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Infantería en la Campaña del Este 1941-1942

 

Friedrich Hossbach

Infantería en la Campaña del Este 1941-1942 – Friedrich Hossbach

340 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2023
, Argentina
tapa: blanda
 Precio para Argentina: 9800 pesos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aunque otras ramas de las fuerzas involucradas en la Segunda Guerra Mundial tengan mucha más prensa, es indudable que la infantería alemana, al igual que la de los demás países, soportó la carga más pesada de la guerra.
Friedrich Hossbach fue uno de los Generales alemanes de primera línea más capacitados para resaltar el trabajo de esta arma y para hacer un relato tremendamente detallado, técnico y realista de las batallas de infantería alemana en la Campaña de Rusia. Aunque se circunscriba sólo a los primeros siete meses de la campaña alemana contra Rusia, el libro está lleno de enseñanzas de primer orden a nivel militar que serán especialmente provechosas tanto para militares de todo grado y de todas las armas -no sólo para los pertenecientes al arma de infantería- como a todos los aficionados al estudio de temas militares.
"Infantería en la Campaña del Este" ofrece una visión muy completa de la actividad en campaña de un Regimiento, de un Batallón, de una Compañía y hasta de una sección de infantería, en cooperación, especialmente, con la artillería.
Aparte del conocimiento de los hechos históricos, los lectores recogerán asimismo, los resultados de una experiencia de guerra realizada en las condiciones especialmente difíciles del crudo invierno ruso y su inevitable influencia en las operaciones del R. 82 alemán y permitirá la deducción de sugerencias muy útiles para el planteo de "hipótesis de guerra" en los ejercicios de paz, a realizar con o sin tropas.
Reviviremos las dificultades sin precedentes a las que se enfrentó el soldado de infantería alemán en el primer invierno de la guerra en el Este y comprobaremos, como dice el autor, que "el hombre sigue siendo el factor decisivo en el combate"
El Generalleutnant Friedrich Hoßbach desde los 10 años de edad fue educado en la severa escuela del Cuerpo de Cadetes de Prusia. Participó en la guerra 1914-18 como joven oficial en las filas de ese regimiento y un cuarto de siglo más tarde condujo este mismo regimiento, como coronel, en la guerra contra Francia y Rusia. En ambas guerras mundiales pasó en total siete años y medio, en los teatros de operaciones germano-rusos.
Del 3 de agosto de 1934 al 28 de enero de 1938, sirvió directamente a Adolf Hitler como ayudante del ejército. Su viril defensa de Fritsch significó el cese de sus funciones como ayudante militar de Hitler.
Fue nombrado jefe del R. 82 a fines de 1938, destino que conservó hasta el invierno de 1941-42.
En el comando de tropas se caracterizó por su profunda instrucción como oficial de estado mayor y por su amplia experiencia de mando recogida en el frente.
Durante la 1ª Guerra Mundial se le concedieron las dos Cruces de Hierro y durante el segundo gran conflicto recibió la Cruz de Caballero (7 de octubre de 1940) y las Hojas de Roble (11 de septiembre de 1943)

 

ÍNDICE

Prefacio9
Introducción. 1812 y 1941. 13
A. La campaña de Napoleón I contra Rusia (1812)13
B. La campaña de Hitler contra Rusia (1941)19
I.- El periodo de preparación35
(15. IX. 1940 hasta el 21. VI. 1941) Croquis 1
1. En la zona del Warta35
2. En Siedlez46
3. En Deblin47
4. En el Bug50
5. Repartición de las fuerzas para el ataque del R. 82.
Ataque principal.53
Ataque secundario54
II.- Del Bug al Dnieper61
(22/VI al 16/VII/1941) (Croquis 2, 3, 4 y 5)
1. — Los primeros días de la guerra62
2. — Michalin Stare68
3. — En el Zelwianka 70
4. — Avance a Staryi - Bychoff, en el Dniéper80
III.- El Dniéper89
(Del 7/VII hasta el 17/VIII/41) (Croquis 6)
IV.- Avance hacia el rio Ssudosh 107
(Del 18 al 29 de agosto de 1941)
V.- En el bosque virgen al oeste de Briansk113
(Del 30-VIII hasta el 30-IX-1941) Croquis 7
VI.- Por Briansk a Belew127
(del 1-X hasta el 27-X-41) Croquis 8
1. Ataque contra el Desna (del 2 al 8.X.1941)128
2. Ordshonikidsegrad y Ljubochna (Del 9/X hasta el 12/X/41)142
3. Del Bolwa al 0ka (Del 13/X hasta el 27/X/41)147
VII.- En Belew159
(Del 27-X hasta el 6-XI-1941)
VIII.- Frente a Tula175
(del 7-XI hasta el I5-XII-41) Croquis 9, 10, 11, 12, 13 y 14.
1. De Belew a Plastowo (del 7-XI hasta el 12-XI-1941) (Croquis 9)175
2. El estado de la unidad antes del comienzo del invierno (11-XI-41)181
3. Sobre las luchas entre el 13-XI y el 4-XII-1941184
4. Resumen de empleos del R.82 del 14-XI al 4-XII-1941187
5. La crisis del 4 de diciembre de 1941 (Croquis 11 y 12)199
6. El ataque de la D. 31 el 5 de diciembre de 1941209
7. Cesación del ataque el 6 de diciembre de 1941222
8. Las consecuencias del 5 y 6 de diciembre de 1941223
IX.- Retirada por Makarowo a Kaluga229
(15.XII al 24.XII.1941)
X.- Kaluga233
(24.XII al 29.XII.41) (Croquis 15)
XI.- Tichonowa 241
(30-XII-1941 hasta 9-I-1942) (Croquis 16)
XII.- La tentativa de ruptura hacia Subowo249
(Del 9.1. al 17.1.1942) (Croquis 17)
XIII.- Luchas por Juchnow261
(Del 17.I. al 1.III.1942) (Croquis 18)
Anexos
1.- Orden del Día del Comandante en Jefe del Grupo de Ejércitos Centro (19-X-1941)276
2.- Cambio de cartas entre el autor y el Prof. Dr. Kölzer (a propósito del invierno ruso)277
3.- Reorganización del R. 82 (carta del Jefe III/R. 82) (9-X-40)281
4.- Repartición del tiempo para la realización de trabajos preparatorios del 192. Grupo de Cañones de Asalto (13-VI-1941)283
5.- Orden del R. 82 (reforzado) para la marcha del 7-VII 1941288
6.- Orden del I/R. 82 para el alojamiento (12-XI-1941) y avance del día siguiente (13-XI)291
7.- Orden del R. 82 (reforzado) para la noche del (27-XI) y mañana del (28-XI-1941), después del ataque del (27-XI)293
8.- Informe del Jefe 9/R. 82 sobre el ataque nocturno llevado a cabo por los rusos en la noche del 20/21-XI-1941295
9.- Orden del R. 17, para el ataque del 5-XII-1941297
10.- Informe de combate del I/R. 82, correspondiente al 5 y 6-XII-1941300
11.- Informe de combate de la 7/R. 82, correspondiente al 5-XII-1941308
12.- Orden del R. 82, para el ataque del 5-XII-1941312
13.- Orden del Día del R. 82, después del ataque del 5-XII-1941314
14.- Partes del “Informe de Combate del Comando del 3. Ejército, entre el 29-XI y 20-XII-1941"315
15.- Orden del R. 82 (reforzado) para el ataque nocturno del 11/12-1-1942316
16.- Carta (29-XII-41) del Mayor Zenker al Coronel Hossbach320
17.- Carta (30-XII-1941) del Conde Bothmer (Oficial del R. 82) al Coronel Hossbach322
18.- Carta (14-1-42) de un oficial del R. 82 al Coronel Hossbach324
19.- Id. (16-1-42) del Sargento 19 Shaberick al Coronel Hossbach325
20.- Id. (20-III-1942) de un Dragoneante al Coronel Hossbach327
Bibliografía328

Introducción
1812 y 1941.

 

A. La campaña de Napoleón I contra Rusia (1812)
Las tentativas realizadas en época reciente de atribuir el fracaso de la ofensiva alemana contra Rusia, a fines de 1941, a las influencias del clima, tienen un precedente histórico. Esfuerzos análogos se observaron en la bibliografía militar también después de la derrota del ejército de Napoleón I (1812). La investigación histórica ya en el siglo pasado destruyó, empero, la leyenda de que fué el rigor del invierno ruso la causa de la pérdida de la guerra en el año 1812. El fracaso se debió, en realidad, a que los objetivos políticos y militares de Napoleón fueron fijados en forma desproporcionada a los medios disponibles.
“La Grande Armée” fué una víctima de la desproporción entre su misión y su capacidad de rendimiento. Durante los meses del verano de 1812 no se había logrado derrotar militarmente a Rusia en una campaña breve, iniciada con gran superioridad numérica . El Comando del Ejército de Campaña Ruso evitó la batalla decisiva buscada por Napoleón I en la frontera de Rusia, substrajo sus ejércitos del envolvimiento operativo y retrocedió con sus fuerzas principales al interior del país, aun cuando esta actitud no había sido planeada así desde el principio.
Aún un conductor de la magnitud de Napoleón tuvo que recoger la experiencia de que ningún comandante en jefe puede violar sin castigo las pocas reglas del arte de la guerra que rigen en todos los tiempos. La infracción a la ley de “la potencia decreciente del ataque” (von Clausewitz) la tuvo que pagar tanto Napoleón en 1812 como 129 años más tarde Hitler. Cuanto más se alejaba el emperador de su base de partida en Alemania y cuanto más profundamente hacía avanzar sus ejércitos en Rusia, tanto más rápidamente sucumbían éstos al agotamiento, aun cuando sólo libraron dos batallas (Smolensk y Borodino) en el camino a Moscú.
Cuando Napoleón se aproximaba a la capital enemiga después de un avance relativamente rápido de 84 días de duración , sólo disponía todavía de un tercio, aproximadamente, de todas sus fuerzas combatientes concentradas contra Rusia. Los 363.000 hombres del Ejército Principal que se hallaba a sus órdenes, con el cual había cruzado el Niemen en Kovno, habían sufrido 268.000 bajas. El Ejército francés no se hallaba, ni por su valor interno ni por su organización, a la altura de las elevadas exigencias que imponía el teatro de operaciones ruso . Debido a que casi diariamente se vivaqueaba, a que los servicios de etapas, de alimentación y de sanidad eran deficientes y que la disciplina presentaba grandes fallas, ya durante la ofensiva se debilitó la cohesión de las unidades y se raleaban las filas en forma muy seria. Las deserciones y las enfermedades aumentaron en forma extraordinaria; las bajas en las batallas (Smolensk, 16 y 17 de agosto, unas 10.000; Borodino, 7 de septiembre, alrededor de 28.000) originaron sólo una parte reducida en el debilitamiento del ejército imperial.
Únicamente 95.000 hombres alcanzaron el 15 de septiembre Moscú; unos 110.000 cubrían las comunicaciones de retaguardia hacia Alemania, un efectivo demasiado grande con respecto al ejército de operaciones y, a la vez, reducido para asegurar el camino de etapas hasta Kovno (600 Km.).
No se realizó la esperanza de Napoleón de que la nobleza rusa pudiera inducir al Zar Alejandro I a concluir la paz, como tampoco la creencia de Hitler de que el sistema soviético se derrumbaría bajo los golpes de la Wehrmacht en 1941. La conquista de la capital por Napoleón no debilitó la voluntad de resistencia del Zar y del pueblo ruso, sino que la acrecentó. Llegado a Moscú, Napoleón no poseía la potencia para obrar ofensivamente, ni siquiera para mantener en forma defensiva el territorio conquistado. El mismo se había creado la situación desfavorable en que se hallaba en Moscú, a causa de que durante semanas había impuesto exigencias excesivas al Ejército. La debilidad de su Ejército, el aumento de las fuerzas enemigas así como las acciones bélicas de éstas contra los flancos y las espaldas de los franceses, obligaron a Napoleón a retirarse. Como esta resolución la tomó demasiado tarde, perdió totalmente la libertad de acción y los movimientos de su ejército, muy debilitado, pasaron a depender de las medidas del enemigo.
El 9 de octubre comenzó la retirada. El frío recién empezó, empero, en el primer tercio del mes de noviembre.
“Todo lo que más tarde se adujo por el Emperador y los ciegos partidarios entre los suyos, (sobre el frío inesperadamente temprano e intenso), como el verdadero motivo del fracaso de la retirada de Rusia, no responde a la verdad; precisamente en el año 1812 el frío se presentó tarde y fué menos constante que lo normal en dicho país y la temperatura que alcanzó no era nada sorprendente para estas regiones” . Napoleón deformó conscientemente la verdad el 5 de diciembre de 1812, el día de su partida de Rusia, al expresar a los mariscales reunidos alrededor suyo: “Pero Uds. conocen la historia de nuestras desgracias y la poca participación que en ellas tuvieron los rusos. En cuanto a nosotros, el frío es nuestro único vencedor; los mismos habitantes del país se engañaron con respecto a su tan temprana aparición” .
Cuando el resto del Ejército en su último brillante hecho de armas forzó el paso del Beresina el 26 al 28 de noviembre —realizado principalmente por alemanes y polacos—, su efectivo se había reducido a 14.000 aptos para el combate y a 26.000 rezagados. La nieve y las heladas en las semanas de diciembre aumentaron entonces la disolución del Ejército hasta la completa catástrofe.
El resultado de esta campaña fué que “La Grande Armée”, de 612.000 hombres (incluyendo el personal de reemplazo incorporado durante ella), perdió por lo menos 500.000 hombres, de ellos unos 250.000 muertos y, además, 150.000 caballos y 1.000 piezas de artillería. En estas pérdidas, los alemanes participaron con aproximadamente 200.000 hombres. Rusia había hallado su mejor aliado en la amplitud del espacio. La destrucción de todas las fuentes de alimentación y de los alojamientos, realizada por los rusos, había impedido al Ejército francés vivir del país y subsanar de ese modo el fracaso de su abastecimiento desde retaguardia.
“El Emperador había dispuesto en forma grandiosa, por cierto, el servicio de alimentación. El Ejército no recogió, sin embargo, los resultados de esta preocupación, pues los abundantes abastecimientos no pudieron seguir en los malos caminos a las unidades y éstas empezaron a sufrir bien pronto a causa de la escasez. Vilna era el único gran depósito en el teatro de operaciones que todavía podía ser abastecido desde retaguardia. Más allá de Vilna, todo lo que necesitaba “La Grande Armée” debía ser obtenido del país. En las circunstancias de los transportes y de los caminos de entonces no se podía realizar, de manera alguna, una alimentación regular para un ejército de medio millón de hombres que en ese teatro de operaciones de escasos recursos debía efectuarse preferentemente desde retaguardia. Era, antes que nada, una imposibilidad absoluta abastecer suficientemente a un ejército de ese efectivo para una acometida hasta el corazón del amplio imperio ruso. Napoleón contaba con una batalla en la zona de Vilna, con el aniquilamiento de los rusos a 100 Km. de la frontera; sobre esas perspectivas se basaron sus medidas en las condiciones de entonces; sólo en ellas podían basarse” .
Napoleón no había logrado la victoria ni la paz; aún más, perdió su más fuerte aliado, Alejandro I, frente a Inglaterra. La naturaleza de Rusia y su fuerza de resistencia nacional, las que habían sido apreciadas en menos, contribuyeron a la derrota. Sus causas se remontaban, sin embargo, a varios años antes. Los objetivos políticos de Napoleón, cada vez más amplios, hacía rato que ya no respondían a las posibilidades militares de la propia Francia. La constitución de “La Grande Armée” mostraba rasgos de una convocatoria continental europea. En las filas de ese Ejército predominaban los extranjeros. Sus relaciones de servicio con el Ejército francés eran de distinta índole: incorporados aisladamente a regimiento franceses; unidades extranjeras completas a sueldo francés; contingentes auxiliares de los Estados vasallos en grandes unidades francesas y cuerpos de ejército independientes de los aliados (austríacos y prusianos). De ese modo combatieron ciudadanos de muchas nacionalidades con organizaciones heterogéneas en el Ejército que en 1812 marchó hacia el Oriente. Su unidad residía exclusivamente en el poder y en la voluntad de una sola persona.
Además de todas las características heterogéneas resultantes de las procedencias nacionales, le faltaba también a ese Ejército una homogeneidad en el aspecto espiritual. En las condiciones políticas de aquella época no podía surgir la comunidad de una idea que creara una tarea supernacional aglutinante, lo que hoy se consideraría un requisito previo para constituir una fuerza combatiente internacional. A esto se agregaba, como una nueva dificultad, que a los pueblos europeos no se les ocultó que el pueblo francés estaba cansado de la guerra y con aversión y sin entusiasmo nacional acudía al llamado bajo banderas. Ya en el año 1810 se habían contado no menos de 160.000 condenados por infracción al llamado y sus familias fueron castigadas con grandes penas pecuniarias. En los años 1811 y 1812 fueron aprehendidos unos 60.000 “refraictaires” e incorporados por la fuerza al Ejército. No es de asombrarse que la escasa voluntad de prestar servicio militar de la agotada nación francesa repercutiera en el espíritu combativo de los pueblos extranjeros. No obstante las deficiencias y debilidades de “la Grande Armée”, la campaña desgraciada de 1812 presenta muchos ejemplos de rendimientos extraordinarios, tanto individuales como de enteras unidades de tropas. Donde en las filas del ejército napoleónico dominaban la confianza, la disciplina y el espíritu de cuerpo, también el honor de las armas quedó incólume.
El Emperador realizó, indiscutiblemente, una obra muy grande en la creación de una fuerza armada internacional que para esa época debe calificarse de gigantesca. Omitió, empero, lo decisivo de consolidar esa obra mediante una firme cohesión política y espiritual; los sentimientos nacionales de sus componentes así como la voluntad de ser libres que dominaba a los pueblos oprimidos, desencadenada por la revolución francesa, fueron más poderosos que su poder.
B. La campaña de Hitler contra Rusia (1941)
A Napoleón no le faltaron elementos de juicio para conocer y apreciar las exigencias que una campaña en Europa oriental impondría al Ejército. Prescindiendo de los estudios iniciados temprano y efectuados a fondo sobre las campañas de Carlos XII de Suecia, así como las condiciones geográficas e históricas de Rusia realizados por el Emperador, el Ejército francés poseía en sus propias experiencias de guerra una fuente viva para juzgar al enemigo. Habían transcurrido pocos años desde las campañas de 1805 y de 1806/07, realizadas respectivamente contra Austria y contra Prusia y su aliado ruso. La forma de combatir y el valor del Ejército ruso, especialmente su capacidad de resistencia en la defensa y su maestría en la retirada, vivían todavía frescas en la memoria de los oficiales y de los viejos soldados de “la Grande Armée”. Las operaciones en el otoño de 1806 y en el invierno de 1806/1807 en las regiones saqueadas de Polonia y de Prusia al este del Vístula, habían demandado esfuerzos, privaciones y pérdidas en una medida que ya entonces llevó al Ejército francés a un peligroso estado de debilitamiento.
Precisamente, el recuerdo de esa época contribuyó a que hombres íntegros del séquito de Napoleón le advirtieran insistentemente contra la aventurada empresa hacia Moscú. “Nunca tuvo la verdad tantos sostenedores ante los oídos de un príncipe — pero, desgraciadamente, sin resultado” . Napoleón, a pesar de todo, mantuvo inquebrantablemente la fe en su estrella y rechazó todos los consejos y admoniciones.
Hoy todavía no sabemos con seguridad si se levantaron voces de los círculos consejeros de Hitler para advertirle contra la invasión a Rusia y cuáles fueron. También nos falta el conocimiento fidedigno de una información objetiva de si la embestida estratégica de Hitler contra el imperio soviético puede hallar una justificación en la conducta de este país. ¿Eran los intereses políticos del acuerdo germano-ruso, firmado en 1939, ya en 1941 tan divergentes que en todo momento se debía contar con una aparición de Moscú del lado de los aliados occidentales? ¿Permitían realmente los elementos de juicio disponibles apreciar las intenciones militares rusas en una medida suficiente para correr del lado alemán el riesgo de una guerra preventiva y de ese modo aumentar la cantidad de teatros de operaciones todavía más? ¿No era un desconocimiento de la situación creer que recién por la entrada de Rusia la guerra se transformaba en una guerra de varios frentes? Ese estado ya existía, en realidad, desde las campañas en Polonia, en Escandinavia, en el oeste y en el sudeste de Europa, aun cuando en estos teatros de operaciones se había producido una pausa de respiro después de las victorias alemanas.
Los países conquistados seguían siendo “frentes” en el sentido de que aferraban fuerzas combatientes alemanas, requeridas allí para la conservación del orden y de la seguridad, así como para la preparación del rechazo de eventuales ataques enemigos ulteriores. También la empresa en el norte de Africa se realizaba a costa de los frentes europeos.
Guderian calcula en 60 la cantidad de divisiones alemanas que de ese modo fueron mantenidas alejadas del teatro de operaciones ruso y en 145 las que quedaban para la guerra en el Este; frente a esta última cantidad, Rusia disponía en total de 170 divisiones de tiradores, 33 y media divisiones de caballería y 46 brigadas motorizadas y blindadas, según la comunicación escrita de Keitel al gobierno del Reich del 11 de junio de 1941. Jodl ha apreciado la relación de fuerzas germano-rusas en el sentido de que nunca fuimos suficientemente fuertes para la defensa en el Este .
Si ya la potencia del Ejército alemán concentrado en el Este en 1940/41 no era considerada suficiente para una defensiva ¿cómo podía estar capacitada para una ofensiva que decidiera la guerra contra la superioridad rusa? Sólo sería posible en el caso en que se restableciera un equilibrio entre ambas fuerzas, compensando la inferioridad numérica alemana con la superioridad física, espiritual y material de sus unidades y con un efectivo arte en la conducción. Una tal compensación no podía alcanzarse sólo mediante las virtudes comprobadas de las unidades alemanas; esto ya se desprendía del juicio sobre la potencialidad militar rusa que en la paz se habían formado las autoridades del Ejército alemán.
Los jefes del Ejército alemán sabían, en efecto, que los principios de conducción y las doctrinas operativas y tácticas de los rusos coincidían en general con los de su ejército y que el Ejército ruso presentaba un alto grado de instrucción. La desproporción absoluta existente entre el número de unidades operativas alemanas y la magnitud del espacio ruso al principio de la guerra, sólo podía ser aún más desfavorable con la invasión alemana, pues debido a la configuración geográfica de Rusia, el espacio aumentaba en ancho y profundidad a medida que se avanzaba del oeste al este y se acrecentaba su acción consuntiva sobre las fuerzas.
Las instructivas informaciones que sobre sus conversaciones con Stalin, a fines de julio de 1941 legó Hopkins , el colaborador íntimo de Roosevelt, a la posteridad, señalan que el dictador ruso ya temprano había tenido en cuenta, al disponer sus contramedidas, la gran importancia que el amplio espacio de su país significaba para la defensa contra la irrupción alemana. Demuestran, además, que Stalin había reconocido las deficiencias en la organización y en la operación del Ejército alemán. Reconoció en la separación en ejércitos blindados y en ejércitos de infantería — en vanguardias de ejército formadas por agrupaciones motorizadas, que se lanzaban precipitadamente hacia adelante y en gruesos de ejército que seguían lentamente detrás — una excelente oportunidad para asestar contaataques parciales, a fin de aumentar la acción de consunción de las fuerzas producida por el espacio geográfico y, en esa forma, impedir la feliz terminación de la ofensiva alemana del comienzo del invierno.
Stalin deseaba que los contraataques rusos se dirigieran en primer término contra las divisiones de infantería alemanas, pues éstas no contaban con armas blindadas de acompañamiento. Esta apreciación permite reconocer el acierto con que el adversario había comprobado el dualismo en la organización del Ejército alemán; confirma, a la vez, la intención del Estado Mayor alemán en el período Fritsch-Beck de aumentar el poder combativo de la infantería por la adscripción de armas blindadas. Completamente de acuerdo con la defensiva estratégica que estos dos generales consideraban como la tarea de una posible conducción de guerra alemana, se orientaba su pedido de que la infantería tuviera una mayor potencia táctica. Como ellos sólo veían en la conservación de Alemania el objetivo de la política del Reich y el propósito del rearme, no podían en esa época tener interés en un “arma ofensiva en gran estilo destinada a ser empleada operativamente” .
Los límites industriales y financieros que aun en el Reich de Hitler encuadraban un rearme alemán, imposibilitaban motorizar y mecanizar a todo el Ejército. El cambio realizado, no obstante, tanto en el aspecto político como en el militar, después del relevo del Coronel General von Fritsch, requería un instrumento ofensivo que no se podía crear en un tiempo breve. La tendencia de crear ese instrumento ofensivo sólo en forma de los “Panzerkorps” —cuerpos blindados— a pesar de la limitación del rearme, produjo sin duda un progreso orgánico-militar; pero, a la vez, originó una peligrosa sobrevalorización de la capacidad del Ejército en su conjunto por parte de las autoridades políticas y militares. La promesa de “un arma ofensiva destinada a ser empleada operativamente en gran estilo” fomentó la fijación de objetivos políticos por Hitler que aumentaban sin límites.
La estructura de los ejércitos modernos influye en el carácter de la política y de la conducción de la guerra en una medida mucho mayor que en épocas pasadas. El espíritu de invención y la técnica de nuestra época agitada, de vida intensa, contribuyen a que el moderno y costoso material bélico esté sometido al peligro de un rápido envejecimiento. Su superioridad sobre un adversario potencial limitada a un corto plazo, puede ser un incentivo a emplearlas en tiempo oportuno.
La conducción y el rendimiento de todas las armas, especialmente el poder ofensivo de las agrupaciones blindadas, habían logrado la rápida victoria militar en Polonia, Francia y los Balcanes; sólo podía considerarse, empero, como el éxito inicial en el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, la que con cada victoria se extendía más, pues no se alcanzó el objetivo de toda guerra, el restablecimiento del estado de paz. Quedaba por verse si el procedimiento ofensivo que dió tan buen resultado en 1939 y 1940, resultante de la estructura del Ejército formado por divisiones de infantería y divisiones blindadas, pero que a la vez originaba un dualismo en el instrumento general, iba a mostrar ser superior también frente al Ejército ruso.
Las experiencias de guerra tienen siempre sólo un valor relativo, condicional; están limitadas por las características geográficas del teatro de operaciones y la índole del enemigo y no pueden ser aplicadas sin más a circunstancias diferentes.
Los ejércitos “inmodernos” del oeste cayeron ante el “acelerador a fondo” de los tanques alemanes; al tanque se debe, sin duda alguna, la resurrección de la guerra de movimiento. Las características del teatro de operaciones y del Ejército de Rusia establecían, empero, exigencias mucho mayores al instrumento de fuerza alemán, inferior numéricamente. Su masa principal se componía, ineludiblemente, de divisiones de infantería. La tentativa de aumentar la capacidad de rendimiento mediante un superior entrenamiento de varios meses, a fin de que fuesen equivalentes a las divisiones blindadas más rápidas y mejor armadas, dejó de lado la exigencia más importante para el éxito de la guerra de aparecer tan fuerte y tan descansado como fuera posible con todo el Ejército para la batalla decisiva final por Rusia.
El principio estratégico de actuar con superioridad en todas partes o por lo menos en el lugar decisivo —debiéndose entender por superioridad no sólo la cantidad numérica sino la fuerza viva— no halló una suficiente consideración. La desconsideración a los límites de rendimiento de los hombres y de los motores , habiendo sido ambos empleados hasta el agotamiento, contrariamente a su naturaleza y cualidades, condujo a la consunción del Ejército aun antes de llegarse al período decisivo de la guerra frente a Tula y Moscú y de comenzar el invierno.
“Sólo el que haya conocido personalmente la vida de esos canales de lodo hasta llegar a las unidades más avanzadas, se puede formar una idea de las exigencias a que se sometía al personal de las unidades y al material y aprendía a apreciar correctamente la situación en el frente y a sacar conclusiones acertadas de los acontecimientos. El hecho de que nuestros conductores militares no tuvieran experiencias a ese respecto y que al principio no quisieran prestar oídos a nuestros informes, tuvo consecuencias terribles y nos costó innumerables sacrificios y muchos contratiempos evitables”. (Septiembre de 1941) . “Si se tiene presente cuán numerosos son los elementos que componen la ecuación de las fuerzas que actúan (físicas y morales), se comprende lo difícil que es en muchos casos determinar cuál de ambos adversarios tiene de su lado la superioridad. A menudo todo pende del hilo de seda de la imaginación. Todo depende de presentir el punto de culminación con un fino tacto del criterio” (Clausewitz).
También en el curso de las operaciones ofensivas impulsadas siempre hacia adelante durante el año 1941, tendría que llegar inevitablemente un día el momento en que se postergara la suspensión del avance más allá de la medida permitida, si es que no se hacían seguir, oportunamente, fuertes reservas. Pero como se carecían de éstas y la conducción suprema alemana “no había presentido con un fino tacto del criterio” que se había llegado al punto de cambio en la acción, sino que dejó que la fuerza de los acontecimientos la instruyera de que se había superado el punto de culminación sin que se advirtiera, la ofensiva terminó en derrota y retirada. Sucumbió en virtud de la exageración del objetivo estratégico fijado, no obstante el heroísmo y la lealtad al deber de las unidades alemanas, cuyo desempeño sin parangón, había superado todas las esperanzas razonables.
Guderian expresa en sus Memorias, de un modo impresionante, la creciente desproporción entre la disminución de la potencia de choque de su ejército blindado y las exigencias que él mismo y la conducción suprema le establecieron hasta en pleno invierno. Calcula las pérdidas totales alemanas en el frente Este, al 30 de noviembre de 1941, en 743.000 hombres (23 % del efectivo total medio de 3.500 000 hombres) y .
No obstante todas las victorias logradas en el verano de 1941, el curso de los acontecimientos no había llevado al resultado deseado, no se había logrado el aniquilamiento de las partes europeas del Ejército de Rusia. Al contrario, la resistencia del enemigo crecía y la propia fuerza disminuía cuanto más espacio hacia el este ganaba el ejército alemán. A esto se agregaba que ya en septiembre y con más intensidad aún durante las acciones tácticas en octubre, el tiempo otoñal influyó considerablemente en el estado sanitario y en la movilidad de las unidades. “A fin de lograr una decisión en el este en 1941, siempre que tuviéramos una probabilidad de triunfo” , la conducción del Ejército alemán se mantuvo firme en la continuación de las operaciones ofensivas con el objetivo Moscú, contrariamente a todas las anteriores experiencias de las campañas invernales en Rusia. En una orden del día del Mariscal v. Brauchitsch después de las batallas de Briansk y Viasma, dirigida a los soldados del Grupo de Ejércitos Centro, expresaba: “Después de largas semanas de dificilísimas luchas de rechazo habéis pasado el 2 de octubre a la ofensiva. Desde el primer momento habéis demostrado ser muy superior al adversario, habéis roto el frente enemigo y bajo la excelente conducción de vuestro Comandante en Jefe del Grupo de Ejércitos y de vuestros Comandantes de Ejército, librado una batalla de envolvimiento, cuyo resultado es el aniquilamiento de ocho ejércitos.
“En esas duras luchas contra una tenaz resistencia enemiga, en condiciones meteorológicas muy desfavorables y en circunstancias de vialidad sumamente difíciles, os habéis conducido como los mejores soldados. Las unidades y los comandos han realizado esfuerzos sobresalientes. Toda Alemania contempla a su Ejército llena de gratitud y orgullo. Mi especial reconocimiento se dirige a cada uno de vosotros.
“Pero nuestra tarea no ha terminado. El enemigo difícilmente se repondrá de sus pérdidas en hombres y material y ya no se halla en condiciones de realizar operaciones importantes. Presentará, sin embargo, en algunos sectores del frente una nueva resistencia desesperada, apoyado en sus enormes reservas en personal y material. Nosotros quebraremos también esa resistencia al aprovechar el éxito conquistado, a pesar de la nieve, lluvia y hielo y ya no dejaremos tranquilo al enemigo. El santo y seña sigue siendo: “¡Adelante!”.
Las luchas que siguieron demostraron ya en la primera mitad de noviembre que no se trataba de la persecución de un adversario que se hallaba en las últimas, próximo a la disolución, sino de un enemigo resuelto a una decidida resistencia. La “posibilidad de triunfo” calculada, se basaba en una nueva apreciación en menos del Ejército ruso, el que en realidad comenzaba a salvar la crisis de la campaña, mientras se agotaba la fuerza del Ejército alemán del este, desgastada por las luchas.
Resulta poco convincente que personas que en esa época desempeñaban cargos en comandos supremos responsables de los planes operativos y de las acciones, traten hoy de demostrar que se hubiera podido alcanzar el objetivo buscado en la campaña de verano de 1941 contra Rusia con otra conducción de operaciones.
El plan ofensivo inicial fijaba como intención general:
“La masa del Ejército ruso que se halla en la región occidental de Rusia, deberá ser aniquilada por medio de operaciones audaces, con el avance de profundas cuñas blindadas, impidiendo la retirada de partes con potencia combativa a las vastas extensiones del espacio ruso.
“En una rápida persecución deberá alcanzarse, entonces una línea desde la cual la fuerza aérea rusa no pueda atacar el territorio del Reich alemán. El objetivo final de la operación es establecer una defensa contra Rusia asiática en la línea general Volga-Arcángel. De esta manera y en caso que fuera necesario, se podrá anular la última región industrial, en los Urales, que le queda a Rusia, por medio de la intervención de la Luftwaffe” .
Ya el buen criterio humano alcanza para apreciar que esa tarea no podía cumplirse en los tres y medio meses de verano; sobre todo no podía ser alcanzada si el ataque alemán ya en la zona fronteriza rusa chocaba con el Ejército enemigo listo para la lucha, como lo suponían, no sólo Hitler sino también el O. K. H..
El extenso frente del dispositivo de las fuerzas alemanas, desde Rumania a Prusia oriental, para el ataque “en todo el frente” y el simultáneo avance excéntrico para los dos grupos de ejércitos de ala, infringían la primera condición previa para un éxito decisivo: la formación de masa dispuesta en profundidad en el centro de gravedad. “La desproporción entre la extensión del frente y la cantidad de unidades disponibles, sobre la cual se había llamado en vano la atención de Hitler durante los estudios preparativos de la Campaña del Este” se hizo demasiado grande.
Una comparación de la extensión que ocupaban los frentes en la base de partida entre la desembocadura del río Pruth y la del río Memel, por un lado y el objetivo entre la desembocadura del Volga y el puerto de Arcángel por otro, muestra que la “desproporción” en la sola extensión lineal del frente se aumentaba aproximadamente al cuádruple (de 1.250 Km. a 4.500 en línea recta). No se considera aquí que la considerable profundidad que las fuerzas combatientes en el avance iban dejando tras sí y que necesitaban indispensablemente para su mantenimiento, no siempre estaba cubierta por la ofensiva, por lo que debía ser protegida especialmente.
La guerra preventiva de Hitler debía eliminar el supuesto peligro que Rusia Soviética pudiera intervenir en un momento oportuno para ella y desfavorable para Alemania en la discrepancia de este último país con el occidente. Se logró lo contrario. Aun en el caso de una victoria alemana sobre Rusia Soviética hubiera sido inevitable un debilitamiento militar de Alemania, pues ya el solo mantenimiento del orden en el terreno conquistado habría demandado importantes fuerzas alemanas, las que faltarían para la lucha final en el oeste. También en la I Guerra Mundial, aun después de firmarse la paz en Brest-Litowsk, quedó en el este un ejército de ocupación de unas 20 divisiones de infantería y 3 de caballería, las que faltaron en la decisión en el oeste.
Ahora bien, ¿qué influencia ejerció el invierno 1941/42 en la ofensiva alemana?
El 19 de octubre, el Mariscal von Bock, comandante en jefe del Grupo de Ejércitos Centro, había dado a conocer en una orden del día a sus unidades la terminación de la batalla de Viasma y Briansk. Ellas habían realizado esfuerzos sobresalientes en la lucha contra el enemigo en “las condiciones meteorológicas más desfavorables y en circunstancias de vialidad sumamente difíciles”, como lo expresa el Mariscal v. Brauchitsch en su ya mencionada proclama. No había duda; el período otoñal del lodo —el preludio más seguro del invierno— había comenzado. El Ejército de 1941 debía recoger ahora las mismas experiencias que el de 1914- 1918. La conducción de la guerra en el este era influida en alto grado por la carencia de caminos producida por las precipitaciones meteorológicas. Este período de lluvias y de barro duró en la zona entre Briansk y Belew hasta el 3 de noviembre y comenzó entonces el invierno. En los días del 5 al 10 de noviembre alternaron nieve, heladas y deshielos. Desde el 11 de noviembre el tiempo tomó las características permanentes del invierno. Se produjeron fuertes nevadas y heladas. El termómetro marcó el 12 de noviembre — 17°, el 13 y 14 de noviembre — 12° Los caminos de barro se convirtieron en vías de hielo.
La nieve y la helada son, por cierto, los signos del invierno; su aparición influye a toda hora en la vida y la lucha del soldado en campaña, especialmente si el vestuario, el equipo, el alojamiento y la alimentación no responden a las exigencias de la frígida temperatura. Ese era, empero, el caso cuando se presentó el invierno a mediados de noviembre de 1941, ni anormalmente temprano ni “extraordinariamente crudo hasta para el concepto ruso del invierno”. La aparición del invierno en esa época no podía constituir una sorpresa; según las experiencias meteorológicas , había que contar que toda la baja llanura de la Europa oriental en el curso del mes de noviembre estaría bajo una cubierta variable de nieve y que en el lapso entre el 20 de noviembre y el 10 de diciembre, la extensa masa terrestre comprendida entre el extremo septentrional y la línea Orscha - Orel - Uralsk, en el sur, estaría cubierta por una capa de nieve cerrada de hasta 15 cm. de espesor. En Moscú mismo, según el término medio de muchos años, el 24 de noviembre hay una capa permanente de nieve, siendo la fecha más temprana y la más tardía el 24 de diciembre. “Se puede decir, en general, que el invierno 1941 al 42 fué normal”.
En cualquier caso, es indudable que la ofensiva contra Moscú en 1941 debía realizarse en su acto final con nieve y heladas. Aun cuando el comando supremo alemán hubiera pasado por alto las experiencias de las campañas invernales anteriores y los resultados de los trabajos científicos de los meteorólogos, no podía ignorar los partes que diariamente le elevaban las fuerzas del frente sobre la situación táctica y el estado del tiempo y de los caminos. No puede haber existido en el Cuartel General del Führer duda sobre que en el frente del Grupo de Ejércitos Centro existían desde el 15 de noviembre condiciones invernales. Resulta así incomprensible que el entonces jefe de la División Operaciones del Estado Mayor General del Ejército señalara como fecha de “la llegada del invierno” el 5 de diciembre. El descenso brusco de la temperatura producido ese día no significaba el comienzo sino una intensificación del frío que, según experiencia, se produce en Rusia en el mes de diciembre. En Moscú, en ese mes, había que contar diariamente con una helada de —11° .
En opinión del General v. Lossberg “se podía contar con que el período de mal tiempo terminaría a mediados de noviembre, iniciándose entonces una temporada de tiempo seco y no excesivamente frío. Los grandes fríos y las fuertes nevadas no empiezan, normalmente, en la región central de Rusia antes de los primeros días de enero. En esas seis semanas, desde mediados de noviembre hasta fin de año, concentró el comando alemán todas sus esperanzas” .
El Comando Supremo alemán tuvo razón en esa creencia sólo en cuanto a que el mal tiempo (del lodo) terminó realmente a mediados de noviembre; pero en cuanto a su idea de que habría tiempo “seco y no excesivamente frío” entre mediados de noviembre y fines de año, carecía de todo fundamento y sólo podría terminar en una cruel desilusión. La nieve se considera una precipitación al igual que la lluvia y un período seco sin nieve ya no se podía esperar desde principios de noviembre, de acuerdo con las experiencias de la historia de guerra y de la ciencia meteorológica.
Igualmente infundada era la esperanza de un tiempo no excesivamente frío. Basar sólo en ella el plan de una operación decisiva de la guerra, significaba sobrepasar los límites de la razón. El juego de azar era tanto más peligroso cuanto que al Ejército debilitado se le imponían exigencias aún más elevadas que hasta entonces. El tener que soportar la tan baja temperatura que se presenta todos los años aun en un invierno ruso benigno, debía dañar a los hombres que desde hacía meses realizaban esfuerzos excesivos y debilitar a las unidades en su conjunto en caso de que no se adoptaran medidas preventivas. El esfuerzo constante que ya demanda una lucha de invierno en días de frío no muy severo, sólo puede ser soportado por el soldado mejor entrenado y de más espíritu si su equipo y su alimentación responden a las exigencias acrecentadas. La historia de guerra ha demostrado en muchos casos que de todas las estaciones del año, el invierno ejerce la influencia más decisiva sobre la conducción de guerra; su iniciación señala siempre una delimitación con respecto a los acontecimientos guerreros del verano y del otoño. Todo Ejército que franquee ese límite climático sin una cuidadosa preparación, experimentará un grave riesgo.
Las unidades de tropas son siempre el órgano del conductor de ejército; pero pueden ser también su víctima. La falta de medida en la fijación del objetivo de la guerra y el empleo irracional del instrumento arruinan las unidades. Entre las virtudes del soldado figuran saber soportar privaciones y sacrificios; sin esas virtudes no hay ejército de verdadero espíritu guerrero. Los esfuerzos y las privaciones de naturaleza extraordinaria sólo deben ser, empero, transitorios; si son de índole permanente, destruyen el vigor físico y moral del propio Ejército y, de este modo, la primera condición previa para obtener la victoria en la batalla.
Aun un ejército tan moderno y tan adecuada y abundantemente equipado como lo fué el Ejército del General Eisenhower, ya después de pocos meses de guerra de movimiento y a pesar de las circunstancias mucho más fáciles del teatro de operaciones de la Europa occidental, tuvo que recoger en 1944 la experiencia de que la estación fría influye desfavorablemente en la propia potencia ofensiva.
“En estas operaciones interesaba principalmente el empleo de la artillería y de la munición y, en la infantería, la tenacidad, la resistencia y la serenidad. En tales circunstancias, la infantería sufrió elevadas pérdidas, especialmente en las secciones de tiradores. Sobre la infantería, que en toda clase de conducción de guerra es siempre la que debe realizar los mayores sacrificios, recayeron ahora casi todas las pérdidas. Estas no se originaron, de manera alguna, sólo por la acción del enemigo; también por otras causas se produjeron elevadas bajas anormales. Debido a que los hombres se hallaban permanentemente expuestos a las inclemencias del tiempo, hubo en la infantería muchos más casos de congelación, inflamaciones edematosas de los pies y enfermedades de las vías respiratorias que en las otras armas; pero debido a que las divisiones habían perdido tanto de su vigor en infantería, la fuerza de choque disminuía rápidamente al ser empeñadas. Como faltaban hombres que día tras día pudieran avanzar y luchar detrás de la cortina de fuego de la artillería, nuestra fuerza ofensiva se reducía de un modo manifiesto. Aún sin el problema que surgía de la potencia decreciente de las distintas unidades, ya nos resultaba bien difícil llevar adelante la gran cantidad de divisiones que se necesitaban para todas las tareas urgentes y, al propio tiempo, alcanzar a formar la masa necesaria para emprender ataques exitosos”.
La influencia de las apreciaciones y de las medidas del Comando Supremo y de los comandos superiores alemanes sobre las unidades, se mostrará en el relato de la actuación del Regimiento 82 de Infantería y de otras unidades de tropas de la 31. División de Infantería en la Campaña del Este 1941-1942. Operando en el sector central de dicho frente con el “Grupo de Ejércitos Centro”.