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Apología de la Barbarie

Ernst Jünger, Yukio Mishima y Ezra Pound desde una perspectiva disidente

José Luis Ontiveros

 

Apología de la Barbarie - Ernst Jünger, Yukio Mishima y Ezra Pound desde una perspectiva disidente - José Luis Ontiveros

204 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2020
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 600 pesos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Heidegger describe la época actual como la del tiempo de indigencia: "Es el tiempo de los dioses que han huido y del dios que vendrá", en esta circunstancia, con un estilo y una tradición cultural diferente, aparecen tres escritores: Ernst Jünger, Yukio Mishima y Ezra Pound que por caminos distintos anuncian el cierre de un ciclo y de una forma cultural agotada: la de la cultura racionalista y la civilización de la ciudad.
A su manera y con una personalidad propia, opuesta al igualitarismo y al colectivismo, cada uno de ellos desarrolla una apología de la barbarie. ¿Cómo un junker, partidario de la tradición (Jünger), un héroe y un esteta, el último samurai (Mishima), y el enemigo de la usura, forjador de los cantos, el trovatore moderno (Pound), se aproximan a la barbarie? ¿Cómo encarnan esa nueva barbarie? Los valores bárbaros, de acuerdo a Nietzsche, son aquellos que permanecen cargados de sentido y de vitalidad, separados de las abstracciones y de las justificaciones humanitarias, portadores de un para sí y de una acción incondicional. En parte corresponden a la descripción que Cioran hace del pensamiento reaccionario: "Esa idolatría de los comienzos, del paraíso ya realizado, esa obsesión por los orígenes es el signo distintivo del pensamiento reaccionario, o si se prefiere, tradicional".
José Luis Ontiveros es hoy, sin lugar a dudas, uno de los más importantes especialistas de la Metapolítica aplicada a la Literatura; y nadie mejor que él para encarar esta tarea analítica. Su capacidad para poder captar cuanto hay pleno de sentido, cargado de valores, y por ello mismo contrario al mundo moderno vacío y uniformizante, en autores tan distantes en tiempo y lugar pero cuya brillantez los ha hecho destacarse a pesar de ir a contramano de su ambiente, nos logra regalar este espléndido trabajo sobre estos tres gigantes de las letras, malditos de su tiempo, hombres de tal envergadura que los ha resguardado del velo que el discurso único intenta poner por sobre los disidentes.
La tarea realizada tiene un propósito oculto que ira develándose a lo largo de la lectura del libro: mostrar como los autores que estudió en profundidad, inician su lucha personal contra el vaciamiento del espíritu, mostrándonos que es posible romper el velo de ignorancia, de mediocridad, recuperando principios olvidados y a la vez, dando herramientas para acelerar el proceso de disolución, de entropía, de decadencia que se vive, para dar por finalizado la parodia de la modernidad, que dando muerte a Dios, creyó con ello perdurar mil años. Es la apología de la barbarie, el retorno de los brujos y de los guerreros. El último asalto a una ciudadela en ruinas, ausente de todo lo sagrado, embargados por una ilusión de progreso que ya nadie, habiendo visto el desierto, puede defender sin cuestionarse la meta final. Se proclama el final de una matrix, una ficción que duró más de lo debido.
Esta Barbarie es, además, material metapolítico cifrado, disidencia —¡que no resentimiento!— en medio de una zivilisation cansada, insaciable, policial…
Jünger, Mishima y Pound conforman la divina horda con que la nueva barbarie prepara su asalto. Sus armas son los cantos y el ser, su zona la del “nihilismo perfecto”. Sus adversarios los amantes de la fealdad, de la uniformidad, de la nivelación.

 

ÍNDICE


Estudio preliminar9
I - Nuestro guía en el desierto9
II - Literatura y Metapolítica12
III – El Anarca15
IV – Sobre la edición argentina de Apología de la Barbarie17
Ernst Jünger: La revuelta del anarca
I.- El lenguaje simbólico31
La polémica sobre el réprobo31
La trilogía del desarraigo34
Memorias de un “condottiero”36
El tambor de hojalata39
Los mitos solares41
Literatura y magia44
II.- La estancia sagrada47
Los signos ocultos47
La llave secreta49
El malestar de la cultura51
El ave Fénix54
III.- El anarca57
La revolución conservadora57
Alegría y nobleza antigua58
Amar la tragedia60
El destino soberano del ser62
IV.- De lo policíaco a lo metafísico65
Notas biográficas71
Yukio Mishima: La vía de la espada
I.- La escritura silenciosa83
El cedro en el corral83
Zen y vocación literaria86
La “Liga del Viento Divino”88
II.- El mito de la juventud91
Mishima y Montherlant91
Saber morir a tiempo92
Senilidad y belleza93
III.- El romanticismo Showä95
Entender a Mishima95
Influencia romántica96
Voluntad de destrucción97
Sociedad del Escudo y metapolítica99
Poema de despedida101
IV.- El ángel búdico103
El mar de la fertilidad103
Lo trágico y el superhombre105
El nihilismo activo106
Notas biográficas108
Ezra Pound: Los cantos y la usura
I.- Una revisión de Ezra Pound115
El poeta señero115
Quiebra de la identidad anglosajona117
II.- El último de los trovadores125
La línea de oro medieval125
El lenguaje de los pájaros126
La herejía y la locura128
Gnosis y gaya ciencia129
El “corazón herido”131
II miglior fabro132
III.- Usura135
Notas biográficas138
Julepe de menta y otros aperitivos
El secreto de la Pampa150
El ejército de los mártires154
El entusiasmo y la belleza158
Calmecac o nobleza del espíritu161
El feminicidio como una de las bellas artes165
1- En torno a un neologismo ginecocrático165
2.- Crisis de la liberación femenina167
3.- Destrucción posmoderna de la familia nuclear cristiana169
Harold Pinter, el noble anarca172
La desaparición de los libros175
El silencio luminoso de Juan Rulfo185
José Saramago y la muerte céltica190
Tesis de Salazar Mallén.194
Prostitución de la política194
Pensamiento único.196
Tiranía mediática196
No responde a las exigencias sociales198
Me importa un carajo la democracia198
Antología de comentarios sobre la obra ontivérica200

Estudio preliminar. Por Juan Manuel Garayalde

 

I - Nuestro guía en el desierto
De todos los elementos con que cuenta el ser humano, para diferenciarse y reconocerse al mismo tiempo como parte de un todo, es el lenguaje el instrumento universal por excelencia. El desarrollo de la inteligencia y del lenguaje esta determinado por la interacción que el sujeto tiene con el medio social. El lenguaje en sí, es una manera de interpretar el mundo, de ahí la importancia de preservarlo, ya que es la memoria ancestral de una estirpe, su sello espiritual y su concepción de la vida, la muerte y el amor, los temas fundamentales de la literatura. Si dentro de un marco mas amplio vemos a las diferentes culturas, nos encontramos que existen puntos de contacto en sus orígenes entre ellas, como bien expresa Mircea Eliade en La prueba del laberinto: “(...) mi objetivo consistía únicamente en hacer inteligible al mundo moderno -lo mismo occidental que oriental, a la India lo mismo que a Tokio o a París- unas creencias religiosas y filosóficas poco conocidas o mal comentadas.” Sin embargo, el mundo exteriormente se muestra fragmentado. Grandes abismos separan diversas civilizaciones a través del lenguaje, la religión, su institucionalización política y social, etc. A pesar de ello, existen personas que son capaces de ver en la profundidad de las diferencias un código en común a través del cual, diferentes individuos en distintos lugares del mundo, piensan, sienten y se expresan de manera similar: las mismas alegrías, dudas, miedos, expectativas, siendo la literatura una forma universal de expresar las tradiciones y las transformaciones de las mismas reflejadas a través de las vivencias de los pueblos a lo largo de la historia.
El escritor mexicano José Luis Ontiveros, es uno de esos casos especiales en la literatura del mundo contemporáneo. Uno de sus primeros escritos que atrajo la atención de los lectores latinoamericanos fue su trabajo Aproximaciones a Yamato, los escritores mexicanos y Japón (1989) donde “una literatura se atreve a soñar a otra y tratar de develar su misterio”. Dos culturas frente a frente, interactuando; un único dialogo espiritual que termina fusionándolas en un mundo que algunos pocos llegan a percibir sino es por la tarea de estos guías de la espiritualidad de los pueblos como lo es José Luis Ontiveros (JLO).
En el libro que presentamos, el escritor nos introduce en el mundo de tres pensadores: un alemán (Ernst Jünger), un japonés (Yukio Mishima) y un estadounidense (Ezra Pound), que al parecer no poseen nada en común tratándose de escritores que han vivido a miles de kilómetros entre sí, en distintas naciones, con diferentes procesos históricos, idioma y tradiciones. Sin embargo, el escritor mexicano ha sabido hallar en la profundidad de las aguas la serenidad necesaria para mirar, en medio de la tempestad babilónica de las naciones.
Su estudio abarca numerosos temas que están instalados en el mundo actual, pero que muchos bajo un velo de ignorancia, de felicidad forzada para evitar el vaciamiento del ser, escapa a afrontar una realidad, donde uno al abrir los ojos, se encuentra caminando hacia un oscuro precipicio que devora a quienes no alcanzaron a descubrir el propósito superior de sus vidas. Descifrarlo, es poder contemplar en el presente el desierto que los rodea y actuar en consecuencia.
Los tres escritores que analiza JLO tuvieron su temporada en el infierno: vivieron bajo el siglo de las guerras, y fueron más allá del simple azar, protagonistas de su tiempo a contracorriente. Tiempo de caos, decepciones, traiciones, lo mejor y lo peor del alma humana manifestados en los campos de batalla que envolvió a varios continentes y océanos. Una cicatriz que la Gaia, la tierra madre, no olvida.
Dentro de este panorama desolador, ellos pudieron serenar su espíritu para emprender su lucha contra el desierto que se extendía, el nihilismo que se apoderaba de los sobrevivientes una vez que el humo de la pólvora de disipó, según la frase profética de Nietzsche, en que Ontiveros abreva, como uno de sus más significativos maestros: “el desierto crece, ¡ay de aquel que lleva el desierto en su corazón!”
La tarea realizada tiene un propósito oculto que ira develándose a lo largo de la lectura del libro: mostrar como los autores que estudió en profundidad, inician su lucha personal contra el vaciamiento del espíritu, mostrándonos que es posible romper el velo de ignorancia, de mediocridad, recuperando principios olvidados y a la vez, dando herramientas para acelerar el proceso de disolución, de entropía, de decadencia que se vive, para dar por finalizado la parodia de la modernidad, que dando muerte a Dios, creyó con ello perdurar mil años. Es la apología de la barbarie, el retorno de los brujos y de los guerreros. El último asalto a una ciudadela en ruinas, ausente de todo lo sagrado, embargados por una ilusión de progreso que ya nadie, habiendo visto el desierto, puede defender sin cuestionarse la meta final. Se proclama el final de una matrix, una ficción que duró más de lo debido.
No podemos evitar hacer una comparación con la literatura argentina. El debate entre la civilización y la barbarie aunque parece un tema superado, es sin embargo un llamado de atención a los que creen tener el poder de dirigir eternamente los destinos de este país con pilares corroídos por la mentira y una ambición desmedida que se contrapone al alma de la nación. En las tierras de Argentum, el espíritu del Martín Fierro está vivo, esperando su oportunidad para retornar definitivamente de la frontera. Reunirá bajo su mando un malón de disidentes y dará por concluida una comedia de civilización que en vísperas del bicentenario de la Revolución de Mayo, dejará a la luz un país que pareciera haber soportado una infernal guerra de continuo saqueo material y espiritual.
II - Literatura y Metapolítica
La Política es pensamiento, análisis y acción, y la Ciencia Política actual ha perdido la unidad de los tres conceptos: se convirtió en un saber técnico, estadístico, extremadamente cientificista, auto-limitativo, que no se atreve a trascender el marco conceptual desde el cual desarrolla sus herramientas metodológicas cerrando el camino al pensamiento libre, creador. Ajustadamente, se reacciona ante los males que surgen. Más grave aún: no se atreve a pensar más allá de los desafíos que dentro de los sistemas políticos se presentan como incógnitas. Se termina optando por un “mal menor” sin osar abrir una brecha en el sistema institucional sea de izquierda o de derecha, sea democrático o autoritario. En el presente, las instituciones se desbordan, los grupos de interés salen a las calles transgrediendo la Ley. Los medios de comunicación con una actitud “sensible” apoya las reivindicaciones por lo que las leyes o políticas cambian a consecuencia de las reacciones de la sociedad, y no por un pensamiento prospectivo. Aparece, así, el político “profesional”, que ya no sueña con un país diferente. Es un simple plomero que trata de arreglar las cañerías de un edificio en peligro de derrumbe.
En los años ´90, dentro del mundo de habla hispana, comenzó a impulsarse, principalmente en México y en Chile a través de la publicación Ciudad de los Césares, la Metapolítica. Esta disciplina intenta unir nuevamente los tres conceptos enunciados al comienzo, haciendo hincapié fundamentalmente en el pensamiento. Su crítica a la Ciencia Política radica en que desistió en no ambicionar nada más allá de lo que hay, puesto que era un medio más seguro de no fracasar. Había que gobernar, responder a las demandas, y pensar en las nuevas elecciones para perpetuarse en el poder. Ser mediocres, enterrando los sueños, ilusiones, y hasta las utopías que todavía nos daban esperanzas de cambio, aceptando de hecho la dystopía, el desengaño de los llamados “principios inmortales” y el tótem del progreso ininterrumpido, en cuanto reducir la vida a términos unidimensionalmente materialistas, de competencia, mercado, status, lo que es propiamente antipolítica.
Dejaron que el tiempo pasara, pero la realidad ha desgastado todo. La Metapolítica propone, entonces, discutir sobre teoría política, filosofía, literatura, historia, tecnología, en todo aquello que rodea las aspiraciones de los Hombres, puesto son ciencias, artes y disciplinas componentes de una sociedad que involucra al Estado, y por lo tanto, tienen incidencia en lo político. De allí debe entonces surgir una elite que piense a futuro, y esta no involucra solamente a la dirigencia política, sino a los filósofos, a los científicos, a los empresarios, a los educadores, a los escritores ....
José Luis Ontiveros es hoy sin lugar a dudas, uno de los mas importantes especialistas de la Metapolítica aplicada a la Literatura; y no hay mejor persona para encarar esta tarea analítica que un escritor consumado. Ha continuado la magna labor de uno de sus maestros y amigos, el gran escritor rumano Vintila Horia, con su Introducción a la literatura del siglo XX, genuina aportación a una epistemología literaria, mediante relatos de gran profundidad como La Treta de los Signos (1986), Cíbola (1990), y El Húsar Negro (1999), Ontiveros ha logrado captar la atención de un público cansado de tener que soportar regularmente un bombardeo mediático de best seller de escritores con una narrativa infantilista, poco profundos, regularmente plagada de inexactitudes, algunos con escándalos de plagios y otros llegando a la coronación hollywoodense, que es la procesión final del carnaval perpetuo, al que hace referencia René Guénon. Desde hace años, el escritor mexicano participa con sus escritos en la publicación chilena Ciudad de los Césares con mas de 17 años de trayectoria, y con una destacada presencia en el Cono Sur difundiendo y analizando los procesos de cambio socio-políticos y la cultura y literatura alternativa.
Los críticos literarios de José Luis Ontiveros se concentran especialmente en una de sus obras mas logradas: la novela El Hotel de las Cuatro Estaciones. En este libro memorable, logra recrear la historia oculta, esotérica, de uno de los movimientos políticos mas diabolizados de la historia moderna, como lo fue el Nacional-Socialismo. Dicha novela tuvo destacados comentarios en cuanto a su narrativa (cercano a un Borges según algunos críticos, en que destaca el valioso escritor mexicano, René Avilés Fabila) y rechazos pudorosos en cuanto a la temática tratada, a pesar que la misma sea algo que, por ejemplo, en la Argentina, ha sido abordada por otro escritor significativo como Abel Posse (El Viajero de Agartha de 1989, y Los Demonios Ocultos publicado en 1987). Esto nos da pié para introducirnos en el pensamiento polémico de José Luis Ontiveros, lo que nos permite a manera de una guía de conocimiento acerca del sentido del libro que presentamos: Apología de la Barbarie.

III – El Anarca
El escritor José Luis Ontiveros pertenece a una estirpe de hombres poco común: es el Gran Hereje, el anarca.
En un mundo en ruinas, donde los dogmas pretenden exprimir la realidad como una cápsula de morfina, surgen hombres que se ubican fuera de la historia. Asumen un idealismo mágico que lo hace por un lado reconocer lo bueno y lo bello de cualquier tipo de ideología, sea de derecha, izquierda, centro o lo que se invente, y por otro lado, rechazar cuando un dogma moderno quiere determinarnos como pensar y actuar rechazando la creencia básica del igualitarismo y su secularización como religión laica moderna. Ontiveros ha señalado la necesaria revisión de esta forma oculta de totalitarismo estudiando las diversas formas encubiertas bajo las cuales se manifiesta.
Una de las esquizofrenias de la modernidad, es querer encasillar a una persona ideológicamente, imponiéndole una creencia desde el cual estaría él pensando o siendo influido. Pero, ¿qué ocurre cuando una persona hace un comentario positivo de, por ejemplo, el espíritu europeísta de las Waffen SS (superación del pan-germanismo racista rosenberiano) y al mismo tiempo alaba la mística guerrera de un “Che” Guevara?. ¿Cómo lo encasillamos? .. ¿En qué ideología, religión, cuadro de fútbol, o lo que sea debemos encuadrarlo?. ¿En cual de todos los “ismos” esta ubicado?. En ninguno. El anarca tiene su propia ley; ni siquiera es un anarquismo (otro “ismo”), puesto que este sueña con la utopía; en tanto que el anarca vive como un anarca, cree en lo Sagrado, mediante el mito que es irreductible a la razón. Para él, sólo los principios que rigen su espíritu es lo que vale, y donde vea que esos se materializan, entonces los reconoce como propios. Puede así ver en las Waffen SS una juventud que soñó con un mundo mejor a pesar de toda la condena posterior que cayó sobre el III Reich. Por otro lado, veremos que Ontiveros rescata el espíritu de lucha de las izquierdas, que también, lejos de los dogmatismos soñaron con terminar gobiernos corruptos, con fines predominantemente materialistas que envolvían al mundo en guerras por el reparto de las áreas de influencia económicas. Su obra rescata a pensadores como Ernst von Salomón, -del que prepara un libro sumamente interesante por ser un gran escritor y un condottieri muy poco conocido, de la línea nacional-bolchevique-, Ernst Jünger, quien también comulgaría con esta tendencia y quien fuese un amigo entrañable de von Salomón. De esta forma, surge una nueva actitud al estudiar principalmente con autores que lograron escapar de ideologías que terminan atrofiando las mentes, esclavizándolos y finalmente, encaminados a hacer cosas que en un principio no se habían manifestado: el misterio de la muerte del alma del escritor, cuando se traiciona a sí mismo. Reivindicará escritores como Raúl Salazar Mallén, José Saramago y Harold Pinter, que especialmente aborda en los artículos que aparecen al final del presente libro.
Ontiveros, el Gran Hereje, también hace su crítica a la Democracia. Con una serie de punzantes artículos seleccionados, desde diferentes puntos de vista nos hace una autopsia de un sistema que vive su etapa de agonía, a consecuencia de no poder resolver los problemas de la sociedad contemporánea; siendo día a día desbordado con mayores y mas preocupantes problemáticas sociales, corriendo por detrás una Ciencia Política que –reiteramos- reacciona antes que plantear una nueva partida. Por otro lado, el sustento filosófico de la Democracia posee un aroma rancio y expuesto directamente a la burla. Sencillamente, se torna cómico ver como desde las instituciones educativas se alaba y rescata a los pensadores de Grecia, Roma u otras civilizaciones antiguas, cuando sus filósofos eran absolutamente contrarios a lo que hoy es en la realidad la democracia moderna. La hipocresía es colosal. Aquí vale citar a nuestro cómico mordaz, Enrique Pinti, que en su Salsa Criolla al hablar del significado de la democracia (el “gobierno del pueblo”) decía tratando risueñamente de tranquilizar a sus oyentes: “no se preocupen, el pueblo nunca gobernó en su puta vida”.
El anarca llama a volver a pensar, atreverse a pensar, a ser nuevamente creadores de nuevas estructuras políticas. Debe volver a unirse el pensamiento, el análisis y la acción. No puede la civilización actual “terminar” la historia con la muerte de las ideologías (Francis Fukuyama), dejando al sistema democrático como el “mal menor” –según el gran politólogo como Giovanni Sartori-, desbordado por donde se lo mire.
¿Acaso escucharemos al anarca, o dejaremos que la agonía sea interminable, hasta que sea un bárbaro quien tome a su cargo la responsabilidad de romper la presa que detiene el espíritu creador del Hombre?.
IV – Sobre la edición argentina de Apología de la Barbarie
El libro que presentamos, fue editado por primera vez por la Universidad Autónoma Metropolitana de México en 1987, en la colección Molinos de Viento Nro. 48. Posteriormente, editado por la española Barbarroja en su colección Disidencias en 1992. Cabe destacar que se realizó una traducción al portugués, Apología da Barbarie, Huguin Editores, Portugal 1997. Finalmente, la edición para la Argentina a diferencia de las anteriores, agrega una sección especial denominada Julepe de Menta y otros aperitivos. En homenaje a Ernesto Giménez Caballero, Ge Cé.
El escritor español, Giménez Caballero (1899-1988), es considerado por José Luis Ontiveros como su mentor metafísico, con el cual comparte una posición insular en la que uno esta fuera del mundo. Habiendo sido Ge Cé el primero en haber escrito una novela surrealista en castellano titulada Yo, inspector de alcantarillas, causó revuelo por su escrito juvenil Notas marruecas de un soldado (1923) que se convirtió en un éxito editorial al hablar del fracaso de la colonización de su país en Marruecos, que le costó una temporada poco placentera en una prisión militar. Lo mas destacable de este escritor fue su impulso por estrechar las relaciones entre los pueblos hermanos de España, Portugal y las naciones hispanoamericanas. Por su extensa obra literaria recibió varios premios entre los que puede mencionarse el haber ganado dos veces el Premio Nacional de la Literatura de España.
Los escritos seleccionados al final del libro, han sido publicados en diferentes suplementos culturales de México, España y Chile, otros son inéditos. Destacamos entre ellos cuatro artículos del Robinsón Literario, un personaje de ficción ontiverico inspirado en Giménez Caballero. Haciendo un poco de historia de ese genial escritor español, este logró reunió en La Gaceta Literaria (1927) a Ernest Hemingway, James Joyce, Ezra Pound, Ramón Menéndez Pidal, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Pablo Neruda, Gabriela Mistral y una lista interminable de escritores de gran reconocimiento dentro de la literatura y poesía del siglo XX. Posteriormente, ya en vísperas de la Guerra Civil Española, Ernesto Giménez Caballero lanzó su Robinsón Literario de España (1931) del cual sólo salieron seis número íntegramente redactados por su fundador. El personaje Robinsón trata de ser un esfuerzo por mantener la autonomía del espíritu en una atmósfera asfixiante, pre-estallido bélico, de “premonición de la guerra civil” (Salvador Dalí), tratando de mantener la imaginación y la creatividad fuera de los odios, fobias e ideologías en pugna que las fuerzas políticas polarizadas de España, terminarían por desencadenar la locura de la guerra civil. Inspirado en la obra literaria de Ge Cé, José Luis Ontiveros creará su Robinsón Literario que por más de diez años ininterrumpidos ha volcado sobre diversas publicaciones culturales del mundo de habla hispana. De esos escritos, hemos seleccionado cuatro que nos parece relevantes, fundamentalmente el primero, donde nuestro escritor lleva su Robinsón a las pulperías de la campaña de Buenos Aires en vísperas de una guerra contra el invasor extranjero. Una edición completa de una selección de esta columna literaria fue publicada en el 2007, en España bajo el simbólico nombre de Robinsón Literario: el combate de los solitarios (Ediciones Nueva República, Barcelona, España) tanto para los lectores españoles como hispanoamericanos.
En el capítulo final que se incorpora a la obra, se abordan personalidades que José Luis Ontiveros destaca en el ámbito de la literatura contemporánea. Harold Pinter y José Saramago, ambos escritores considerados de izquierda, poseen un atractivo particular para el escritor mexicano en cuanto a su aporte a las letras y a la relevancia metapolítica de los escritos. Pinter cercano al pensamiento de Ezra Pound, en cuanto a su visión de crítica a la usurocracia y el capitalismo, presenta un espíritu rebelde a pesar de los galardones recibidos por su obra. Por su parte, José Saramago, comparte con Pinter la crítica a los recientes conflictos bélicos que tienen como escenario al Medio Oriente-Asia Central, y a los Estados Unidos como el principal agente desestabilizador. Ambos autores con sus opiniones pueden descolocar a cualquier incauto que busque un pensamiento “políticamente correcto”. Otro autor abordado es Juan Rulfo, cuya obra la considera un símbolo de la literatura del México profundo, elogiada muy emotivamente por Gabriel García Márquez, siendo esta una oportunidad para él lector de indagar más sobre este autor para muchos desconocido que nos hace recordar Ontiveros. Juan Rulfo con Juan José Arreola, serían una influencia determinante en la formación del escritor mexicano; de igual manera, René Avilés Fabila, amigo entrañable de Ontiveros y ex miembro del Partido Comunista Mexicano, con una obra literaria de las más significativas actualmente en México.
Finalmente, un escritor que tuvo una gran influencia sobre la obra ontivérica fue Rubén Salazar Mallén, el proscrito de los contemporáneos, que fue parte importante de la generación de los años ´30 del siglo XX que en México dieron un impulso a una nueva literatura que para entonces se hallaba estancada bajo las secuelas de la revolución mexicana. José Luis Ontiveros le rindió su particular homenaje con su libro Rubén Salazar Mallén y lo mexicano. Reflexiones sobre el neocolonialismo (2002). Asimismo, el escritor mexicano René Avilés Fabila, en la presentación del libro, expresaba que Salazar Mallén era un “distinguido escritor, un aguerrido periodista y un excelente profesor de ciencias políticas” a lo que agrega: “Creo que lo hemos olvidado porque era un intelectual y un artista incómodo. Nos recordaba mucho nuestros vicios y defectos en un país donde se busca el éxito a cualquier precio y en donde se ofende y se arremete sin provocación”. Salazar Mallén nos hace recordar a otro escritor de la región Austral, Leopoldo Lugones, puesto que en diferentes momentos de su vida estuvo cercano a ideologías como el anarquismo, comunismo y fascismo, pero conservando siempre un espíritu anarca por sobre todas las cosas, dispuesto a oponerse sin temor a cualquier tiranía que intentara destruir la libertad interior del hombre.
En el resto de los artículos seleccionados es donde se rebela con mayor intensidad el espíritu anarca más desafiante del escritor mexicano. Al leerlos, no se puede evitar hacer una comparación con otro famoso anarca del siglo XX: Salvador Dalí. Este artista ha sido un ejemplo de lo que hemos relatado aquí en esta introducción: se lo consideró en su tiempo comunista, anarquista y finalmente fascista, no siendo adherente de ninguna de todas estas ideologías. Su alma jamás fue aprisionada. Supo estar “mas allá del bien y del mal”, escandalizando en épocas profundamente intolerantes en que las personas no dudaban en extraer un arma y abatir a un supuesto rival ideológico. Una de sus anécdotas mas conocidas que se recuerdan, es que habiendo terminado un encuentro republicano en España, ingresó Salvador Dalí con un amigo, portando la bandera alemana, y el segundo la bandera del soviet, para luego patear la mesa de expositores y comenzar a dar discursos fuera de la comprensión de los asistentes que no daban crédito a lo que oían, desencajados y confusos.
Siendo un surrealista, muchos de los que compartieron esa corriente cultural, terminaron absorbidos y enfrentados entre ideologías de derecha e izquierda. Dalí se puso por encima de ello llegando a elogiar a un Stalin por su carácter de hierro, hasta a un Hitler por su atractivo sexual, pero nunca dejándose extasiarse por los dogmas paralizantes de las ideologías totalitarias.
El escritor mexicano, como Salvador Dalí, está más allá de cualquier esfuerzo de catalogar ideológicamente su pensamiento. Hacerlo es un error de la bendita grey de los idiotas que proclamaba Unamuno. Es no terminar de entender el espíritu que conduce al anarca, y eso suele desesperar a muchos hasta la locura.
Finalmente, esta obra tiene un significado valedero para las naciones del cono sur. En tanto el escrito de Ontiveros une a tres pensadores en una obra, la parte final de lo presentado tiene como propósito enlazar también otras regiones: una civilización del Ser, Aztlán con sus antiguos Imperios Solares, inmersos en la unidad trascendente de las tradiciones y la región Austral, la del Devenir, la tierra de los malones y de anarcas como el Martín Fierro que rechazó vivir bajo una civilización que comenzaba a oprimirlo, sofocarlo. Ambas regiones unidas bajo el símbolo del atl-tlachinolli, la guerra sagrada que ilustra nuestra portada, y que llama a la unidad de las naciones, un Eje Norte-Sur, Aztlán-Austral que logre despertar del letargo a las generaciones de americanos que han de restaurar el destino de grandeza de esta tierra. Como decía Dalí, se busca aristocratizar el proletariado, devolver a los hombres el espíritu creador, rescatarlos del empequeñecimiento del Ser.

Buenos Aires, abril de 2008

Apología a la barbarie

 

Heidegger describe la época actual como la del tiempo de indigencia: “Es el tiempo de los dioses que han huido y del dios que vendrá”, en esta circunstancia con un estilo y una tradición cultural diferente, aparecen tres escritores: Ernst Jünger, Yukio Mishima y Ezra Pound que por caminos distintos anuncian el cierre de un ciclo y de una forma cultural agotada: la de la cultura racionalista y la civilización de la ciudad.
A su manera y con una personalidad propia, opuesta al igualitarismo y al colectivismo, cada uno de ellos desarrolla una apología de la barbarie. ¿Cómo un junker, partidario de la tradición (Jünger), un héroe y un esteta (Mishima), y el enemigo de la usura, forjador de los cantos (Pound), se aproximan a la barbarie? ¿Cómo encarnan esa nueva barbarie? Los valores bárbaros de acuerdo a Nietzsche son aquellos que permanecen cargados de sentido y de vitalidad, separados de las abstracciones y de las justificaciones humanitarias, portadores de un para sí y de una acción incondicional. En parte corresponden a la descripción que Cioran hace del pensamiento reaccionario: “Esa idolatría de los comienzos, del paraíso ya realizado, esa obsesión por los orígenes es el signo distintivo del pensamiento reaccionario, o si se prefiere, tradicional”.
Los tres escritores han tenido el atrevimiento de reaccionar contra su circunstancia, mas su afirmación no consiste en una respuesta reactiva, se propone remontar el tiempo en que surge, crear valores y rebasar los existentes. En este sentido Jünger, Mishima y Pound representan un claro desafío a la rebelión de las masas, a la lógica del poder burgués y al conocimiento materialista.
Por senderos distintos, en la experimentación existencial y artística de vías de realización diferentes buscan por la voluntad de Poder, hallar la voluntad del Origen. El itinerario de la “pregunta por el Origen”, significa el retorno a las fuentes, la marcha hacia lo primigenio, el encuentro con la raíz. Jünger concebirá la figura del trabajador, del guerrero y del anarca. Mishima revitalizará la tradición samurai. Pound tratará de poetizar la política. Por ahora no juzgo el sentido de esos fines ni la idoneidad de sus propósitos.
Apología de la barbarie o clausura de la actual civilización: “Yo simplemente quiero otra civilización” (Ezra Pound). Esa apología ha sido descrita por el español Isidro Juan Palacios como el opio de la ciudad, el estado de postración de la “masa de los durmientes”, que en las torres ciclópeas de las grandes ciudades hacinan su existencia nómada y desarraigada, en la senectud de la civilización: “Es tarde para que prenda en la sociedad contemporánea la alarma, pues los habitantes de la urbe están —cercana ya la noche— demasiado despreocupados y con escasísima vigilancia, preparando la nueva fiesta de la ociosidad absoluta, de la fiesta sin entraña, de la servidumbre del placer indomado: la última etapa de la decadencia que precede al derrumbe... y a la instauración de lo nuevo”.
Trataré de matizar brevemente esa revuelta contra el mundo moderno que representa las vidas y las obras de Jünger, Mishima y Pound. Jünger se propondrá superar el nihilismo como el “estado normal de la humanidad” a través del nihilismo activo. Su participación en las dos guerras mundiales, como su actividad en los “cuerpos francos” de la entreguerra, postularán por el “dominio y la forma” el abatimiento de la civilización producto del Siglo de las Luces y de la mentalidad cientificista del siglo XIX, esa aspiración se plasmará en el intento de “dotar de sentido” a la figura del trabajador. El trabajador comprendido como una manifestación articulada del soldado y del técnico, que según Heidegger proporcionaba “una forma” a Zaratustra. Sin embargo el trabajador como operario de una obra épica y colectiva no tiene sentido en una edad en que la guerra ha dejado de tener una relación orgánica con el hombre, y en que el mismo héroe es de acuerdo a Hegel un “simple funcionario del Espíritu Absoluto”. El trabajador, deberá entonces ser reemplazado por el anarca. La apología de la barbarie se expresará en el dar la espalda a lo social, en habitar la soledad del bosque, en renunciar a la salvación de los otros. El anarca es por excelencia el nuevo bárbaro que no reconoce su misión a las órdenes, a las banderas, a los regimientos. El anarca muchas veces vive en la ciudad pero su existencia está separada de la masa. Su vida se revela como una poética de la destrucción y de los instantes privilegiados.
Mishima, por su parte, afirmará dos caminos: el de las letras y el de la acción. En la vía de la literatura se manifiesta el ser femenino, que sólo pasivamente puede actuar en el mundo. Ese contemplar la realidad sin penetrarla es advertido como “un hablar y decir”, un simple juego de palabras, que remite a la idea de Hölderlin de la poesía como “la más inocente de todas las ocupaciones”. Mishima exigirá al mundo de sueños de la literatura la facultad de la decisión. Su ser se rebelará contra lo inofensivo: querrá preparar su cuerpo para asumir el poder de la acción. El esteta Mishima, de un palacio rococó, extasiado en la imagen del martirio de San Sebastián tendrá que “hacer de su propia vida una obra de arte” (Yukio Mishima). Ese deseo lo encontrará paradójicamente en otra de las caracterizaciones de la poesía como “el más peligroso de los bienes”. Mishima vencerá el tiempo de indigencia —en que los dioses se han retirado— con su propio sacrificio. Romperá el falso respeto de una paz permanente impuesta por los aliados y la civilización occidental a Japón al término de la segunda guerra mundial. La palabra de Mishima, dejará de ser una diversión inocua, una negación de la decisión, una apuesta desfalleciente a la perennidad. Mishima asumirá el credo de la Yomeigaku, de la doctrina de la acción: “Saber y no actuar es no conocer”. Para vencer la “noche del mundo” se abismará, correrá el peligro de perder el ser, vivirá con su seppuku o sacrificio ritual el máximo riesgo de la palabra. Tendrá la audacia inaudita de realizar un acto de valor incondicional en un mundo en que impera la cobardía: el no confrontar el ser, la raza de los hombres en fuga.
Pound vivirá en dos vertientes la apología de la barbarie. Se revelará contra el ambiente académico y la concepción de la poesía como un decir que no es responsable de la acción de la usura. Así criticará una y otra vez, la educación universitaria como una transmisión muerta de conocimiento. La función social del escritor consistirá en escribir bien, con la máxima precisión y con economía en los términos. Esa función social debe estar unida a la ética: de ahí que Confucio recomendara a sus discípulos la lectura de las Odas para la perfección de su carácter. La poesía expresa un conocimiento exigente y una civilización tiene la poesía que se merece. Mas la poesía debe ser hablada y escrita en una realidad en que impera neschek, la usura corrosiva. La usura afecta no sólo la vida económica de los hombres sino la manera de pintar un cuadro, de comprender una lectura, de escribir un libro. Si el demonio de la política, según Max Weber, hace perder el alma, resulta necesario poetizar la política. Poetizar el limo para acuñar la forma. Forjar el canto para que cada quien cumpla su papel y reine la “armonía”. Aun cuando ese poetizar ese responder por la belleza del ser se derrumbe ante el orden operístico del milenarismo fascista y valga ser internado en un manicomio.
Jünger, Mishima y Pound conforman la divina horda con que la nueva barbarie prepara su asalto. Sus armas son los cantos y el ser, su zona la del “nihilismo perfecto”. Sus adversarios los amantes de la fealdad, de la uniformidad, de la nivelación.
Ahora bien, ¿esa barbarie a dónde conduce?, ¿por qué es necesario en la postmodernidad referirse a ella? Si pueden objetarse cada uno de los senderos escogidos por estos escritores, su decisión de revertir la circunstancia, de no permanecer esclavos de los criterios de su época indica un problema más profundo que la “inadaptación”, la “egolatría del artista”, el “individualismo pequeño-burgués”, o cualquiera otras de las figuras con que el hombre moderno, alejado de la metafísica, procede a digerir la disidencia de los artistas, que hoy deben cumplir la misión del vagabundo, del filibustero, del aventurero en una sociedad secularizada, cuya estructura se finca en la negación del mito y de la aventura.
La postmodernidad no sólo quebranta la fe dogmática en el progreso y la evolución lineal que caracteriza el ser moderno, se pone asimismo de manifiesto el eclipse del intelectual orgánico, partidista y militante. Ni Jünger ni Mishima ni Pound entregaron su conciencia personal a un sistema único de ideas, a un monismo mesiánico o a una estructura burocrática. Jünger se mantuvo distante del nacional-socialismo alemán, y fue el primer novelista que lo criticó en lo que representaba de revolución plebeya y promiscua en su texto Sobre los acantilados de mármol. Mishima se opuso a la derecha liberal japonesa defensora de la “paz perpetua” y del “crecimiento capitalista”. Pound fue considerado siempre un extravagante por los burócratas fascistas y nunca aceptó ser una voz partidaria.
La postmodernidad que Octavio Paz ha estudiado en lo que significa de “desengaño” sobre las certidumbres de la modernidad, tiene quizá una virtualidad inexplorada: la del surgimiento de un intelectual distinto al del “arte por el arte”, y diferente, también, del intelectual misionero y proselitista. Ese intelectual que no cree en el Estado, que permanece al mismo tiempo independiente de la sociedad civil, es por principio un bárbaro, un ser desmesurado, cuyo tipo aún no ha sido definido, ya que subvierte la normalidad racional y la función del intérprete de lo social.
La desmesura del intelectual que parece emerger en la pleamar de la modernidad, no tiene relación directa con el ideal romántico, o con la fiebre dionisíaca. Esa desmesura es contradictoriamente serena. Obedece a un rebasamiento de los puntos de referencia modernos: democracia, ciencia, felicidad. El frágil equilibrio con que la sociedad ha tratado de marcar los cauces de la inteligencia se encuentra en crisis. El intelectual no puede teorizar más sobre las utopías, éstas se han transformado en catástrofes o en cementerios. Le está negada de antemano la posibilidad de la reforma altruista, y la razón del Estado ha petrificado a las revoluciones. El intelectual —desconcertado— no sólo observa la invasión de las masas sino la masificación del poder: el intelectual es absorbido y devorado por el poder de la sociedad moderna, se transforma en un objeto de la razón calculador.
La apología de la barbarie se refiere a ese agotamiento, y al tipo de un nuevo intelectual cuyo rango esencial es probable que sea su misma atipicidad. Jünger, Mishima y Pound andan sobre esa línea, en que el pasado reciente se desmorona y no aparece aún la claridad del día. Su barbarie ha soportado la historia aunque los políticos crean que ellos la han dirigido, representan la palabra que recobra la facultad de decidir en el tiempo de indigencia, tiempo de postmodernidad en que debemos resolver “si nos prometemos a los dioses o nos negamos a ellos”.