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Motivos del revisionismo y antirrevisionismo histórico

El revisionismo histórico, y Las desviaciones del Dr. José Ma. Rosa

Pedro de Paoli

 

Motivos del revisionismo y antirrevisionismo histórico - El revisionismo histórico, y Las desviaciones del Dr. José Ma. Rosa - Pedro de Paoli

88 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2020
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 390 pesos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Si hoy rescatamos a Pedro de Paoli como uno de los máximos referentes del revisionismo histórico argentino es porque creemos que nadie como él ha podido penetrar en la esencia de lo que es esta lucha por la historia Patria.
Como queda claro en los trabajos que aquí presentamos, de Paoli no sólo cree que la historia es mucho más que una crónica de hechos sino un penetrar en los designios del sino histórico de los pueblos, de las razas o de las culturas, desde el punto de vista filosófico o teológico; no sólo ha visto que la historia argentina no es una ciencia sino una visión política, que no hay hecho histórico sin intereses, causa y motivos políticos, que de cómo se escriba la historia resultan patriotas o antipatriotas, morales o inmorales, santos o protervos, próceres o delincuentes, ésta o aquella clase social, este o aquel partido político, esta o aquella institución, estas o aquellas familias, este o aquel personaje; que nuestra historia fue escrita por hombres de una misma ideología y miembros de una misma sociedad internacional secreta. Señalar cómo se urdieron y quiénes se beneficiaron con esa política es dar nacimiento a lo que se ha dado en llamar el “revisionismo histórico”. Este nace para luchar contra el rumbo falso que el liberalismo masónico dio a nuestro país y que era necesario justificarlo de alguna manera; crear una certificación que justificase ese cambio espurio de rumbo. Y esa fue la tarea que cumplió, y que cumple, la historia oficial.
Pero todo esto es algo común a los autores revisionistas. Lo que rescatamos particularmente de Pedro de Paoli es su captación de las esencias.
Para él revisionismo histórico y el antirrevisionismo histórico tienen otros motivos: el uno lucha por quitar de nuestra patria hasta el último vestigio de colonia de éste o aquel imperialismo; por quebrar el complejo de inferioridad de lo argentino frente a lo foráneo, por ser fiel a las fuerzas telúricas que nos dictan su afinidad con la tierra madre; por ser fieles a nuestra tradición criolla y a nuestra religión católica, apostólica, romana, por realizar la independencia económica y política integralmente, por revisar la historia argentina a la luz de una documentación insospechable, llevando a hombres y a hechos a su verdadero lugar, por seguir, de acuerdo con nuestra tradición, proclamando la soberanía de lo espiritual frente a lo material...
Es, esencialmente, parte de una lucha eterna: la carne y el espíritu; la materia y el espíritu; el cuerpo y el alma; la vida corporal como simple tránsito por la tierra, y la vida como principio y fin; la idea de una sola vida, la de la tierra; el principio de que todos somos hermanos por el vínculo divino, y que por lo tanto, nos debemos ayuda mutua, y el principio de que somos simples hijos de la materia y por lo tanto somos entes materiales sin vinculación de unos con otros, y como lógica consecuencia, con libertad de que un hombre pueda explotar a otro hombre, sancionando con fuerza legal y moral, el enunciado de que el hombre es el lobo del hombre.
Esas dos fuerzas que vienen luchando desde los albores mismos de la Humanidad, y que en el transcurso del tiempo han adoptado diferentes nombres, que se han ramificado en distintas corrientes, que han adquirido diferentes formas son las que animan la una, al revisionismo histórico; la otra, al antirrevisionismo histórico.
Pero he aquí que ahora ya no interesan solamente los mercados, las regiones, ni aún las naciones: interesa el hombre en su espíritu. Ahora se pretende que el hombre sea prisionero en su espíritu de la pequeña oligarquía que desde un gobierno subyugará a todo el mundo. Es una lucha total, ya que el hombre es la representación de todas las cosas y del universo mismo. Prisionero el espíritu del hombre, ¿qué queda de la vida?
El revisionismo, para el autor, trata de estar de parte del espíritu del hombre en amplia libertad, o de estar por el aprisionamiento del espíritu del hombre para reducirlo a la esclavitud.

 

ÍNDICE

 

Motivos del revisionismo y antirrevisionismo histórico7
I. El revisionismo histórico33
II. Las desviaciones del doctor José María Rosa47

Motivos del revisionismo y antirrevisionismo histórico

 

Es en nuestros días que, por primera vez, se plantea en el país la cuestión histórica. Con anterioridad solamente se planteó la cuestión de algunos hechos históricos, pero tratados empíricamente, desde su importancia como episodios, y dentro de los límites puramente formales y estrechos de la crónica.
Jamás se fue al contenido de los hechos históricos, como tampoco se los trató en su conjunto como raíz de un pueblo nuevo y como causas de un acontecer que se proyectaba hacia el futuro obedeciendo al sino de un momento histórico dado, y al que ninguna fuerza era capaz de detener. Donde había una fuerza inmaterial que daba nacimiento a un nuevo acontecimento histórico, como ocurrió con el nacimiento de Babilonia, Grecia, Roma, la Edad Media, o el Renacimiento, nuestros historiadores sólo vieron tal o cual hecho, o episodio, provocado por la voluntad personal de aquél o éste personaje civil o militar. Y lejos de ser capaces de penetrar en los designios del sino histórico de los pueblos, de las razas o de las culturas, desde el punto de vista filosófico o teológico, hasta fueron incapaces de unir al estudio de esos hechos históricos, las ciencias indispensables para tal estudio: cuales son la etnografía, la economía, la filosofía, la arqueología, la sociología... Y es que de todos nuestros llamados historiadores ninguno fue filósofo, ni economista, ni político. Los unos fueron periodistas y los otros militares. No se cultivaba, entonces, en nuestro país, ni la ciencia histórica, ni el método histórico. De ahí que quienes pretendieron ser historiadores quedaron en meros cronistas. Por eso nosotros no tenemos una Historia Argentina, sino que solamente tenemos una crónica de los hechos históricos de la Argentina.
Sarmiento intentó en el “Facundo” realizar un estudio histórico, dentro de los lineamientos y del sentido real y profundo de esta ciencia, de acuerdo con los conocimientos de su época. Su falta de cultura, de entonces, y su pasionismo, se lo impidieron. Por eso dice el Dr. Alfredo L. Palacios que “Facundo no es un libro de historia, ni es tampoco un libro de sociología”, y por eso don Valentín Alsina le reprocha a Sarmiento, en las notas-críticas que escribió sobre “Facundo”: “Ud. es propenso a los sistemas (quiere decir con esta palabra, preconceptos, que se tiene una idea preconcebida del asunto que se va a tratar), “Ud. es propenso a los sistemas, y éstos, en las ciencias sociales como en las naturales, no son el mejor medio de arribar al descubrimiento de la verdad, ni al recto examen, ni a la veraz exposición de ella. Desde que el espíritu esté ocupado de una idea anterior, y se proponga hacerla triunfar en la demostración, se expone a equivocaciones notables, sin percibirlo”.
Con ese pasionismo y esos “sistemas”, al decir de don Valentín Alsina, o preconceptos, nacen nuestros libros de historia argentina, en los que hemos estudiado siendo niños y jóvenes, y con los que hemos enseñado luego siendo maestros. Y así se formó nuestro concepto histórico del pasado argentino con libros escritos por cronistas cuyo interés principal fue el de defender al padre que fue actor de importancia en algunos hechos históricos, a la propia familia que se hizo de éstos o aquéllos bienes; al Partido en que el historiador militó, o para defenderse el historiador mismo de hechos que él realizó y que necesitó explicar y justificar ante sus contemporáneos y aun ante la posteridad.
Historia escrita por los triunfadores de uno de los dos bandos en lucha, está viciada por ese “sistema” que menciona don Valentín Alsina y por la falta de cultura histórica de quienes se erigieron en nuestros historiadores.
Era, pues, natural que, con el tiempo llegase una generación que, penetrando resueltamente por la angosta puerta de los archivos históricos, tomara de los estantes los legajos amarillentos, y pacientemente se pusiese a leer y releer documentos históricos sobre éste o aquel hecho, sobre éste o aquel personaje. Y ha ocurrido lo que era inevitable que ocurriese: Se descubrieron los “sistemas” con que fue escrita nuestra pretendida historia argentina. Y esta generación, que es la actual, con los documentos en la mano, salió a la callé y comenzó a gritar la verdad de este o aquel hecho histórico, sobre este o aquel personaje de nuestra historia. Y tal hecho y tal personaje comenzaron a cambiar de fisonomía, a cambiar de alma; unos para bien, otros para mal de ellos mismos.
Si la historia fuese una ciencia, como lo es en realidad, como las matemáticas o la botánica, o la medicina, aceptando por un instante como ciencia al arte de curar, no hubiera ocurrido nada, nadie se hubiese alarmado, y nadie hubiera sido combatido ni perseguido por ello. Porque, ¿qué importa si mañana se descubre una mejor manera de resolver un teorema, o si tal planta en lugar de ser de una especie, resulta que es de otra, o si la bronconeumonía se cura mejor con este medicamento que con aquél? Desde el punto de vista de la especulación científica, todo ello da lugar a que se aplauda, porque nadie se perjudica en sus intereses, ni morales ni materiales.
Si la historia, incluso la argentina, fuese tratada como debiera tratarse, esto es, puramente como una ciencia, cuando se llegara a transformar un concepto dándole una forma o un sentido diferente a los que tenía anteriormente, nadie se alarmaría, nadie se violentaría y nadie sería combatido ni perseguido, ni calumniado por eso. Más aún, cuando vemos de pronto que personajes de la Historia de otro país, como Catilina, por ejemplo, que siempre fue tenido por un corrompido y mal ciudadano, resulta que no es así; cuando a un hombre como Junio Bruto, a quien se tuvo por el repúblico puro por excelencia, y se descubre luego, que era un tartufo oligarcón y que la muerte de Julio César, de la que fue responsable en primer término, fue un crimen de lesa patria; cuando se sostiene y se prueba que Cicerón, el gran Cicerón con su verba incomparable, más que de patriota tenía de demagogo y simulador, nadie, absolutamente nadie se enoja, ni se llena de odio, y a quienes sostienen tal transformación de conceptos históricos, no se los persigue ni aquí, ni en ninguna parte. Pero en cambio, ¡guay! de quien aquí, entre nosotros, sale un día a la calle con un documento insospechable e irrefutable en la mano, y dice: tal hecho que se creía que era así, es de esta otra manera, o tal personaje que se ha sostenido siempre que era tal, resulta ahora que es cual. ¡Guay! de él.
¿Cuál es el motivo? ¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué a nosotros que sostenemos lo que se ha dado en llamar el “revisionismo histórico” se nos combate tanto, y se nos persigue sin tregua? En otras palabras: ¿por qué está condenado a muerte el “revisionismo histórico”?
¿Cuáles son los motivos del “revisionismo y del antirrevisionismo históricos”? He aquí la cuestión.
La historia y sus hechos, están íntimamente ligados a la política del pueblo respectivo. No hay hecho histórico sin intereses, causa y motivos políticos. No hay motivos políticos sin intereses económicos. La política y la economía son partes integrantes de la Historia. Los intereses de una clase social, de un grupo, y hasta de un individuo o de una familia, están íntimamente ligados a la política del país. Escribir la historia de un país es escribir los hechos políticos de ese país, o dicho más concretamente, no se puede escribir la historia de un país, sin exponer como fue la política de ese país en ese mismo período histórico. Y exponer en una historia como fue la política de ese país, en tal tiempo o época, es describir cómo se defendieron los intereses de las diferentes clases sociales, familias, castas, instituciones o individuos. De cómo se escriba la historia resultan patriotas o antipatriotas, morales o inmorales, santos o protervos, próceres o delincuentes, ésta o aquella clase social, este o aquel partido político, esta o aquella institución, estas o aquellas familias, este o aquel personaje.
Si la historia de Florencia del 1200 al 1300 la escriben los güelfos, ¡Dios guarde a los gibelinos de cómo salen de ella!, y si la escriben los gibelinos ¡Dios guarde cómo salen los güelfos! se voltean unas estatuas y se levantan otras; se cambian los nombres de las calles, las plazas se denominan de otra manera y Dante es o no desterrado.
Nuestra historia fue escrita ayer nomás, por hombres de un mismo partido político y miembros de una misma sociedad internacional secreta. Eran hombres que, aunque pudieran tener esporádicamente algunas divergencias políticas, defendían los mismos intereses morales y materiales, y pertenecían a una misma corriente ideológica. Ellos, con sus historiadores, dieron certificado de buena conducta y patente de próceres a hombres y partidos, y marcaron de antipatriotas y bandidos a otros hombres y partidos. Cambiar los conceptos históricos por ellos establecidos, es cambiar las calificaciones que ellos hicieron, y los afectados en sus intereses morales o materiales, o en su partido político, en su sociedad secreta, o en sus nombres, salen en defensa de lo suyo armados de cualquier arma, con tal que sea ofensiva.
Al cambiar los conceptos históricos que figuran en los libros que se estudian en escuelas y universidades, surgen a la superficie los intereses materiales que fueron los motores de la política movida por los próceres de nuestra pretendida historia. Y este es el nudo gordiano de la cuestión. Señalar cómo se urdieron y quiénes se beneficiaron con esa política es dar nacimiento a lo que se ha dado en llamar el “revisionismo histórico”; mantener como verdad inconcusa, eterna e inconmovible, los conceptos establecidos por nuestros historiadores clásicos, es colocarse dentro del “antirrevisionismo histórico”.
¿Cuáles eran esos intereses que tanto afán ponen los enemigos del “revisionismo histórico” en que no se urguen? ¿De qué clase eran tales intereses? ¿Qué relación tenían con el destino de la patria, con la libertad absoluta de la patria, con la grandeza de la patria, esos intereses que el “revisionismo histórico” quiere exponer a la luz del día?
Largo, larguísimo, sería exponer el tema en toda su integridad. Habría que arrancar desde antes de mayo de 1810. Habría que introducirse por la maraña de los acontecimientos acaecidos antes del alborear histórico; de los que ocurrieron cuando la patria advino; cuando ocurrieron los de la época de Rivadavia, de los caudillos, de Rosas. Pero como nuestra historia fue escrita después de la caída del gobierno de Rosas, arrancaré desde entonces, haciendo una leve referencia a los acontecimientos anteriores de esa época: Rosas cae ante el embate de un ejército internacional formado por tropas argentinas, uruguayas y brasileñas. Los emigrados, a cuyo frente están Mitre, Alsina, Mármol, Sarmiento, los Varelas... días antes de la batalla de Pavón, en la logia de Rosario, como he expuesto en mi libro: “Los motivos del Martín Fierro en la vida de José Hernández”, eliminan a Urquiza. Buenos Aires sienta su hegemonía, y militares uruguayos al servicio de Mitre, aplastan a sangre y fuego toda resistencia de las provincias. Es la época en que ocurre el asesinato alevoso de “El Chacho”. Y sometido, desarmado y vencido, el país queda a merced del grupo dirigente del Partido Unitario, llamado ahora el Partido de la Ilustración, el Partido Liberal.
Tendido de norte a sur está el suelo patrio cuajado de riquezas sin explotar. Campos ubérrimos, riquísimos; llanuras inmensas y fértiles, bosques tupidos de maderas industriales, ríos, cascadas, montañas, rodeos de vacas y de yeguarizo de miles de cabezas que no tienen dueño, minas de mineral riquísimo, todo, todo está allí, al alcance de la mano, esperando la mano del hombre, que, empuñando la herramienta de trabajo, abra los cauces de esa riqueza y produzca el asombro del mundo. Y todo es nuestro; la previsión maravillosa de España inmortal hizo que ni nación extranjera, ni persona extranjera, ni compañía extranjera se apoderara de nada en esta tierra. Más aún, casi todo eso, casi toda esa riqueza, más que nuestra, es fiscal, es del gobierno, y éste puede, con tanto prodigio hacer la grandeza patria y la felicidad y bienestar de sus hijos. Ya lo dice entonces Sarmiento al leer su mensaje presidencial al Congreso el año 1869: “Tierra de sobra e inmigración abundante tenemos nosotros, y sólo inteligencia, previsión, virtudes nos faltarán, si iguales causas no produjesen, en este extremo sur, iguales efectos que en el norte (Estados Unidos)”.
Evidentemente la política argentina de entonces no produjo aquí los resultados que allá produjo la política de Washington, Franklin, Lincoln, etc. Ateniéndonos a las palabras mismas de Sarmiento, tanto a éste como a los otros gobernantes de su tiempo, les faltó inteligencia, previsión y virtudes.
De los dos partidos en lucha, el Federal y el Unitario, uno miraba hacia adentro del país; el otro hacia afuera. El uno, el Federal, sentía la tierra madre, vivía con el espíritu tradicional de la Madre España, alimentaba su alma con la fe en la religión católica apostólica romana, y fincaba el porvenir de la patria, en la inteligencia, laboriosidad y virtudes de sus hijos y en los frutos que dieran las riquezas naturales del país, dirigidas por los mismos argentinos: por eso cuando el gobernador de Buenos Aires, doctor Dardo Rocha comisiona al senador provincial don José Hernández, autor del Martín Fierro, que era federal, a que viaje a Europa y Australia para aprender allá los métodos de cultivo agrícola y de explotación ganadera para aplicarlos luego en la Argentina, Hernández se niega a ir porque sostiene, que la tierra argentina y la ganadería argentina necesitan métodos argentinos y que éstos, que ya existían, eran para nosotros superiores a los de Australia y de Europa. En el partido Federal, en los hombres federales, había un sentir tradicional y católico en lo que a la moral y las costumbres se refiere, y en lo que atañe a la patria y a la política, había un sentido nacionalista, en el buen sentido de la palabra.
El Partido Federal no era retrógrado, ni reaccionario, ni obscurantista. Por el contrario, era progresista, pero así como combatía la política centralizadora de la hegemonía de Buenos Aires contra las provincias, sostenía que nuestro país no debía convertirse en colonia inglesa ni norteamericana, y que el progreso del país, el resurgimiento de sus industrias y de adelantos, debía ser obra de los argentinos mismos, y que el país tenía los elementos necesarios: riquezas naturales y hombres para ello. Y de que en caso de necesitar hombres con conocimientos técnicos, porque aquí faltasen, más que traerlos de Europa, y hacerlos dueños de nuestras riquezas, convenía enviar argentinos a estudiar en Europa para que allá adquiriesen esos conocimientos técnicos. En una palabra: no entregar las fuentes de nuestras riquezas naturales, porque ello era entregar la patria misma al dominio extranjero que siempre es un dominio imperialista, y convierte a los países dominados por él, en colonias. Era hacer, en parte, lo que estaba haciendo en el Paraguay, esa gran figura americana tan calumniada, la figura del Mariscal Francisco Solano López, quien enviaba jóvenes estudiantes paraguayos a las universidades de Europa, costeados todos los gastos por cuenta del gobierno paraguayo, para que el Paraguay tuviese en manos paraguayas todas las riquezas naturales, sin desdeñar, como Solano López no desdeñaba, la colaboración de técnicos extranjeros, pero no como dueños, no como directores de empresas imperialistas extranjeras, sino como simples empleados a sueldo del gobierno paraguayo. Por eso el gran Paraguay de Solano López, creo no equivocarme al decir que tuvo ferrocarril antes que nosotros, altos hornos antes que nosotros, telégrafos antes que nosotros, y marina propia que surcaba todos los mares del mundo con la bandera nacional al tope, cien años antes que nosotros. Era el fruto, no de una política dictatorial, como se ha pretendido sostener, sino de una sana y patriótica política nacionalista que a nosotros siempre nos faltó.
El otro partido, el Partido Unitario, que luego se lo designó con muchos hombres: Partido Liberal, Partido de la Ilustración, de las luces, de la civilización, constitucional, autonomista, cocido, pandillero y otros más, dirigido por hombres, los más de los cuales llenan nuestras plazas con sus estatuas, las calles y los ferrocarriles con sus nombres, veían el problema del porvenir del país de manera opuesta. Para ellos la Argentina no tenía los elementos suficientes para dirigir los trabajos de resurgimiento del progreso. Más que de las virtudes y la inteligencia de los hombres argentinos, el progreso del país dependía del capital, del dinero que, según ellos, en el país no existía en cantidad suficiente. El capital extranjero, la técnica extranjera y el sentir extranjero, eran los únicos elementos capaces de realizar el progreso del país.
Viajaban frecuentemente a Europa, y algunos a Estados Unidos, aspiración suprema de todos ellos, y de allá venían imbuidos y sugestionados por el sentir europeo o norteamericano.
Si de paso, o por casualidad, visitaban España era para proclamar luego, a los cuatro vientos, el atraso de España, el reaccionarismo de España, el obscurantismo de España, sirviendo todo ello para lamentar en todos los tonos la desgracia que habíamos tenido, y seguíamos teniendo, de que España nos hubiese descubierto, conquistado y colonizado, haciendo recaer en ello todos nuestros males. Y como corolario, comparar a nuestro país con Estados Unidos, sacando como conclusión de que Estados Unidos era progresista, nada más que porque había sido colonizada con métodos ingleses, métodos protestantes, cuáqueros, puritanos. Y ya que estoy hablando de ello, permítaseme observar que ninguno de los hombres, que tanto alabaron esos métodos y vituperaron los de España, no nos dijeron nunca en qué consistían esos métodos de colonización protestantes, cuáqueros, puritanos. Y como esos métodos eran un tanto “originales” y contrarios a nuestro sentir cristiano y católico, voy a referirme en un breve paréntesis a ellos: Entre las distintas obras de autores norteamericanos que tratan de los métodos de colonización que allá se emplearon, tomo el libro: “El Desarrollo de las Ideas en EE. Unidos”, de Vernon Louis Parrington. En el tomo primero dice al respecto: “Después de los escocio irlandeses, que en mayor parte eran labriegos libres, la clase más importante que vino a agregarse a la población norteamericana, fue la de los trabajadores escriturados, (obligados por contrato a servir a un amo, quien tenía el derecho de traspasarlos a terceros, o sea, en realidad, a venderlos: eran de hecho esclavos). Casi todos eran ingleses, escoceses, irlandeses y alemanes, y entre ellos se contaban trabajadores de todos los oficios y de algunas profesiones. En aquellos tiempos los traficantes de gente estaban bien organizados y tenían un comercio activo, bastante provechoso, y de continuo enviaban a América multitudes de trabajadores escriturados que venían a mover las ruecas de la industria colonial. En su historia de los redencionistas alemanes (emigrantes que, en pago de pasaje se obligaban a servir durante un tiempo especificado), el autor Diffenderfer, reproduce varios anuncios curiosos que arrojan luz sobre este tráfico. He aquí dos de ellos:
(...continúa...)