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La Revolución Francesa y la psicología de las revoluciones

 

Gustave Le Bon

La Revolución Francesa y la psicología de las revoluciones - Gustave Le Bon

328 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2017
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 300 pesos
 Precio internacional: 20 euros

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En esta obra, continuación de `La Psicología de las Masas`, Gustave Le Bon realiza un estudio en profundidad de los móviles, generalmente invisibles, que impulsan a las revoluciones. Se deteniene en la Revolución Francesa, criterio justificado en parte por la enorme trascendencia que dicha revolución tuvo para el mundo entero y, en parte también porque, al tratarse de la revolución más importante de su propio país, pudo tener acceso directo a documentos y datos no siempre tenidos en cuenta por otros pensadores e historiadores.
La imagen que a través de esta obra emerge de las revoluciones en general, y de la Revolución Francesa en particular, no es la que estamos acostumbrados a ver. Hoy, Gustave Le Bon es revalorado por su pionero revisionismo histórico. La visión de este pensador francés sorprende por su - a veces casi increíble - actualidad. De hecho, en varios pasajes cuesta creer que no estamos leyendo algo actual sino una obra que ya tiene un siglo de antigüedad.
El autor propone además el poder utilizar las nociones de la ciencia psicológica, como una comprensión más profunda de las influencias ancestrales, de las leyes que gobiernan las acciones de las masas, de los datos relacionados con la disgregación de la personalidad, del contagio mental, de la formación inconsciente de creencias, de la distinción entre varias formas de lógica; y su relación con el estudio de la Historia. Le Bon no pasa por alto tampoco la influencia que el carácter racial de un pueblo porta determinadas características psicológicas e impone una forma a sus instituciones, su idioma y sus artes. Dentro de estas colectividades fijas pueden existir también colectividades móviles conocidas como masas, con unas características absolutamente propias y distintas a las individuales, capaces de moverse por credos ajenos a toda lógica racional (lo que lo lleva a postular distintos tipos de lógicas que suelen superar en fuerza a la de la razón) y fácilmente sugestionables. Esto lleva, a su vez, a buscar fuerzas invisibles que operan detrás de escena e imponen su forma a aquellos que se creen libres. Son estos factores, que han llevado a la creación de una nueva "religión", los que pueden ayudar a comprender como los revolucionarios aceptan gustosos la violencia, los asesinatos, la ruina y el horror de una espantosa guerra civil.
Gustave Le Bon emerge aquí, una vez más, como uno de los grandes pensadores "olvidados" por no ser "políticamente correcto" pero cuyas aportaciones a las ciencias en general podría ser de gran importacia si se lo estudiara detenidamente. Con ese fin continuamos con la edición de sus obras.

 

ÍNDICE

Introducción: La revisión de la Historia11

Parte I: Los elementos psicológicos de los movimientos revolucionarios
Libro I: Características generales de las revoluciones
I.- Revoluciones científicas y políticas23
1)- Clasificación de las revoluciones23
2). Revoluciones Científicas25
3). Revoluciones Políticas26
4.)- Los resultados de las revoluciones políticas30
II.- Revoluciones Religiosas33
1)- La importancia del estudio de las revoluciones religiosas para comprender las grandes revoluciones políticas.33
2). Los comienzos de la Reforma y sus primeros discípulos34
3). Valor racional de las doctrinas de la Reforma36
4). Propagación de la Reforma.38
5.)- El conflicto entre distintos credos religiosos. Imposibilidad de tolerancia.39
6. Los resultados de las revoluciones religiosas.44
III.- La acción de los gobiernos en las revoluciones47
1)- La débil resistencia de los gobiernos en épocas revolucionarias.47
2)- Cómo la resistencia de los gobiernos puede vencer la revolución.50
4). Elementos sociales que sobreviven a los cambios de gobierno después de una revolución.56
IV.- El papel del pueblo en las revoluciones59
1)- La estabilidad y la maleabilidad de la mentalidad nacional.59
2). Cómo los pueblos consideran a la revolución.62
3). El supuesto papel del pueblo durante la revolución.65
4). La entidad popular y sus elementos constituyentes.68
Libro II: Las mentalidades predominantes durante la revolución
I.- Variaciones individuales de carácter en épocas revolucionarias75
1)- Transformaciones de la personalidad.75
2). Elementos caracterológicos, predominantes en épocas de revolución.77
II.- La mentalidad mística y la mentalidad jacobina85
1)- Clasificación de las mentalidades predominantes durante la época de la Revolución85
2)- La mentalidad mística.86
3)- La mentalidad jacobina.90
III.- La mentalidad revolucionaria y la mentalidad criminal95
1)- La mentalidad revolucionaria.95
2)- La mentalidad criminal.97
IV.- La psicología de las masas revolucionarias99
1)- Características generales de la masa.99
2)- Cómo la estabilidad de la mentalidad racial limita las oscilaciones de la mentalidad de la masa.102
V.- La psicología de las Asambleas Revolucionarias109
1)- Características psicológicas de las grandes Asambleas Revolucionarias109
2)- La psicología de los Clubes revolucionarios.112
3)- Propuesta de una explicación para la progresiva exageración de los sentimientos en las asambleas.115

Parte II: La REVOLUCIÓN FRANCESA
Libro I: Los Orígenes de la Revolución Francesa
I.- Las opiniones de los Historiadores sobre la Revolución Francesa119
1)- Los Historiadores de la Revolución.119
2)- La teoría del fatalismo respecto de la Revolución.122
3)- Las vacilaciones de los historiadores recientes de la Revolución126
 4)- La imparcialidad en la Historia129
II.- Los fundamentos psicológicos del Antiguo Régimen133
1)- La monarquía absoluta y las bases del Antiguo Régimen.133
2)- Los inconvenientes del Antiguo Régimen.134
3)- La vida bajo el Antiguo Régimen.137
4)- Evolución del sentimiento monárquico durante la Revolución.140
III.- La anarquía mental por la época de la Revolución y la influencia atribuida a los filósofos.143
1)- Origen y propagación de las ideas revolucionarias.143
2)- La supuesta influencia de los filósofos del Siglo XVIII sobre la génesis de la Revolución. Su aversión a la democracia.148
3)- Las ideas filosóficas de la burguesía por la época de la Revolución152
IV.- Ilusiones psicológicas respecto de la Revolución Francesa155
1)- Ilusiones respecto del hombre primitivo, el regreso a un estado de naturaleza y la psicología del pueblo.155
2)- Ilusiones respecto de la posibilidad de separar al Hombre de su pasado y el poder transformador atribuido a la ley.157
3)- Ilusiones respecto del valor teórico de los grandes principios revolucionarios.159
Libro II: Las influencias racionales, afectivas, místicas y colectivas, activas durante la Revolución
I.- La psicología de la Asamblea Constituyente165
1)- Influencias psicológicas activas durante la Revolución Francesa165
2)- Disolución del Antiguo Régimen. La Asamblea de los Estados Generales.168
3)- La Asamblea Constituyente.169
II.- La psicología de la Asamblea Legislativa181
1)- Los acontecimientos políticos durante la vida de la Asamblea Legislativa.181
2)- Las características mentales de la Asamblea Legislativa.183
III.- La psicología de la Convención187
1)- La leyenda de la Convención.187
2)- Resultados del triunfo de la religión jacobina.190
3)- Características mentales de la Convención.194
IV.- El gobierno de la Convención199
1)- La actividad de los Clubes y la Comuna durante la Convención199
2)- El gobierno de Francia durante la Convención. El Terror201
3)- El fin de la Convención. Los comienzos del Directorio.206
V.- Instancias de la violencia revolucionaria209
1)- Causas psicológicas de la violencia revolucionaria.209
2)- Los Tribunales Revolucionarios211
3)- El Terror en las provincias.214
VI.- Los ejércitos de la Revolución.219
1)- Las Asambleas revolucionarias y los ejércitos.219
2)- La lucha de Europa contra la Revolución.220
3)- Factores psicológicos y militares que determinaron el éxito de los ejércitos revolucionarios.223
VII.- Psicología de los líderes de la Revolución229
1)- La mentalidad de los hombres de la Revolución. La influencia de los caracteres violentos y los débiles.229
2)- Psicología de los comisarios o representantes “en misión”.231
3)- Danton y Robespierre234
4)- Fouquier-Tinville, Marat, Billaud-Varenne, etc.241
5.- El destino de los miembros de la Convención que sobrevivieron a la Revolución.245
Libro III: El conflicto entre influencias ancestrales y principios revolucionarios
I.- Las últimas convulsiones de la anarquía. El Directorio.249
1)- Psicología del Directorio249
2)- Gobierno despótico del Directorio. Recrudecimiento del Terror.252
3.- El advenimiento de Bonaparte.256
4)- Causas de la duración de la Revolución.258
II.- La restauración del orden. La República consular.261
1)- Cómo la obra de la Revolución fue confirmada por el Consulado.261
2)- La reorganización de Francia por el Consulado.263
3)- Elementos psicológicos que determinaron el éxito de la obra del Consulado.266
III.- Consecuencias políticas del conflicto entre tradiciones y principios revolucionarios durante el último siglo271
1)- Causas psicológicas de los continuos movimientos revolucionarios que han afectado a Francia.271
2)- Resumen de un siglo de movimientos revolucionarios en Francia.275

Parte III: La evolución reciente de los principios revolucionarios
I.- El progreso de los credos democráticos desde la Revolución285
1)- Propagación gradual de las ideas democráticas después de la Revolución285
2)- La desigual influencia de los tres principios fundamentales de la Revolución288
3)- La democracia de los “intelectuales” y la democracia popular.289
4)- Desigualdades naturales e igualitarización democrática292
II.- Los resultados de la evolución democrática297
1)- La influencia sobre la evolución social de las teorías sin valor racional.297
2)- El espíritu jacobino y la mentalidad creada por las convicciones democráticas.299
3)- El sufragio universal y sus representantes304
4)- La pasión por las reformas.307
5)- Diferenciaciones sociales en las democracias e ideas democráticas en varios países.309
III.- Las nuevas formas del credo democrático313
1)- El conflicto entre el capital y el trabajo.313
2)- La evolución de las clases trabajadoras y el movimiento sindicalista.315
3)- Por qué ciertos gobiernos democráticos modernos están siendo gradualmente transformados en gobiernos de castas administrativas.319
Conclusiones323

Introducción: La revisión de la Historia

 

La era presente no es tan sólo una época de descubrimientos; también es un período de revisión de los múltiples elementos del saber. Habiendo reconocido que hay fenómenos sobre los cuales la causa primera continúa siendo inaccesible, la ciencia se ha puesto a examinar sus antiguas certezas y ha demostrado su fragilidad. Hoy en día la ciencia ve como sus antiguos principios se desvanecen uno a uno. La mecánica está perdiendo sus axiomas y la materia, otrora el eterno sustrato de los mundos, se convierte en un simple agregado de fuerzas efímeras en condensación transitoria.
A pesar de su aspecto conjetural, en virtud del cual hasta cierto punto escapa a las formas más severas de la crítica, la Historia no se ha librado de esta revisión universal. Ya no hay una sola de sus fases de la cual podamos decir que es conocida con certeza. Lo que parecía haber sido definitivamente adquirido, hoy resulta cuestionado.
Entre los hechos cuyo estudio parecía haber sido completado estaba la Revolución Francesa. Analizada por varias generaciones de escritores uno podría suponerla perfectamente dilucidada. ¿Qué cosas nuevas podrían decirse de ella, exceptuando la modificación de algunos de sus detalles?
Sin embargo, sus defensores más acérrimos están comenzando a vacilar en sus afirmaciones. La antigua evidencia ha demostrado estar lejos de ser impecable. La fe en dogmas que alguna vez fueron considerados sagrados, se ha sacudido. La reciente literatura sobre la Revolución deja entrever estas incertidumbres. Habiendo establecido interrelaciones, los hombres se muestran cada vez más renuentes a sacar conclusiones.
No sólo los héroes de este gran drama se discuten sin indulgencia sino que hay pensadores que se están preguntando si el nuevo estado de cosas que siguió al antiguo régimen no se hubiera establecido, sin violencias, en el transcurso de una civilización progresiva. Los resultados obtenidos ya no parecen condecirse ni con su costo inmediato, ni con las consecuencias más remotas que la Revolución indujo a partir de las posibilidades de la Historia.
Varias causas condujeron a la revisión de este trágico período. El tiempo ha calmado las pasiones, numerosos documentos han surgido gradualmente de los archivos y el historiador está aprendiendo a interpretarlos en forma independiente.
Pero es quizás la psicología moderna la que más efectivamente ha influenciado nuestras ideas al permitirnos interpretar con más seguridad a los hombres y a los motivos de su conducta.
Entre los descubrimientos que a partir de ella resultan aplicables a la Historia debemos mencionar, por sobre todo, una comprensión más profunda de las influencias ancestrales, de las leyes que gobiernan las acciones de las masas, de los datos relacionados con la disgregación de la personalidad, del contagio mental, de la formación inconsciente de creencias, y de la distinción entre varias formas de lógica.
A decir verdad, estas aplicaciones de la ciencia, utilizadas en este libro, no han sido empleadas así hasta ahora. Por lo general, los historiadores se han limitado al estudio de los documentos, aunque aún este estudio ha sido suficiente para plantear las dudas que he mencionado.
Los grandes eventos que configuran el destino de los pueblos – revoluciones, por ejemplo, y el surgimiento de creencias religiosas – son a veces tan difíciles de explicar que uno debe limitarse a una mera constatación.
Desde los tiempos de mis primeras investigaciones históricas he quedado impresionado por el aspecto impenetrable de ciertos fenómenos esenciales, especialmente aquellos relacionados con la génesis de creencias, y he estado convencido de que estaba faltando algo fundamental; algo que resultaba esencial para su interpretación. Habiendo la razón dicho todo lo que podía decir no había nada más que esperar de ella y debían buscarse otros medios para comprender lo que no había sido dilucidado.
Por un largo tiempo estas importantes cuestiones permanecieron siendo oscuras para mí. Extensos viajes dedicados al estudio de los restos de civilizaciones desaparecidas no hicieron mucho para arrojar luz sobre ellas.
Reflexionando sobre ello continuamente, me vi forzado a reconocer que el problema se componía de una serie de otros problemas que debía estudiar en forma separada. Lo hice durante un período de veinte años, presentado los resultados de mis investigaciones en una sucesión de volúmenes.
Uno de los primeros estuvo dedicado al estudio de las leyes psicológicas de la evolución de los pueblos. Habiendo demostrado que las razas históricas – esto es, las razas formadas por los avatares de la Historia – finalmente adquirían caracteres psicológicos tan estables como sus caracteres anatómicos, intenté explicar cómo un pueblo transforma sus instituciones, su idioma y sus artes. En la misma obra expliqué por qué personalidades individuales, bajo la influencia de súbitos cambios ambientales, pueden llegar a disgregarse por completo.
Pero, aparte de las colectividades fijas formadas por los pueblos, existen colectividades móviles y transitorias conocidas como masas.  Ahora bien, estas masas o muchedumbres, con cuya ayuda se producen los grandes movimientos históricos, poseen características absolutamente diferentes a las de los individuos que las componen. ¿Cuáles son esas características y cómo evolucionan? Este nuevo problema fue examinado en La Psicología de las Masas.
Sólo después de estos estudios es que comencé a percibir ciertas influencias que se me habían escapado.
Pero esto no fue todo. Entre los factores más importantes de la Historia había uno preponderante: el factor de los credos. ¿Cómo nacen estos credos? ¿Son realmente racionales y voluntarias como se enseñó durante tanto tiempo? ¿No son más bien inconscientes e independientes de toda razón? Fue una cuestión difícil, a la que me dediqué en mi último libro Opiniones y Credos.
Mientras la psicología considere que los credos son voluntarios y racionales, los mismos seguirán siendo inexplicables. Habiendo demostrado que usualmente son irracionales y siempre involuntarios, pude proponer una solución a este importante problema y explicar cómo era que credos que ninguna razón podía justificar resultaban admitidos sin dificultad por los espíritus más ilustrados de todas las épocas.
A partir de allí, la solución de las dificultades históricas, solución que durante tanto tiempo se había buscado, resultaba obvia. Llegué a la conclusión de que, aparte de la lógica racional que condiciona al pensamiento y que antes se consideraba nuestra única guía, existen formas muy diferentes de lógica: lógica afectiva, lógica colectiva y lógica mística, que suelen superar a la razón y engendrar los impulsos movilizadores de nuestra conducta.
Habiendo establecido sólidamente este hecho, se me hizo evidente que, si hay un gran número de eventos históricos frecuentemente incomprendidos, ello es porque tratamos de interpretarlos a la luz de una lógica que, en realidad, tiene muy escasa influencia sobre su génesis.
Todas estas investigaciones, resumidas aquí en unas pocas líneas, demandaron largos años. Desesperando de completarlas, las abandoné más de una vez para volver a esos trabajos de laboratorio en los cuales uno siempre está seguro de hallarse lejos de la verdad para adquirir al menos algunos fragmentos de certidumbre.
Pero, si bien es muy interesante explorar el mundo de los fenómenos materiales, lo es aún más el descifrarlos; razón por la cual siempre he tenido que volver a la psicología.
Debido a que ciertos principios deducidos de mis investigaciones podían resultar fructíferos, resolví aplicarlos al estudio de eventos concretos y, de este modo, fui llevado a ocuparme de la Psicología de las Revoluciones – y concretamente, de la Revolución Francesa.
Procediendo al análisis de nuestra gran Revolución, la mayor parte de las opiniones recabadas mediante la lectura de libros me decepcionaron, una por una, aún cuando en un principio las hubiera considerado inconmovibles.
Para explicar este período debemos considerarlo como un todo, tal como muchos historiadores lo han hecho. Está compuesto por fenómenos simultáneos pero independientes el uno del otro.
Cada una de sus fases revela acontecimientos engendrados por leyes psicológicas que operan con la regularidad de un mecanismo de relojería. Los actores de este gran drama parecen moverse como los caracteres de una tragedia predeterminada. Cada uno dice lo que debe decir; actúa como está destinado a actuar.
Por cierto que los actores en el drama revolucionario diferían de aquellos de un drama teatral en que no habían estudiado sus papeles, pero éstos estaban dictados por fuerzas invisibles.
Precisamente porque estaban sujetos a la progresión inevitable de lógicas que les resultaban incomprensibles, es que vemos a estos actores tan superlativamente sorprendidos como lo estamos nosotros mismos ante los acontecimientos en los que desempeñaron el papel de héroes. Nunca sospecharon siquiera la existencia de los poderes invisibles que los forzaban a actuar. No fueron los dueños, ni de su furia, ni de su debilidad. Hablaron en nombre de la razón, pero de ninguna manera fue la razón la que los impulsó.
“Las decisiones que tanto se nos reprochan” – escribió Billaud-Varenne – “la mayoría de las veces no estuvieron en nuestras intenciones dos días antes, y aún hasta el día anterior de los hechos: sólo la crisis las indujo.”
No es que debamos considerar a los acontecimientos de la Revolución como determinados por una fatalidad inevitable. Los lectores de nuestras obras sabrán que reconocemos en el ser humano de cualidades superiores la capacidad de prever las fatalidades. Pero este ser humano se puede liberar tan sólo de algunas pocas de ellas y con frecuencia se encuentra inerme frente a una secuencia de hechos que, aún en sus inicios, escasamente hubieran podido ser gobernados. El científico sabe cómo destruir el microbio antes de que éste tenga tiempo de actuar, pero se sabe también impotente para prevenir la evolución de la enfermedad resultante. Cuando cualquier cuestión origina opiniones violentamente contradictorias, podemos estar seguros de que pertenece a la provincia de los credos y no a la del conocimiento.
En un trabajo anterior hemos demostrado que el credo, de origen inconsciente e independiente de toda razón, nunca puede ser influenciado por la razón.
La Revolución – una tarea de creyentes – raramente ha sido juzgada más que por creyentes. Execrada por algunos y alabada por otros, se ha mantenido como uno de esos dogmas que resultan aceptados o rechazados en su totalidad, sin la intervención de la lógica racional.
Si bien en sus comienzos una revolución religiosa o política puede muy bien estar apoyada por elementos racionales, se desarrolla solamente por medio de la ayuda de elementos místicos y afectivos que resultan absolutamente extraños a la razón.
Los historiadores que han juzgado los acontecimientos de la Revolución Francesa en el nombre de la lógica racional no pudieron comprenderlos puesto que no fue esta forma de lógica la que dictó dichos eventos. Puesto que los actores mismos de estos sucesos los comprendieron mal, no estaremos lejos de la verdad al decir que nuestra Revolución fue un fenómeno incomprendido, tanto por quienes la causaron como por quienes la describieron. En ningún período de la historia los hombres comprendieron tan poco el presente, ignoraron en tan gran medida el pasado y previeron el futuro de una manera tan pobre.
* * *
El poder de la Revolución no residió en los principios que se propuso propagar – los cuales, en realidad, eran cualquier cosa menos novedosos – ni en las instituciones que pretendía fundar. El pueblo se interesa muy poco por las instituciones y menos aún por las doctrinas. El hecho que la Revolución haya sido realmente potente; que le hiciera a Francia aceptar la violencia, los asesinatos, la ruina y el horror de una espantosa guerra civil; que, finalmente, se defendiese victoriosa contra una Europa en armas; todo ello se debió a que no fundó un nuevo sistema de gobierno sino una nueva religión.
Ahora bien, la Historia nos muestra cuan irresistible es el poder de un credo fuerte. La misma invencible Roma cristiana tuvo que inclinarse ante los ejércitos de pastores nómadas iluminados por la fe de Mahoma. Por la misma razón, los reyes de Europa no pudieron resistir a los andrajosos soldados de la Convención. Semejantes a apóstoles, estos soldados estuvieron dispuestos a inmolarse con el sólo fin de propagar sus creencias las que, según su sueño, habrían de renovar al mundo.
La religión así fundada tuvo la fuerza de las demás religiones, si bien no su duración. No obstante, no murió sin dejar huellas indelebles, y su influencia aún sigue activa.
No consideraremos a la Revolución como una tabula rasa de la Historia, tal como sus apóstoles creyeron que sería. Sabemos que, a fin de demostrar su intención de crear un mundo diferente del antiguo, iniciaron una nueva era profesando el deseo de romper completamente con todos los vestigios del pasado.
Pero el pasado nunca muere. Está más verdaderamente dentro de nosotros mismos que fuera de nosotros. En contra de su propia voluntad, los reformadores de la Revolución siguieron estando saturados del pasado y sólo pudieron continuar, bajo otras denominaciones, las tradiciones de la monarquía, incluso exagerando la autocracia y la centralización del Antiguo Régimen. Tocqueville no tuvo dificultad en demostrar que la Revolución apenas si derrocó lo que ya estaba por caer.
Si bien en realidad la Revolución destruyó poco, favoreció en cambio la maduración de ciertas ideas que continuaron desarrollándose desde entonces.
La fraternidad y la libertad que proclamó nunca sedujeron mayormente a los pueblos, pero la igualdad se convirtió en su Evangelio: fue el punto de aplicación del socialismo y de toda la evolución de las ideas democráticas modernas. Por lo tanto, podemos decir que la Revolución no terminó con el advenimiento del Imperio, ni con las sucesivas restauraciones que la siguieron. Secretamente, o a la luz del día, se ha desplegado lentamente y aún influye en la mente de las personas.
El estudio de la Revolución Francesa, al cual gran parte de este libro está dedicado, quizás le quitará al lector más de una ilusión al demostrar que los libros que relatan la historia de la Revolución contienen de hecho una masa de leyendas muy distantes de la realidad.
Es indudable que esas leyendas tendrán más vida que la historia misma. No es cuestión de lamentar esto demasiado. Algunos pocos filósofos podrán estar interesados en conocer la verdad, pero los pueblos siempre prefieren los sueños. Sintetizando sus ideales, estos sueños siempre constituirán poderosos motivos para la acción. “Uno perdería el coraje si éste no estuviera sostenido por falsas ideas”– dijo Fontenelle. Juana de Arco, los Gigantes de la Convención, la épica Imperial – todas estas maravillosas imágenes del pasado siempre serán una fuente de esperanza en las lúgubres horas que siguen a la derrota. Forman parte de un patrimonio de ilusiones que nuestros padres nos han legado; ilusiones cuyo poder con frecuencia es mayor que el de la realidad. El sueño, el ideal, la leyenda – en una palabra: lo irreal – es lo que le da forma a la Historia.