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Fuego del cielo

 

Pierre Clostermann

Fuego del cielo - Pierre Clostermann

256 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2020
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 790 pesos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pierre Clostermann, piloto de la RAF, ha sido uno de los aviadores más respetados por amigos y enemigos. Y dado que a su pericia de aviador le suma la de escritor, nos ha legado, entre otros, dos de los mejores libros de aviación de todas las épocas: "El gran espectáculo" y "Fuego del cielo" que aquí presentamos. El primero relatando su propia experiencia y el segundo un homenaje a pilotos de distintas nacionalidades participantes de la Segunda Guerra Mundial, tanto del eje como de los aliados.
El Clostermann a quien de Gaulle impide volar para poder preservar como modelo viviente de la nueva Francia e ignora la orden para volver a combatir en primera línea, es el que terminado el conflicto inicia el proyecto de escribir la historia de la guerra aérea pero se encuentra, tras cuatro años de intenso estudio de miles de documentos de los archivos de la Luftwaffe, de la Real Fuerza Aérea, de la Marina y de la Fuerza Aérea norteamericana, tanto como documentos japoneses y la obras publicadas por todo el mundo, con que de que toda esta suma de proezas individuales, de coraje, de sacrificios a menudo anónimos de hombres de todas las razas y nacionalidades, no puede ni debe quedar finalmente sólo una masa de papeles, mapas, fotografías, cifras y estadísticas.
"Las manos hábiles y los corazones valerosos desaparecen en el estudio frío de los materiales y la técnica.
Y, sin embargo, cuántas historias sublimes, qué energía descubre el historiador entre las columnas de cifras de la espantosa contabilidad de la guerra aérea moderna
¿Será posible que del drama monstruoso de la guerra de 1939-45 no surja otra cosa que planos de máquinas y cursos de organización industrial? ¡Tal hipótesis es indignante!
Son hombres los que se han sacrificado para que otros pudieran vivir.
Ésta es la razón por la cual he querido hacer conocer estos pocos relatos de aviadores.
Los he escogido un poco al azar, simplemente porque son exponentes típicos de ciertas fases de la guerra y de ciertos teatros de operaciones.
No tienen otra cosa en común que el valor y el ideal de quienes los han vivido; demuestran, sobre todo, que bajo formas diferentes las virtudes más elevadas del hombre no son patrimonio especial de ninguna nación.
En cada uno de estos relatos ha sido mi intención describir brevemente el conjunto de la campaña en la cual se encuadra la acción, a fin de que el lector pueda situarla en el ambiente y la perspectiva de la época".

Con Fuego del cielo tenemos entonces no sólo un homenaje a los hombres que participaron de la guerra, sino también un atrapante relato que se lee como la mejor novela y una suma de datos técnicos de los aviones utilizados más destacados, tácticas de combate y experiencias reales que harán las delicias también de los especialistas y estudiosos.

 

ÍNDICE

 

Prólogo 13
Capítulo primero
El preludio 19
Capítulo segundo
Batán 29
Pearl Harbor 31
Nota sobre el Zero 57
Capítulo tercero
Una jornada en Malta 67
Capítulo cuarto
El almirante Yamamoto 93
Nota sobre el Lockheed “Lightning” P .38 115
Capítulo quinto
El coronel Pijeaud 121
Capítulo sexto
Tempestad sobre Varsovia 139
Capítulo séptimo
El ocaso de los dioses 155
Nota sobre el Messerschmitt 262 170
Capítulo octavo
Max Guedj 175
Nota sobre el Mosquito 200
Capítulo noveno
Bajo el signo del viento divino 207
Nota sobre el Jinrai-Baka 229
Nota sobre el Saiun-Myrt 234
Nota sobre el Shidden-Georges 236

CITAS

 

Voy a morir, Señor. Y he dado mi sangre. Y no recibo nada en cambio. He observado, cuando moría, al enemigo que he tendido con una bala en el vientre antes que otro lo vengara. Y me pareció que se realizaba en la muerte, por entero entregado a sus creencias. Y su muerte fué un pago. En cuanto a mí, por haber respetado la consigna de mi cabo y no de algún otro que al enriquecerse con ella la hubiera pagado, muero con dignidad, pero con enojo.
En cuanto a los otros, habían huido.
Saint-Exupery, Ciudadela.

Prólogo

 

En 1946 comencé a dar forma a un proyecto que desde 1940 me atraía extraordinariamente: la Historia de la Guerra Aérea.
He revuelto centenares y miles de documentos prove­nientes de los archivos de la Luftwaffe, de la Real Fuerza Aérea, de la Marina y de la Fuerza Aérea norteamericana. Leí prácticamente todas las traducciones de los documen­tos japoneses reunidos por el Pentágono de Washington, todas las obras publicadas en América, Francia, Inglaterra, Suiza, Italia y España. ..
Ya están acumulados los frutos de cuatro años de bús­quedas pacientes, y dentro de algunos meses —si los acon­tecimientos lo permiten— la obra estará lista.
Pero ahora, al llegar casi al término de esta tarea, he tenido conciencia súbita de la orientación realmente grave impuesta al historiador de esta guerra por la forma misma de la vasta documentación puesta a su alcance.
Después de haber examinado, clasificado, fichado y re­dactado, llego a la conclusión de que de toda esta suma de proezas individuales, de coraje, de sacrificios a menudo anónimos de hombres de todas las razas y nacionalidades, no queda finalmente otra cosa que una masa de papeles, mapas, fotografías, cifras y estadísticas.
Las lecciones humanas se pierden dentro de las lecciones estratégicas.
Las manos hábiles y los corazones valerosos desaparecen en el estudio frío de los materiales y la técnica.
Los grandes impulsos se desvanecen tras los comunicados y los partes de operaciones...
Y, sin embargo, cuántas historias sublimes, qué energía descubre el historiador entre las columnas de cifras de la espantosa contabilidad de la guerra aérea moderna: Debe. . . Haber... Aviones perdidos... Toneladas de bombas... Enemigos destruidos... Buques hundidos. .. Muertos... Heridos... Desaparecidos... Total... Año...
¿Será posible que del drama monstruoso de la guerra de 1939-45 no surja otra cosa que planos de máquinas y cursos de organización industrial?
¡Tal hipótesis es indignante!
¿Debe olvidarse que bajo las toneladas de escombros de las ciudades devastadas yacen los hogares destruidos por las bombas?
¿Debe olvidarse que bajo los hierros quemados y re­torcidos de los aviones está la carne carbonizada de sus tripulantes?
Son hombres los que al conducir esas obras maestras de la técnica han sufrido bajo todos los cielos.
Son hombres los que han muerto en medio de atroces padecimientos para llevar a la práctica los planes estra­tégicos.
Son hombres los que se han sacrificado para que otros pudieran vivir.
Son también hombres los que han pasado por el infierno para redimir las faltas militares y políticas de unos y salvar el honor de otros.
¿Será haciendo estudiar gráficos o curvas de consumo que se hará detestar la guerra y respetar a los que la han librado?
Ésta es la razón por la cual he querido hacer conocer estos pocos relatos de aviadores, entre las decenas de miles de otros que se perderán en los archivos de los ministerios y en los cajones de los servicios históricos.
Los que aquí figuran no son más hermosos ni extraordi­narios que aquellos que permanecerán ignorados.
Los he escogido un poco al azar, simplemente porque son exponentes típicos de ciertas fases de la guerra y de ciertos teatros de operaciones.
Cada uno de estos relatos refleja el ambiente particular de un aspecto también particular de la guerra aérea en latitudes y circunstancias diversas.
No tienen otra cosa en común que el valor y el ideal de quienes los han vivido; demuestran, sobre todo, que bajo formas diferentes las virtudes más elevadas del hombre no son patrimonio especial de ninguna nación.
PlERRE CLOSTERMANN

Introducción

 

En cada uno de estos relatos ha sido mi intención des­cribir brevemente el conjunto de la campaña en la cual se encuadra la acción, a fin de que el lector pueda situarla en el ambiente y la perspectiva de la época.
Dado que, para gran número de lectores, algunas de estas campañas —la del Pacífico, por ejemplo— han sido por fuerza muy remotas, creo mi deber describir esos per­sonajes igualmente importantes que fueron los aparatos.
Para un piloto, cada avión tiene personalidad propia, y esta personalidad refleja siempre el espíritu de quienes lo construyeron y forma la mentalidad de quienes lo con­ducen al combate.
El Spitfire, por ejemplo, es típicamente británico: sobrio, representante de un compromiso perfecto entre todas las cualidades exigidas a un avión de caza, defensivo por excelencia; mecánica razonable concebida por ingenieros de fría precisión y realizada por obreros que conocían a fondo su oficio. El Spitfire caracterizaba de tal modo a sus pilotos que, cuando se los transfería a otros tipos de aparatos, la aclimatación era muy difícil.
También los nombres de ciertos aviones subsistirán en la historia de la aviación de guerra como clásicos de una época.
La guerra de 1914-1918 evoca irresistiblemente a los Spad, los Breguet 14, los De Havilland DH 4, los Fokker y los Gotha.
Mi generación, considerándola como de 1939-1945, re­cordará al Spitfire, al Morane 406, al Stuka, al Messerschmitt, al Mosquito, al Yack, al Zero, a la Fortaleza y al Lightning con sus dos colas.
Cada uno de estos aviones tiene su curriculum vitas de dificultades técnicas, de decepciones, de éxitos, de tácticas impuestas por su concepción y, sobre todo, de afecto o antipatía por parte de quienes los emplearon...