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La Herradura Dorada

La historia de Otto Kretschmer, el maximo as de los U-boote

Terence Robertson

 

 

La Herradura Dorada - La historia de Otto Kretschmer, el maximo as de los U-boote - Terence Robertson

293 págs.,
 Tapa: blanda
Ediciones Sieghels
Edición 2013 con anexos y fotografías
14,5 x 21 cm.
 Precio para Argentina: 100 pesos
 Precio internacional: 19 euros

 

La Herradura Dorada es una de las historias más apasionantes y asombrosas de la Segunda Guerra Mundial, que hizo decir a Churchill: "lo único que llegó a asustarme durante la guerra fue el peligro de los submarinos alemanes".
Otto Kretschmer, comandante del U 23, destruyó no menos de 350.000 toneladas de barcos aliados. Un torpedo, un barco; doce torpedos, doce barcos, era, su lema. Hasta que en 1941 cayó prisionero. Allí continuó su odisea y su obstinada campaña, en Inglaterra y en Canadá, donde llegó a planear su fuga y a pelearse a palos con sus carceleros.
Kretschmer se negó a ser considerado como un héroe. No perteneció al partido nazi pero recibió las Palmas de roble, la más alta condecoración otorgada por Hitler. Servía con fanatismo inigualado, a su patria, como alemán y como soldado.
El almirante inglés, Sir George Creasy, que prologa este libro, revive sus extraordinarias condiciones de militar y de caballero.

 

 

 

 

ÍNDICE

Introducción 9
Prólogo 13
I.- Gran Bretaña cercada 16
II.- Puestos de combate 26
III.- Las Órcadas y las Shetland 34
IV.- Cambio de frente al oeste 43
V.- Tiempos felices 51
VI.- El Convoy H. X. 72 75
VII.- Um torpedo, un buque 93
VIII.- La luna del cazador 107
IX.- Invitado de Hitler 123
X.- De licencia 141
XI.- Los ases en el mar 151
XII.- Atrapados 163
XIII.- La entrevista secreta 177
XIV.- La guerra vista a traves de rejas 185
XV.- Bowmanville 195
XVI.- Con la tripulación 213
XVII.- De regreso en la Patria 219
Epílogo 225
Apéndice A: Informe confidencial sobre Kretschmer elevado por el almirante Dönitz al Comando Naval 227
Apéndice B: Informe confidencial sobre el temperamento y condiciones de Kretschmer 229
Apéndice C: Informe confidencial sobre la aptitud de Kretschmer 230
Apéndice D: Notas de felicitaciones a Kretschmer 231
Apéndice E: ficha del archivo del Comando de Submarinos 232
Apéndice F: Extractos de comunicados de la Wehrmacht alemana 233
Apéndice G: U-35. Historia, ataques y características 235
Apéndice H: U-23. Historia, patrullas, ataques y características 238
Apéndice I: U-99. Historia, patrullas, ataques, tripulantes y características. 245
Apéndice J: Otto Kretschmer. Notas biográficas 257
Apéndice fotográfico original 268
Apéndice fotográfico a esta edición 279

"Podemos ganar o perder una batalla, triunfar o fracasar en una empresa, ocupar o ceder posiciones, pero del dominio que ejerzamos sobre las rutas oceánicas y sobre la libre aproximación y entrada a nuestros puertos dependerá que podamos librar una guerra, o hasta que conservemos la vida... Lo único que llegó a asustarme durante la guerra fue el peligro de los submarinos alemanes."

La Segunda Guerra Mundial,
SIR WINSTON CHURCHILL

 

INTRODUCCIÓN

por el almirante sir George Creasy, G. C. B.
C.B.E., D.S.O., M.V.O.(1)


Este libro trata fundamentalmente de las hazañas de un oficial alemán de submarinos, el capitán de navio Kretschmer, desde que estalló la guerra hasta marzo de 1941, mes en que fue hundido el U-99. Considero a Kretschmer el comandante de submarinos más idóneo y capaz que produjo Alemania; surgido en momentos en que nuestras defensas iban cobrando lenta forma y todavía no habían salido de su lastimosa mediocridad, Kretschmer fue el hombre que ocasionó mayores y más dolorosas pérdidas a la navegación aliada, siendo indudable que la destrucción de su buque y su propia captura, acaecidas simultáneamente con la desaparición de Prien y Schepke, significó un golpe de muerte para el Comando de Submarinos de la Marina alemana. Para nosotros fue un rutilante rayo de esperanza cuando todo era sombrío en la Batalla del Atlántico.
Como si fuera hoy, recuerdo haber reconstruido uno de sus primeros ataques contra convoyes aliados. En ese entonces la mayoría de la gente concebía a los submarinos atacando según métodos ortodoxos, sumergido a profundidad de periscopio. Personalmente yo había llegado a la conclusión de que estábamos frente a ataques efectuados con el submarino en superficie, confiado en que su tamaño reducido era una especie de seguro contra posibles avistajes. Pero las distintas horas en que habían hecho impacto los torpedos, la posición de los blancos en las filas de cada convoy me dijeron a las claras que Kretschmer no se había limitado a mantener a su buque en superficie, sino que además había llegado al extremo de cruzar el convoy en diagonal.
Esto era algo nuevo. Y sin embargo, tampoco puedo olvidar que, después de mucho pensarlo, llegué a la conclusión de que la maniobra era demasiado arriesgada como para no habérsela ejecutado por accidente o error. Esta obra demuestra que, por el contrario, se trataba de una táctica deliberada,  planeada cuidadosamente y ejecutada con brillantez.
Felizmente en este sentido Kretschmer tuvo pocos imitadores, aun cuando para nuestro infortunio su obra, como la de Prien y Schepke, perduró hasta mucho después de que ellos dejaron de representar un papel activo en la Batalla del Atlántico. Esos hombres y algunos de sus contemporáneos habían señalado el camino, y fueron las tácticas por ellos concebidas las que dieron origen a los ataques nocturnos en superficie a cargo de "manadas" de submarinos en número creciente a medida que los alemanes incrementaban su producción naviera. Ingentes sin duda fueron las pérdidas causadas por esos ataques a las valientes flotas mercantes de los países aliados en buques y vidas humanas.
Antes de mucho esas pérdidas comenzaron a aumentar a un ritmo tan alarmante que pronto excedían el de nuestra producción naviera y sumaban un total decididamente peligroso. De que trajéramos a las islas abastecimientos y tropas por mar dependía nuestra facultad de seguir luchando.
Pero la situación tenía una doble faz: también nuestras contramedidas crecían en cantidad y eficacia; el número de nuestras embarcaciones de escolta aumentó, lentamente al principio, después con mayor rapidez; el caudal de aviones de que disponía el Comando Costero creció; se concibieron tácticas nuevas; y, quizá lo más importante, el tiempo nos alcanzó para adiestrar a marinos y aviadores en el empleo de ese potencial creciente con un máximo de eficiencia.
Por otra parte, la táctica "sumergible" del enemigo tenía un punto débil, si se lo sabía explotar. Para sacar partido de la mayor movilidad que da la velocidad en superficie, el submarino aceptaba la vulnerabilidad inherente a operar en superficie una vez resuelto el problema de la posición. Aviones en cantidad suficiente pueden cubrir extensas zonas de mar y tienen oportunidades excelentes de localizar y atacar sin demora a un submarino en superficie. Buques provistos de buenos radares pueden contrarrestar la ventaja que su tamaño reducido reporta al submarino, y lo que el ojo humano no distingue es perfectamente visible para el ojo del radar en la más  negra oscuridad.
Entonces la Batalla del Atlántico pasó de combate a carrera. ¿Podríamos invertir la situación y comenzar a causar pérdidas irreparables a los submarinos alemanes antes de que el enemigo nos las ocasionase a nosotros, a los hombres y buques de nuestra marina mercante?
Hoy la victoria aliada pertenece a la historia, pero para lograrla vivimos momentos de verdadera angustia. Sin embargo, ya a fines de 1943 teníamos en jaque a la fuerza submarina enemiga, y para entonces la producción naviera norteamericana, en pleno auge, entregaba unidades nuevas a un ritmo que permitía descartar de plano toda posibilidad de derrota.
De cualquier forma considero un deber destacar aquí el hecho de que la victoria lograda fue la derrota de la táctica "sumergible" de los submarinos de Doenitz, que tanto peligro entrañaron para la causa aliada. El submarino como tal de ningún modo fue vencido; lo prueba la idea enemiga de equipar a sus submarinos con el Snort, dispositivo que habría de permitirles usar sus motores diesel en inmersión y así reabastecidos reanudar la batalla. Pero para entonces ya habían perdido más del cincuenta por ciento de su libertad de movimiento, además de haber soportado pérdidas abrumadoras, de manera que no volvieron a causarnos verdadera inquietud.

Esto no significa, empero, que el ingenio alemán haya permanecido ocioso; muy por el contrario, ya construían tipos de submarinos nuevos capaces de desarrollar altas velocidades en inmersión y de permanecer bajo la superficie por tiempo indefinido. Dichos tipos nuevos no alcanzaron a operar plenamente durante la guerra. En caso contrario, con toda seguridad que nos habrían puesto frente a nuevos y graves problemas que, aunque personalmente no dudo de que a la larga los habríamos resuelto a satisfacción, habrían costado una nueva etapa de cruentos daños a nuestras flotas mercantes.
Para finalizar, me creo obligado a añadir unas palabras sobre la entrevista que sostuve con Kretschmer luego de su captura, descrita en este libro. El motivo que me llevó a verlo no fue sonsacarle información. Seguramente un oficial capaz de conducir a su buque con tanta maestría sabría manejar su lengua con idéntica destreza. No me equivoqué: nada supe por su boca. Quise verlo movido por el deseo de juzgar por mí mismo a qué clase de hombre pertenece un buen comandante de submarinos; ver personalmente, si podía, en qué estado había quedado su sistema nervioso; estudiar sus reacciones ante superiores y subalternos, frente a lo previsto y a lo inesperado. En una palabra, catalogarlo.
Por si fuera de interés, incluyo la impresión que me causó. Vi ante mí a un oficial de marina consciente de su valer que sobrellevaba las difíciles condiciones de un cautiverio reciente con dignidad y modestia. Su foja de servicios lo calificaba de bravo e inteligente; su aspecto y modales eran los que corresponden a un jefe y a un caballero. Cuando nos despedimos deseé para mis adentros que no hubiesen demasiados como él. Lo último que le dije fue que esperaba volverlo a encontrar algún día en circunstancias más felices. Nada me alegrará tanto como ver llegada esa ocasión.

 

1 Siglas que significan, respectivamente, Gran Cruz de la Orden del Baño, Compañero de la Orden del Imperio Británico, Orden del Servicio Distinguido, Miembro de la Orden Victoriana.  (N. del T.)

PRÓLOGO


Cuando el asalto alemán de las rutas de navegación aliadas comenzó a perfilarse como la lucha más despiadada de la guerra, sir Winston Churchill describió el patrón al cual deberían ajustarse todos los partes sobre la Batalla del Atlántico. Los submarinos enemigos, dijo, se llamarían "embarcaciones U", quedando el término "submarino" reservado para las embarcaciones aliadas. El mismo Premier explicó la diferencia, 'Las embarcaciones U son esos villanos cobardes que hunden nuestros buques, mientras que los submarinos son esas naves valientes y nobles que hunden los de ellos." Ésta es la historia del más "cobarde" de esos villanos: el capitán Otto Kretschmer, grande entre los grandes de la Marina alemana, que plagó los mares de una devastación no igualada por ningún otro marino de una nación en guerra.
Antes de caer prisionero había hundido embarcaciones aliadas en un total próximo a las 350.000 toneladas, incluyendo tres cruceros mercantes armados y un torpedero. Sus hazañas le valieron las más altas condecoraciones que otorga Alemania. Por todo el territorio alemán y' Europa ocupada circularon tarjetas postales con su retrato y hasta se compuso una marcha militar en su honor. Sin embargo, Kretschmer resistió denodadamente los esfuerzos del propagandista supremo, Goebbels, por "glorificar" su nombre en libros, artículos y películas cinematográficas. Desde la guerra, esa fobia por la perspectiva de ser pintado como "héroe" —-Kretschmer desprecia el heroísmo— persiste en él hasta el punto de haberse negado reiteradamente a apoyar con su firma o de otro modo el material publicado sobre su actuación. En el caso presente aceptó colaborar sólo cuando le hube dado la seguridad de que investigaríamos a fondo todas las fuentes de información disponibles para tener la certeza de que las experiencias del U-99 y de su tripulación aparecerían con la mayor precisión y objetividad. Esto sólo fue posible gracias a la desinteresada y cortés ayuda de varios altos jefes británicos que estuvieron íntimamente ligados a la historia de Kretschmer.
El almirante sir George Creasy, comandante en jefe de la Base de Portsmouth, reconstruyó la escena que tuvo lugar en su departamento de Buckingham Gate, cuando por espacio de dos horas entrevistó a solas a Kretschmer en la esperanza de que una charla privada con el as capturado aportara datos vitales acerca de la mentalidad y temperamento de Doenitz. Asimismo, el almirante Creasy prestó su valioso asesoramiento en el aspecto técnico de las partes relativas a la Batalla del Atlántico en conjunto.
El capitán de navio Donald Macintyre, comandante del crucero Diadem y oficial más antiguo de la Flota de Reserva en Chatham, obtuvo el consentimiento oficial del Almirantazgo para publicar en detalle la dramática historia de aquella noche de marzo de 1941 cuando, como comandante del torpedero Walker y junto con otro torpedero, el Vanoc, corrió el telón tras el último acto de la carrera operativa de Kretschmer hundiendo el U-99 contra un fondo de buques mercantes en  llamas.
Extrañas coincidencias caracterizaron al encuentro de esos dos adversarios. Ambos habían navegado bajo la insignia de una Herradura, y en tanto Kretschmer se convertía en el jefe de submarinos alemán con más víctimas en su haber, el nombre del capitán Macintyre ocupaba un lugar preponderante entre los principales "matadores' de submarinos alemanes de la Marina Real, 1, con siete confirmados y por lo menos uno averiado.

El capitán de fragata R. P. Martin, ex segundo comandante del crucero mercante armado Patroclus, describió con extraordinario verismo el curioso duelo a pistola que él y algunos voluntarios sostuvieron con el U-99 mientras el Patroclus se hundía bajo sus pies.
El coronel James Reynolds-Veitch, de la Guardia de Granaderos, que estaba al frente del Campamento de Prisioneros de Guerra Número Uno en Grizedale Hall, cerca del lago Win-dermere, tuvo la gentileza de rememorar en nuestro beneficio los largos meses durante los cuales libró una verdadera batalla de ingenio contra Kretschmer, llegado al campo como oficial alemán más antiguo. Él fué quien llenó los blancos del asombroso episodio del Consejo de Honor secreto en el que Kretschmer halló culpable de cobardía al segundo comandante de un submarino alemán que se había rendido, y también de la fuga "de la silla falsa", que no tuvo éxito por casualidad.
Del lado alemán me brindaron su gentil cooperación:
El capitán Otto Kretschmer, que trabajó pacientemente a mi lado muchas semanas en el afán de que todo quedara claro y nada se prestase a errores.
Volkmar Koenig, ex gurdiamarina, que aportó datos de valor sobre sus actividades en el Campamento de Prisioneros de Guerra de Bowmanville (Canadá), particularmente sobre el famoso "Incidente de los Grilletes", que desencadenó la Batalla de Bowmanville.
Jupp Kassel, ex suboficial principal y radiooperador del U-99 que asumió las funciones de Oficial de Relaciones Públicas en beneficio de la tripulación y me ayudó a captar el "espíritu" del submarino a través de las experiencias de sus diversos tripulantes.

Hans Clasen, que puso a mi disposición lo único que conserva del U-99:  interesantes fotografías.
Vaya también mi reconocimiento al ex coronel Hefele de la Luftwaffe, que por espacio de muchos meses compartió con Kretschmer en Bowmanville las funciones de oficial alemán más antiguo, y que consideraba al as como un abogado ferviente de la disciplina, factor que hizo de Bowmanville uno de los centros de prisioneros de guerra más ordenados del Canadá y valió a sus ocupantes el título de "Caballeros del Canadá".

Londres, 1955.

Notas:
1 El capitán de navio F. J. Walker, ya fallecido, fue el más famoso "matador" de submarinos alemanes de la guerra. Los registros del Almirantazgo atribuyen a su grupo de escolta la destrucción de veinte embarcaciones  U,   si  bien  sus  triunfos  personales  se  desco nocen. Un comunicado del Ministerio de Informaciones dado a conocer el 23 de agosto de 1944 anunció que el capitán Macintyre había hundido su octavo submarino alemán. Sin embargo, los archivos del Almirantazgo no le reconocen más que siete.