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Manual de zonceras argentinas

 

Arturo Jauretche

Manual de zonceras argentinas - Arturo Jauretche

204 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2019
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 360 pesos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Argentina ha sido colonizada culturalmente por un grupo de "vivos" que pretenden hacer de su historia y su cultura un complejo grupo de zonceras que le impidan su pensar nacional. La educación, desde pequeños, tiene el deliberado propósito de la “colonización pedagógica” al difundir las zonceras como premisas inevitables de todo razonamiento referente al interés de la comunidad. El maestro que intentara enseñar, en contraste, verdadera ciencia política, se vería pronto en la calle sin dinero y sin alumnos, si no en el banquillo de los acusados y defendiéndose contra una acusación, pomposamente redactada, de sedición contra los explotadores.
Sin embargo, esta colonización será ineficiente en la medida que vayamos identificando las zonceras que constituyen las premisas de todos los razonamientos que el aparato de la superestructura cultural maneja, mucho más influyentes hoy que con la escuela, con los progresos técnicos de los medios de comunicación.
La vacuna es fácil. Consiste en identificar la zoncera. Y Arturo Jauretche ha identificado como ningún otro, con estilo divertido e inteligente, el conjunto de zonceros que mantienen el país en la ignorancia de sus posibilidades. Él se propone erradicar la autodenigración, que lleva a la dependencia y el sometimiento a las potencias.
Las zonceras a tratar consisten en principios introducidos en nuestra formación intelectual desde la más tierna infancia —y en dosis para adultos— con la apariencia de axiomas, para impedirnos pensar las cosas del país por la simple aplicación del buen sentido. Hay zonceras políticas, históricas, geográficas, económicas, culturales, la mar en coche. Algunas son recientes, pero las más tienen raíz lejana y generalmente un prócer que las respalda. A medida que usted vaya leyendo algunas, se irá sorprendiendo de haberlas oído, y hasta repetido innumerables veces, sin reflexionar sobre ellas y, lo que es peor, pensando desde ellas.
Este no es un trabajo histórico; pero nos conducirá frecuentemente a la historia para conocer la génesis de cada zoncera. Veremos entonces, que muchas tuvieron una finalidad pragmática y concreta que en el caso las hace explicables aún como errores, y que su deformación posterior, dándole jerarquía de principios, ha respondido a los fines de la pedagogía colonialista para que actuemos en cada emergencia concreta sólo en función de la zoncera abstracta hecha principio.
En la Argentina, cada prócer tiene sus viudas que administran su memoria, cuidan su intangibilidad y cobran los dividendos que da el sucesorio. Quizá sea Sarmiento el que tenga más viudas porque hay en el personaje una especie de padrillismo supérstite como para permitir una multiplicada poligamia póstuma. Más difícil es la tarea de los rivadavianos profesionales porque don Bernardino, el pobre, no tiene puntos de apoyo para su explotación: hubo que inventárselos. Eso lo hizo Mitre, que a su vez es otra cosa, porque su aprovechamiento no es de viudas. Los cultivadores del mitrismo no miran tanto al General, ya finado, como a “La Nación”, que está vivita y coleando y es la que distribuye el dividendo de la fama mientras le cuida la espalda al General.
La historia del país ha sido entonces permanentemente falseado con un enorme puzzle de zonceras, comenzando por la madre que las parió a todas: la zoncera de "Civilización o barbarie", donde todo hecho propio, por serlo, era bárbaro, y todo hecho ajeno, importado, por serlo, era civilizado. Civilizar, pues, consistió en desnacionalizar.
El "Manual de zonceras argentinas", a modo de continuación de “Los profetas del odio y la yapa” constituye una brillante contribución al análisis de la pedagogía colonialista, en el cual se exponen sus zonceras para que ellas conduzcan, por su desenmascaramiento, a mostrar la sistemática deformación de nuestro ser y el intento de forjar nuestro destino en oposición al interés nacional.

 

ÍNDICE

De las zonceras en general7
Donde se habla de las zonceras en general7
De la madre que las parió a todas17
Y en particular de sus dos hijas mayores17
Zoncera N° 117
“CIVILIZACIÓN Y BARBARIE”17
De las hijas mayores de “civilización y barbarie”27
A) Zonceras sobre el espacio.27
Zoncera N° 2: “El mal que aqueja a la Argentina es la extensión”27
Zonceras complementarias de la zoncera “el mal que aqueja a la Argentina es la extensión”35
Zoncera N° 3: I) “Lo que conviene a Buenos Aires es replegarse sobre sí misma”35
Zoncera N° 4: II) El misterio de Guayaquil38
Aplicación práctica de la zoncera de que “el mal que aqueja a la Argentina es la extensión”40
I.— La separación del Alto Perú.41
II.— La separación de la Banda Oriental y las Misiones Orientales.42
Zoncera N° 5: “Oponer los principios a la espada”45
Zoncera N° 6: “Un algodón entre dos cristales”49
Zoncera N° 7: “La Troya americana”54
Zoncera N° 8: “La libre navegación de los ríos”57
Zoncera N° 9: “La victoria no da derechos”61
Zoncera N° 10: “La nieve contiene mucha cultura”64
B) Zonceras sobre la población (O de la autodenigración)73
Zoncera N° 11: “Gobernar es poblar”76
Zoncera N° 12: “Política criolla - política científica”79
Zonceras complementarias de “política criolla”83
I) Educar al Soberano.85
II) Quiera el pueblo votar.86
Zoncera N° 13: Este país de m...87
Zoncera N° 14: La inferioridad del nativo91
Zoncera N° 15: El “vicio” de la siesta101
De las zonceras de autoridad que se le olvidaron a Bentham105
De las zonceras para escolares... y también para adultos105
Zoncera N° 16: A) El niño modelo107
Zoncera N° 17: I) El niño que no faltó nunca a la escuela109
Zoncera N° 18: II) El buen compañerito111
Zoncera N° 19: III) El niño que no mintió jamás113
B) El hombre modelo115
Zoncera N° 20: I) El canal de Rivadavia116
Zoncera N° 21: II) El hombre que se adelantó a su tiempo120
Zoncera N° 22: III) “El más grande hombre civil de la tierra de los argentinos”124
C) Otras zonceras de la misma laya125
Zoncera N° 23: I) “Como hombre te perdono mi cárcel y cadenas”.127
Zoncera N° 24: II) El tirano Rosas y la piedra movediza del Tandil133
De las zonceras institucionales135
Zoncera N° 25: (I) Linea Mayo-Caseros141
Zoncera N° 26: II) “Habeas Corpus”145
Zoncera N° 27: III) “La confiscación de bienes queda abolida para siempre del Código Penal argentino” 147
Zoncera N° 28: IV) “Queda abolida para siempre la pena de muerte por causas políticas”149
De las zonceras económicas153
Zoncera N° 29: I) División internacional del trabajo155
Zoncera N° 30: II) El “milagro alemán”163
Zoncera N° 31: III) “Pagaré ahorrando sobre el hambre y la sed de los argentinos”166
Zoncera N° 32: IV) Fuerzas vivas168
Zoncera N° 33: a) Sociedad Rural Argentina170
Zoncera N° 34: b) Unión Industrial Argentina172
Zoncera N° 35: V) La canasta de pan. El granero del mundo175
Zoncera N° 36: VI) Mercado tradicional. Comprar a quien nos compra179
Miscelánea de zonceras de toda laya185
Zoncera N° 37: Cuarto poder185
Zoncera N° 38: Dice “La Nación”... dice “La Prensa”187
Zoncera N° 39: Tablas de sangre189
Zoncera N° 40: Aquí se aprende a defender la Patria191
Zoncera N° 41: Jóvenes y muchachones193
Zoncera N° 42: Agravio y desagravio agravio194
Zoncera N° 43: Civilización occidental y cristiana198
Palabras finales203

De las zonceras en general

“Les he dicho todo esto
pero pienso que pa´nada,
porque a la gente azonzada
no la curan con consejos:
cuando muere el zonzo viejo
queda la zonza preñada.”
(A. J., El Paso de los Libres, 1ª edición, 1934.)

 

Donde se habla de las zonceras en general
“Zonzo y zoncera son palabras familiares en América desde México hasta Tierra del Fuego, variada apenas la ortografía, un poco en libertad silvestre (sonso, zonzo, zonso, sonsera, zoncera, azonzado, etc.)”, dice Amado Alonso. (“Zonzos y zoncerías”, Archivo de Cultura, Ed. Aga-Taura, Feb. 1967, pág. 49).
Según el mismo, la acepción que les dan los diccionarios como variantes de soso, desabrido, sin sal, es arbitraria porque proviene del “Diccionario de Autoridades” que se escribió cuando ya habían dejado de ser usuales en España. Zonzo, fue en España palabra de uso coloquial pero durante corto tiempo: “Cosa sorprendente, esta palabra castellana, inexistente antes del siglo XVII y desaparecida en España en el siglo XVIII, vive hoy en todas partes donde fue exportada”, particularmente América. También señala Alonso el parentesco con algunos equivalentes españoles, mas agrega que “por pariente que sea el zonzo americano conserva su individualidad”. “Aunque como improperio los americanos dicen a uno (o de uno) zonzo, cuando los peninsulares dicen tonto, los significados no se recubren”.
Todo lo cual vale para zoncera.

* * *

¿Los argentinos somos zonzos?... Esto es lo que nos faltaba, convencidos como estamos de la “viveza criolla”, que ha dado origen a una copiosa literatura que va de la sociología y la psicología a las letras de tango.
Un amigo que hace muchos años percibió la contradicción entre nuestra tan mentada “viveza” y las zonceras, la explicaba así: “El argentino es vivo de ojo y zonzo de temperamento”, con lo que quería significar que paralelamente somos inteligentes para las cosas de corto alcance, pequeñas, individuales, y no cuando se trata de las cosas de todos, las comunes, las que hacen a la colectividad y de las cuales en definitiva resulta que sea útil o no aquella “viveza de ojo”.
A estas zonceras en lo que trata de los intereses del común, es a las que se refiere mi personaje de las letras gauchescas qué cito en el, copete, porque lo que el cantor ha dicho antes se refiere precisamente a ellas, y su escéptica sentencia surge de la continuidad en su acepción a través de generaciones.
Esto no importa necesariamente que la zoncera sea congénita; basta con que la zoncera lo agarre a uno desde el “destete”.
Tal es la situación, no somos zonzos; nos hacen zonzos.
El humorismo popular ha acuñado aquello de “¡Mama, haceme grande que zonzo me vengo solo!”. Pero esta es otra zoncera, porque ocurre a la inversa: nos hacen zonzos para que no nos vengamos grandes, como lo iremos viendo.
Las zonceras de que voy a tratar consisten en principios introducidos en nuestra formación intelectual desde la más tierna infancia —y en dosis para adultos— con la apariencia de axiomas, para impedirnos pensar las cosas del país por la simple aplicación del buen sentido. Hay zonceras políticas, históricas, geográficas, económicas, culturales, la mar en coche. Algunas son recientes, pero las más tienen raíz lejana y generalmente un prócer que las respalda. A medida que usted vaya leyendo algunas, se irá sorprendiendo, como yo oportunamente, de haberlas oído, y hasta repetido innumerables veces, sin reflexionar sobre ellas y, lo que es peor, pensando desde ellas.
Basta detenerse un instante en su análisis para que la zoncera resulte obvia, pero ocurre que lo obvio pasa con frecuencia inadvertido, precisamente por serlo.

* * *

Jeremías Bentham —pocos filósofos pueden ser tan gratos a los académicos de las zonceras como este maestro de los más preclaros de sus inventores— escribió un “Tratado de los sofismas políticos”, que es un tratado de lógica, según dice Francisco Ayala, prologuista de una de sus ediciones castellanas (Ed. Rosario, 1944). Al hablar del sofisma en general, Bentham establece la diferencia entre error, simple opinión falsa, y sofisma, con que designa la introducción en el razonamiento de una premisa extraña a la cuestión, que lo falsea.
Le faltó tiempo a Bentham para ver cómo sus discípulos rioplatenses superaban a lo que se proponía combatir. Porque las zonceras de que estoy hablando cumplen las mismas funciones de un sofisma, pero más que un medio falaz para argumentar son la conclusión del sofisma, hecha sentencia.
Su fuerza no está en el arte de la argumentación. Simplemente excluyen la argumentación actuando dogmáticamente mediante un axioma introducido en la inteligencia —que sirve de premisa— y su eficacia no depende, por lo tanto, de la habilidad en la discusión como de que no haya discusión. Porque en cuanto el zonzo analiza la zoncera —como se ha dicho— deja de ser zonzo.
Trato aquí, pues, de suscitar la reacción de esa tan mentada “viveza criolla” para que, si en verdad somos vivos de ojo, lo seamos también de temperamento, como decía mi amigo.

* * *

Este no es un trabajo histórico; pero nos conducirá frecuentemente a la historia para conocer la génesis de cada zoncera. Veremos entonces, que muchas tuvieron una finalidad pragmática y concreta que en el caso las hace explicables aún como errores, y que su deformación posterior, dándole jerarquía de principios, ha respondido a los fines de la pedagogía colonialista para que actuemos en cada emergencia concreta sólo en función de la zoncera abstracta hecha principio. Esto lo veremos muy particularmente en la increíble zoncera de que la victoria no da derechos, que verdaderamente es un “capolavoro” en la materia.
En otras ocasiones, la zoncera no tiene un origen eventual, sino que es el resultado de una conformación mental. Es el caso de la zoncera el mal que aqueja a la Argentina es la extensión que, erigida en principio como consecuencia de otra zoncera —Civilización y barbarie— llevó directamente a una política de achicamiento del país que fue la que presidió la disgregación del territorio rioplatense. En este caso, la zoncera no se justifica ni eventualmente pero es susceptible de explicación. Lo que no puede explicarse es que continúe en vigencia hasta cuando ya fueron logrados los objetivos que le dieron origen. Tal vez se la reitere sólo para mantener la sobrevivencia y prestigio de quienes la generaron. En otros casos, como lo veremos al tratarlas, muchas zonceras pueden comprenderse en función de las ilusiones que el siglo XIX en su primera parte provocó en los progresistas “a outrance”, pero no ahora que son evidentemente anti-progresistas pues tratan de inmovilizar él país dentro de una concepción perimida, con lo que paradojalmente, los progresistas se vuelven reaccionarios.
Y ahora tenemos que recordar de nuevo a Jeremías Bentham, porque en la base de los sofismas que puntualizó está el de autoridad, y la zoncera, como aquellos, generalmente reposan en la “autoridad” del que la enunció.
Estas zonceras de autoridad cumplen dos objetivos: uno es prestigiar la zoncera con la autoridad que la respalda, como se ha dicho; y otro reforzar la autoridad con la zoncera. Así los proyectos de Rivadavia se apoyan en el prestigio de Rivadavia. Y el prestigio de Rivadavia en sus proyectos.
Esto nos lleva de nuevo a la historia, cuya falsificación tiene también por objetivo una zoncera: presentar nuestro pasado como una lucha maniquea entre “santos” y “diablos”, con lo que los actores dejan de ser hombres para convertirse en bronces y mármoles intangibles.

* * *

El protagonista de la historia no pierde nada como hombre cuando se lo baja del pedestal; ni siquiera como ejemplo. Por el contrario, gana al humanizarse con su carga de aciertos y errores. Pero como el objetivo de falsificación es una política de la historia que alimenta las zonceras, ver el hombre en su propia dimensión relativiza el personaje perjudicándolo como autoridad desde que, en cuanto hombre, no es el dueño de la verdad absoluta con que aparece respaldando a aquellas desde el nicho.
Tomaremos el caso de Sarmiento: primero, porque es el héroe máximo de la intelligentzia, y segundo, porque es el más talentoso de la misma.
Sarmiento es, para mí, uno de nuestros más grandes —sino el mejor— prosistas. Narrador extraordinario —aún de lo que no conoció, como sus descripciones de la pampa y el desierto—, sus retratos de personajes, más imaginados que vistos, su pintura de medios y ambientes, sus apóstrofes, sus brulotes polémicos, al margen de su verdad o su mentira, son obras maestras. Forman una gran novelística hasta el punto de que lo creado por la imaginación llega a hacerse más vivo que lo que existe en la naturaleza.
A este Sarmiento se lo ha resignado al segundo plano para magnificar el pensador y el estadista, siendo que sus ideas económicas, sociales, culturales, políticas, son de la misma naturaleza que su novelística: obras de imaginación mucho más que de estudio y de meditación, y su labor de gobernante la propia de esa condición imaginativa. Pero insistir sobre la personalidad literaria del sanjuanino iría en perjuicio de su prestigio como pensador y del ideario que expresó al colocarlo en otra escala de medida. Entonces, decir el escritor Sarmiento sería como decir el escritor Hernández o el escritor Lugones, cuando opinan sobre el interés general; referencias importantes pero no decisorias. Y sobre todo cuestionables. Y la zoncera sólo es viable si no se la cuestiona.

* * *

Además, al margen de la pedagogía colonialista, se deforma al prócer para hacerlo ismo. Juega entonces el interés de la capilla y los capellanes. Así como el locutor Julio Jorge Nelson es la viuda de Gardel, cada prócer tiene sus viudas que administran su memoria, cuidan su intangibilidad y cobran los dividendos que da el sucesorio. Quizá sea Sarmiento el que tenga más viudas porque hay en el personaje una especie de padrillismo supérstite como para permitir una multiplicada poligamia póstuma. Más difícil es la tarea de los rivadavianos profesionales porque don Bernardino, el pobre, no tiene puntos de apoyo para su explotación: hubo que inventárselos. Eso lo hizo Mitre, que a su vez es otra cosa, porque su aprovechamiento no es de viudas. Los cultivadores del mitrismo no miran tanto al General, ya finado, como a “La Nación”, que está vivita y coleando y es la que distribuye el dividendo de la fama mientras le cuida la espalda al General. Además practican ese culto todas las viudas de los otros próceres como actividad, complementaria e imprescindible para el suyo. Aquí operan también matemáticos, poetas, escritores, pintores, escultores, corredores de automóviles, rotarianos, locutores, biólogos, señoras gordas, leones, “señores”, otorrinolaringólogos, militares, pedagogos, políticos, economistas, toda clase de académicos, desde que todo el mundo sabe que sin la lágrima por Mitre, lo mismo en el arte o la técnica que en la vida social, deportiva, etc., no hay reputación posible. Así se explican esas largas columnas de felicitaciones en “La Nación”, que suceden a cada cumpleaños, y la introducción de Mitre en todo discurso, conferencia o escrito, aunque se trate de un estudio sobre las lombrices de tierra o los viajes estratosféricos.
Acotaremos que la abundancia de viudas hace que ya sea difícil el acceso a los mármoles y bronces, lo que ha motivado la urgencia de algunos por ampliar el registro de los próceres. Así, a falta de mármoles y bronces aparecen los chupamortajas prendidos a la memoria de óbitos más recientes y aún de muchos insepultos rezagados en las Academias o el Instituto Popular de Conferencias.

* * *

Este es un manual de zonceras, y no un catálogo de las mismas. Doy, con unas cuantas de ellas, la punta del hilo para que entre todos podamos desenredar la madeja. Y aclaro que yo no soy “uno” más “vivo”, sino apenas un “avivado”, y aún me temo que no mucho, porque ya se verá cómo he ido descubriendo zonceras dentro de mí .
Sin ir más lejos en ese “Paso de los Libres” que cito al caso en el copete, se me ha deslizado alguna, a pesar de que para la fecha de su publicación ya tenía la edad de Cristo. Y me las sigo descubriendo —¡y vaya si van años!—, tanto me han machacado con ellas en la época en que estaba descuidado.
Precisamente para que no nos agarren descuidados otra vez, y a los que nos sigan, es que se hace necesario un catálogo de zonceras argentinas que creo debe ser obra colectiva y a cuyo fin le pido a usted su colaboración.
Mi editor me dice que hará un concurso de zonceras con premios y todo. Si tal ocurre le ruego al lector que, por el bien común, participe. Haremos el catálogo entre todos. Por si usted está dispuesto a colaborar en él, este libro lleva unas páginas suplementarias convenientemente rayadas para que vaya anotando sus propios descubrimientos, mientras lo lee.

* * *

Además, descubrir las zonceras que llevamos adentro es un acto de liberación: es como sacar un entripado valiéndose de un antiácido, pues hay cierta analogía entre la indigestión alimenticia y la intelectual. Es algo así como confesarse o someterse al psicoanálisis —que son modos de vomitar entripados—, y siendo uno el propio confesor o psicoanalista. Para hacerlo sólo se requiere no ser zonzo por naturaleza, con la connotación que hace Amado Alonso —”escasez de inteligencia, cierta dejadez y debilidad”—; simplemente estar solamente azonzado, que así viene a ser cosa transitoria, como lo señala el verbo.
Tampoco son zonzos congénitos los difusores de la pedagogía colonialista. Muchos son excesivamente “vivos” porque ése es su oficio y conocen perfectamente los fines de las zonceras que administran; otros no tienen ese propósito avieso sin ser zonzos congénitos: lo que les ocurre es que cuando las zonceras se ponen en evidencia no quieren enterarse; es una actitud defensiva porque comprenden que con la zoncera se derrumba la base de su pretendida sabiduría y, sobre todo, su prestigio.
Las zonceras no se enseñan como una asignatura. Están dispersamente introducidas en todas y hay que irlas entresacando.

* * *

Viendo en Amsterdam la inclinación de los edificios motivada por la blandura del suelo insular en que se asientan, tuve la impresión de una ciudad borracha, pues las casas se sostienen apoyándose recíprocamente. Imaginé la catástrofe que significaría extraer una de cada conjunto. Esto le ocurrirá a usted a medida que vaya sacando zonceras, porque éstas se apoyan y se complementan unas con otras, pues la pedagogía colonialista no es otra cosa que un “puzzle” de zonceras. Por eso, a riesgo de redundar, necesitaremos frecuentemente establecer, como dicen los juristas, “sus concordancias y correspondencias”, porque todas se entrerrelacionan o participan de finalidades comunes.
Al tratar de las zonceras no es posible, en consecuencia, clasificarlas específicamente, porque en el campo de su aplicación andan todas mezcladas y, donde menos se espera, salta la liebre. El cazador de zonceras debe andar con la escopeta lista, no es otra cosa que un “puzzle” de zonceras. Por eso, a liebre, perdiz o pato, o pato-liebre, indistintamente. Pero todas tienen el carácter común de principios destinados a ser el punto de partida del razonamiento de quien la profesa. En cuanto usted fija su atención sobre ese “principio” y no sobre su desarrollo posterior, ya la identifica, porque para evitar el análisis recurre de inmediato a ocultarse tras la autoridad.
Como están entreveradas y dispersas sólo se intentará agruparlas; eso y no clasificarlas, es lo que se hace en este trabajo, teniendo en cuenta sus características más importantes o el papel principal que juegan o han jugado, pero sin olvidar nunca lo que se dijo de las “correspondencias y concordancias”, porque suelen tener variada finalidad. Así, por ejemplo, veremos oportunamente que política criolla, o el milagro alemán que aquí se han clasificado respectivamente en las Zonceras de la autodenigración y en las Zonceras económicas, podrían agruparse a la inversa, en cuanto el milagro alemán —utilizada para prestigiar cierta política— encubre una connotación de finalidades disminuyentes y racistas, cosa que se verá a su tiempo. Del mismo modo política criolla, que es zoncera autodenigratoria, se connota con lo económico.
Con esto quiero advertir al lector que no debe tomar muy al pie de la letra la clasificación que se hace, que obedece a la conveniencia de seguir algún método expositivo. Hay un capítulo titulado Miscelánea de zonceras porque las que allí van son aparentemente de distinto género. En realidad todo el libro es una miscelánea pero de la comprobación aislada de cada zoncera llegaremos por inducción —del fenómeno a la ley que lo rige— a comprobar que se trata de un sistema, de elementos de una pedagogía, destinada a impedir que el pensamiento nacional se elabore desde los hechos, es decir desde las comprobaciones del buen sentido.
Con esto dejo dicho que este libro es una segunda parte de “Los profetas del odio y la yapa” —es decir una contribución más al análisis de la pedagogía colonialista—, en el cual se exponen las zonceras, para que ellas conduzcan por su desenmascaramiento a mostrar toda la sistemática deformante del buen sentido y su finalidad.
Y como las zonceras se revisten de un aire solemne —que forma parte de su naturaleza—, les haremos un “corte de manga” tratándolas en el lenguaje del común, que es su enemigo natural, escribiendo a la manera del buenazo de Gonzalo de Berceo en su “Vida de Santo Domingo de Silos”:
Quiero fer una prosa en roman paladino, en qual suele el pueblo fablar a su vecino.

De la madre que las parió a todas. Y en particular de sus dos hijas mayores

Zoncera N° 1
“CIVILIZACIÓN Y BARBARIE”
Antes de ocuparme de la cría de las zonceras corresponde tratar de una que las ha generado a todas —hijas, nietas, bisnietas y tataranietas—. (Los padres son distintos y de distinta época —y hay también partenogénesis—, pero madre hay una sola y ella es la que determina la filiación).
Esta zoncera madre es Civilización y barbarie. Su padre fue Domingo Faustino Sarmiento, que la trae en las primeras páginas de Facundo, pero ya tenía vigencia antes del bautismo en que la reconoció como suya.
En Los profetas del odio y la yapa digo de la misma:
“La idea no fue desarrollar América según América, incorporando los elementos de la civilización moderna; enriquecer la cultura propia con el aporte externo asimilado, como quien abona el terreno donde crece el árbol. Se intentó crear Europa en América trasplantando el árbol y destruyendo lo indígena que podía ser obstáculo al mismo para su crecimiento según Europa y no según América”.
“La incomprensión de lo nuestro preexistente como hecho cultural o mejor dicho, el entenderlo como hecho anticultural, llevó al inevitable dilema: Todo hecho propio, por serlo, era bárbaro, y todo hecho ajeno, importado, por serlo, era civilizado. Civilizar, pues, consistió en desnacionalizar —si Nación y realidad son inseparables —.”
Veremos de inmediato, en la zoncera que sigue — el mal que aqueja a la Argentina es la extensión— cómo para esa mentalidad el espacio geográfico era un obstáculo, y luego, que era también obstáculo el hombre que lo ocupaba —español, criollo, mestizo o indígena— y de ahí la autodenigración, y cómo fueron paridas y para qué convertidas en dogmas de la civilización.
Carlos P. Mastrorilli en un artículo publicado en la revista “Jauja” (noviembre, 1967) analiza dos aspectos esenciales de la mentalidad que se apoya en esa zoncera:
“En la íntima contextura de esa mentalidad hay un cierto mesianismo al revés y una irrefrenable vocación por la ideología. Por el mesianismo invertido, la mentalidad colonial cree que todo lo autóctono es negativo y todo lo ajeno positivo. Por el ideologismo porque prefiere manejar la abstracción conceptual y no la concreta realidad circunstanciada”.
El mesianismo impone civilizar. La ideología determina el cómo, el modo de la civilización. Ambos coinciden en excluir toda solución surgida de la naturaleza de las cosas, y buscan entonces, la necesaria sustitución del espacio, del hombre y de sus propios elementos de cultura. Es decir “rehuir la concreta realidad circunstanciada” para atenerse a la abstracción conceptual.
Su idea no es realizar un país sino fabricarlo, conforme a planos y planes, y son éstos los que se tienen en cuenta y no el país al que sustituyen y derogan, porque como es, es obstáculo.
* * *
Que la oligarquía haya creído un éxito definitivo de la zoncera Civilización y barbarie, lo que llamó “el progreso” de la última mitad del siglo XIX y los años iniciales del presente, ha sido congruente con sus intereses económicos. Alienada al desarrollo dependiente del país, su prosperidad momentánea le hizo confundir su propia prosperidad con el destino nacional.
Había por lo menos una constatación histórica que parecía justificar el mesianismo y la ideología liberal de la oligarquía.
El problema se le plantea a ésta ahora, cuando el cambio de condiciones internas y especialmente externas, por el aumento de población y su nivel de vida, y la situación en el mercado mundial de la economía de intercambio comercial fundada en el precio, por la economía mercantil, se destruyen las bases de la estructura primaria de intercambio de materias primas por materias manufacturadas, pues así como hay imperios que pierden sus colonias, hay colonias que pierden su imperio, cuando dejan de serles necesarias a éste.
Ahora, como ya no puede confundir su éxito propio y momentáneo con el destino de la gran Nación que parecía aparejado a su prosperidad colonial, piensa en achicar la población, como sus antecesores pensaron en achicar el espacio en la buscada disgregación del Virreynato del Río de la Plata.
Mesianismo e ideología ya no encuentran, como pareció antes, su identificación con el destino del país. La oligarquía se vuelve anti-mesiánica desde que rechaza concretamente la grandeza al propiciar el achicamiento del pueblo, y su ideología no puede proponer otras soluciones que las de la conservación cada vez más desmejorada de la estructura existente: de este modo se convierte en freno y eso es lo que se confiesa de hecho por sus tecnócratas que sólo proponen seguir tirando desde que el destino del país colonia está cubierto definitivamente.
Así, pierde el papel promotor que se había asignado mientras se creyó constructora —y esa fue su fuerza— para hacerse conservadora en un país que no debe dar un paso más adelante. Ya lo he dicho también: los progresistas de ayer se vuelven anti-progresistas desde que todo su progreso sólo puede realizarse contra la ideología que identifica el destino nacional con sus intereses de grupo.
* * *
Pero sí esta congruencia circunstancial en el interés de grupo permite comprender el descastamiento de las llamadas “elites”, impedidas de una visión de distancia por su circunstancial prosperidad que obstó a la comprensión del país en un largo destino —todo destino nacional es largo—, no vale para los ideólogos que aparentan desde una postura popular un mesianismo revolucionario. De titulados democráticos a marxistas, la explicación ya no tiene la congruencia que en la oligarquía y pasa a ser mesianismo e ideología sin una pizca de contenido material. Se trata, como dice Mastrorilli, de una “abstracción conceptual en que no gravita la concreta realidad circunstanciada”.
Aquí aparece desnuda, desprovista de toda constatación pragmática, la zoncera Civilización y barbarie, según sigue gravitando en la “intelligentzia”.
Por la profesión de esta zoncera el ideólogo, extranjero o nativo, se siente civilizador frente a la barbarie. Lo propio del país, su realidad, está excluida de su visión. Viene a civilizar con su doctrina, lo mismo que la Ilustración, los iluministas y los liberales del siglo XIX; así su ideología es simplemente un instrumento civilizador más. No parte del hecho y las circunstancias locales que excluye por bárbaras, y excluyéndolos, excluye la realidad. No hay ni la más remota idea de creación sobre esa realidad y en función de la misma. Como los libera les, y más que los liberales que —ya se ha dicho— eran congruentes en cierta manera, aquí se trata simplemente de hacer una transferencia, y repiten lo de Varela: —”Si el sombrero existe, sólo se trata de adecuar la cabeza al sombrero”. Que éste ande o no, es cosa de la cabeza, no del sombrero, y como la realidad es para él la barbarie, la desestima. De ninguna manera intenta adecuar la ideología a ésta; es ésta la que tiene que adecuarse, negándose a sí misma, porque es barbarie.
Así la oligarquía y su oposición democrática o marxista disienten en cuanto a la ideología a aplicar pero coinciden totalmente en cuanto al mesianismo: civilizar. Si la realidad se opone a la aplicación de la ideología según se transfiere, la in adecuada no es la ideología de transferencia sino la realidad, por bárbara. Los fines son distintos y opuestos en cuanto a la ideología en sí, pero igualmente ideológicos.
Si en las ideas abstractas son opuestos, la zoncera Civilización y barbarie los unifica en cuanto son la civilización. De donde resulta que los que están más lejos ideológicamente son los que están más cerca entre sí —en cuanto teólogos— como ocurre cada vez que la realidad enfrenta a todos los civilizadores. Entonces se unifican contra la barbarie, que es como llaman al mundo concreto donde quieren aplicar las ideologías.
Esto se hace evidente en los momentos conflictuales en que el país real aparece en el escenario social o político.
El mismo Mastrorilli en el artículo referido dice:
“Sarmiento y Alberdi querían cambiar el pueblo. No educarlo, sino liquidar la vieja estirpe criolla y rellenar el gran espacio vacío con sajones. Esta monstruosidad tuvo principios de ejecución. Al criollo se lo persiguió, se lo acorraló, se lo condenó a una existencia inferior. Sin embargo los aportes de sangre europea que se vertieron a raudales sobre el país, no consiguieron establecer una síntesis humana muy distinta de la precedente. Los ingleses —relictos de las invasiones o colonos traídos de la fabulosa imaginación rivadaviana — se agauchaban. Los polacos, los alemanes, los italianos, también. Y a espaldas del régimen colonial se hizo una nueva masa humana que se doblegó sin resistencia ante la potencia de la geografía y la presencia irreductible de lo hispánico como principio organizador de la convivencia.”
“El régimen fracasó sociológicamente. A partir de 1914 aprendió a contar con una masa popular desconfiada y adversa. En suma: el régimen quiso cambiar al pueblo y no pudo: quiso entregar el espacio inerme y tropezó una y otra vez con algo viviente y cálido que nosotros llamamos conciencia nacional y ellos desprecian como barbarie”
Eso pasó, como dice el autor, desde 1914. Culminó “el 17 de Octubre, en la más grande operación de política de masas que vio el país; la muchedumbre estaba compuesta por cabecitas negras —restos del criollaje proscripto— pero también por hijos de gringos, polacos y maronitas lanzados contra el régimen con violencia inusitada”.
¿Por qué la parte de la “intelligentzia”, democrática o marxista, no pudo entender un hecho tan evidente en ninguna de las dos oportunidades. La oligarquía trató de invalidarlo porque sus intereses concretos coincidían con los criterios de Civilización y barbarie, pero en otro caso la explicación sólo es posible a puro vigor de zoncera: incapaz de salir del esquema y partiendo del mismo supuesto histórico de que las masas en el pasado habían expresado sólo la barbarie frente a la civilización, vio en su nueva presencia una simple recidiva. De ahí lo de “aluvión zoológico” y “libros y alpargatas”, que son zonceritas biznietas de Civilización y barbarie y cuyo sentido permanente supera la insignificancia de los que las enunciaron, pues revelan el modo de sentir de la “intelligentzia” in totum, incapaz de pensar fuera de la ideología, es decir de lo conceptual ajeno y opuesto a los hechos propios.
Así, la zoncera de Civilización y barbarie se apoya en dos patas y anda, pero cojeando, porque una es más larga que la otra, que es como una pata auxiliar a la que se recurre cuando el régimen está en peligro.
Una ideología apuntala a otra ideología, por más que su signo sea inverso en teoría, porque tienen en común el supuesto mesiánico que cada uno quiere realizar a su manera, pero ambas partiendo de la negación de lo propio. Conviven entre gruñidos y se tiran mordiscones, pe ro siempre entre civilizados que se defienden en común de los bárbaros, es decir del país real. La recíproca tolerancia nace de la unidad civilización y se practica de continuo en la común devoción por todas las zonceras nacidas del vientre de la zoncera madre.
No preguntéis entonces por qué comparten la misma historia que se niegan a revisar desde que revisar importa dejar sin base la zoncera generatriz. Destruir ésta implica sustituir una mentalidad hecha partiendo de ella y excluir el mesianismo y la ideología como fundamento de un pensamiento argentino para dar su oportunidad al buen sentido. Ahí, en Civilización y barbarie, la zoncera madre, está el punto de confluencia de las ideologías, es decir, de la negación de toda posibilidad para el país nacida del país mismo. Es como si dijéramos la “Unidad Democrática” tácita de que surgen todas las otras.
En Geopolítica de la cuenca del Plata (A Peña Lillo editor, Bs. As., 1973), Alberto Methol Ferré analiza la ahistoricidad del pensamiento uruguayo. En ninguna parte como allí —recordemos otra zoncera: “como el Uruguay no hay”—, se “tuvo una conciencia política eminentemente abstracta”. La falsificación de la historia, allá como aquí, se completó con la concepción estratosférica del país en cuanto se excluyeron las causales internacionales de los hechos propios o inversamente se excluyeron los hechos propios de las causales internacionales. Así, dice: “Nos enseñaban una historia de puertas cerradas, desgranada en anécdotas y biografías, o de bases filosóficas ingenuas, y nos mostraron la abstracción de un país casi totalmente creado por pura causalidad interna. A esta tesis tan estrecha, se le contrapuso su antítesis, seguramente tan perniciosa. Y esta es la pretensión de subsumir y disolver el Uruguay en pura causalidad externa, en una historia puramente mundial a secas. Una historia tan de puertas abiertas que no deja casa donde entrar...”. “A la verdad, esta última actitud no escribe historia uruguaya, que le aburre, y prefiere vagabundear y so lazarse en la contemplación a veces minuciosa de la historia mundial. Nos escindíamos en pueblerinos o ciudadanos del mundo...”. Así, de una historia isla, pasábamos a la evaporación, a las sombras chinescas de una historia océano, donde la historia se juega en cualquier lado menos aquí y aquí lo de cualquier lado. “Esta actividad lujosa —la historia océano—, si hoy canaliza disponibles jóvenes iracundos, ayer permitía a nuestra diplomacia pagarse de las palabras proyectándose pa ra dictar cátedra mundial sobre los derechos humanos y arbitrajes”. Son dos formas del escapismo.
“Interioridad pura o exterioridad pura, dos falacias que confraternizan...”. “... ¿quiérese mayor lujo que extrapolarse en la historia de los otros?...”. “Era una manera de renunciar a hacer historia”... “Por otra parte, ese idealismo externo en su versión de izquierda dimitirá frente a nuestra historia de puertas cerradas, conservadora. Incapaz de criticarla, porque no le interesaba vitalmente, terminaba en los hechos por aceptarla en bloque. No puede darse incorformismo más conformista”. .. “Así la esterilidad del marxismo uruguayo para de cir nada sobre el país, salvo el caso reciente de Trías. Así, el idealismo jurídico romántico, de derecha o de izquierda, son los modos uruguayos de suplir la ausencia de una política internacional real. El rasgo común de nativistas y oceánicos es que el Uruguay no era problema.”
Crucemos de nuevo el río. ¿No estamos en presencia de una situación parecida? Si la falsificación de la historia oficial, presentando la Argentina como un conflicto entre la civilización y la barbarie, ha desestimado el conflicto entre lo nacional y lo extranjero desde que el objeto de la historia no es la Nación sino la civilización, la izquierda, como tampoco tiene en cuenta lo nacional como causalidad histórica, produce el mismo conformismo que en el Uruguay con la historia oficial. Esta vez para que la historia del futuro dependa exclusivamente de la causalidad externa, generando un escapismo que tiene las misma raíces anti-nacionales que, naturalmente, rehuye la construcción propia para trasladarla al escenario de la civilización. Por donde vienen a ubicarse, como sus cofrades de la otra banda, en un balcón sobre el mundo que es donde se opera la historia idealizada.
Pero un balcón no es una puerta por donde entra y sale lo propio y lo ajeno, sino un puesto de observación donde se espera que fuera se resuelva lo que hay que resolver adentro, cosa que le conviene a los que ya adentro lo tienen resuelto. De aquí la coincidencia cuando el país real intenta sus propias soluciones y a su manera.
En tren de clasificación, la zoncera de Civilización y barbarie es una zoncera intrínseca, porque no nace del falseamiento de hechos históricos ni ha sido creada como un medio aunque después resultase el medio por excelencia, ni se apoya en hechos falsos. Es totalmente conceptual, una abstracción antihistórica, curiosamente creada por gente que se creía historicista, como síntesis de otras abstracciones.
Plantear el dilema de los opuestos Civilización y barbarie e identificar a Europa con la primera y a América con la segunda, lleva implícita y necesariamente a la necesidad de negar América para afirmar Europa, pues una y otra son términos opuestos: cuanto más Europa más civilización; cuanto más América más barbarie; de donde resulta que progresar no es evolucionar desde la propia naturaleza de las cosas, sino derogar la naturaleza de las cosas para sustituirla.
Para el que ha leído Los profetas del odio y la yapa al hablar de esta zoncera no hago más que resumir conceptos allí expresados, pero es necesario reiterarlos en este libro por lo que se ha dicho de la maternidad de todas las zonceras. La aceptación de ésta hace posible la vialidad de las otras, cosa que se irá viendo a medida que se trate cada una.
Empezaremos por aquellas que por considerarlas hijas mayores van en este capítulo: la que se refiere al espacio y es la de que “el mal que aqueja a la Argentina es la extensión”. La otra es la autodenigración que va implícita en la consideración de lo humano propio como barbarie.