Libreria Argentina Libreria Argentina Libreria Argentina

 

San Martín contraataca

 

Francisco Hipólito Uzal

 

San Martín contraataca - Francisco Hipólito Uzal

144 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2020
, Argentina
tapa: blanda,
 Precio para Argentina: 490 pesos

 

 

 

 

Francisco Hipólito Uzal tiene bien ganado un lugar de prestigio en el ámbito nacional por su labor como docente, legislador, ensayista político y estudioso del pasado patrio.
Con "San Martín contraataca", el profesor Uzal vuelve a tomar la pluma para refutar a quienes intentaron contradecir con sus dichos -a veces afirmaciones, a veces meras insinuaciones- a lo que siempre creímos los argentinos sobre José de San Martín, su vida y su empresa independentista.
Desde los ya lejanos años del regreso del Libertador hasta nuestros días, en más de una ocasión se sumaron argumentaciones sin sustento suficiente para presentar a San Martín como un criollo al servicio de los ingleses, cuando no como masón. Cuando Juan Bautista Sejean en su libro "San Martín y la tercera invasión inglesa", llega al tope de las injurias, es el estupendo historiador Francisco Hipólito Uzal, armado con un riguroso soporte documental, como en todos sus libros, quien sale al cruce con el vigoroso libro que presentamos. Es esta una natural reacción de rechazo ante lo insólito del ataque al Libertador General D. José Francisco de San Martín, sin ningún apoyo documental que lo justifique, pero es también un estudio histórico de algunas de las cuestiones que siempre han intentado manchar al libertador:
San Martín, ¿fue desertor del ejército español?
En 1812, ¿le pagaron el viaje?
¿San Martín fue un patriota o un subordinado inglés?
¿Fue agente secreto de la logia masónica central de Londres?
¿Le respondió la Logia Lautaro? ¿Fue aquella realmente masónica, dependiente de la central masónica de Londres?
Importantes personajes declarados masones, como Alvear y Cochrane,  ¿colaboraron con San Martín?
¿Existió principio de enfrentamiento entre San Martín y Bolívar?

 

ÍNDICE


La Obra Sanmartiniana de Francisco Hipólito Uzal, por el profesor Enrique Mario Mayochi    11
Introducción, por el Brig. (R) Carlos R. French       17
Comentario Preliminar         19
Conciencia histórica            23
Masonería   27
Las más importantes Logias            33
Un testimonio serio  ..35
Pero los masones insisten    37
Historia y verdad     39
Más masonería        41
Internacional           47
Raza-religión-idioma                       49
Una interferencia     59
Republicanismo o monarquía           63
Continentalidad de San Martín        67
El secular esquema hispánico: Nosotros acá, Chile allá        71
La llegada triunfal a Lima     73
Rivadavia. enemigo 75
Inglaterra: Capitalismo, protestantismo y masonería 79
Otro mortal enemigo del Libertador: el masón Lord Cochrane....85
Los enemigos          95
La realidad internacional      97
Defensa de la soberanía      101
¿Desertor?  105
La economía sanmartiniana  107
Síntesis        113
Hablan pensadores ilustres  117
El bronce glorioso   123
Una segunda instancia         125
Ultimo capítulo inesperado pero necesario  127
Epílogo lírico           137
Esta es la nota lírica a toda orquesta            139
Obras del autor       141

La obra sanmartiniana de Francisco Hipólito Uzal

Francisco Hipólito Uzal tiene bien ganado un lugar de prestigio en el ámbito nacional por su labor como docente, legislador, ensayista político y estudioso del pasado patrio, esto último tanto en lo relativo a los hombres como a los hechos, unos y otros relevantes. De sus aportes a la historiografía nacional cabe señalar, entre los de mayor trascendencia, a «Los enemigos de San Martín» y «El fusilado de Caseros. La gloria trágica de Martiniano Chilavert». En este libro, el autor exhibe una destreza no común para abordar el género biográfico y a la vez honra, en grado sumo, la memoria de quien no vaciló en poner su vida al servicio de la República agredida. En aquél estudió acabadamente a varios contemporáneos que, por una u otra razón, trataron de poner trabas a su plan de liberación continental o pretendieron menoscabar su buena fama de ciudadano, de soldado y de padre de familia.
Con el presente libro, el profesor Uzal vuelve a tomar la pluma para refutar a quienes intentaron contradecir con sus dichos -a veces afirmaciones, a veces meras insinuaciones- a lo que siempre creímos los argentinos sobre José de San Martín, su vida y su empresa independentista.
En verdad, tales afirmaciones o insinuaciones no tenían nada de nuevo ni de originales. Todas, o prácticamente todas, poseían una antigüedad casi bicentenaria y, según los casos, no pasaban de la mera repetición con algún agregado fantasioso.
Decimos casi bicentenario porque desde que, en 1812, San Martín retornó a Buenos Aires fue objeto de juicios adversos, de sospechas, de afirmaciones infundadas, no faltando quienes le atribuyeron la condición de agente francés o inglés. Y así se podría hilvanar una extensa sarta de bolillas negras porque, en verdad, muy pocos entendieron la razón de su regreso: “Una reunión de americanos en Cádiz, sabedores de los primeros movimientos acaecidos en Caracas, Buenos Aires, etc., resolvimos regresar cada uno al país de nuestro nacimiento, a fin de prestarle nuestros servicios en la lucha, pues calculábamos se había de empeñar». (Carta a Ramón Castilla, Boulogne-sur-Mer, 11 de septiembre de 1848). O sea que esos americanos, civiles o militares, comprendiendo el cambio político que se gestaba, decidieron retomar a su tierra, haciéndolo cada uno al lugar de su nacimiento. Esto era lo cuerdo y no que el rioplatense José de San Martín fuera a Caracas o que el mexicano Servando Teresa de Mier viniera a Buenos Aires.
Seguían las dudas y las intrigas: no resultaba comprensible que un oficial del ejército real hubiera podido dejar tan fácilmente el territorio español. La rápida aprobación de su pedido de retiro creaba sospechas, quizá porque sus compatriotas de entonces desconocían que, al informar la petición, un inspector militar escribió que la gracia pedida “proporciona al mismo tiempo al erario el ahorro de un sueldo de agregado que disfruta este capitán en la caballería sobrecargada y sobrante de oficiales de todas las clases”. Tras recordar esto, agrega José Luis Busaniche: “¿Y cómo no habrían de estar sobrantes de oficiales la caballería y todas las armas, si la España militar antinapoleónica, derrotada, había quedado en Cádiz y sus alrededores, único territorio propio de aquella Regencia en que nadie creía para entonces aunque fuera reconocida en Inglaterra por cálculos políticos?”. (San Martín íntimo. Emecé Editores, Buenos Aires, 1950).
Con el correr de los días y de los años, mientras San Martín llevaba adelante el plan continental de liberación política, seguirían cayendo sobre él sospechas, lachas, calumnias. Así, se le acusó de beneficiarse financieramente por medios incorrectos, llegando más de uno en su osadía a escribir la palabra ladrón. Y sin entender el porqué de aceptar una solución monárquica para Perú, algunos, entre ellos uno de sus subordinados, no vacilaron en hablar de el «rey José», expresión que recogió el periodismo porteño y que dio pie a caricaturas incluidas en un folleto anónimo, aunque nunca hubo dudas acerca de su autoría.
Desde los ya lejanos años de su regreso hasta nuestros días, en más de una ocasión se sumaron argumentaciones sin sustento suficiente para presentar a San Martín como un criollo al servicio de los ingleses, pretendiendo asimilarlo a ciertos americanos, que entre nosotros se llamaron, por ejemplo. Saturnino Rodríguez Peña y Manuel Aniceto Padilla. Así, se señalaba que su salida de España había sido preparada por agentes británicos, quienes lo hicieron llegar a Londres para desde allí enviarlo a América en un buque de su bandera. Los que así decían desconocían, o aparentaban desconocer, que el propio San Martín informó a su antiguo colaborador Guillermo Miller, por medio de una carta que le envió en 1827, como salió de la Península: “El general San Martín no tuvo otro objeto en su ida a América que el de ofrecer sus servicios al gobierno de Buenos Aires; un alto personaje inglés (James Duff, cuarto conde Fife, escocés), residente en aquella época en Cádiz y amigo del general, a quien confió su resolución de pasar a América, le proporcionó por recomendación pasaje en un bergantín de guerra inglés hasta Lisboa, ofreciéndole con la mayor generosidad sus servicios pecuniarios, que aunque no fueron aceptados no dejaron siempre de ser reconocidos”.
Bien analizado, el párrafo transcripto parece inspirado – y quizá lo haya sido – por la necesidad de destruir totalmente, merced al categórico testimonio personal, las añagazas de ciertos españoles y americanos decididos a echar sombras sobre él. “No tuvo otro objeto” es una afirmación que con cuatro palabras refuta a las muchas echadas a correr por sus adversarios. También conviene poner el acento en la no aceptación de la ayuda financiera ofrecida, aunque no haya tenido una segunda intención quien la hizo. Años después, el Libertador dirá otro tanto acerca de su relación con Alejandro Aguado, antiguo oficial del ejército español subordinado a José I Bonaparte y después, exiliado en Francia, devenido en un gran banquero, con quien compartió muchas horas durante su residencia en este país.
Su vinculación con los ingleses también queda debidamente precisada en la correspondencia que, ya desde el Río de la Plata, ya desde Chile, enviaba a sus superiores el comodoro Bowles, jefe naval británico destacado por dos veces en la América del Sur. (Partes del comodoro Bowles, traducción del contralmirante Juan H. Questa, Instituto de Publicaciones Navales, Buenos Aires, 1994, y San Martín y la política de los pueblos, de Ricardo Piccirilli, Editorial Gure, Buenos Aires, 1957).
Acusaciones, dudas, sospechas, maledicencias o francas acusaciones fueron perdiendo fuerza con el correr de los años, dejaron de gozar hasta de un mínimo de credibilidad y, en muchos casos, cayeron en el ridículo. Un caso emblemático -como se usa decir ahora- lo constituyó el de los escritores, periodistas y en particular historiadores españoles. Durante gran parte del siglo XIX y primeras décadas del XX, José de San Martín era considerado por casi todos ellos como un traidor a España. Así se decía, se escribía, se repetía hasta por hispánicos de valía. Alrededor de 1950 comenzó a cambiar el juicio de quienes se referían a la disolución del Imperio, de ese Imperio forjado por los primeros Habsburgos y maltratado por esos dos menguados Borbones que fueron Carlos IV y Fernando VII. Fernandito, como el Libertador solía llamarlo con sorna. A raíz de esa nueva manera de estudiar el pasado. San Martín pasó en España a ser tan importante como Bolívar y en algunos casos más, como lo prueban sus monumentos existentes en Madrid, Sevilla, Cádiz,Vigo y otras ciudades.
Desgraciadamente, lo que se avanzó en muchas latitudes se retrocedió en la Argentina. Aquí resurgieron en los últimos tiempos ciertas afirmaciones, ya hechas en el siglo XIX, acerca de la posible sumisión al gobierno de Londres, de oscuros manejos financieros y de una ríspida vida matrimonial. Como si esto fuera poco, se retrocedió en el tiempo hasta llegar al momento del nacimiento del futuro Libertador para poner en tela de juicio, sin prueba seria alguna, que sus progenitores hayan sido Gregoria Matorras y Juan de San Martín.
Nos hemos permitido recordar y expresar cuanto queda dicho, con grave violación de la regla que aconseja ser breve, para introducir al lector en este nuevo libro del profesor Uzal, libro vigoroso como todos los salidos de su pluma, riguroso por el soporte documental en que se asienta, firme en sus juicios y en algunas páginas de una extrema dureza, aunque comprensible, para juzgar esos lamentables dichos que la posteridad agradecida creía ya definitivamente sepultados.
La lectura de «San Martín contraataca» dará paz a ciertos espíritus perturbados por desagradables asertos sobre el Padre de la Patria. También contribuirá a confirmar el reconocimiento cívico debido al compatriota que nació en esta América, retornó a ella para contribuir a la obtención de la independencia política y la amó hasta el fin de sus días. Tanto fue así que expresó el deseo de que su corazón descansara en su tierra nativa. Por ello, desde 1880 y por siempre, Buenos Aires custodia sus cenizas en el mausoleo catedralicio erigido por la gratitud nacional.

Prof. Enrique Mario Mayochi
Miembro de número de la Academia Sanmartiniana.

INTRODUCCIÓN

Realmente es necesario leer el libro del Dr. Juan Bautista Sejean para comprenderla reacción de rechazo ante lo insólito del ataque al Libertador General D. José Francisco de San Martín, sin ningún apoyo documental que lo justifique.
Apruebo la indignación y la justifico, ante un ensayo que deviene en un libro, gratuito contra la personalidad moral y la grandiosa gesta del Padre de la Patria Argentina.
Sólo leyendo el libro se puede llegar a comprender como una persona tan culta, prudente y mesurada como me consta que lo es el Profesor Francisco Hipólito Uzal y lo atestigua su fecunda obra histórica, política y social, haya tenido una reacción, colmada de indignación, plena de una cuidadosa defensa de la línea moral que alentó siempre todas las acciones del Gran Capitán de Los Andes,
En la obra no hay ningún aparato erudito que ampare sus afirma­ciones, basadas exclusivamente en suposiciones que ni siquiera han sido evaluadas en el grado de posibilidades que el mismo acontecer histórico pudiera proporcionar.
Para torcer tanto lo acontecido y aseverar que el General San Martín cumplió su glorioso cometido actuando como un agente inglés, hay que documentarse muy fehacientemente, hay que proporcionar al lector la documentación probatoria de esta novedad que cambia toda la historia.
Sabemos que la historia no tiene dogmas, sabemos que su natura­leza dinámica está predispuesta a aceptar cualquier cambio que modi­fique la realidad aceptada hasta esos momentos, pero si no se dispone de una historiografía rigurosamente lograda, no se debe incursionar en alteraciones no justificadas por testimonios fehacientes.
Si no fuera así, cualquiera podría escribir una historia nueva, otra historia, pero que puede prender en la mente y en los sen­timientos de gente desprevenida o con escasos conocimientos.
Por lo general lo único que interesa es el resultado comercial, no importando el daño que se pueda ocasionar; no creo que éste sea el caso de Sejean pero sí lo es de otros que se dedican a la novela histórica, denigrando con su estro novelístico a personajes consagrados de nuestra historia.
A todo esto se agrega el comentario alabanciosos de periodistas poco profesionales y de escasa cultura.
Le doy la razón al distinguido Profesor Uzal y pienso como él en la necesidad de salir al encuentro de este tipo de publi­caciones,  para rectificar todo lo que corresponda.

Brig. ( R ) Carlos R. French
Presidente Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas.

Comentario preliminar

El lunes 1° de setiembre de 1997, el brigadier (R) Don Carlos R. French, a la sazón presidente del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, me invitó a almorzar, para lo cual nos encontramos en el Círculo de Oficiales de la Fuerza Aérea, en la calle Córdoba 731 a las 13.30 horas si mal no recuerdo.
Casi sobre el final del almuerzo, el brigadier French extrajo de su portafolios un libro, y me dijo más o manos así: «Uzal, este libro, cuyo autor es un doctor Juan Bautista Sejean, se titula «San Martín y la tercera invasión inglesa».
Yo me he hecho mucha mala sangre al leerlo. Quiero que ahora se haga mala sangre usted. Tómelo, y si tiene ganas, arme una linda respuesta. Usted tiene recursos para ello».
Al aceptar el libro de manos del gran amigo -gran argentino- French, asumí virtualmente el compromiso.
Ya desaparecido French, considero que contraje con él una deuda de honor. Circunstancias ajenas en absoluto a mi voluntad, han demorado hasta hoy la aparición del trabajo, terminado hace tiempo. Experimento ahora el grato alivio del deber cumplido con el amigo. Y por qué no: también con nuestro libertador.
Cuando se emprende una tarea porfiada, distinta, contra una figura gigantesca en escala ciclópea de la historia universal, como es el Libertador, general Don José de San Martín, y ese trabajo es llevado a cabo por un hombre, el doctor Juan Bautista Sejean, que tiene la franqueza de confesar no ser historiador, un sentimiento equivalente a la más alta perplejidad se apodera de nuestro ánimo. Quiere decir que han sido vanos los estudios profundos llevados a cabo a través de décadas, por ilustres historiadores argentinos, que durante años han visitado archivos nacionales y extranjeros, recorriendo el mundo entero para documentarse fehacientemente. La obra gigantesca, iniciada por Mitre y luego completada y perfeccionada por autores de la talla de Levene, Julio Irazusta, Pérez Amuchástegui, Vicente Sierra, José Pacífico Otero y Leopoldo Ornstein, entre otros, es barrida de un plumazo, si vale la expresión.
La pretensión de las páginas del libro plantean, nada menos, que nuestra epopeya independentista fue llevada a cabo por mandato de Inglaterra, bajo la organización posiblemente dirigida desde la penumbra de la logia masónica central de Londres.
Todo ello, en medio de una fraseología reiterativa, pero desprovista del aporte documental requerido para escribir historia. En el libro cuyas conclusiones estamos rectificando, el autor hace referencia reiteradamente a “la historia oficial”, en contraposición aparentemente, a la versión personal que el doctor Sejean ofrece respecto de nuestro pasado. La cosa no es tan sencilla sin embargo. Nosotros los revisionistas también nos referimos a la historia oficial aludiendo a la que todavía se sigue enseñando en la escuela argentina, a pesar del caudaloso aporte testimonial con que hemos enriquecido documentadamente las distintas etapas de nuestro pasado histórico. Que es la única forma en que se puede opinar legítimamente sobre esta materia y fundar discrepancias con autoridad. El mérito del movimiento revisionista reside, precisamente, en el aporte mayúsculo realizado para la rectificación, el esclarecimiento y el perfeccionamiento en toda la historia de la Patria. Claro que poder aportar testimonios probatorios respecto de acontecimientos y personajes, supone la visita cotidiana durante años, a distintos repositorios nacionales, regionales y extranjeros, donde la constancia, la paciencia y una entrega vocacional ilimitada, constituyen el distintivo común.
En alguna página de su trabajo, el doctor Sejean nos califica de panegiristas a quienes consideramos a San Martín el Libertador y el Padre de la Patria. Nosotros le diríamos al autor que estas calidades tan honrosas son sencillamente el bulo natural del conocimiento - dicho sea sin alardes - a través de un proceso de años de investigación, como quedó dicho.
Con el mismo criterio, pero a la inversa, nosotros podríamos calificar al doctor Sejean como un detractor de San Martín, pero no lo hacemos, porque nuestro objetivo es enfrentar sus ideas con las nuestras, sin molestar en lo mínimo a su persona, que cuenta con el mayor de los respetos de nuestra parte.
San Martín se caracterizó por ser temperamentalmente un hombre de pocas palabras, estoico, sobrio en sus actitudes, contrario al palabrerío vano. Frente a la generalidad de sus detractores, de los críticos que tuvo, - que no fueron pocos - prefirió guardar silencio. Eso fue suficiente para que la jauría de sus enemigos hablara del misterio. Y a ese misterio lo cargaran de sospechas.
Según el libro del Dr. Sejean, San Martín fue desertor del ejército español; los ingleses le habrían pagarlo el pasaje a Buenos Aires. (En ese momento centenares de americanos, aún de condición económica más modesta que la de San Martín, viajaron de vuelta a la patria por sus propios medios). La logia Lautaro habría sido masónica, y ayudado a San Martín; Alvear y lord Cochrane, dos masones confesos, habrían colaborado eficazmente con San Martín; una logia masónica - no el conflicto con Bolívar - habría resuelto el retiro de San Martín de Lima en 1823.
Todo este cúmulo de inexactitudes fue prolijamente aclarado en nuestro trabajo, documentadamente, paso a paso.
Ha sido un homenaje natural a la verdad histórica. Y también en aras de cualquier compatriota que, ingenuamente, pudiera confundirse. El áureo prestigio del Libertador, por supuesto, no necesitó de nosotros.
Un viejo proverbio peruano, que San Martín debe haber conocido durante su gloriosa permanencia en Lima, dice así; “Nadie tira piedras a un árbol sin frutos”.

Francisco Hipólito Uzal

Conciencia histórica

En la vida, en todos los tiempos y en todas las latitudes de la tierra, las cosas, los acontecimientos, y las personas que a éstos últimos, en cierto modo influyen, guardan una razonable relación de proporcionalidad. Se trata de una correspondencia natural, que espontáneamente se produce en la maravillosa armonía del universo, y que involucra coincidencias y antítesis, paralelismos y oposiciones, en el marco de una sinfonía que lo comprende todo. Tal el hábitat generoso del hombre.
Para que ese hombre deje de ser un sórdido guarismo aritmético y acceda a la categoría de persona a que está destinado, por mandato divino, debe poseer una plena y genuina conciencia histórica, que lo habilita para ejercer su rica posibilidad creadora de cultura: de dónde venimos, qué somos y adonde debemos ir hasta sus últimas consecuencias.
Ello supone, dentro de márgenes de una casi infinita libertad, un compromiso ético: deberes de conducta cuyo máximo rigor debe contraerse fundamentalmente con uno mismo. Un código universal de comportamiento establece que es preciso respetar para ser acreedor al respeto ajeno. Los más enfrentados juicios, las opiniones más opuestas, han de ser admitidas como tales - al fin y al cabo opiniones - si es posible enmarcarlas dentro de esa razonable relación de proporcionalidad a que nos referimos líneas arriba. Pero cuando se pretende enfrentar elementos que implícitamente representan una notoria disparidad mutua de proporciones, se cae en resultados contradictorios. Esto viene a cuento porque ha caído en nuestras manos un libro, nada menos que contra el Libertador San Martín. El trabajo aparece firmado por Juan Bautista Sejean, quien hasta este momento nos era absolutamente desconocido.
Quiero decir que esta persona, cuyo nombre jamás habíamos oído antes - lo cual lo pone, y nos pone, mas allá de toda sospecha - cuenta con todo nuestro respeto personal, al margen de fundamentales discrepancias de opinión. No tenemos derecho a dudar de la honestidad de nadie. El Dr. Sejean debe creer en lo que afirma.
Sin embargo, para tener derecho - moralmente hablando, se entiende - a escribir sobre historia, se requiere saber, conocer, haber frecuentado las fuentes de documentación testimoniales, para luego, con el aporte de un nutrido bagaje de pruebas, opinar, emitir juicios serios y responsables. Expresarse con autoridad.
Se trata de cumplir un proceso de años, de un trabajo constante y silencioso, desprovisto de estímulos inmediatos, sin publicidades ni premios, donde se pone a prueba la constancia, la reciedumbre del carácter, la genuina vocación de servicio.
Nuestra tarea - ¡menuda tarea! - ha de enmarcarse siempre dentro de un sentimiento de unción reverente hacia la Nación - después de Dios, lo primero - de la que formamos parte, aunque seamos en ella un microscópico corpúsculo de polvo.
Nuestro primer impulso, ante la total ausencia de aportes documentales en el libro, no en sus aspectos formales, cuya crítica no tenemos por qué ejercer, fue desestimarlo absolutamente. Pero enseguida recapacitamos: esto es un libro, de 142 páginas, y más de un lector, no demasiado informado, puede caer en una penosa confusión. En su homenaje emprendimos entonces la enojosa tarea de las rectificaciones. En homenaje a la vera Historia, y a algún inocente compatriota que nunca falta. Obviamente, el alto prestigio universal de San Martín estaba por encima de la polémica.
Cúmplenos agregar aquí que, a pesar de los errores garrafales y de concepto en que a nuestro juicio incurre el doctor Sejean, en última instancia es un argentino que se preocupa por la Nación, así sea desde un equivocado punto de vista. Nuestro optimismo nos hace pensar que algún día se reivindicará en el verdadero rumbo. En cambio, nos desalientan los indiferentes, esa nutrida falange que no son compatriotas de nadie, que son siempre un lastre, un peso muerto.