Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, se ha ganado la reputación de ser una de las dos o tres novelas distópicas más importantes del siglo XX. Su nombre es hoy sinónimo de rebelión contra los peligros del control político, la censura y la falta de libertad de pensamiento. Su esencia es el destacar la importancia del pensamiento crítico.
La obra de Bradbury, a pesar de estar escrita en 1953, anticipó magistralmente el exceso de estímulos e información que afecta a la sociedad. Mostró una realidad superficial en la que todo resulta fácil y pasajero. La gente no habla de nada sustancial... atiborrados de información basura, sólo citan automóviles, ropas, piscinas, y dicen ¡qué bien! Pero siempre repiten lo mismo, y nadie dice nada diferente... Llenos de noticias incombustibles. Sentirán que la información los ahoga, pero se creerán inteligentes. Les parecerá que están pensando, tendrán una sensación de movimiento sin moverse.
Fahrenheit 451 describe una civilización occidental esclavizada por los medios, los tranquilizantes y el conformismo. La visión de Bradbury es asombrosamente profética: pantallas de televisión que ocupan paredes y exhiben folletines interactivos; una población que no escucha otra cosa que una insípida corriente de música y noticias transmitidas por unos diminutos auriculares insertados en las orejas, creen que es la realidad, pero no es más que lo que el gobierno quieren que escuchen
El afán de satisfacción inmediata y una vida basada en el consumo forma individuos a los que no les importa nada más que la búsqueda de placer, creando un mundo terriblemente espantoso, donde reina la insensibilidad y el individualismo. Los medios de comunicación los adormecieron al grado de aceptar los abusos que se cometen, los distraen con programas de televisión basura para que dejen de pensar. Y para completar este perverso cometido, se abocan a la tarea de eliminar lo único capaz de impedirlo: Los Libros. Por ello es que los bomberos, como Montag, el protagonista, queman los libros para evitar que las personas piensen y desarrollen sensibilidad real. Colaborar con la dictadura le hace sentir poderoso y parte de un sistema. Pero un encuentro lo lleva a cuestionarse su tarea y a despertar. Así, en contra de la ideología dominante, que privilegiaba la conformidad, indiferencia y búsqueda de placer, desarrolla el pensamiento crítico y nos hace dar cuenta de su importancia.
Sin embargo, la obra no deja de ser una advertencia muy real en el mundo actual, pues el mundo que Bradbury describe no necesita ya de bomberos encargados de quemar los libros, porque no hace falta quemarlos si se empieza a llenar de gente que no lee, que no aprende, que no sabe; gente que sólo se ocupa de la pantalla y, para colmo, en ésta reina el discurso dominante. De allí a que la gente no cuestione, no sea capaz de pensar, de rebelarse contra la opresión y luchar por su libertad hay sólo un pequeño paso.