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La literatura argentina desde la óptica del nacionalismo

Lugones, el apolítico; y otros ensayos

Ramón Doll

 

La literatura argentina desde la óptica del nacionalismo - Lugones, el apolítico; y otros ensayos - Ramón Doll

188 páginas
medidas: 14,5 x 20 cm.
Ediciones Sieghels
2020
, Argentina
tapa: blanda, color, plastificado,
 Precio para Argentina: 570 pesos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El que para muchos fue el mayor pensador argentino, el P. Leonardo Castellani, quien además no era amigo de vanos elogios, designó a Ramón Doll "vicepresidente de los pensadores argentinos en ejercicio del Poder Ejecutivo" y rotundamente afirmó: "es uno de los espíritus más penetrantes de la Argentina".
Quien suele ser presentado como la figura más importante del revisionismo histórico, Julio Irazusta, afirmaba a su vez: "Es Ramón Doll uno de los más vigorosos escritores de la generación a que pertenece.
Pocas veces hubo entre nosotros quien tomara más a pecho y se dedicara con más sentido de la responsabilidad a examinar la producción ajena y a juzgarla de veras según su leal saber y entender".
Y el leitmotiv de sus negaciones ha sido reprochar a los escritores argentinos que se evadieran de la realidad nacional, que no lograran romper esa tradición de divorcio entre la inteligencia y la realidad nacionales cuyos orígenes en nuestro pasado él fue de los primeros en localizar y denunciar.
Haber señalado, destacado, pregonado, en todos los tonos esa verdad es el gran aporte de Ramón Doll al acervo intelectual del país.
Doll siempre pudo ver más allá. Por ello decía que “Nuestra cultura ha vivido siempre desasida, desprendida del país; se desliza, se desentiende, no se arraiga ni se nutre de las savias nacionales. Y en definitiva habría que decir que no es cultura".
Con "La literatura argentina desde la óptica del nacionalismo" reeditamos una de sus más importantes recopilaciones de crítica literaria antiguamente llamada "Lugones, el apolítico", aunque la figura de Lugones sólo sea objeto de uno de sus artículos y en realidad es lo más granado de la literatura argentina la que pasa ante la impiadosa y sarcástica pluma de Ramón Doll.
Su tarea crítica él mismo la define como "policial": "imponer silencio, radiar a los improvisadores y charlatanes, hacer respetar los turnos, mantener el orden. Por el momento estamos en esa tarea y hasta ahora nos hemos visto obligados a asumir dentro de ella una función demoledora aparentemente, pero que, en rigor, la creemos altamente defensiva y afirmativa de los valores estéticos o de cualquier otro orden, por cuya custodia y por cuya integridad le salimos al paso a todo libro que los adultere o mistifique. Y lo combatimos y lo negamos, precisamente en nombre de la respetabilidad y grandeza de todo lo que se refiera a la vida del espíritu."
Su capacidad de para denunciar las estafas literarias que el "mainstream" elogia irracionalmente, la retrata a su estilo en una anécdota: "Cuando yo llegué hace años a la vida literaria, me encontré con que la crítica asumía ante ciertos desbordes y desorbitaciones de la llamada nueva generación, una extraña actitud diría, “apaisanada”, por lo tiesa, temerosa de opinar, no fuera el diablo que ciertos poemas y cuentos que nadie comprendía, fueran obras geniales. Cuando Jacobo Fijman escribía: “Angeles de la muerte, ángeles de la muerte. / Angeles de la muerte, ángeles de la muerte. / Angeles de la muerte, ángeles de la muerte”, había algunos críticos que se quedaban todos duros, temblones, “apampados”, como los paisanos que entran a una escribanía. Y Soto y otros escritores, temiendo que a lo mejor Fijman fuera un Rimbaud, apenas si se atrevían a decir: “¡Es un santo que reza!”. Yo llegué en ese momento y con aire campechano les dije: “¡Qué va a ser Rimbaud! ¿No ven que es un loco lindo?”. Y, la verdad, estas cosas son las que no se perdonan a un crítico: denunciar la papanatería de los que quieren aparecer sutiles y refinados y no son más que víctimas de las supercherías poéticas de un converso".
Leer a Doll puede llevar por igual a una carcajada como a profundas reflexiones. Su estilo es siempre una fiesta para quienes aman la lectura.

 

ÍNDICE

 

Prólogo9
Lugones, el apolítico13
Precisemos lo político13
Los móviles del político14
Lugones, el apolítico15
La inconsecuencia17
La enemiga contra Lugones18
Aníbal Ponce, el pobre hombre19
Waldo Frank y el Pickwick Club23
Los hechos y sus interpretaciones24
Variaciones sobre la pampa25
Mesianismo continental28
Mojigatería31
“Crítica y polémica” de Roberto F. Giusti31
El libro del P. Hernandez Benitez sobre “el drama religioso de Unamuno”39
Los bandazos de Unamuno40
Escepticismo y ambivalencia41
Sinceridad42
La escandalera y el apagón44
Una lección ejemplar45
Raskolnikoff y el juez de instrucción48
II51
III52
Amagos de filosofar56
Un ensayo de Francisco Romero56
“Política para intelectuales”62
La mentira literaria del chaplinismo69
Segundo Sombra y el gaucho que ve el hijo del patrón76
I76
II77
III78
IV79
V81
VI82
VII82
VIII84
IX85
X86
Páginas de Groussac87
Algunas notas sobre la critica93
El teatro nacional en un “impasse” 100
Qué puede ir al teatro101
Qué determina el medio y crea el autor en el teatro102
Un ejemplo: La mujer fuerte105
Contenido y tema106
El atolladero del teatro nacional107
En vísperas del buen teatro nacional108
Un “documental” valioso de don Carlos Ibarguren110
Inteligencia y política113
Una posición critica 119
Reportaje publicado en “La Literatura Argentina”119
Sobre la llamada novela católica 127
I127
II128
III130
IV131
V133
VI134
“Jornadas de agonía” y la técnica de Gálvez135
Humaitá140
En el tablado de los publicistas políticos144
“Las vidas”, de Octavio Amadeo144
Libro anacrónico144
Lo que son algunos próceres de Amadeo146
El juez Bermejo147
Alrededor de Martín Fierro149
Notas sobre la literatura nacional154
Sobre la “nueva sensibilidad”154
Literatura “provinciana”156
Expresar la realidad nacional158
La “novísima generación”160
‘‘Facundo”162
I. Las criticas del “Facundo”162
Una diatriba, política163
Un atiébo sociológico164
La calificación estética del “Facundo”165
Como crónica histórica “Facundo” es deficiente165
También se interpreta racialmente el “Facundo”167
La significación argentina de este libro167
II. Esquema del “Facundo”168
Gloria del General Paz172
Discusiones con Borges178
Una encuesta178
Discusiones179


Prólogo

 

Reúno en este libro las críticas realizadas en los últimos meses, que, como las de mis otros libros, tratan de poner un poco de orden en la producción intelectual argentina. Ese ha sido hasta ahora el objeto principal de mi labor crítica, considerando que nuestro medio artístico y científico es demasiado caótico, y amorfo, está demasiado comprometido por factores extraintelectuales y excesivamente mezclado por una turbia corriente de sangre espúrea, como para que un crítico pueda presentarse a esclarecer, a defender y prestigiar una escuela literaria, un sistema filosófico determinado, una teoría política. Como sería lo natural.
Hay una labor previa, impostergable, indispensable, y es de índole ciertamente policial: imponer silencio, radiar a los improvisadores y charlatanes, hacer respetar los turnos, mantener el orden. Por el momento estamos en esa tarea y hasta ahora nos hemos visto obligados a asumir dentro de ella una función demoledora aparentemente, pero que, en rigor, la creemos altamente defensiva y afirmativa de los valores estéticos o de cualquier otro orden, por cuya custodia y por cuya integridad le salimos al paso a todo libro que los adultere o mistifique.
Aquel novelista o ensayista se presenta como escritor romántico, o católico o futurista... ¿Se ha documentado, ha trabajado, entiende, siente sus convicciones católicas, o románticas o futuristas? Eso es lo que interesa; si comprobamos que se trata de un recién llegado o de un audaz que se abroquela en cosas tan grandes y tan respetables como son para nosotros todas las formas del pensamiento, para medrar, para satisfacer propósitos que no son estrictamente culturales, lo combatimos. Y lo combatimos y lo negamos, precisamente en nombre de la respetabilidad y grandeza de todo lo que se refiera a la vida del espíritu.
En nombre de la libertad, pedimos medidas de seguridad contra todos los grupos de derecha y de izquierdo,, fascistas y comunistas que niegan la libertad; no hay contradicción como se nos enrostra diariamente a los liberales y socialistas, pues no sería concebible la libertad de destruir la libertad, que equivaldría al suicidio. Y bien; en nombre de la intangibilidad de todas las corrientes del pensamiento, que a nosotros nos parecen igualmente respetables, tratamos de destruir los malos libros, que son un obstáculo para que la vida intelectual argentina alcance de una vez cierto desarrollo medianamente discreto.
Luego, acaso, sea llegado el momento de que un crítico pueda erigirse en paladín de esta o aquella fórmula o teoría.
* * *
La incultura argentina vese agravada por algo que acaso no ocurra en otros países americanos. En el Uruguay, Chile, Perú, etc., la capital o los grandes centros intelectuales no viven tan profundamente divorciados del interior; y la realidad social y la conciencia cultural que la dan sus intelectuales se desenvuelven más o menos parejamente. Aquí, en la Argentina, la divergencia alcanza por momentos una fuerza dramática tan intensa que por sí sola puede interpretarse toda, absolutamente toda, nuestra historia.
Calcúlese cuáles no serán las vicisitudes del intelectual argentino, nacido y criado en un medio precario, primario, y que de pronto tiene que apechugar con toda la cultura europea, pero la cultura recién llegada, la que ahora, en este mismo momento se estará discutiendo en universidades centenarias de Europa, en centros cuyas arquitecturas culturales cuentan siglos. A los 20 años de edad, por ejemplo, un estudiante de filosofía en Francia o en Alemania está ya tan familiarizado con los clásicos, que puede permitirse un lenguaje especioso y, por supuesto, lleno de sobreentendidos, sobre cosas que en aquellos ambientes resultan obvias.
Pero llega uno de estos artículos a la Argentina, donde a los 30 años los doctores en filosofía han leído algunos apuntes en mimeógrafo y las consecuencias son terribles indigestiones de Biblioteca de Occidente, en estómagos demasiado tiernos, que ni siquiera han pasado por un cursillo secundario de ciencias o letras.
* * *
Esto le ha ocurrido, verbigracia, a un adversario crítico, que nos ha venido a escribir todas sus amnesias, sus “matetes” cerebrales, sus pesadillas de origen gástrico-orteguiano, en un artículo reciente. Soto le metió diente a un tomazo tipo Biblia, sobre “Lógica de Pfander”, publicada por la Biblioteca de Occidente, y salió como el negro del sermón. Con la cabeza calenturienta; parece que algo le queda de Pfander, porque según se puede leer en el artículo, Soto ya sabe que la Psicología no es lo mismo que la Lógica, y distingue el pobre Soto, cuidadosamente, el pensamiento del acto de pensar. ¡Y aquí todo el mundo creyendo que era lo mismo!
* * *
Esta vigilancia intelectual es confundida por nuestros adversarios y se toma nuestro ataque a la deformidad y a la teratología de la mentalidad del autor, como prevención contra lo novedoso o complejo. Fácil es advertir que, como se ha visto, no puedo cometer la osadía de criticar a Pfander; no, destruyo a Pfander que se ha incrustado en el cerebro de Soto, que le ha dejado una esquirla de falsa cultura, un asiento intestinal que no lo deja dormir y una saburra en la lengua que le agria las palabras.
El pensamiento de Pfander podrá ser sutil pero el pensamiento de Pfander a través de Soto es tan sutil como la papilla o el barro chirle.
Esa ha sido mi labor crítica, que se cumple en este cuarto libro, y que no pienso abandonar un solo momento, por cuanto nada hay en el mundo que me carne mayores beneficios. Y ahora recojo dos objeciones a esa labor que circulan entre dos o tres escritores leídos por cinco o seis lectores: una, la de que es estéril.
Niego, pues, como lo comprueba el último artículo de Soto. Por lo menos, en Soto ha influido, ya que hemos conseguido un Soto un poco más preciso, más claro, no obstante la indigestión, que el Soto que habló en la Sociedad Hebraica sobre Cansinos-Assens y sobre Eichelbaum, horribles fárragos que Soto no debe, de ningún modo, recopilar en su próximo libro.
Otra, la de mi ineptitud para la crítica estética. Cuando yo llegué hace años a la vida literaria, me encontré con que la crítica asumía ante ciertos desbordes y desorbitaciones de la llamada nueva generación, una extraña actitud diría, “apaisanada”, por lo tiesa, temerosa de opinar, no fuera el diablo que ciertos poemas y cuentos que nadie comprendía, fueran obras geniales.
Cuando Jacobo Fijman escribía:
“Angeles de la muerte, ángeles de la muerte.
Angeles de la muerte, ángeles de la muerte.
Angeles de la muerte, ángeles de la muerte”,
había algunos críticos, entre ellos Soto, que se quedaban todos duros, temblones, “apampados”, como los paisanos que entran a una escribanía. Y Soto y otros escritores, temiendo que a lo mejor Fijman fuera un Rimbaud, apenas si se atrevían a decir: “¡Es un santo que reza!”.
Yo llegué en ese momento y con aire campechano les dije: “¡Qué va a ser Rimbaud! ¿No ven que es un loco lindo?”. Y, la verdad, estas cosas son las que no se perdonan a un crítico: denunciar la papanatería de los que quieren aparecer sutiles y refinados y no son más que víctimas de las supercherías poéticas de un converso.