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Escipión el Africano

Un hombre más grande que Napoleón

Sir Basil Henry Liddell Hart

Escipión el Africano – Un hombre más grande que Napoleón – Sir Basil Henry Liddell Hart

284 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2023
, Argentina
tapa: blanda
 Precio para Argentina: 7680 pesos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Escipión el Africano (236 – 183 a.C.), el brillante general romano que venció a Aníbal el cartaginés en uno de los momentos más críticos de la historia de la República romana, cambió la historia del mundo para siempre. Cuando Escipión apareció en la escena de la Historia, el dominio de Roma no se extendía siquiera a toda Italia y Sicilia, y éste, su limitado dominio territorial, hallábase, todavía amenazado por la invasión enemiga y, todavía más, por la presencia de Aníbal en su propio territorio. A la muerte de Escipión Roma era la incontrastable señora de todo el mundo mediterráneo, un Imperio sin rival. Este período marca la más grande expansión que registra toda la historia de Roma, que fue la obra directa de Escipión, o el fruto de su influencia indirecta.
El reputado historiador militar Sir Basil Henry Liddell Hart realiza su biografía militar y política con el propósito de hacer justicia a sus dotes y destacar su figura por encima de todos los líderes militares de la historia, incluido Napoleón. En sus páginas el autor repasa sus campañas y estrategias militares más importantes, en tanto que enaltece la figura de Escipión, ya sea confrontándolo con personajes históricos contemporáneos, o comparándolo con generales posteriores.
Escipión, como comandante, nunca perdió una batalla. A los diecinueve años*, ya era el equivalente a un coronel y a los 26 se le otorgó el mando supremo, logrando la mayor victoria de Roma sobre su enemigo más importante. En tres años destruyó el poder cartaginés en España y, tras ser nombrado cónsul, llevó sus fuerzas a África, donde conquistó al gran aliado de Cartago, Sífax. Dos años más tarde se enfrentó al propio Aníbal, aniquilando su ejército en la decisiva batalla de Zama. En su fascinante retrato de este extraordinario comandante, Liddell Hart sostiene que las batallas de Escipión son más ricas en estratagemas y ardides -muchas, aún factibles hoy en día- que las de cualquier otro comandante de la historia, constituyendo una lección objetiva infalible, que, salvando las distancias, pueden ser presentadas, aun hoy, como modelo de conducción consciente y magistral.
El abate Seran de la Tour, que escribe una biografía de Escipión en el año 1739, la dedicó a Luis XV, y en su dedicatoria escribe: “Un rey no debe hacer otra cosa que tomar como modelo al hombre más grande que figura en toda la historia romana: Escipión “el Africano”. Parece que el Cielo mismo hubiera creado a este gran héroe para que sirva de modelo a los poderosos de este mundo en el arte de gobernar con justicia”. Es en esta faceta de arquetipo de líder, con un profundo conocimiento del corazón humano, y una consumada percepción psicológica, lo que lo hace destacar como nadie en la historia. En Escipión hay más equilibrio en la acción que en cualquier otro militar; su grandeza es, podría decirse, integral, pues da una sensación de más perfecta serenidad, de esa serenidad que colinda con la sabiduría. Pues además de sus dotes de estratega militar infalible, demuestra un trato digno, magnánimo, y generoso con sus subordinados y, sobre todo, una visión que trasciende la ganancia temporal en pos de un bien mayor. Pues así como Escipión, en su momento de máxima gloria rechazó que se lo proclamara cónsul y dictador, y no permitió de que fueran levantadas estatuas en su honor, o impidió la aprobación de un decreto por el cual su imagen de triunfador debía ser llevada en procesión fuera del templo de Júpiter, así también evitó la absorción y destrucción de los vencidos imponiendo condiciones de paz benévolas.
En tanto que la mayor parte de los grandes conductores militares de la historia no tuvieron otros objetivos más que someter a sus enemigos, dando pie al camino hacia una reacción, Escipión siguió, a gran escala, la política romana de no fundar un imperio despótico y centralizador, sino una confederación de Estados con una cabeza en Roma. La obra de Escipión hizo posible una Confederación Mundial de Estados fuertes que reconocieran la supremacía de Roma, pero conservando su independencia interior. Los tratados de paz estipulados por Escipión serían suficientes, por sí solos, para elevarlo sobre todos los demás conquistadores del mundo: la completa carencia, en él, de todo sentimiento de venganza, su magistral tacto en garantizar la seguridad de Roma, imponiendo sacrificios mínimos a los vencidos y su riguroso cumplimiento del principio de no anexión de ningún Estado civilizado, son obras maestras de su genio. Esas condiciones de paz no dejaban, en el camino de los vencidos, ideas de venganza y revancha, más bien preparaban el camino para la conversión de los enemigos en aliados, sólidas columnas del poderío de Roma. Escipión supo infligir derrotas militares tan brillantes y decisivas como cualquier otro gran general, pero él tenía siempre, más allá de la derrota, un objetivo. Proporcionar un polo y un eje para unir y controlar el movimiento de la paz y la guerra, de modo de asegurar al mundo un movimiento progresivo, coordinado y ascendente. El derecho de Escipión a la fama eterna consiste en el motivo de que él fue “la columna de sostén”, y no el látigo, de Roma y del mundo.

 

ÍNDICE

Prefacio11
Introducción27
I.- Los primeros albores33
Actuación en Cannas y después de la batalla.36
Su nombramiento de edil.37
II.- Nombramiento de comandante en jefe del ejército de operaciones y primera expedición a España43
Situación general antes del nombramiento de Escipión43
Partida de escipión46
Primeros pasos en España48
Toma la ofensiva contra Cartagena50
Situación de los ejércitos cartagineses en España51
III.- El ataque a Cartagena55
Se inicia el ataque56
Rasgos reveladores de su carácter61
Después de la toma de Cartagena63
Regreso a Tarragona64
Consideraciones sobre esta primera acción64
IV.- La batalla de Bécula67
Consideraciones preliminares67
La batalla.69
Consideraciones73
Otros rasgos reveladores de su carácter73
Escipión regresa a su base75
V.- La batalla de Silpia (Ilipa)79
Preliminares de Ilipa80
La batalla82
La persecución84
Consideraciones85
Negociaciones políticas y viaje de escipión a África86
VI.- La conquista de España89
Después de la derrota de los cartagineses se conquista España89
Toma de Iliturgis y Cástulo89
Regresa a Cartagena92
Operación infructuosa contra Cádiz92
Enfermedad de escipión93
Amotinamiento de las tropas romanas94
Represión ejemplar del motín94
Lenguaje que Escipión tiene con los amotinados96
Represión severa99
Escipión marcha contra los rebeldes españoles y los somete100
Consideraciones102
Escipión se dirige a Roma105
VII.- El verdadero objetivo107
Ante el Senado en Roma.107
Controversia famosa.109
Habla Fabio.109
Réplica de Escipión111
Decisión del senado.113
Escipión establece su base en Sicilia.114
Envío de Lelio a África.117
Importancia que da a la caballería.119
Consideraciones sobre la expedición de Lelio.120
VIII.- Dificultades políticas123
Episodio y toma de Locri.123
Desórdenes e indisciplina en Locri.126
Consideraciones sobre su fallo.128
Venganza de Pleminio e intervención del Senado.129
Comisión Investigadora del Senado 131
Efectivos de que dispone Escipión y calidad de las tropas134
Defección de Sifax.136
IX.- África139
Salida de la expedición.139
Primeras operaciones después del desembarco.141
Comparación con el desembarco de Gustavo Adolfo en Alemania.144
Preparativos de invierno y refuerzo de su ejército.145
Negociaciones con Sifax.146
Se inician las operaciones contra Sifax y Asdrúbal.148
Ataque, incendio de los campamentos y derrota de los cartagineses.149
Escipión recomienda el sitio de Utica153
Levanta el sitio y se dirige contra Asdrúbal y Sifax.153
Toma de Túnez.155
Rechazo de la flota cartaginesa.156
Persecución de Sifax, su derrota y captura.158
Casamiento de Massinissa con Sofonisba, mujer de Sifax.159
Regreso de Lelio y Massinissa — Digna conducta de Escipión160
X.- Una paz violada163
Los cartagineses piden la paz.163
Consideraciones sobre este tratado de paz.164
Aníbal abandona Italia y regresa a África.166
Llegan los embajadores de paz a Roma.167
Violación del armisticio por los cartagineses y reanudación de las operaciones.168
Los cartagineses siguen violando sus compromisos.169
Represalias de Escipión.170
Regresan de Roma los embajadores cartagineses.171
Habilidad diplomática de Escipión.171
Desembarque de Aníbal en África.173
XI.- La gran batalla de Zama175
Maquinaciones políticas.175
La opinión pública en Cartago.177
Maniobras de Escipión preliminares a Zama.177
Entrevista de los dos grandes capitanes.181
Preliminares de la batalla.185
Formación de batalla de Escipión.186
Formación de batalla de Aníbal.188
Efectivos en presencia.188
Primera fase de la batalla.189
Segunda fase de la batalla.190
Tercera fase.192
Las pérdidas de ambos contendientes.196
Juicios sobre la conducción.197
Consideraciones.198
XII.- Después de zama201
Negociaciones de paz.202
Consideraciones.204
El tratado de paz en ambos Senados.206
Intrigas políticas que suceden a Zama.208
Escipión en Roma.209
XIII.- Tregua213
Vida política de Escipión.213
La acción de Aníbal en Cartago.214
Escipión es electo cónsul por segunda vez.216
Luchas de Roma contra Filipo de Macedonia.216
Guerra contra Antíoco de Siria.218
Intervención de escipión en la guerra en el norte de Italia.219
Actividades pacíficas de escipión.220
Envidia y rivalidad de Catón.221
Escipión prevé y previene la guerra contra Antíoco.222
Escipión es comisionado a África.223
Luchas políticas.223
La situación en oriente.224
Famoso diálogo entre Aníbal y Escipión en Éfeso.225
Comienza la guerra contra Antíoco.226
XIV.- La última etapa229
La guerra contra el Asia Menor.229
La lucha política por el nombramiento de general en jefe.229
Se apresta y parte la expedición al Epiro.231
Tregua con los etolios.233
Negociaciones con Filipo de Macedonia.233
El ejército romano inicia la marcha a través de Macedonia y Tracia.234
Pasaje de los Dardanelos y derrota de la flota de Aníbal.235
Prusias, rey de Bitinia, se niega a una alianza con Antíoco.236
Antíoco inicia negociaciones con los romanos.237
Batalla de Magnesia y derrota de Antíoco.240
Antíoco pide la paz.241
Consideraciones sobre estos acontecimientos.241
XV.- Crepúsculo245
Indigna conducta de Catón contra Escipión.245
Proceso de Escipión.245
Famosas palabras de Escipión.249
Reanudación del proceso.250
Muerte de Escipión.251
Difamaciones después de su muerte.252
XVI.- Culminación de la gloria de Roma255
Juicio comparativo entre los grandes capitanes de la historia. Opiniones de Napoleón sobre la manera de hacerse gran general.255
Paralelo entre Alejandro, César, Aníbal y Escipión.256
Juicio sobre César.257
Juicio sobre Aníbal.258
Juicio sobre el arte de Escipión, Alejandro y Aníbal.260
La pericia estratégica de Escipión comparada con la de otros capitanes.262
La capacidad estratégica de Aníbal.267
La capacidad estratégica de César.268
Juicio comparativo entre Escipión y Napoleón.269
Juicio sobre Escipión mismo.270
Comparación con Alejandro.274
Paralelo entre Escipión y Napoleón.275
Su moral y carácter privados.276
Su influencia y acción en el seno de la sociedad.278
Escipión como estadista.280
Croquis
1. — España en el período de la Segunda Guerra Púnica49
2. — Batalla de Bécula72
3. — Batalla de Ilipa. - Maniobra de Escipión78
4. — La sorpresa de Escipión a Hannón. - El ataque de sorpresa de Escipión en el campo de Asdrúbal y Sifax141
5. — África. - Territorio de Cartago. - Ilustración de la campaña africana de Escipión y finalidad estratégica de la batalla de Zama 178
6. — Batalla de Zama179
7. — El Imperio Romano244

Introducción

 

Muchas veces, por el fracaso puede llegarse a la fama. Tal pareciera ser la enseñanza que fluye del juicio de la posterioridad, con relación a las grandes figuras humanas. La estela luminosa de un meteoro conmueve más que el remoto esplendor de una estrella fija. ¿Es que el movimiento final de aquél hacia la tierra, su celeste irradiación, su dispersión como polvo cósmico en el espacio, da una sensación más completa de lo finito y tangible, adquiriendo por ello un impresionante sentido humano? Las grandes figuras de la Historia, cuya parábola postrera culmina en una nota dramática, dejan un recuerdo más imperecedero, por su patetismo, que aquellas otras a las cuales el éxito acompañó siempre. Quizá esto responda a que una obra concluida al mismo tiempo que la existencia de un autor, aun cuando comporte un gran fracaso, adquiere un sello singularmente personal, un contorno más definido. Por el contrario, cuando los esfuerzos del héroe fueron seguidos constantemente por el éxito y el hombre ha ido construyendo gradualmente su obra, piedra sobre piedra, dejándola inconclusa voluntaria o involuntariamente, puede que su fama llegue a confundirse con la de sus continuadores.
Esta teoría se encuentra de continuo confirmada en la práctica. Napoleón y Lee son los héroes de incontables dramas y novelas, mientras que Wéllington y Grant se han que, dado en la penumbra, aun por los escritores de sus propios países, y pocos se detienen a considerar las peripecias que sufrieron y los peligros que arrostraron para alcanzar el triunfo, incólumes y victoriosos.
Si el recuerdo de Lincoln permanece palpitante quizá se deba a la bala que lo ultimó, y si Nelson, sojuzgando el tiempo, está en la memoria de todos, puede que sea por haber muerto en la hora jubilosa de la victoria. Estos finales trágicos preservan del olvido y muy otra hubiera sido la celebridad de estos hombres de haberse apagado sus vidas normalmente.
Acaso dentro de un siglo el nombre de Ludendorff sea citado como un símbolo heroico de la Gran Guerra y el de Foch haya caído en olvido completo. (En la actualidad notanse síntomas a magnificar la figura del vencido.)
Para que el recuerdo del hombre de acción sea perenne es condición esencial que su existencia esté alumbrada por un resplandor dramático. Que siendo fuente de emoción, trascienda los hechos, adelantándose a cualquier otro razonamiento. Esta ley se repite en las más diversas actividades del esfuerzo humano. La temeraria, aunque tardía, tentativa de Scott para ser el primero en llegar al Polo Sur dejará imborrables recuerdos en el mundo, y no así las empresas de Amundsen y de Peary, que, a pesar de su pleno éxito, parecieran estar destinadas al olvido. Aun en el campo del deporte, la maratón de Dorando constituye un recuerdo duradero, pero el público en general no evocará ya a un Hayes, el triunfador, ni a los que le siguieron en la victoria.
Es común achacar al periodismo moderno la culpa de este peregrino e irrazonado modo de recordar a los grandes hombres. Un rápido vistazo a la Historia nos revela, sin embargo, que su origen arranca del más lejano pasado. Muchos hombres, por razones de educación o cultura, son propensos a dejar recaer sobre los historiadores la responsabilidad de esta constante tendencia a glorificar más un patético fracaso que una obra duradera.
La historia de la antigüedad clásica mantuvo esta norma de la historia del mundo moderno.
Teoría o ley, la vemos plenamente ratificada en la vida de Escipión el Africano, protagonista de este estudio nuestro, que implica una tentativa de equilibrar la balanza de la Historia, llevando un mayor caudal de conocimientos y apreciaciones sobre las virtudes militares de este hombre, sin disminuir por ello, como es de estilo, los méritos de sus adversarios para enaltecer su figura. Gradual y progresivamente, el olvido de Escipión se ha extendido por obra de historiadores anisosos de aumentar la fama de Aníbal, procedimiento que consideramos injusto e inexcusable, pues no se conocen a su respecto testimonios contradictorios u opiniones opuestas de sus contemporáneos.
Las descripciones a que nos atendremos para este estudio están prácticamente limitadas a las obras de Polibio y Livio, además de algunas referencias de otros autores de Historia antigua, que no merecen mucha fe. Polibio es el más antiguo de los dos; vivió casi en el tiempo en que se desarrollaron los sucesos; fue amigo de Cayo Lelio —por muchos años lugarteniente de Escipión— del que pudo obtener informaciones directas y comentarios; tuvo a su disposición, para sus investigaciones, el archivo de los Escipiones, habiendo estado también en los mismos campos de batalla, mientras muchos combatientes vivían aún. Cabe suponerlo, pues, el mejor documentado y certero en sus juicios. Además, siendo de origen griego, no puede imputársele la parcialidad de Livio, poseído de un natural prejuicio patriótico romano. La moderna crítica histórica ha reconocido unánimemente la imparcialidad del escritor griego, el completo valor de sus informaciones y la solidez de su espíritu crítico.
Las apreciaciones de Polibio son claras, al igual que sus actos. Está fuera de discusión que entre los romanos de las generaciones sucesivas hubo juicios opuestos entre sí, pero Polibio hace una relación tan lógica de los hechos y su veracidad está tan comprobada por los acontecimientos que resulta indisculpable en los modernos historiadores imputar a la fortuna lo que los antiguos supersticiosamente atribuyeron a intervención divina. “La circunstancia de que Escipión fue casi el hombre más famoso de todos los tiempos hace que todos deseen conocer qué especie de hombre ha sido, cuáles eran sus dones naturales, como también qué educación recibió para que pudiera llevar a cabo tan grandes empresas.” Pero nada predispone con más facilidad a equivocarse y formarse sobre el héroe una opinión errónea que los comentarios de quienes, al transmitirnos sus juicios, se apartaron de la realidad.
Unos nos lo presentan como hombre favorecido por la fortuna. En opinión de éstos son seres cuyo linaje se asemeja a Dios y son más dignos de admiración que aquellos que siempre proceden por cálculo. No se les considera conscientes de sus actos que para unos merecen elogios y para otros congratulaciones. Éstas, las congratulaciones, se debían solamente a hombres comunes, mientras que lo que es digno de estima pertenece exclusivamente a hombres de sano juicio y probada capacidad intelectual; hombres que deberíamos considerar afines con los dioses y por éstos preferidos. Nos parece que el carácter y los principios de Escipión guardan mucha semejanza con los de Licurgo, el legislador lacedemonio. No podemos suponer nosotros que Licurgo haya redactado la Constitución de Esparta bajo una influencia supersticiosa e inspirado únicamente por la Pitia, ni que Escipión haya conquistado tal imperio para su patria sólo bajo la influencia de sueños y presagios. Ambos se dieron cuenta de que la humanidad no se inclina fácilmente a aceptar aquello de que no tiene familiar conocimiento, ni es propensa a lanzarse a empresas arduas o aventuradas sin la esperanza de una ayuda divina. Licurgo hizo más viables sus proyectos, más fácilmente creíbles, al invocar los oráculos de la Pitia en apoyo de sus impetuosos jefes —listos para iniciar las más atrevidas empresas—, dando a la vez por origen a tales proyectos una inspiración divina. Es evidente que siempre obró por cálculo y con prevención y que el éxito afortunado de sus planes estuvo en estrecha armonía con su lógica y su esperanza.
A la mentalidad moderna tal explicación no debe parecerle solamente lógica, sino el medio útil para comprender al hombre cuyos actos, tanto militares, políticos y diplomáticos, fueron principalmente debidos a su profundo conocimiento de la psicología humana. Se sirvió de esta facultad como el director de una gran orquesta de todos los instrumentos que concurran a la mejor ejecución de una sinfonía de grandes proporciones. Haciendo política, completó ésta con acciones bélicas, para lograr la paz, consiguiendo mantener, en este empeño, un armonioso equilibrio, de manera que la imagen de la orquesta corresponde perfectamente como definición de sus variados trabajos.
Empero, el director de esa orquesta humana tuvo dos debilidades: una congénita y otra que fue desarrollándose con los años. No se afirmó en las notas bajas —la vileza e hipocresía, a las cuales pueden descender los hombres— y una subida exaltación de espíritu, un poderoso orgullo originado por su poder sobre el mundo, le impidió oír sus notas discordantes de la gloriosa sinfonía a punto de ser completada .