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La crisis de nuestra civilización

 

Hilaire Belloc

Cabalgar el Tigre - Julius Evola

280 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2023
, Argentina
tapa: blanda
 Precio para Argentina: 7600 pesos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Este libro es una exposición histórica cuyo propósito tiende a demostrar:
Que nuestra civilización, es decir, la civilización de la cristiandad que hoy abarca a Europa, que irradia desde ahí sobre el Nuevo Mundo y actúa como guía o instructora de otras culturas en Asia y en el Norte de África, ha llegado a una crisis que la pone en peligro de muerte.
Se propone en consecuencia describir cómo surgió esa civilización, las direcciones principales de su desarrollo, así como las instituciones que tuvieron su origen en ella y de las cuales dependía. A renglón seguido me propongo demostrar cómo fue desintegrándose espiritualmente, aún cuando siguió progresando materialmente, hasta que por fin, con la destrucción de la tradición moral, gracias a la cual había existido y se mantenía precariamente en pie, perdió su auténtico principio vital amenazando disolverse si no retornaba a ese principio.
En otras palabras, que la cultura y la civilización cristianas denominadas, en términos generales, durante siglos “Europa”, fueron elaboradas por la Iglesia Católica reuniendo e inspirando las tradiciones sociales del imperio Greco-Romano e impartiendo al conjunto de ese gran cuerpo una vida nueva.
A principios del siglo XVI, sobrevino la explosión temida y esperada durante tanto tiempo. En lenguaje corriente, este desastre ha sido llamado “La Reforma”.
Desde ese momento en adelante, durante los siglos XVI, XVII y XVIII y parte del XIX, habiendo desaparecido la unidad de la cristiandad, y habiéndose debilitado el principio vital sobre el cual su vida dependía, nuestra cultura perdió su unidad, entrando en un proceso de descomposición creciente.
Venida a menos el principio que unificaba la civilización, aparecen los males sociales y morales, ligados a un rápido avance del conocimiento de la naturaleza y el consiguiente desarrollo de las comunicaciones así como de todas las aptitudes orientadas hacia lo exterior. Ello condujo por fin a la oposición completa de lo que antes había sido el mundo cristiano, a la oposición del rico contra el pobre. La esclavitud parcial de este último, su destitución, su dependencia de una minoría de amos-pagadores, la reacción contra semejantes condiciones inhumanas de insuficiencia e inseguridad y la formulación de su reacción, primero en aquellos vagos términos de lo que se acostumbraba llamar Socialismo, para adquirir más tarde la forma intensa, doctrinal y precisa de lo que ahora se conoce universalmente bajo el nombre de Comunismo.
Para concluir, Belloc hace referencia a los remedios sugeridos para hacer frente a tan desesperada situación, pues si se acepta el comunismo como una solución aparente, ello significa el fin de nuestra cultura, de la cual todos hemos vivido hasta ahora.
Para cosechar los frutos que la cultura católica produjo cuando estaba en pleno vigor, sólo nos queda la alternativa, la restricción del monopolio, el doblegamiento del poder del dinero, la implantación del trabajo cooperativo, la amplia distribución de la propiedad privada – el principio más importante de la Corporación – y la estricta restricción de la usura y de la competencia, las cuales casi han llegado a destruirnos.

 

ÍNDICE

Introducción7
I.- La fundación de la cristiandad (años 27 – 33 a año 500)13
II.- La cristiandad establecida69
A.- El sitio a la cristiandad (año 500 a año 1.000)69
B.- La Alta Edad Media93
C.- La decadencia de la Edad Media110
III.- La reforma y sus consecuencias inmediatas129
IV.- Últimas consecuencias de la Reforma155
A. Crece el proletariado y crece el capitalismo155
El contrato reemplaza al estatuto159
La usura y la competencia164
La maquinaria y la rapidez de las comunicaciones182
B. El comunismo189
V.- La restauración221
El impuesto progresivo225
La descentralización de la propiedad233
El control del monopolio240
La corporación251
Conversión258

Introducción

 

Esta obra contiene la materia de estudios e investigaciones expuestos hace algunos años en la Universidad de Fordham. Para dar a esta materia la forma de un libro, me he abstenido de redactarla paso por paso como fueron presentados, y he preferido disponerla en grupos, dentro de los cuales mi tesis encuadra naturalmente. Tal tesis puede ser enunciada en el título que le he dado al conjunto, La Crisis de Nuestra Civilización.
Este libro es una exposición histórica cuyo propósito tiende a demostrar:
Que nuestra civilización, es decir, la civilización de la cristiandad que hoy abarca a Europa, especialmente el Oeste de Europa, que irradia desde ahí sobre el Nuevo Mundo y actúa como guía o instructora de otras culturas en Asia y en el Norte de África, ha llegado a una crisis que la pone en peligro de muerte.
Me propongo en consecuencia describir cómo surgió esa civilización, las direcciones principales de su desarrollo, así como las instituciones que tuvieron su origen en ella y de las cuales dependía. A renglón seguido me propongo demostrar cómo fue desintegrándose espiritualmente, aún cuando siguió progresando materialmente, hasta que por fin, con la destrucción de la tradición moral, gracias a la cual había existido y se mantenía precariamente en pie, perdió su auténtico principio vital amenazando disolverse si no retornaba a ese principio.
En otras palabras, mi tesis es ésta:
Que la cultura y la civilización cristianas denominadas, en términos generales, durante siglos “Europa”, fueron elaboradas por la Iglesia Católica reuniendo e inspirando las tradiciones sociales del imperio Greco-Romano e impartiendo al conjunto de ese gran cuerpo una vida nueva.
Estamos hechos por la Iglesia Católica. A ella le debemos nuestra unidad, nuestro esquema filosófico de la vida y la formación de la naturaleza de los hombres del mundo de raza blanca. Ese mundo – la Cristiandad– enfrentó el peligro del asalto bárbaro pagano desde afuera como desde adentro y soportó la presión de una nueva gran herejía que pronto se convirtió en una nueva religión: el mahometanismo.
La Iglesia Católica salió triunfante de todos esos peligros aun cuando perdió en la contienda mucho terreno conquistado: volvió a resurgir después que pasó la presión y entró en la alta vida de la Edad Media alcanzando su culminación en los siglos XI, XII, y en particular en el XIII, ofreciéndonos tanto a nosotros como a nuestra civilización el reparo más seguro. Mas, como consecuencia de varias causas (entre las cuales quizá la vejez fuera la principal), ese gran período exhibe síntomas de decadencia a comienzos del siglo XIV; una decadencia que se acentuó rápidamente durante el siglo XV. Cada vez más se dudaba de la Fe, gracias a la cual vivíamos, así como de la autoridad moral sobre la cual todo descansa. Debido a ello la sociedad cristiana tuvo que soportar una fuerte presión que amenazaba dislocarla, perdiendo paulatinamente su estabilidad, hasta que, por fin, a principios del siglo XVI, sobrevino la explosión temida y esperada durante tanto tiempo. En lenguaje corriente, este desastre ha sido llamado “La Reforma”.
Desde ese momento en adelante, durante los siglos XVI, XVII y XVIII y parte del XIX, habiendo desaparecido la unidad de la cristiandad, y habiéndose debilitado el principio vital sobre el cual su vida dependía, nuestra cultura perdió su unidad, entrando en un proceso de descomposición creciente. Esta circunstancia adversa fue acompañada por un rápido progreso del conocimiento externo, conocimiento referente a la ciencia y a al dominio del hombre sobre las cosas materiales; pero al mismo tiempo perdieron su asidero en las verdades espirituales. Era el reverso de lo que había sucedido al principio de nuestra civilización. Entonces nuestra religión salvó al mundo antiguo precisamente cuando éste iba a perecer, y formó una cultura nueva, aun cuando agobiada por una decadencia de la ciencia, las artes y las cosas materiales.
La progresión de nuestro conocimiento en lo que atañe a las cosas exteriores así como la de nuestro poder sobre la naturaleza, no contribuyeron a atenuar la creciente presión que pesaba sobre el mundo. El conflicto entre ricos y pobres, el conflicto entre idolatrías nacionales opuestas, la falta de patrones comunes, así como la de doctrinas inmutables sobre las cuales éstos se apoyan, terminan por llevarnos, a principios del siglo XX, al borde del caos, amenazando sumir a los hombres en un estado de desconcierto propicio a la destrucción de la sociedad. En esta crisis, sólo nos quedan dos alternativas: el restablecimiento, mediante la restauración de la fe católica, o la extinción de nuestra cultura.
Tal es el esquema de este libro.
Lo he dividido de acuerdo con determinada clasificación, en varios grupos, cinco en total.
El primer grupo trata de la fundación de la Cristiandad, gracias a la conversión del imperio Greco- Romano, justo antes de que éste fracasara debido a la desesperación, pero demasiado tarde para salvarlo de la decadencia material. Este proceso cubre más o menos los primeros cinco siglos de nuestra era.
En el grupo siguiente se considera la terrible prueba por la cual tuvo que pasar la civilización y de la que volvió a surgir reconstruida, tras no pocas dificultades, en el momento culminante de la Auténtica Edad Media, comenzando después su declinación. Este período dura, más o menos, mil años, desde el siglo VI al siglo XV inclusive –años 500 a 1500-, y puede clasificarse en tres subdivisiones: el Sitio a la Cristiandad, la Culminación de la Edad Media y su Declinación.
El tercer grupo concierne a La Reforma, es decir, a la ruptura de nuestra sociedad y a la siembra de aquellas semillas dañinas que más tarde habrían de amenazar nuestra existencia misma; a la independencia de cada provincia de la cristiandad, a la negativa de aceptar una autoridad común sobre ellas, a la afirmación del estado soberano que no debe obediencia a nadie y a su libertad para destruir cualquiera de sus congéneres, y, por su parte, expuesto a un destino similar sin apelación; por fin, a la destrucción de la vida social cooperativa y a la creciente tiranía de la riqueza.
En el cuarto grupo se considera el proceso donde aparecen los males sociales y morales, después de la ruptura del cristianismo, ligados a un rápido avance del conocimiento de la naturaleza y el consiguiente desarrollo de las comunicaciones así como de todas las aptitudes orientadas hacia el exterior. Ello condujo por fin a la oposición completa de lo que antes había sido el mundo cristiano, a la oposición del rico contra el pobre. La esclavitud parcial de este último, su destitución, su dependencia de una minoría de amos-pagadores, la reacción contra semejantes condiciones inhumanas de insuficiencia e inseguridad y la formulación de su reacción, primero en aquellos vagos términos de lo que se acostumbraba llamar Socialismo, para adquirir más tarde la forma intensa, doctrinal y precisa de lo que ahora se conoce universalmente bajo el nombre de Comunismo. El comunismo y su oponente la Iglesia Católica, gracias a cuyas tradiciones se formó y vivió la cristiandad, así como el propósito de destruir totalmente esas tradiciones, en particular la religión sobre la cual todo depende, están ahora frente a frente.
En el quinto grupo se hace referencia a los remedios sugeridos para hacer frente a tan desesperada situación, pues si se acepta el comunismo como una solución aparente, ello significa el fin de nuestra cultura, de la cual todos hemos vivido hasta ahora.
Para cosechar los frutos que la cultura católica produjo cuando estaba en pleno vigor, sólo nos queda la alternativa, la restricción del monopolio, el doblegamiento del poder del dinero, la implantación del trabajo cooperativo, la amplia distribución de la propiedad privada – el principio más importante de la Corporación – y la estricta restricción de la usura y de la competencia, las cuales casi han llegado a destruirnos.
Mas estas condiciones mejores son ellas mismas el fruto de la Iglesia Católica; no pueden crearse ni mantenerse en una atmósfera desprovista de filosofía católica. Así pues, la conclusión general es ésta: la única esperanza que nos queda reside en al posibilidad de construir nuestro mundo desde el punto de vista católico.