Pequeña Historia Argentina para uso de los niños
Ignacio B. Anzoátegui
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104 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2020, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
Precio para Argentina: 420 pesos
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Esta "Pequeña Historia Argentina para uso de los niños" reúne todos los textos escritos bajo ese nombre en la revista Nueva Política en el Buenos Aires de los 40. Vendría a ocupar el lugar histórico del libro de texto escolar del primer “revisionismo”… pero a la manera Anzoátegui. Acá se concentran en uno el historiador y el pedagogo, el profesor de historia y el de instrucción cívica, amalgamados a la más desquiciada versión del más grande escritor cómico-terrorista de nuestras letras. Es la versión para chicos de sus famosas Vidas, pero sin filtros, explayado bajo una graciosa sintaxis de cuentito infantil y de efecto fatal. Es esta no sólo una muy singular historia, sino también una totalmente a contramano de la ciencia histórica oficial. "Convencidos de que nada hay más pernicioso que la preparación liberal con que se adormece a nuestra niñez, hemos encargado a uno de nuestros escritores la redacción de esta historia argentina, que, por serlo realmente, dará a sus pequeños lectores el sentido de su nacionalidad" -dicen sus originales editores. El mismo Anzoátegui alecciona a los niños: "Los historiadores son, por lo general, unas personas que se entretienen en copiar las cosas que otros historiadores han escrito sobre una serie de personajes importantes. El historiador es un hombre que cree que para hacer algo debe peinarse al medio y usar lentes y bastón y hablar bien de todos los personajes que tienen estatua. Como se ve, es muy fácil ser historiador. Cuando un historiador habla bien de algún personaje hay que desconfiar de ese personaje o pensar que el historiador no se ha dado cuenta de que era bueno o pensar que no se ha animado a decir lo que pensaba (porque a veces también los historiadores hacen como si estuvieran pensando, para que los crean inteligentes). Sobre los liberales: "Ser liberal es una cosa muy fea. Cuando un niño se enoja con otro no debe decirle: ‘Eres un liberal’, porque los niños no deben decir malas palabras". Y sobre su mayor prócer, Sarmiento: “Cuando los niños argentinos oyen pronunciar el nombre de ese liberal deben gritar «cruz diablo» si son menores de dos años y si son mayores deben decirle alguna palabra de esas que asustan tanto a los masones acomodados y a los políticos amariconados” En cambio, ensalza la figura patria de Rosas: "La historia de Rosas ha sido escrita por los nietos tontos de las viejas charlatanas. Aparentemente una vieja charlatana es un trasto viejo; pero los trastos viejos pueden tener nietos tontos y los nietos tontos pueden sentirse historiadores. Cuando Rosas tenía doce o trece años, oyó decir que los ingleses habían desembarcado cerca de Buenos Aires. Entonces habló con su padre y le dijo: “Yo le pido su permiso y su bendición para ir a meter fierro a esos herejes”. Y el padre le dijo que sí y se lo mandó a Santiago de Liniers con una carta que decía más o menos esto: “Mi querido amigo, le confío a este mozo para que pelee bajo sus órdenes. Tiene muchas ganas de demostrar que es un hombre. Devuélvamelo vivo si puede y si no devuélvamelo muerto, pero que sea con honor”. Después que los ingleses salieron disparando, Rosas se volvió al campo y se quedó allí, sin meterse en las cosas de la Revolución, porque no quería saber nada con los abogaditos liberales. Al principio los liberales se contentaban con irse a Montevideo o con escribir versos muy pavos. Pero, como pasa siempre, cuando vieron que Rosas era muy condescendiente y educado, les dio por tomar alas y por hablar con los franceses y con traicionar a la patria. Entonces Rosas se enojó mucho y dijo: “Grandísimos hijos de una gran perra, los he aguantado todo lo que he podido, pero esto se acabó. Ustedes son unos traidores y yo les voy a enseñar a ser gente”. Y se puso a matar cipayo a gusto. Así salvó a la patria este general que no les tenía miedo a los hombres ni a las habladurías de las viejas. Así pudo hacer frente a Francia y a Inglaterra juntas, que le declararon la guerra, y pudo hacerles pedir perdón y hacerles prometer que no volverán a molestarnos. Después de eso parecía que todo iba a salir bien para nosotros; pero, al poco tiempo los masones y los extranjeros consiguieron voltear a Rosas, y, tratado va y gerente viene, los ingleses nos trajeron unos trencitos y nos dejaron con una mano atrás y otra adelante. "Juan Manuel de Rosas no tiene una estatua en el país, donde a cualquier personajito sin importancia le hacen una. Pero, no hay que perder por eso las esperanzas. Llegará el día que a Rosas le hagamos la estatua que se merece, con el hierro -por ejemplo- de un tranvía inglés casualmente incendiado por un grupo de niños que se pusieron a jugar con fósforos" |
ÍNDICE
Prólogo de la revista «Nueva Política» 7
Los Reyes Católicos9
Cristóbal Colón13
Carlos V 17
Pedro de Mendoza21
Álvar Núñez Cabeza de Vaca25
El Padre Bartolomé de las Casas29
Domingo Martínez de Irala33
Juan de Ayolas37
Felipe II41
Juan de Garay45
Francisco de Paula Bucarelli49
Carlos III53
Juan José Vértiz 57
Santiago de Liniers 61
Cornelio Saavedra 65
Atanasio Duarte 69
El Padre Castañeda 73
José de Artigas 77
Martín de Álzaga 81
José de San Martín 85
Juan Manuel de Rosas 89
Juan Facundo Quiroga 93
Francisco Ramírez 97
Estanislao López 101 |
Prólogo de la revista «Nueva Política»
La literatura infantil -escrita hasta ahora por madres sin hijos o periodistas dispépticos- está dirigida no a la niñez sino a los encargados de ésta. No a ser leída por niños sino a serles relatada. La pequeña historia cuya publicación comenzamos en este número ha sido escrita para ser leída y entendida por los niños, sin necesidad de que éstos tengan que preguntar a cada paso qué significa «blonda» o «marisma» o «archipiélago».
Convencidos de que nada hay más pernicioso que la preparación liberal con que se adormece a nuestra niñez, destinada, precisamente, a vivir un destino antiliberal en un país con destino antiliberal -de aquí el desarraigo de tantos «educandos»- hemos encargado a uno de nuestros escritores la redacción de esta historia argentina, que, por serlo realmente, dará a sus pequeños lectores el sentido de su nacionalidad.
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