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Tú también, Mr Churchill, estabas allí entre los criminales

 

Peter Kleist

Tú también, Mr Churchill, estabas allí entre los criminales - Peter Kleist

464 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2018
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 650 pesos
 Precio internacional: 22 euros

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El SS-Obersturmbannführer Peter Kleist, delegado personal del Ministro de Asuntos Exteriores del Reich, Von Ribbentrop, fue considerado uno de los mayores expertos en política del Este debido a su amplio conocimiento de variados idiomas y poder de estudio. Profesor de política exterior y derecho comercial antes de la llegada al poder del nacionalsocialismo, pasa a dirigir el Colegio Alemán de Política de Berlín en 1934. Rápidamente hizo valer sus conocimientos para pasar a ocupar cargos diplomáticos y de asesoramiento político en las altas esferas del Tercer Reich, ya sea para Ribbentrop, Rosenberg, el Servicio de Seguridad (SD) o el grupo de ayudantes del Führer en el NSDAP. Tras la guerra, luego de dos años de internamiento, no abdica nunca a sus ideas y sigue realizando tareas de periodismo para grupos de derecha.
Como fruto de su conciencia, negándose a dejar que se acalle su voz, nace este "Tú también, Mr Churchill, estabas allí entre los criminales".
Hubiera sido más fácil seguir la corriente, pero Kleist no pudo permitir que se siga insultando al pueblo alemán, tratándolo de una horda de bárbaros sedientos de sangre. Le parece una hipocresía que se hallen todavía miles de soldados rasos y generales, en todas partes del mundo, encerrados tras gruesos muros, porque supuestamente, o aun sin pruebas contundentes, han empleado métodos a los cuales Inglaterra debe su poderío, métodos con los cuates fué llevada la guerra civil en los Estados Unidos. Se hallan encerrados tras alambradas porque llevaron a cabo órdenes iguales a las que se dieron a aquellos soldados coloniales ingleses y holandeses, que a la vez, y paradójicamente, se hallan encerrados tras las alambradas porque se negaron a cumplirlas. Mientras, cinco mil personas fueron asesinadas en Francia, en plena calle, ante el entusiasmo de la muchedumbre, por haber colaborado con las fuerzas de ocupación, en tanto que, en Alemania, se ordena que la colaboración con las fuerzas de ocupación es deber de todo ciudadano.
Para desenmascarar este absurdo contraste de palabras y hechos, y se inicie el temible ensayo de pensar por sí mismo, Peter Kleist considera necesario escribir este libro de amargura para hoy, pero que intenta impedir la catástrofe del mañana; este libro en el cual se intentan describir los doce años del régimen del Tercer Reich, tal como los alemanes lo vivenciaron. Es necesario explicar de una vez para siempre por qué millones de alemanes dijeron ¡Sí! en aquella ocasión; Es necesario echar, sin temor alguno, una mirada retrospectiva a la maravillosa obra de reconstrucción de una economía zarandeada por innumerables crisis; obra de reconstrucción en la cual seis millones de sin trabajo encontraron de nuevo jornal y pan, alegría para vivir y confianza en sí mismos. Es necesario comprender el origen del nacionalsocialismo partiendo de sus fuerzas espirituales.
Sólo la propaganda, cargada de odios, de la Segunda Guerra Mundial, ha hecho posible presentar a los alemanes como una soldadesca bárbara y a los soviets como los protectores de la democracia. La anexión de Austria, que los mismos austríacos deseaban, como la violación de un pequeño pueblo indefenso; mientras que, sin embargo, la incorporación por la fuerza y contra la voluntad de los pueblos de toda la Europa oriental fué presentada como una acción de paz. El rearme de Inglaterra y Francia, como un medio para asegurar la paz, y el alemán una amenaza. Una bomba alemana como un arma de guerra de una crueldad diabólica; la bomba atómica, por el contrario, un osado exponente del progreso humano. Si, incluso tratan hoy de exagerar la cifra de las víctimas, para acallar de esta forma los lamentos del inocente pueblo alemán por el asesino plan al que fue sometido.
El orden que antaño ponía trabas y límites a los desmanes bélicos, y que dignificaba tanto a los vencedores como a los vencidos..., ha sido destruido y sólo lleva una existencia fantasmagórica en las salas de los tribunales de odio anti-nazi, en las cuales el vencedor trata de encubrir la venganza bajo floridas frases.
Para que el mundo no se hunda en nuevas guerras o en la degeneración que conlleva su hipocresía, se debe contar la verdad.

 

ÍNDICE

Prólogo11
Introducción13

Libro primero. La culpabilidad colectiva
La culpabilidad y las causas de la guerra19
Alemania llegó demasiado tarde22
El arma maravillosa de la Primera Guerra Mundial25
Una paz con la mecha encendida28
«Le boche payera tout»33
Estigmas de la culpabilidad36
La «soldadesca» contra Espartacos44
Realización de lo irrealizable46
La Europa de Versalles: Unas ruinas en peligro de derrumbarse49
Entre dos espadas55
Policía en lugar de Política59
La democracia muere60

Libro segundo. 1933: El alzamiento
El 30 de enero en Berlín65
«El que mucho promete...»67
La antorcha73
El día de Postdam76
Huida de la libertad81
El camino, libre de obstáculos83
Un Pueblo, un Reich, un Führer86
Todos bajo un común denominador90
La lucha por el trabajador alemán96
Cruz gamada y estrella judía101
También el extranjero concede un plazo dé cuatro años107
La fiesta del cubreaguas113

Libro tercero 1934: El año de las crisis
Cuando muera Hindenburg...115
¿Dueño y señor?118
Signos de tormenta122
Revolución de los pretorianos125
El «putsch» de Austria130
El testamento de Hindenburg134
90,8 por ciento en el Sarre137

Libro cuarto. 1935: El año del afianzamiento
La nueva Internacional: cañones en lugar de mantequilla141
Viaje inglés a Berlín, Varsovia y Moscú145
«El que esgrima en Europa la antorcha de la guerra, sólo desea el caos.»149
El Tratado naval anclo-germano152
Hitler forja el arma más potente contra Alemania154

Libro quinto 1936: El año de los festivales
Dos batallones alemanes cruzan el Rin159
Condenación en Londres166
La Olimpiada... una fachada esplendorosa172
¿Disensión en la situación Berlín-Viena?176
Ensayo general en España178
Los antiguos combatientes son mejores diplomáticos180
Antibolchevismo igual a antisemitismo185
El Pacto Antikomintern con el Japón187

Libro sexto. 1937. El año sin sorpresas
El fin de la teoría de la culpabilidad en la guerra191
«El incidente chino»198
El quinto punto de Wilson200
Conjuración contra la paz mundial203
¿Manos libres en el este?206
Antifascismo igual a probolchevismo208
«Día del Partido del Trabajo»210
Entierro silencioso en Ginebra212

Libro séptimo. 1938: «El gran imperio alemán»
Aniquilamiento de la última resistencia217
Veinte años demasiado tarde : La anexión de Austria223
El polvorín de Versalles:236
El derecho de autodeterminación de los Sudetes alemanes236
Es anulada la orden de «huelga general»240
Múnich... sólo un respiro244
Asesinato en París263

Libro octavo 1939: El salto a la guerra
Praga : El salto más allá de las propias fronteras269
Polonia274
El Kremlin quiere la guerra... pero, «sin mí»277
La carrera hacia el Kremlin279
El salto a la guerra283
25 de agosto de 1939283
26 de agosto de 1939286
27 de agosto de 1939287
28 de agosto de 1939289
29 de agosto de 1939290
30 de agosto de 1939291
31 de agosto de 1939292
1° de Septiembre de 1939295
2 de septiembre de 1939296
3 de septiembre de 1939297
La campaña de los 18 días298
La guerra de posiciones304

Libro noveno. 1940: El fuego se propaga
Lucha contra la neutralidad307
El «Milagro de Dunkerque».315
Capitulación en Compiegne320
«Right or wrong...»323
La mirada se dirige al oeste327
La mirada hacia el este330

Libro décimo. 1941: La guerra de los dos frentes
Ouo vadis?335
Victoria y hundimiento del «Bismarck»339
El vuelo de Rudolf Hess : La última llamada a Inglaterra345
La campaña del este352
La alta escuela de la democracia355

Libro undécimo. 1942: El punto culminante y el principio del fin
Política y mazo367
Traicionado por todo el mundo373
«La solución definitiva»376
El escenario de guerra del Mediterráneo385
Avance hacia Egipto387
El principio del fin390

Libro duodécimo. 1943: El eje se derrumba
El caballo de Trova395
«Tráigame usted la paz...»399
Capitulación sin condiciones402
Conversaciones de sobremesa en Teherán404
El régimen de terror407
El terror de los ataques aéreos411

Libro decimotercero. 1944: La agonía
Las armas secretas417
La invasión420
El atentado423
Resistencia427
«Resistencia»432
La guerra total434
La última ofensiva438

Libro decimocuarto. 1945: El ocaso de los dioses
El gran error especulativo442
Capitulación en Reims y en Berlín444
La lucha a muerte del Japón447
El Plan449
La venganza454
Meditación en la pausa458


PRÓLOGO

 

«Se puede no estar conforme con el sistema de Hitler y, sin embargo, admirar su labor patriótica. En el caso de que nuestro país perdiera una guerra, lo único que podría desear es que en su afán por recuperarse, por resurgir moralmente, encontrara a un hombre que nos llevara de nuevo a ocupar nuestro puesto entre las naciones.»
Churchill, el 17-11-1937.

¡También tú estabas allí, míster Churchill... entre los criminales! y contigo no sólo la gran mayoría del pueblo alemán, sino también muchas personalidades extranjeras de la economía y de la política, de las artes y de la ciencia. Pero la aprobación y admiración se convirtieron en gritos belicosos y propaganda llena de odios. Y éstas no desaparecieron cuando cesó el fragor de las batallas, ni cuando los proyectos de destrucción substituyeron a los planes de reconstrucción.
Pero los gritos belicosos y la propaganda llena de odios no llegan a convertirse en una determinante histórica, a pesar de su repetición.
Y tampoco se convierten en verdaderos por el simple hecho de que ciertos alemanes se mostraran dispuestos, al aprobarlos, a darle al enemigo un brillo de razón.
La enemistad y el odio no son ningún fundamento para la convivencia de los pueblos. Tampoco pueden dar lugar a un Estado que se base en ellos, y, por lo tanto, no encontraría sitio en la mayor parte de los corazones alemanes. Y esta realidad no la pudo cambiar el dudoso poder de una Prensa, licenciada por el enemigo, que hoy en día vive todavía en parte del dinero extranjero y que está al servicio de intereses extraños al país.
La nueva democracia alemana flota en un espacio vacío. La mayoría de los alemanes le vuelven la espalda y cuando votan en favor de uno de los grandes Partidos, lo hacen únicamente para «evitar lo peor».
El abismo entre estos frentes es cada vez más profundo, crece continuamente, y crece también la aversión de los alemanes a colaborar con otros pueblos que tienen interés en mantener a Alemania en un permanente estado de inferioridad.
Esta peligrosa evolución sólo se puede detener valorando noblemente el pasado. Es necesario libertar al pueblo alemán y a todo el mundo de una psicosis que envenena nuestras vidas. A la larga, más del 90 por 100 de nuestro pueblo no soportará que se tergiversen los enormes sacrificios y los gigantescos esfuerzos realizados en el corto espacio de tiempo que media entre dos derrotas.
¡También tú estabas allí! No se trata de una acusación, pero tampoco de una defensa: esclarece los motivos por los cuales tú también estabas allí. Trata de unir a aquellos que consideraron su deber cumplir las órdenes recibidas y a aquellos que se negaron a acatarlas.
Con este libro se intenta por vez primera explicar los acontecimientos de los últimos años, tal como lo hemos vivido, desde el entusiasmo más exagerado a la caída en la más insondable desesperación.
«Pueden continuar acusando a Alemania de ser la única responsable del estallido de la Segunda Guerra Mundial... pero, gracias a Dios, no la podrán hacer responsable de la Segunda Paz Mundial...»

KURT VOWINCKEL

Introducción

 

Este libro me granjeará pocas amistades. Será motivo de indignación para el noventa por ciento de los alemanes que desde siempre estuvieron en contra de lo que aquí queda expuesto, y será, igualmente, motivo de indignación para el noventa por ciento de los alemanes que, en cierta ocasión, dijeron ¡Sí! Será también motivo de indignación para el noventa por ciento de aquellos que, residiendo más allá de las fronteras de Alemania, saludaron el Pacto de Múnich con jubilo indescriptible, y será también motivo de indignación para todas aquellas personas, en el extranjero, que desde siempre abogaron por una cruzada contra la Alemania nazi. Pero soy de la opinión de que es preferible enfrentarse con un motivo de indignación en el momento oportuno, que con una catástrofe en un momento inesperado. Por esto he escrito este libro, a pesar de habérseme aconsejado por diferentes lados que desistiera de exponer hechos que, desde luego, son ciertos, pero, por lo demás, inoportunos.
No es este el momento más oportuno para investigar las causas, puesto que es mucho más fácil castigar a los culpables; tampoco es este el momento indicado para buscar explicaciones, porque resulta mucho más fácil dejar libre curso al odio. Pero el odio siembra odio. De la misma forma que la mutilación de Alemania, que tuvo su origen en la sentencia condenatoria de Versalles, provocó y encendió la llama de la autodefensa y de la contraofensiva, podemos predecir, con la misma seguridad que si se tratara de una ley de la Naturaleza, que la absurda unión contraída entre el este y el oeste en Nuremberg, dará como fruto un monstruo cargado de odios y resentimientos. Con la inexorabilidad de una ley natural se cumplirá esta predicción, si los pueblos del mundo no regresan a las viejas pero sabias leyes de los antiguos estadistas, dando media vuelta en el camino que han seguido hasta ahora, leyes que exigen que se aniquile al contrincante o se hagan las paces con él y se llegue a una plena y sincera reconciliación. El aniquilamiento de Alemania no ha surtido efecto, pues ha fracasado para bien del mundo libre, que hoy en día ya no sería libre si los propósitos encarnados en el plan Morgenthau se hubiesen llevado a la práctica. Pero la reconciliación no se ha manifestado hasta la fecha más que en gestos y palabras aisladas, sin llegar a ninguna acción afectiva.
Han transcurrido ya siete años desde que se puso fin a las hostilidades, han pasado siete años desde que la humillación de los seres humanos y los asesinatos en masa — y no sólo en el Este — arrollaron a Alemania. Pero hoy en día todavía le está permitido a cual arder político, a cualquier periodista, sea quién sea, insultar al pueblo alemán, tratándolo de una horda de bárbaros sedientos de sangre. Hoy en día se hallan todavía miles de soldados rasos y generales, en todas partes del mundo, a este y al otro lado del Telón de Acero, encerrados tras gruesos muros en las cárceles, por el hecho de haber empleado métodos a los cuales Inglaterra debe su poderío, métodos con los cuates fue llevada la guerra civil en los Estados Unidos, porque se vieron obligados a luchar con medios que privan hoy en día en Corea y en la Indochina. Se hallan encerrados tras alambradas porque llevaron a cabo órdenes iguales a las que se dieron a aquellos soldados coloniales ingleses y holandeses, que igualmente se hallan encerrados tras las alambradas porque se negaron a cumplirlas. Cinco mil personas fueron asesinadas en Francia, en plena calle, ante el entusiasmo de la muchedumbre, por haber colaborado con las fuerzas de ocupación, en tanto que, en Alemania, se ordena que la colaboración con las fuerzas de ocupación es deber de todo ciudadano. El mismo soldado alemán que fue castigado y desprestigiado porque durante cuatro años de una lucha de dureza casi sobrehumana aportó sacrificios gigantescos contra el bolchevismo, es hoy en día halagado y cortejado por las mismas potencias que durante aquellos cuatro años fueron los compañeros de armas del bolchevismo y hundieron a su mujer y sus hijos bajo los escombros de su patria.
No es de extrañar, por lo tanto, que, hoy en día, el alemán medio se resista a conceder crédito a este absurdo contraste de palabras y hechos, e inicie el temible ensayo de pensar por si mismo.
Por esto considero necesario escribir en estos tiempos este libro de amargura, para aportar una pequeña contribución e impedir la catástrofe del mañana; este libro en el cual se intentan describir los doce años del régimen del Tercer Reich, tal como los convivimos todos nosotros. Es necesario explicar de una vez para siempre por qué millones de alemanes dijeron ¡Sí! en aquella ocasión; por qué se unieron para iniciar aquel gigantesco impulso que había de liberar al Reich de las cadenas que le habían sido impuestas: un alzamiento para liberarse de la difamación y el deshonor. Es necesario hacerles comprender a aquellos millones de personas por qué motivo dijeron ¡Sí!, y por qué se vieron acompañados en sus entusiasmos no sólo por Chamberlain, sino también por Lloyd George y Churchill, Knut Hamsun y Sven Hedin, Daladier y Pétain. Es necesario echar, sin temor alguno, una mirada retrospectiva a la maravillosa obra de reconstrucción de una economía zarandeada por innumerables crisis; obra de reconstrucción en la cual seis millones de sin trabajo encontraron de nuevo jornal y pan, alegría para vivir y confianza en sí mismos. Es necesario comprender el origen del nacionalsocialismo partiendo de sus fuerzas espirituales, que. no se circunscribieron sólo a Alemania, sino que también prevalecieron en muchas otras naciones civilizadas. Los sistemas según los cuales se dirigen las masas en las democracias occidentales, La organización de la economía en los Estados Unidos, las leyes sociales o la protección a la madre en muchos Estados, se basan en el ejemplo alemán. Es necesario demostrar que la Segunda Guerra Mundial fue, en efecto, iniciada por Hitler, pero que las causas que llevaron a la misma, en parte conscientes y forzadas, fueron creadas ya veinte años antes.
Es necesario, sobre todo, reconocer que el nacionalsocialismo unió a todo el pueblo alemán contra un peligro que todos los niños en Alemania, por aquella época, se sabían de memoria, y que hoy en día, después de haber aniquilado al nacionalsocialismo, de un modo lento y con graves pérdidas en bienes y sangre por parte del mundo occidental, comienza a ser comprendido en su espantosa y temible potencia.
Hay que llegar al convencimiento de que el pueblo alemán no puede, a la larga, continuar negando su historia; de que desea verse libre de una propaganda bélica que envenena todo el mundo, que no sólo arrojó a Alemania en una desgracia infinita, sino que también es responsable de que el mundo viva hoy bajo la pesadilla de una Tercera Guerra Mundial.
La propaganda, cargada de odios, de la Segunda Guerra Mundial, ha hecho posible presentar a los alemanes como una soldadesca bárbara y a los soviets como los protectores de la democracia. La anexión de Austria fue considerada como la violación de un pequeño pueblo indefenso; sin embargo, la incorporación de toda la Europa oriental fue presentada como una acción de paz. El Protocolo de Hossbach fue tenido por una agresión frívola; el rearme de Inglaterra y Francia, como un medio para asegurar la paz. Una bomba alemana era un arma de guerra de una crueldad diabólica; la bomba atómica, por el contrario, un osado exponente del progreso humano. Si, incluso tratan hoy de exagerar la cifra de los judíos que fueron víctimas de la cruel persecución, para acallar de esta forma los lamentos del pueblo alemán que se conduele de los millones de víctimas que ha sufrido después de la guerra.
El ensayo de deslindar lo pasado de la psicosis del odio y colocarlo en su término justo, sólo puede ser una obra lenta y parcial. Los archivos alemanes se encuentran en poder de los enemigos, y éstos sólo han permitido la publicación oficial de aquellos documentos que representan una carga para los alemanes. No conocemos los innumerables Protocolos de Hossbach existentes en Moscú, Wàshington y Londres, y jamás nos enteraremos de su contenido. Sabemos muy poco de lo que se habló en Teherán y el Yalta. Conocemos de vista el impresionante edificio donde celebró sus sesiones el Tribunal Internacional de Nuremberg, pero también conocemos de vista la inmunda barraca, donde trabajaron los defensores de Nuremberg bajo constantes amenazas.
Estas amargas comparaciones no deben justificar en modo alguno, por parte de los alemanes, el sacar unas conclusiones falsas para aprestarse a devolver et golpe. Pero sí deben servir para que todos comprendan que aquel orden construido tan esforzadamente y basado en ‘a equidad entre los pueblos, el orden que antaño incluso solía poner trabas y límites a los desmanes bélicos, y que dignificaba tanto a los vencedores como a los vencidos..., que este orden ha sido destruido y que sólo lleva una existencia fantasmagórica en las salas de los tribunales, en las cuales el vencedor trata de encubrir la venganza bajo floridas frases.
Si esta comprensión de la putrefacción de nuestros métodos, tanto en la guerra como en tiempos de paz, no logra imponerse en todos los países, se hundirá el mundo en una Tercera Guerra Mundial, en la cual todas las crueldades del pasado serán como el prefacio de una tragedia, con la cual terminará la civilización occidental de este mundo.
Por todo lo expuesto hemos escrito este libro de amargura, para que aprenda el mundo en el corto espacio de tiempo que, tal vez, nos conceda todavía el destino entre la desgracia de ayer y la catástrofe de mañana.

Peter Kleist