meditación silenciosa.
Le animé a que hablara, y pronto averigüé que llevaba sólo seis o siete años residiendo en la California meridional, pero había pasado la docena años anteriores en uno de los estados del medio oriente. Antes había sido un pescador lejos de la costa de Noruega, en la región de las islas de Lofoden, desde dónde había hecho viajes aún más lejanos a Spitzbergen e incluso a la Tierra de Francisco José.
Cuando comencé a despedirme, él parecía renuente a dejarme ir, y me preguntó si vendría de nuevo. Aunque en aquel entonces no pensé nada sobre ello, recuerdo ahora que me hizo una observación peculiar mientras extendía mi mano para despedirme educadamente. “¿Volverá?” preguntó. “Sí, vendrás otra vez, un cierto día. Estoy seguro que lo harás; y te mostraré mi biblioteca y te contaré muchas cosas con las cuales nunca has soñado, cosas tan maravillosas que puede ser que no me creerás.”
Yo alegremente le aseguré que no sólo vendría otra vez, sino que estaría preparado para creer lo que pueda elegir contarme de sus viajes y aventuras.
En los siguientes días me familiarice con Olaf Jansen, y, poco a poco, me contó su historia, tan maravillosa, que es muy osado cuestionar su razón y creencia. El viejo vikingo se expresó siempre con tanta seriedad y sinceridad que llegué a estar cautivado por sus extrañas narraciones.
Entonces llegó la llamada del mensajero aquella noche, y en una hora yo estaba dentro del bungalow de Olaf Jansen.
Él estaba muy impaciente por la larga espera, aunque después de ser convocado yo había venido inmediatamente a la cabecera de su cama.
“Debo apresurarme,” exclamó, mientras sostenía mi mano por el intercambio de saludos. “Tengo mucho que contarte que no sabes, y no se lo confiaría a nadie excepto a ti. Tengo la plena certeza, el continuaba apresuradamente, que no sobreviviré a esta noche. “Ha llegado el momento de unirme a mis padres en el gran sueño.”
Ajusté las almohadas para que estuviera más cómodo, y le aseguré que estaba contento de poder servirlo de cualquier manera posible, porque comenzaba a darme cuenta de la seriedad de su condición.
Lo tardío de la hora, la calma de los alrededores, la sensación extraña de estar solo con aquel hombre que moría, junto con su historia fantástica, todo se combinó para hacer que mi corazón latiera rápido y ruidosamente con una sensación para la cual no tengo ningún nombre. De hecho, hubo muchas veces que por la noche en el sofá del viejo vikingo, y ha habido muchas veces desde entonces que, una sensación en lugar de una convicción tomó la posesión de mi propia alma, y me parecía no sólo creer en ello, sino ver realmente, las tierras extrañas, la gente extraña y el mundo extraño de los cuales habló, y oír el estribillo de una orquesta poderosa de mil voces vigorosas.
Durante más de dos horas él pareció dotado de fuerza casi sobrehumana, hablando rápidamente, y en todos los aspectos, racionalmente. Finalmente puso en mis manos ciertos datos, dibujos y mapas toscos. “Éstos,” dijo como epílogo, “lo dejo en tus manos. Si puedo obtener tu promesa de darlos al mundo, moriré feliz, porque deseo que la gente pueda conocer la verdad, porque entonces todo el misterio referente a las gélidas tierras del norte será explicado. No hay riesgo de que padezcas la fatalidad que yo sufrí. No te esposarán, ni te enviaran al manicomio, porque no estás contando tu propia historia, sino la mía, y, yo gracias a los dioses, Odin y Thor, estaré en mi sepulcro, más allá del alcance de los incrédulos que me perseguirían.”
Sin un pensamiento de las consecuencias de largo alcance que la promesa implicaba, o sin vislumbrar las muchas noches sin poder dormir que la obligación desde entonces me aportaría, le di mi mano con la promesa de cumplir fielmente su postrero deseo.
Mientras el sol se encumbró sobre los picos de San Jacinto, lejos en dirección al este, el espíritu de Olaf Jansen, el navegador, el explorador y el devoto de Odin y Thor, el hombre cuyas experiencias y viajes no tienen parangón en la historia del mundo, paso a mejor vida, y yo me quedé solo con la muerte.
Y ahora, después de haber pagado las últimas tristes exequias a este hombre extraño de las islas de Lofoden, y el aún más lejano Norte, el explorador valeroso de las regiones congeladas, que en sus años de declive (después de que había pasado los ochenta) había buscado un asilo apacible de paz dentro de la soleada California, yo, me encargaré de hacer pública su historia.
Pero, antes de nada, permitidme entregarme a una o dos reflexiones:
Generación tras generación, desde el brumoso pasado se transmiten las tradiciones de padre a hijo, pero por alguna extraña razón, el interés por las regiones heladas desconocidas no disminuye en los años que retroceden, ni en las mentes del ignorante o del tutelado.
Con cada nueva generación un incansable impulso agita los corazones de los hombres para capturar la ciudadela velada del ártico, el círculo del silencio, la tierra de glaciares, los fríos derroches de aguas y vientos que son extrañamente cálidos. Un aumento de interés se manifiesta en los iceberg montañosos, y especulaciones maravillosas se ocupan de todo lo concerniente al centro de gravedad de la tierra, la cuna de las mareas, donde las ballenas tienen sus criaderos, donde la aguja magnética se vuelve loca, donde la Aurora Boreal ilumina la noche, y donde los espíritus audaces y valerosos de cada generación se atreven a aventurar y a explorar, desafiando los peligros del “norte más distante.”
Uno de los trabajos más competentes de años recientes es “Paraíso Encontrado, o la Cuna de la Raza Humana en el Polo Norte,” por Guillermo F. Warren. En su volumen cuidadosamente preparado, Sr. Warren casi tropezó con la verdad real, pero lo faltó aparentemente solo un pelo, si la revelación del viejo vikingo era verdad.
El Dr. Orville Livingston Leech, científico, en un artículo reciente, dice: “Las posibilidades de que haya territorios en el interior de la tierra, primero fueron traídas a mi atención cuando tomé un geoide en las orillas de los Grandes Lagos. El geoide es una piedra esférica y al parecer sólida, pero cuando se quiebra encontramos que esta hueco y revestido de cristales. La tierra es solamente una forma grande de un geoide, y la ley que creó el geoide en su estructura hueco indudablemente formó la tierra de la misma forma.”
En la presentación del tema de esta historia casi increíble, tal como lo contó Olaf Jansen, completada por el manuscrito, los mapas y los dibujos toscos confiados a mí, una introducción apropiada se encuentra en la cita siguiente:
“En el principio Dios creó el cielo y la tierra, y la tierra estaba sin forma y vacía.” Y también, “Dios creó al hombre a su propia imagen.” Por lo tanto, incluso en las cosas materiales, el hombre debe ser divino, porque él es semejante al padre.
Un hombre construye una casa para el y su familia. Los pórticos o las terrazas están todos fuera, y son secundarios. El edificio realmente se construye para las comodidades internas.
Olaf Jansen hace un sorprendente anuncio a través de mí, un instrumento humilde, de que, en cierta manera, dios creó la tierra para “lo de dentro” que es como decir, para sus tierras, mares, ríos, montañas, bosques y valles, y para sus otras conveniencias internas, mientras que la superficie exterior de la tierra es simplemente el mirador, el pórtico, donde las cosas crecen, en comparación, más escasamente, como el liquen en el costado de la montaña, aferrándose resuelto para una existencia mínima.
Toma una cáscara de huevo, y de cada extremo rompe un pedazo tan grande como el extremo de este lápiz. Extrae su contenido, y entonces tendrás una representación perfecta de la tierra de Olaf Jansen. La distancia de la superficie interior a la superficie exterior, según él, es cerca de trescientas millas. El centro de gravedad no está en el centro de la tierra, sino en el centro de la cáscara o de la corteza; por lo tanto, si el grueso de la corteza o de la cáscara de tierra es 500 kilómetros, el centro de gravedad esta a 250 kilómetros bajo la superficie.
En sus diarios de operación los exploradores árticos nos hablan de la inclinación hacia abajo de la aguja cuando los barcos navegan en regiones conocidas del norte más distantes. En realidad, están en la curva; en el borde de la cáscara, donde la gravedad se incrementa geométricamente, y mientras que la corriente eléctrica aparentemente escapa rauda hacia, la idea fantasma del Polo Norte, no obstante, esta misma corriente eléctrica desciende otra vez y continúan su curso hacia el sur a lo largo de la superficie interior de la corteza terrestre.
En el apéndice a su trabajo, el capitán Sabine da cuenta de experimentos para determinar la aceleración del péndulo en diferentes latitudes. Esto es lo que parece haber resultado del trabajo común de Peary y de Sabine: “El descubrimiento accidental de que un péndulo al ser cambiado de París a la vecindad del ecuador aumentó su tiempo de vibración, dio el primer paso a nuestro actual conocimiento que el eje polar del globo es menor que el ecuatorial; que la fuerza de la gravedad en la superficie de la tierra aumenta progresivamente del ecuador hacia los polos.”
De acuerdo con Olaf Jansen, en el principio este viejo mundo nuestro fue creado exclusivamente para mundo “interior”, donde se localizan los cuatro grandes ríos -- el Éufrates, el Pisón, el Gihón y el Hidekel. Estos mismos nombres de los ríos, cuando están aplicados a las corrientes en la superficie del “exterior” de la tierra, son puramente tradicionales de una antigüedad más allá de la memoria del hombre.
En la cima de una montaña alta, cerca del nacimiento de estos cuatro ríos, Olaf Jansen, el vikingo, pretende haber descubierto, el largo tiempo perdido,“jardín del Edén,” el autentico ombligo de la tierra, y haber pasado cerca de dos años estudiando y registrando en este maravilloso “interior” de la tierra, exuberante de vida vegetal estupenda, y abundante en animales gigantes; una tierra donde la gente que vive tienen siglos de edad, más que Matusalén y otros caracteres bíblicos; una región donde “un cuarto de la superficie interior es agua y tres cuartos tierra”; donde hay océanos grandes y muchos ríos y lagos; donde las ciudades son superlativas en edificaciones y en magnificencia; donde las clases de transporte son tan lejanamente avanzados de los nuestros, como nuestros ostentosos logros en el progreso lo son de los habitantes del África “más oscura””
La distancia directamente a través del espacio de la superficie interna a la superficie interna de la tierra es cerca de 1000 kilómetros menos que el diámetro reconocido de la tierra.
En el centro idéntico de este vacío extenso está la ubicación de “la electricidad” -- una bola de tamaño descomunal de fuego rojo mortecino -- no llamativamente brillante, sino rodeado por una blanca y suave nube, luminosa, radiando una calidez uniforme, y sostenida en su lugar, en el centro de este espacio interno, por la ley inmutable de la gravitación. Esta nube eléctrica es conocida por la gente del “interior” como la morada “del Dios Humeante.” Creen que es el trono “del Más Alto.”
Olaf Jansen me recordó cómo, en los viejos días de la universidad, estábamos todos al corriente de las demostraciones en el laboratorio del movimiento centrífugo, que probaban claramente que, si la tierra fuera un sólido, la rapidez de su revolución sobre su eje la rasgaría en mil fragmentos.
El viejo vikingo también mantuvo que de los puntos más lejanos de la tierra en las islas de Spitzbergen y de la Tierra de Francisco José, bandadas de gansos pueden ser vistos anualmente volando más lejos hacia el norte, exactamente como los marineros y los exploradores registraron en sus diarios. Ningún científico ha sido todavía lo suficiente audaz como para intentarlo explicar, incluso a su propia satisfacción, hacia qué tierras son guiadas estas aves aladas de corral por su instinto sutil. Sin embargo, Olaf Jansen nos ha dado una explicación más razonable.
La presencia de mar abierto en el norte también se explica. Olaf Jansen afirma que la abertura, entrada o agujero del norte, por así decirlo, es de cerca de 2250 kilómetros de un lado a otro. Con respecto a esto, permítanos leer lo escribe el explorador Nansen, en la página 288 de su libro:
“Nunca he tenido una navegación tan espléndida”. Hacia el norte, sin parar hacia el norte, con buen viento, tan rápidamente como la corriente y la vela puede transportarnos, kilómetro tras kilómetro de ancho mar, contemplar tras contemplar, a través de estas ignotas regiones, siempre cristalinas y, en la pureza del hielo, uno casi podría expresar: “¿Cuánto tiempo heredaremos lo último?” El ojo siempre retorna hacia en norte cuando uno cruza el puente. Está contemplando el futuro. Sólo existe siempre el mismo cielo oscuro delante cuando aparece el vasto mar. “
De nuevo, la revisión de Norwood de Inglaterra, en su ejemplar del 10 de mayo de 1884, dice: “No admitimos que haya hielo hasta el polo, una vez dentro de la gran barrera del hielo, un mundo nuevo estalla ante el explorador, el clima es suave como el de Inglaterra, y, luego, balsámico como el de las islas griegas.”
Algunos de los ríos del “interior,” afirma Olaf Jansen, son más grandes que nuestros ríos Misisipi y Amazonas unidos, en consideración al volumen de agua transportado; Ciertamente, su grandeza es causada más por su anchura y profundidad que por su longitud, y en las desembocaduras de estos ríos poderosos, que fluyen hacia el norte y hacia el sur a lo largo de la superficie interior de la tierra, se hayan icebergs descomunales, algunos de ellos tienen desde veinticinco o treinta kilómetros de ancho hasta sesenta o ciento sesenta kilómetros de longitud.
¿No es extraño que nunca haya sido encontrado un iceberg en el Océano Ártico o en el Antártico que no este compuesto de agua dulce? Los científicos modernos afirman que la congelación elimina la sal, pero Olaf Jansen afirma otra cosa.
Las escrituras hindúes, japonesas y chinas antiguas, así como los hieroglíficos de las razas extintas del continente norteamericano, todos hablan de la costumbre de rendir culto al sol, y es posible, a la luz de las fabulosas revelaciones de Olaf Jansen, que la gente del mundo interior, persuadida por el atisbo del sol al brillar sobre la superficie interna de la tierra, por la abertura norteña o meridional, estaban insatisfechos con “el dios humeante,” el gran pilar o nube madre de la electricidad, y, cansados de su atmósfera continuamente moderada y apacible, siguieron la luz más brillante, y finalmente fueron conducido más allá del cinturón de hielo y se diseminaron sobre la superficie “externa” de la tierra, a través de Asia, de Europa, de Norteamérica y, más adelante, de África, de Australia y de Suramérica.
Es un hecho notable de que, al acercarnos al ecuador, la estatura de la raza humana crece menos. Los Patagonianos del sur de América son probablemente los únicos aborígenes del centro de la tierra que salieron a través de la abertura comúnmente designada como polo sur, y se llamaron la raza gigante.
Olaf Jansen afirma que, en el principio, el mundo fue creado por Gran Arquitecto Universo, de modo que el hombre pudiera morar sobre su superficie “interior”, la cual desde entonces ha sido residencia del “elegido.”
Aquellos que fueron expulsados del “jardín de Edén” trajeron su historia tradicional con ellos.
La historia de la gente que vive “dentro” contiene una narrativa que sugiere la historia de Noé y el arca con la cual estamos familiarizados. Él navegó lejos, al igual que Colon, desde cierto puerto, a una tierra extraña de la que él había oído hablar que estaba situada lejos hacia el norte, llevando con él toda clase de bestias de los campos y aves del aire, pero del cual nunca se volvió a oír hablar después.
En los límites norteños de Alaska, y aún más con frecuencia en la costa siberiana, se encuentran cementerios de animales que contienen colmillos de marfil en cantidades tan grandes que sugieren lugares de enterramiento de la antigüedad. El informe de Olaf Jansen dice, han llegado a partir de la gran vida animal prolífica que abunda en los campos, los bosques, los bancos y los ríos numerosos del mundo interno. Los materiales quedaron atrapados en las corrientes del océano, y fueron transportadas sobre isletas flotantes de hielo, y se han acumulado como la madera flotante en la costa siberiana. Esto se ha estado sucediendo desde hace mucho tiempo, de aquí viene el misterio de los cementerios de animales.
Sobre esto, William F. Warren, en su libro citado ya, pagina 297 y 298, dice: “Las rocas árticas hablan de una Atlántida perdida más maravillosa que la de Platón.”
Las capas de fósiles de marfil de Siberia destacan en todo sobre la de cualquier otra clase en el mundo. Desde los días de Plinio, por lo menos, han estado padeciendo constantemente la explotación, y siguen siendo las principales bases de suministro. Los restos de mamuts son tan abundantes que, Gratacap dice, “las islas norteñas de Siberia parecen construidas de multitud de huesos.”
Otro escritor científico, hablando de las islas de la Nueva Siberia, hacia el norte de la desembocadura del río Lena, usa este lenguaje: grandes cantidades de marfil son extraídas del terreno cada año. De hecho, se cree que algunas de las islas no son más que una acumulación de madera a la deriva y de cuerpos de mamuts y otros animales antidiluvianos congelados juntos.” De esto podemos deducir que, durante los años que han transcurrido desde la conquista rusa de Siberia, más de veinte mil colmillos aprovechables de mamuts han sido recogidos. “
Comencemos con la historia de Olaf Jansen. La publico detalladamente, como el mismo la escribió en un manuscrito, y urdidas en la historia, justo como el las puso hay ciertas anotaciones de trabajos recientes sobre la exploración ártica, demostrando cómo cuidadosamente el viejo vikingo comparaba sus propias experiencias con la de otros viajeros al norte congelado.
Así escribió el discípulo de Odín y de Thor: