El tiro con arco, para el mundo moderno, acostumbrado a desacralizar y degenerar toda acto que tenga por fin elevar al hombre, ha devenido, hoy, en un mero deporte o pasatiempo más o menos entretenido.
Sin embargo, para un estudioso de la tradición primordial como Ananda Coomaraswamy tras el tiro con arco se esconde un ancestral y riquísimo simbolismo que nos retrotrae a cuando el hombre y el cosmos se hacían uno en un acto que es rito y un rito que es vivencia de lo sagrado. De tal forma, aun cuando una actividad se haya secularizado completamente y devenido para el profano un simple recreo o entretenimiento es posible todavía para quienquiera que posea el conocimiento requerido por el simbolismo tradicional completar esta participación física en el deporte, o en el disfrute del mismo como un espectáculo, con una comprensión de su significación olvidada, y restaurar así, para sí mismo, al menos, el equilibrio polar de lo físico y de lo «metafísico» que es característico de todas las culturas tradicionales. Así se podrá constatar que nada es superfluo en el arte del tiro con arco, cada gesto obedece a una razón trascendente y ofrece la posibilidad de ser parte de este espíritu.
Ananda Coomaraswamy, con su vastísima erudición, nos pasea por las diversas tradiciones espirituales de la humanidad, en diversas eras y lugares, para reencontrar el simbolismo del tiro con arco y su valor metafísico siempre constante.
Así, por ejemplo, podemos ver la posición que el arco ocupa en el ámbito militar, incluso mucho después de la introducción de las armas de fuego, cuando su efectividad en batalla aparece opacada ante los ojos de quien solo piensa en su efectividad. Sin embargo, los gremios de arqueros siguen conservando su organización secreta y un estricto régimen de admisión, donde el aspirante a arquero debe pasar por un largo proceso de instrucción para que, habiéndose convertido en un diestro tirador sea aceptado por un Maestro que lo acompañará por el proceso de iniciación vehicularizado por determinados ritos y recién entonces, tras su realización, podrá tomar parte en las contiendas formales.
En adelante, el arquero nunca usará el arco a menos de estar en una condición de pureza ritual; antes y después de usar el arco siempre besará su empuñadura, la que, a modo de axis mundi, pone en relación lo inferior con lo superior, la unión de el hombre con lo divino.
En diversos ejemplos como este, Coomaraswamy nos devela la significación metafísica del arco y su utilización como rito, como es lo normal en la Tradición Perenne de la que el autor ha sido uno de sus máximos estudiosos.