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El Hombre Nuevo

 

Ion I. Motza

El Hombre Nuevo – Doctrina de la Guardia de Hierro de Codreanu - Ion I. Motza

208 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2021
, Argentina
tapa: blanda
 Precio para Argentina: 840 pesos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Esta fundamental recopilación de escritos de Ion I. Motza, parte esencial de una obra a la que el Capitán de la Guardia de Hierro, Corneliu Codreanu, reconoció valor de doctrina, constituye una nueva e importante aportación para la comprensión del fenómeno legionario rumano.
Animados por el propósito de proporcionar - a cuantos eventualmente posean las cualificaciones necesarias para ello - una suma de orientaciones de ética militante, tornan accesibles una cantidad de textos-guía del movimiento legionario.
El núcleo central de la doctrina de la Guardia de Hierro está caracterizado por un espíritu que trasciende el nivel religioso en general y la forma cristiana en particular, por lo cual el cristianismo campesino  del pueblo rumano constituyó sólo la base sobre la cual se injertó una más alta espiritualidad, custodiada a lo largo de los siglos en el álveo de una tradición esotérica que llegó, de manera más o menos fragmentaria, hasta la aristocracia popular representada por la élite guardista.
Se puede encontrar en ellos un ejemplo de áscesis política, de militia, de acción guerrera concebida como acto ritual. El militante de la Guardia, sacrificándose a sí mismo “para regenerar la estirpe e impedir su desaparición”, no actúa por tanto como el sacerdote cristiano, sino como el hombre “arcaico”, como el hombre “tradicional”, aquél que repetía, “sacrificando, el acto creativo que ha dado vida al mundo, a la vegetación, etc.”.
Ha escrito Horia Sima, en su Historia del movimiento legionario, que Motza “superaba con mucho a los demás jefes legionarios. Era uno de los fundadores del movimiento y su más estrecho colaborador [de Codreanu]. En los momentos difíciles de la Legión y cuando la vida misma de Corneliu Codreanu se encontraba amenazada, Motza le ayudó en alma y cuerpo. Sus palabras eran escuchadas con respeto por los legionarios. Los enemigos le temían. Cualquier intervención de Motza tenía un efecto notable en el mundo político.  
Motza era un hombre de vasta cultura política, un brillante abogado y un pensador profundo. Sus escritos fueron proclamados, por el mismo Capitán, ‘doctrina legionaria’, o sea, de valor equiparable al de las obras del fundador.
Pero, por encima de sus méritos, Motza representaba algo incomparable para todo el Movimiento. Era un modelo, un ideal de hombre y de humanidad, en la realización más pura y completa.
La figura de Motza cobra entonces un doble relieve: por un lado, se nos aparece como un orientador del movimiento guardista tan importante como Codreanu, un elaborador de doctrina legionaria de valor semejante al propio Capitán; por otro, vemos en Motza, como en Codreanu, una prefiguración ejemplar de aquel hombre nuevo, aquel hombre del sacrificio al que la Legión se propuso dar forma.
Según la doctrina legionaria, es necesario que haya un hombre nuevo para poder tener un nuevo Estado. El militante debe “hacer la revolución”, antes que nada, en su propio interior. De nada sirve cambiar las estructuras de la sociedad, si los hombres siguen siendo los mismos que antes. Motza rechaza la perspectiva de cambios puramente políticos y sociales, ya que estos cambios no serían más que un traje nuevo para un hombre viejo. Él propone una profunda revolución cultural: “se trata de algo más esencial: se trata DE CREAR en el pueblo este espíritu nuevo, se trata de hacer que manen las fuentes vivas de esta renovación espiritual, de levantar a las masas en la vibración única de una nueva fe, de una pulsación unánime de generosidad, de virtud y de solidaridad nacional”.
Semejante obra de educación popular presupone la existencia de maestros animados por el espíritu en el que se pretende informar la nación sobre la cual se actúa: es necesaria, en otras palabras, una vanguardia militante sostenida por un espíritu de total sacrificio, de abnegación heroica. Esto es la élite legionaria: una escuela de pueblo.
Motza, siendo fiel a practicar lo que predica, se lanza a mantener sus ideales como voluntario en la Guerra Civil Española, y, siendo un líder real, se pone al frente de los combatientes y entrega su vida en la guerra. Por ello es que Codreanu diría: "Ahora has querido darle la prueba suprema: derramar tu sangre. Al pueblo que no creyó en tí, le mandamos ahora de nuevo tu escrito, santificado, de aquí en adelante, con el sacrificio de tu sangre".

 

ÍNDICE

Nota introductoria7
Prefacio de Codreanu17
Autobiografia19
I.- Antes de la Legión. 1922 - 1923. Comienza el Movimiento Estudiantil Nacional
Coloquio con la conciencia. Nuestra causa es justa en el orden moral y sirve al desarrollo social26
Necesidad del nacionalismo radical30
La disciplina judaica32
El espasmo y su conclusión35
II.- 1923 - 1924. Desde las Prisiones
Después de un año de lucha. Un empeño tremendo y caro44
El proceso de los estudiantes detenidos en Vácáresti47
¿Que nos dais a cambio de los “Cantos que Desaparecen”?49
¡Majestad!53
III.- Al servicio de la Legión. 1927 - 1932. Los primeros articulos y las primeras luchas legionarias
Al Icono60
Avram Iancu - en la Fiscalia63
Si, estoy confuso66
Una palabra Transilvana para “Lord” Rothermere - La “Gran Hungría” y los planes de los judíos -68
San Miguel Arcángel: Príncipe de las potencias celestiales - Algunos milagros realizados por él-76
Respuesta a una objeción80
¡No es este nuestro espíritu!87
“ Aufruf zur Treue!” - “Llamamiemto a la fidelidad” -92
¿Que Transilvania?98
22 de mayo 1929101
Respuesta (a la invitación del prof. G. Bogdan-Duicá)104
A propósito de la nueva L.A.N.113
El dominio de la tempestad118
IV.- 1933. Un gran año Legionario. Exceso de abstracción
3 - 22 - 250 - Respuesta cifrada al Sr. Titeanu -124
3 - 22 - 250.126
La Legión y la L.A.N.C.128
“Hombres sin moral”132
El espíritu de Ginebra145
Beneficio de la resurrección para un legionario149
El hitlerismo de los alemanes de Rumania152
La fase precorporativa158
Bajo el peso de los residuos 160
Cráneos de madera168
V.- 1934 - 1936. Después de la tempestad. La preparación del hombre nuevo invencible

El sentido de nuestro nacionalismo174
Dimitrie Micescu178
Lo esencial180
Numerus Clausus181
Los profesores universitarios y el porvenir de la cultura rumana188
¿Indiferencia?191
Renglones de introducción195
Los nuevos estudiantes197
Arte y lucha200
La medida de nuestra cristiandad203



Nota introductoria

 

Publicando después de los tres textos de Corneliu Z. Codreanu editados hasta ahora en traducción italiana, esta fundamental recopilación de escritos de Ion I. Motza, parte esencial de una obra a la que el Capitán de la Guardia de Hierro reconoció valor de doctrina, las Edizioni di Ar traen una nueva e importante aportación para la comprensión del fenómeno legionario rumano. Aunque animados por el pro­pósito de proporcionar - a cuantos eventualmente posean las cualificaciones necesarias para ello - una suma de orientacio­nes de ética militante y no ciertamente inducidos por moti­vaciones de orden historiográfico, los amigos de las Edizioni di Ar, haciendo accesible en su país los textos-guía del movi­miento legionario e interviniendo por tanto con una aporta­ción objetiva a la consideración del fenómeno que tratamos, han barrido de la escena las exégesis históricas esbozadas hace algunos años por improvisados vulgarizadores del legionarismo guardista. Escribía certeramente el Editor, en la presentación de Guardia de Hierro, que la exigencia de “una contribución directa y propiamente rigurosa a la com­prensión fiel del movimiento legionario [...] se había hecho particularmente urgente y objetiva, ya que [...] la organiza­ción legionaria rumana y la figura luminosa de su Jefe habían atraído recientemente - tras largos años de silencio - la curiosidad inesperada de historiadores interesados y de panfletistas equívocos, los cuales pretendían reflejar (en sus análisis mistificadores) solicitaciones ideológicas aberrantes, cuando no incluso instancias vulgares de reclame político y de pruritos mercantiles”.
A las interpretaciones propuestas por los historiadores inte­resados y por los panfletistas equívocos - los cuales, la mayor parte de las veces, aparte de no disponer de suficientes cono­cimientos históricos, de oportunos instrumentos lingüísticos y de adecuados contactos con el mundo legionario, no poseían siquiera la disposición espiritual indispensable para hacerlos penetrar en la realidad que pretendían investigar - los ami­gos de las Edizioni di Ar han opuesto una sugestiva repre­sentación del fenómeno, fundada no sólo en una indudable participación espiritual, sino también en una directa aproxi­mación a las fuentes.
Era por tanto lógico - y podemos ver en ello una “prueba del nueve” - que la hipótesis interpretativa delineada al margen de las traducciones de los textos legionarios no encontrara la aprobación de los vulgarizadores antes men­cionados; en particular, las críticas formuladas por los ambientes de estos últimos años se han referido a las inter­pretaciones desarrolladas por los amigos de las Edizioni di Ar sobre el carácter de la espiritualidad guardista.
En la advertencia que precede al Diario de la cárcel, en un breve ensayo publicado en el volumen de Guardia de Hierro y en la nota introductoria a El jefe de cuib, se afirma en repetidas ocasiones la irreductibilidad de la orientación espi­ritual legionaria a simple devocionalismo; el núcleo central de la doctrina guardista, según las consideraciones que acom­pañan a los mencionados textos, está caracterizado por un espíritu que trasciende el nivel religioso en general y la forma cristiana en particular, por lo cual el cristianismo campesino del pueblo rumano constituyó sólo la base sobre la cual se injertó una más alta espiritualidad, custodiada a lo largo de los siglos en el álveo de una tradición esotérica que llegó, de manera más o menos fragmentaria, hasta la aristocracia popular representada por la élite guardista.
Ya Evola había fugazmente puesto de relieve, en la espiri­tualidad legionaria, la presencia de elementos derivados de una herencia anterior a la aparición del cristianismo e inclu­so un historiador como Nolte ha sabido observar, si bien de manera confusa, la autonomía del fenómeno guardista res­pecto a la forma religiosa cristiana. Los amigos de las Edizioni di Ar, con independencia de las intuiciones de Evola y de Nolte, han destacado diversos puntos en los cua­les el legionarismo manifiesta su proveniencia remota de tra­diciones no cristianas y nosotros aquí nos proponemos plan­tear tales puntos en un marco un poco más orgánico, desa­rrollando las observaciones de nuestros amigos e indicando otros elementos que contribuirán a vigorizar su hipótesis interpretativa.
En el opúsculo que acompaña al disco de cantos guardistas difundido por las Edizioni di Ar leemos (pág. 6): “Que hablar de continuidad entre tradiciones precristianas y doc­trina legionaria no es una fantasía nuestra, lo demuestra la enigmática presencia del símbolo del Arcángel en la icono­grafía del movimiento; más de dieciseis siglos antes tal sím­bolo aparecía en los rituales de los ambientes mitraístas que florecieron en el territorio de la actual Rumania.” En efecto, en el territorio de la Dacia romana floreció, antes de la cris­tianización, el mitraísmo, como lo prueban los descubrimien­tos arqueológicos que todavía hoy se efectúan desde Transilvania al Mar Negro; y en el mitraísmo el Arcángel representaba la entidad intermedia que transmite al miste la aureola gloriosa, el “eje” a través del cual desciende sobre el iniciado la “bendición” del dios. Véase, a tal respecto, la fór­mula propiciatoria del ritual mitríaco que se conserva en el Papyrus Anastasii, donde el Arcángel aparece justamente como el intermediario de la fuerza de Mitra. El Arcángel Miguel, arquéjeta de la Legión, no es pues sino una adapta­ción en forma cristiana de un principio que se manifestó en otras formas antes del cristianismo
En la experiencia legionaria los amigos de las Edizioni di Ar han reconocido un ejemplo de áscesis política, de militia, de acción guerrera concebida como acto ritual: y esto nos lleva una vez más al carácter de iniciación guerrera que fue propio del mitraísmo, en el que miles fue, entre otras cosas, el nombre de un grado iniciático de los misterios.
Y el principio de la militia vuelve como yihad en el ámbi­to de una forma tradicional que se ha manifestado en tiem­pos más recientes, el Islam, con el cual los rumanos tuvieron continuos contactos durante varios siglos. Es a esta tradición a la que podemos referir la distinción que hace Codreanu entre “las victorias sobre los hombres” y “las victorias sobre el diablo y sobre los pecados”, sobre el “judío que anida den­tro de nosotros”: es conocido el hadith que distingue la “gue­rra santa menor” (al-yihadu-l-asgharu) de la “guerra santa mayor” (al-yihádu-l-akbaru).
Con el aspecto interior se relaciona una práctica ascética seguida con regularidad por los legionarios, el ayuno, que entre ellos no tiene el significado de una maceración directa para “humillar la carne”, sino que es concebido más bien como una técnica de purificación apta para robustecer la totalidad de la persona; lo que puede hacer pensar, de nuevo, en el sentido del ayuno en el Islam, más que en el significa­do mortificatorio del ayuno cristiano.
También la oración, en el marco de la espiritualidad legionaria, no tiene tanto el valor de una imploración devocional, como ocurre en el cristianismo, cuanto de una recitación ritual a la que va conexa una potencia eficaz y operante. En el prefacio a la Cartilla del jefe de cuib (edición italiana), se dice: “La oración, en la enseñanza legionaria, es un magnífi­co acto de potencia que atrae irresistiblemente desde los cie­los las fuerzas misteriosas del mundo invisible, los espíritus de los antepasados; ‘Llámalas, atráelas con la potencia de tu espíritu y ellas [estas fuerzas] vendrán. Este modo de rezar, con el correspondiente poner el acento sobre la potencia, no revela ninguna languidez de damiselas, ningún sentimenta­lismo de tipo cristiano, sino que, al contrario, conecta con una forma regia de espiritualidad. El poder necesitante que Codreanu atribuye a la oración, donde vence a las energías ocultas y las obliga a intervenir, ha caracterizado toda forma heroica de la tradición regia: desde Plotino - para el cual la oración produce su efecto según una relación determinista - a Agrippa - según el cual las fuerzas astrales actúan sólo por un vínculo natural de necesidad - y al hermetismo en gene­ral, en el que se observa la ausencia de cualquier elemento ‘religioso’ o al menos extraño a la ley de causa y efecto.” Habría poco que añadir a todo esto; nos limitaremos a decir que el “poder necesitante” atribuido por el guardismo a la oración se halla implícito, de manera quizá más eviden­te aún, en el carácter mántrico de ciertos cantos legionarios. Sabido es que el canto tuvo, para Codreanu, una importan­cia fundamental, tanto que llegó a hacer de él uno de los elementos esenciales de la vida legionaria; y esto, segura­mente, porque el Capitán vió en el canto un medio de expre­sión de estados superiores del ser. Pues bien, hay cantos legio­narios en los cuales la repetición continua e incansable de una única y breve fórmula hace pensar en la recitación de un mantra hindú o de un dhikr islámico, como este:
Con nosotros está Dios, comprender oh pueblos e incli­naos, pues con nosotros está Dios.
Por último, nos detendremos en la doctrina legionaria del sacrificio, doctrina que, como se ha apuntado, “remonta a religiones mucho más antiguas que el cristianismo, en las cuales la inmolación de una víctima tenía el significado de una ofrenda a la divinidad, con el fin de honrarla y propi­ciarla” . En efecto, si el sacrificio cristiano es la misa, la cual con la eucaristía repite la encarnación del Verbo y actualiza la comunión de los fieles con el Redentor, el sacrificio legio­nario consiste en la repetición ritual del acto creativo de los orígenes, repetición ritual que tiende a impedir el agotarse de la energía sacra. El sacrificio legionario se explica a la luz de lo que Mircea Eliade, el cual perteneció a un cuib de la Legión, ha llamado la “teoría arcaica de la regeneración periódica de las fuerzas sacras”; el militante de la Guardia, sacrificándose a sí mismo “para regenerar la estirpe e impe­dir su desaparición”, no actúa por tanto como el sacerdote cristiano, sino como el hombre “arcáico”, como el hombre “tradicional”, aquél que repetía, “sacrificando, el acto crea­tivo que ha dado vida al mundo, a la vegetación, etc”.
* * *
Ha escrito Horia Sima en su Historia del movimiento legionario que Motza “superaba con mucho a los demás jefes legionarios. Era uno de los fundadores del movimiento y su más estrecho colaborador [de Codreanu]. En los momentos difíciles de la Legión y cuando la vida misma de Corneliu Codreanu se encontraba amenazada, Motza le ayudó en alma y cuerpo. Sus palabras eran escuchadas con respeto por los legionarios. Los enemigos le temían. Cualquier interven­ción de Motza tenía un efecto notable en el mundo político.
Cuando asumía la defensa del Capitán para replicar a un calumniador o para denunciar un complot contra su vida, todo el país prestaba atención. Los enemigos sabían que no se echaba nunca atrás una vez que había tomado una decisión y que, si declaraba algo, lo ponía en práctica.
Motza era un hombre de vasta cultura política, un brillan­te abogado y un pensador profundo. Sus escritos fueron pro­clamados, por el mismo Capitán, ‘doctrina legionaria’, o sea, de valor equiparable al de las obras del fundador.
Pero, por encima de sus méritos, Motza representaba algo incomparable para todo el Movimiento. Era un modelo, un ideal de hombre y de humanidad, en la realización más pura y completa. El ejemplo de Motza constituía la prueba elo­cuente de que Corneliu Codreanu no se había forjado falsas ilusiones proclamando, como objetivo de la Legión, la crea­ción de un ‘hombre nuevo’. Motza estaba junto a él para demostrar, con sus propias cualidades, con sus propias accio­nes, el éxito de la experiencia educativa de la Legión. El Capitán, apoyándose en él, sentía reforzarse su certeza inte­rior de que no se había equivocado, forjando el ‘hombre del sacrificio’. Disponía, desde el comienzo, de una energía que actuaba en conformidad con las leyes del nuevo organismo y podía ser propuesta como ejemplo a los miembros del mismo. Corneliu Codreanu contemplaba en Motza, en su vida teji­da de renuncias y sacrificios, el reflejo de la propia obra”.
En el fragmento que hemos transcrito, la figura de Motza cobra un doble relieve: por un lado, se nos aparece como un orientador del movimiento guardista tan importante como Codreanu, un elaborador de doctrina legionaria de valor semejante al propio Capitán; por otro, vemos en Motza, como en Codreanu, una prefiguración ejemplar de aquel hombre nuevo, aquel hombre del sacrificio al que la Legión se propuso dar forma.
Por lo que se refiere al primer aspecto de la figura de Motza, recordemos de nuevo que los escritos aquí traducidos constituyen tan sólo una parte de la obra de su autor, de la cual forman parte también, además de los artículos de las batallas periodísticas, disertaciones de doctrina política como la crítica desarrollada por Motza, con rigor que podemos calificar de científico, con respecto a la Sociedad de Naciones, así como traducciones de otros idiomas, como la versión rumana de los Protocolos de los Sabios de Sion, que ha llegado a ser instrumento considerable de la polémica antijudía. Sin embargo, Motza no es sólo un periodista y un teórico, sino que es también, como Codreanu, un guía espiri­tual, un inspirador, un jefe. Motza, escribe Nicolae Petrascu, “se convirtió en el más estrecho colaborador del Capitán y dio, más que cualquier otro legionario, su aportación a la edificación espiritual de nuestro Movimiento. En el proceso creativo de la existencia legionaria, el Capitán aparece como el autor de la fundición [colata] de esta obra: confiere a la Legión el perfil de la epopeya, junto con la visión profética. Motza interviene como un cincelador, un tallador minucioso, ya que inspira una parte del contenido interior de esta organización. De sus ideas, de su acción y de su vida se libera un conjunto de características que se convierten en rasgos esenciales de la vida legionaria”.
Además de ser co-fundador de la Legión, Ion Motza, hemos dicho, constituye un modelo de “hombre nuevo” en nada inferior al representado por el Capitán; antes bien, su realización de tal ideal - que para un legionario puede con­sistir en hacerse de lleno hombre del sacrificio - anticipa, en la cronología del martirio guardista, la operada por el mismo Codreanu, ya que el holocausto de Majadahonda precede en el tiempo al sacrificio de Táncábesti.
Según la doctrina legionaria, es necesario que haya un hombre nuevo para poder tener un nuevo Estado. El mili­tante debe “hacer la revolución ”, antes que nada, en su pro­pio interior: tiene que combatir la yihád mayor para poder empeñarse en la menor, tiene que vencer “el judío que lleva dentro de sí” para poder después depurar el ambiente en el que vive. De nada sirve cambiar las estructuras de la socie­dad, si los hombres siguen siendo los mismos que antes. E Ion Motza, manifestación viviente del tipo del hombre nuevo, tiene las ideas bien claras a este respecto. Rechaza la perspec­tiva de cambios puramente políticos y sociales (la instaura­ción del corporativismo, por ejemplo), ya que estos cambios no serían más que un traje nuevo para un hombre viejo, aun cuando los defensores de tales soluciones piensen que una nueva organización puede hacer renacer una nueva cultura. No es en una reforma de la organización política en lo que piensa Motza, sino en una profunda revolución cultural, en una gran conmoción espiritual: “se trata de algo más esen­cial: se trata DE CREAR en el pueblo este espíritu nuevo, se trata de hacer que manen las fuentes vivas de esta renova­ción espiritual, de levantar a las masas en la vibración única de una nueva fe, de una pulsación unánime de generosidad, de virtud y de solidaridad nacional”. Semejante obra de educación popular presupone la existencia de maestros ani­mados por el espíritu en el que se pretende informar la nación sobre la cual se actúa: es necesaria, en otras palabras, una vanguardia militante sostenida por un espíritu de total sacrificio, de abnegación heroica.
Esto es la élite legionaria: una escuela de pueblo. Y, como tal, sigue siendo un punto de referencia imprescindible para las minorías militantes de hoy, las cuales pueden sacar del ejemplo de la Guardia de Hierro y de su ética sublime inspi­ración y formación para su militia.

Ion Marii



PREFACIO

 

A este pueblo no le han bastado ni tus escritos ni tus sufrimientos, a los cuales ha asistido indiferente en el arco de 14 años.
Ahora has querido darle la prueba suprema: derramar tu sangre - tu sangre debilitada por los golpes, por la cárcel y por las persecuciones, en una tierra en la que toda tu juven­tud sólo ha conocido experiencias de este tipo, una tierra en la que se te ha tratado como un perturbador del orden públi­co y un atentador contra la seguridad del Estado rumano.
Y la has dado. La has dado de una manera que nos ha hecho estremecer. Estamos de rodillas y besamos tu frente de valiente y de mártir.
Al pueblo que no creyó en tí, le mandamos ahora de nuevo tu escrito, santificado, de aquí en adelante, con el sacrificio de tu sangre.
Si él no comprende ni siquiera ahora, nosotros estamos dispuestos, hasta el último hombre, al supremo sacrificio de la fe legionaria.
Estáte seguro y duerme tranquilo, Motza: los legionarios vencerán.

CORNELIU
Bucarest, 31 de enero de 1937